Si eres impotente, reinventarte.
Un tipo que se divorcia por ser impotente y tener un pequeño pene, es convencido por otro para que se deje dar por el culo, cosa que le gusta y le encanta tanto como ponerse a mamar y vestirse de mujer. .
Si eres impotente, reinventarte.
Aunque me avergüenza decirlo, la razón de mi divorcio fue por mi impotencia, además de que nunca he tenido verga sino más bien siempre he tenido un pequeño pene.
Antes de llegar a divorciarme, visité a varios urólogos, y la conclusión fue la misma siempre, debido a varias afecciones y otras condiciones, no tan solo quedé impotente, sino que simple, y llanamente ya no se me para.
Después del divorcio, frustrado me fui a vivir al campo, y ocasionalmente bajaba al pueblo, para ir a beber, mientras bebía solo en el bar del pueblo, una noche conocí al dueño de la finca vecina.
No sé qué me paso, que tras unas cuantas cervezas le fui contando toda mi triste tragedia, él amablemente me escuchó, y hasta trató de darme consuelo, diciéndome. “La vida no es tan solo metérselo, y sacárselo a las mujeres.”
En esos momentos no comprendí, el trasfondo de sus palabras, así que seguimos bebiendo, hasta que el dueño del bar nos dijo que era hora de cerrar.
La cosa es que por lo menos yo tenía ganas de seguir bebiendo, y antes de marcharnos del bar, compré par de botellas de ron, y lo invité a mi casa.
A medida que seguimos bebiendo, él continúo tratando de darme ánimos diciéndome. “El mundo no se ha acabado, por lo que a ti te ha pasado, si eres impotente reinventarte.”
Y si antes estaba confundido, tras escucharlo decirme eso, me quedé bruto, mi vecino se dio cuenta de inmediato que yo no había entendido nada, y fue cuando me propuso que hiciéramos un pequeño experimento, para demostrarme de que era lo que él hablaba.
En esos momentos había bebido tanto, que la verdad es que, si me decía cualquier cosa, de inmediato la aceptaba, sin discutir, ni poner en duda sus palabras.
Por lo que cuando me dijo que me diera un buen baño, como parte del experimento, así lo hice.
Es más, mientras me duchaba, entró al baño, y sin decirme nada me comenzó a enjabonar la espalda, y parte de mis nalgas.
Por mi parte me quedé como si nada, como si fuera la cosa más normal del mundo, tan es así que al poco rato mientras continuaba enjabonándome toda mi espalda, mis nalgas y mis muslos, me preguntó cómo me sentía.
Después de darme otro trago de ron, a pico de botella, le comenté que me sentía muy bien, posteriormente me ayudó a salir de la ducha, y prácticamente me condujo hasta mi cama, donde me indicó que me acostase, mientras que él, tras secarme, comenzó a darme masajes con aceite, por todo mi cuerpo.
Yo seguí bebiendo y recibiendo sus agradables masajes, y caricias por toda mi espada, mis nalgas, mis brazos, y mis muslos, sin oponer la menor resistencia.
Al tiempo que seguía dándome masajes, me fue diciendo que, a pesar de mi condición, tenía un buen cuerpo, y unas bien formadas nalgas.
Luego embadurnó sus manos en aceite de oliva, y continúo dándome esos masajes, sobre mis nalgas.
Sin que yo hiciera comentario alguno, pero de manera suave y bien lenta, a medida que me fue acariciando las nalgas.
Continúo masajeándome, y sin que yo le prestase atención, también fue penetrando suavemente mi esfínter, al principio con un dedo, luego con dos, y así sucesivamente con vario de sus dedos.
Pero al rato cuando ya me tenía varios de los dedos de una de sus manos, bien adentro de mi culo, me volvió a preguntar cómo me sentía, a lo que, sin vergüenza alguna, le dije. “De maravilla”.
No fue hasta que pasó un corto rato, que comencé a sentir como se fue colocando sobre mí.
Pero en la condición en que me encontraba, la verdad es que poco me importó, lo que él me fuera hacer.
Aun sentía varios de sus dedos dentro de mi culo, cuando me dijo que el siguiente paso del experimento, era demostrarme que, para disfrutar del sexo, no era necesario tener una mujer, que bastaba con dejar que todo fuera fluyendo de manera natural.
A lo que yo bien convencido de sus palabras, no paraba de decirle que sí, hasta que comencé a sentir que sus dedos los fue retirando uno a uno de mi culo.
En ese instante esperaba que, de un momento a otro, me penetrase con su verga, pero casi de inmediato, me dio una ardiente nalgada, y separándose de mí, me dejó tendido en mi cama, completamente desnudo, y bien confundido.
Para luego despedirse, con toda su calma, mientras que yo bastante bebido, me preguntaba que había sucedido.
Durante varias semanas, por vergüenza no volví a bajar al pueblo, hasta que finalmente lo hice, nuevamente en el bar me encontré a mi vecino, quien como si nada hubiera sucedido, me saludo, y hasta me invitó unas cervezas.
Después de un buen rato, y mucho antes de que fueran a cerrar el bar, le comenté que mejor seguíamos bebiendo en mi casa, a lo que a él le pareció una buena idea.
Ya estando en casa, aunque había bebido algo, no estaba borracho, por lo que cuando le pregunté qué había pasado, la otra noche, me respondió, diciéndome. “Si yo me hubiera aprovechado de ti en esos momentos, ahora no estaríamos charlando amigablemente.”
“Es más al encontrarme en el bar, de seguro, te pondrías a discutir conmigo, y de seguro mucha gente se hubiera enterado de que yo te había comido el culo.”
Lo cierto es que me pareció que en todo momento mi vecino tenía razón, pero de inmediato me dijo. “Ahora si tú quieres podemos hacer dos cosas, una es nos olvidamos de todo lo sucedido, y la otra es que sigamos en donde lo habíamos dejado, tú decides”.
Lo cierto es que, aunque me había tomado algunas cervezas, recordaba muy bien cómo me había sentido, a medida que él en aquella ocasión, me fue acariciando las nalgas, e introduciendo sus dedos dentro de mi culo.
Por lo que casi de inmediato, sin decir nada, me quité toda mi ropa, luego me fui a la ducha, y después de darme un buen baño, al salir de la ducha, ya mi vecino me esperaba al lado de la cama.
Apenas me recosteé bocabajo, comenzó a masajear con aceite de oliva, todo mi cuerpo, en especial mis nalgas, mientras que yo seguía bebiendo.
A medida que sus dedos fueron recorriendo mis nalgas, volví a sentir esa agradable sensación por todo mi cuerpo.
Y sin que me lo pidiera, voluntariamente separé mis piernas, levanté ligeramente mis nalgas, y aunque me sentía sumamente excitado, mi pequeño pene, para mi vergüenza, no reflejaba mi estado de ánimo.
El comenzó nuevamente a ir introduciendo sus dedos, dentro de mi cuerpo, al principio uno, luego dos, y así sucesivamente, hasta que pudo meterlos casi todos.
En ese momento sentía como su mano, entraba y salía de entre mis nalgas, mientras que yo no paraba de gemir, y moviendo mis caderas, comencé a pedirle que me penetrase.
Al poco rato extrajo sus dedos embadurnados de aceite de mi culo, y comencé a sentir como la caliente cabeza de su verga, me fue penetrando.
Jamás en mi vida, por lo menos hasta ese instante me habían dado por el culo, pero en esos momento me pareció la cosa más rica del mundo.
Continué moviendo mis caderas, de lado a lado, mientras que él me seguía enterrándome todo su pedazo de carne.
Por un buen rato fui sintiendo un placer que jamás, ni nunca antes había sentido antes, su miembro me penetraba una, y otra vez, al tiempo que con su boca comenzó a mordisquear mi nuca, mis orejas, y me fue preguntando, ¿Como me sentía?
A lo que alegremente le respondí, que increíblemente bien, pero que siguiera dándome bien duro.
Así continuamos por un largo rato, hasta que me indicó que íbamos a cambiar de posición, y tras sacarme su verga, hizo que me recostase bocarriba.
Me tomó por los tobillos, y levantando y separando mis piernas, dirigió nuevamente su verga al centro de mis nalgas.
Cuando vi por primera vez realmente aquel erecto pedazo de verga que mi vecino se gastaba, sentí envidia, pero al mismo tiempo me consolaba saber que la tendría dentro de mí.
En ese momento pude ver claramente, en vivo y a todo color, como me volvía a penetrar, con aquella cosa que era por mucho más larga y gruesa que mi pequeño pene, por lo que yo chillaba de placer, y felicidad.
Mientras que mi macho continuó una y otra vez clavándome toda su sabrosa verga, dentro de mi culo, al tiempo que yo no paraba de mover mis caderas, apretando mi culo cada vez que él me penetraba, hasta que se vino dentro de mí.
Me quedé extasiado, con mi culo bien abierto, hasta que nuevamente dándome una ardiente nalgada me indicó que me fuera a lavar.
Mientras expulsaba toda su leche de mi culo, él comenzó a lavar su verga, en el lavamanos frente a mí.
En ese instante me dijo. “Si quieres continuar la fiesta, dúchate, y te espero en la cama”. Desde luego que me duché, y sumisamente de inmediato, al regresar a la cama, me di cuenta de que mi amante mantenía su adormilada verga entre sus dedos.
Nada más bastó que se quedase viéndola por un corto momento, y que de inmediato se me quedara viendo mi boca, para que yo entendiera que él deseaba que yo me pusiera a mamársela.
Lo que sin pensarlo mucho me dediqué hacer, y a los pocos minutos, ya la tenía todo aquel pedazo de carne, bien dura dentro de mi boca, por lo que al poco rato me volvió a penetrar.
Esa noche, siguió penetrándome en distintas y diferente posiciones, luego se la volví a mamar, hasta que acabó dentro de mi boca, y garganta.
Desde esa fecha, digamos que mi vecino en cierta forma se ha venido convirtiendo en mi marido.
Mientras que poco a poco, voluntariamente he ido afeminando mi apariencia, aunque nunca me lo he pedido, pero sé que le agrada.
Y la verdad es que desde que comencé a dejar que me diera por el culo, mamar su verga, vestirme y comportarme como una mujer, también me depilo todo mi cuerpo, y disfruto mucho más del sexo que antes de divorciarme.
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