Si quieres hacerte una paja, por mí no te detengas.
Un joven es iniciado en el sexo gracias al dueño de un local, que poco a poco lo fue preparando para que le hiciera la paja, le mamara su verga, le comiera el culo y finalmente se vistiera de chica..
Si quieres hacerte una paja, por mí no te detengas.
Cuando él tenía, entre 18 y 19 años siempre fui un chico problema, fue cuando lo conocí íntimamente, ya que, de una forma, u otra lo fui llevando poco a poco a conocer los placeres del sexo, con otro hombre.
Un día, en que entró en mi pequeña tienda que estaba cerca de su casa, dando tiempo a que su madre se fuera a trabajar, me di cuenta de que no tenía ninguna intención de dirigirse al instituto donde estudiaba, por lo que yo le busque conversación, ya que lo conocía de hacía tiempo, y él siempre que podía paraba a comprar en mi negocio.
Mientras hablábamos de no sé qué, le comenté que se acercaba su madre, lo que, en cierta manera, hizo que él se puso algo nervioso, y lo vi bastante preocupado, hasta que le dije de pronto. “Si tú quieres te puedes esconder en la parte de atrás, y cuando tu mamá, terminé de pasar te aviso”.
En ese instante, a él le pareció la mejor idea del mundo, rápidamente pasó a la tras tienda, claramente escuchó la voz de su madre, pidiéndome que le vendiera unos cigarrillos, y después de eso se marchó.
Al poco rato entré a la tras tienda, y le dije que ella ya se había marchado, pero que, si él quería, se podía quedar viendo algunas revistas dando tiempo a que se marchase su mamá, y al terminar de decirle eso regresé al frente de mi tienda.
La idea le pareció buena, así que se sentó en una pequeña cama que tengo en ese lugar, además de cajas de varios productos, un pequeño baño, un pequeño televisor portátil, y una gran cantidad de revistas, colocadas sobre mi mesa de noche.
Hasta ese momento, no se había fijado en las revistas, pero cuando lo hizo de inmediato atraparon toda su atención, eran revistas de mujeres desnudas, cosa que luego me comentó que, él en su vida no había visto tantas y tan de cerca.
Otra cosa era el tener la revista entre sus manos, en las que la mayoría de las fotos presentaban a las chicas completamente desnudas y mostrando claramente su coño.
El chico se quedó como hipnotizado, ojeando rápidamente una revista tras otra, hasta que regresé a la trastienda.
En ese momento, me di cuenta de que le dio algo de vergüenza, y sin saber qué hacer, comenzó a despedirse, queriendo llevarse, aunque fuera una sola de mis revistas.
Pero le dije de inmediato. “Si quieres verlas, puedes hacerlo aquí, pero no te las lleves, después te la encuentra, tu madre y me metes en tremendo problema”.
Rápidamente se dio cuenta de que yo tenía toda la razón, pero antes de que él decidiera seguir su camino, le volví a decir. “Si quieres verlas, puedes hacerlo, pero aquí, además nadie te va a molestar.”
Tras lo cual salí nuevamente de la tras tienda, regresando al negocio, desde ese día por las siguientes semanas, él era un asiduo visitante a mi tras tienda.
En ocasiones le daban unas tremendas ganas de masturbarse, pero se las aguantaba hasta seguramente llegar a su casa, hasta que un día mientras veía unas de las fotos, comenzó a pasar su mano por encina de su pantalón acariciando sin darse cuenta su erecto miembro bajo la tela.
Hasta que me escuchó a mí decirle. “Si quieres hacerte una paja, por mí no te detengas, que yo también me la hago cuando veo esas fotos”.
Al Julio levantar su vista, yo me encontraba bien cerca del, y también acariciando mi verga bajo el pantalón.
Por mis palabras, entendió que tenía permiso de hacerse la paja, mientras miraba la foto de una rubia con sus piernas bien abiertas e introduciendo sus dedos dentro de su coño.
Yo de inmediato di vuelta dejándolo a solas, y sin perder tiempo, sacó su parado miembro, y comenzó a masajearlo entre sus dedos, al principio lentamente, pero a medida que seguía viendo la foto de esa rubia, comenzó a acelerar los movimientos de su mano una, y otra vez hasta que sintió la sabrosa sensación de venirse entre sus dedos.
Con el pasar de las semanas, cada vez él se sentía mucho más cómodo el haciéndose la paja en ese lugar, y en ocasiones ante mi presencia, que con una amplia sonrisa en mi rostro lo observaba.
Por eso un día en que él ojeaba una de mis muchas revistas, no le extraño que yo tomase asiento a su lado, y mientras él se comenzaba a masturbar.
Saqué mi verga, en ese momento me comentó que era inmensa, y al igual que él comencé a masturbarme justo a su lado.
Y así por lo menos una vez a la semana, ambos nos masturbábamos juntos, mientras que me escuchaba decirle que se imaginase a esa chica con su coño abierto frente a él.
Pero un día de esos, en que estábamos a punto de comenzar, le pregunté si me dejaba tocar su verga, y que si él lo deseaba podía también tocar la mía.
En esos momentos, se detuvo a pensarlo, pero al nuevamente preguntárselo, y después decirle. “Deja que yo te la toque un poco para que veas lo rico que se siente.”
Quizás le dio curiosidad por saber que se sentía, y al decirme que sí, rápidamente coloqué toda mi mano sobre su pequeño miembro, y de inmediato comencé a moverla de arriba abajo, y el placer que él sintió fue tremendo.
Tanto que rápidamente se vino entre mis dedos, después de eso me fui al baño, me lavé las manos y le dije que nos veríamos la siguiente semana.
Lo cierto es que no lo presioné, pero a la semana siguiente, le propuse que al mismo tiempo que él me tocaba a mi yo sé la tocase a él, tomando en cuenta lo bien que se había sentido, finalmente aceptó.
Cuando agarró por primera vez, mi verga entre sus dedos, y la sintió tan caliente y palpitante, que se quedó impresionado.
Yo también agarré la del, y como la primera vez no hice nada más que tocarla, para que se viniera inmediatamente, pero yo a diferencia del, por más que él movía su mano sobre mi verga no me venía.
Hasta que después de un rato lance hacía el frente un fuerte chorro de leche, el chico se quedó bastante sorprendido con lo que había pasado, pero al terminar, le di las gracias, y justo antes de irse para su casa, introduje un billete en su bolsillo, cosa que a él no le molesto.
En las siguientes ocasiones en que, pasaba a visitarme, sin perder tiempo comenzaba a masturbarme, cosa que le comenzó a gustar mucho, y así continuo hiendo a mi tienda una y otra vez, hasta que un día, le pregunté si me dejaba tocar sus nalgas, al tiempo que sacaba otro billete y lo colocaba nuevamente en su bolsillo.
Por lo que sin pensar en las consecuencias me dijo que sí, además, me di cuenta de que las fotos de las chicas no le llamaban tanto la atención, como el ver mi erecta verga entre sus dedos y el sentirla en sus manos.
Aparte de eso, ya me había comenzado a preguntarme a mí, si él era marica, ya que en ocasiones cuando veía a una de esas chicas en las fotos se ponía a imaginarse que él era una de ellas.
En ese momento, calmadamente se bajó tanto los pantalones como sus interiores, y sin que yo se lo pidiera se los quitó completamente, y en mi rostro vio, una gran sonrisa de satisfacción.
Tomé asiento en la cama, y suavemente comenzó a pasar mis dedos por sobre sus nalgas, lenta y suavemente.
Con toda mi calma continúe acariciando sus paradas nalgas, hasta que, de la misma manera suave, y constante, continúe presionando mis dedos entre la unión de sus nalgas.
Lo que, en cierta forma, y manera me di cuenta de que le estaba agradando bastante, casi como un susurró le pedí que abriese un poco sus piernas, lo que cuando terminó de hacerlo, continuó sintiendo la yema de mis dedos entre sus dos nalgas, hasta que llegue a donde debía llegar, a todo el centro del medio del hueco de su apretado culito.
En ese instante dio un pequeño respingo, cuando mis dedos le comenzaron a tocar más profundamente.
A medida que yo lo tocaba, por su parte comenzó a masturbarse, y cuando sintió mis dedos acariciando su esfínter, sin poder controlarme finalmente se vino.
En esos momentos me detuve, le di una suave nalgada y le dije que nos veríamos otro día.
Él estaba tan deseoso de que yo le volviera a acariciar sus nalgas, que al día siguiente después de que salí del instituto, se dirigió directamente a mi negocio, como de costumbre, pasó a la tras tienda, y de inmediato se quitó toda su ropa.
Por no dejar mientras me esperaba comenzó a ojear unas nuevas revistas, en las que cuando se dio cuenta, se trataba de chicos con tetas, algunos vestidos de mujer, pero a los que en su mayoría otro hombre se encontraba tras ellos empujándole la verga.
Esas imágenes capturaron toda su atención, luego un tiempo después, me confesó, que deseo ser una de esas chicas, o chicos a los que le empujaban esas vergas.
Pero, en ese momento al yo entrar a la tras tienda, dejó de ver las fotos, él no quería que me diera cuenta de que las estaba viendo.
Al paramé a su lado, se puso de pie, y me dio un abrazo, y de inmediato comencé a toquetear todo su culito, lo que le agradó mucho.
Tomé asiento en la cama, y él se colocó de espaldas a mí, abriendo ligeramente sus piernas, y mostrándome todo su apretado culito, el cual yo seguí acariciando, tal y como lo había estado haciendo el día anterior, solo que cuando, comenzó a masturbarse, de manera suave, y colocando una de mis manos sobre la del impedí que continuase haciéndose él mismo la paja.
Justo en ese instante al voltear a verme, se dio cuenta de que ya tenía fuera del pantalón mi erecta verga, y supo lo que le esperaba.
Sin decir una palabra permaneció de espalda, y con la misma suavidad que lo había tratado lo tomé por la cintura, y lentamente fue dirigiendo sus nalgas sobre mi verga.
Antes de continuar, unté su culo con vaselina, tras lo cual continúe acercando más, y más sus paradas nalgas, a mi dura verga, cuando sentí el calor y suavidad de su esfínter contra la cabeza de mi glande.
Fue algo increíble, si le dolió, pero a medida que lo comencé a penetrar, ese insoportable dolor fue dando paso a una rica sensación, la que aumentó increíblemente al finalmente encontrarse totalmente empalado por mí, y bien sujeto entre mis brazos.
Instintivamente comenzó a mover sus nalgas, de un lado a otro a medida que yo sacaba, y metía por completo, toda mi verga dentro de su culo.
Era tanto el placer que él sentía que insistentemente me pedía una, y otra vez que no parase de hacerle eso, lo que no dejé de hacer hasta que finalmente llené toda su tripa con mi leche.
Cuando saqué finalmente mi verga de su culo, me dijo que una rara sensación de haber sido utilizado se apoderó de él por unos instantes, pero de inmediato también me dijo que sintió que él a su manera también me había utilizado a mí, para darse el gustazo de que le comiera el culo.
Al terminar le indiqué que podía entrar al baño, después de que salió le entregué sus pantalones, y después de ponérselos, aunque caminando con sus piernas ligeramente abiertas, quejándose por cierto dolorcito que sentía entre sus nalgas, se marchó a su casa.
En siguientes ocasiones que me visitó, una y otra vez volvimos a tener relaciones, y en una de esas ocasiones, apenas había terminado de desnudarse totalmente, le pedí que me mamase mi verga.
Como de costumbre no lo pensó mucho, así que mientras yo tomaba asiento en la pequeña cama, se agachó para acercar su boca a mi verga, pero además antes de que él colocase sus labios sobre mi glande, derramé un poco de leche condensada sobre mí colorada cabeza.
Tomó mi verga entre sus manos, y lentamente se dedicó a lamerla completamente, retirando con su caliente lengua los hilos de leche azucarada que corrían por mí largo tallo, y apenas me la limpió completamente comenzó a mamármela, sentía la calentura, y humedad de su boca tragándose, toda mi verga gustosamente, hasta donde ya no podía más.
Coloqué mis manos sobre su cabeza, y de esa manera fui guiando la sabrosa mamada que me estaba dando, hasta que finalmente su boca se llenó con toda mi leche la que en gran parte se tragó.
Por unos momentos los dos nos quedamos satisfechos, pero con unas ganas tremendas de continuar, yo me di cuenta de ello, y le dije que me acostase en la cama boca arriba, separando sus piernas, y untándome vaselina en mis dedos, comencé a introducirlos dentro de su apretado culito, al principio uno después dos, luego tres hasta que finalmente le metí casi toda mi mano entre sus nalgas, mientras que Julio como una loca movía sus caderas y se masturbaba.
En siguientes ocasiones, lo fui convenciendo, poco a poco de que en ocasiones se pusiera algunas prendas femeninas, hasta que un buen día terminó completamente vestida como toda una niña.
Ese día ni tan siquiera abrí mi negocio, los dos nos quedamos encerrados, mientras que yo lo besaba intensamente, y acariciaba casi todo su cuerpo, él procuraba hablarme todo el tiempo como si fuera toda una chica.
La que a medida que yo la besaba, me pedía incesantemente que se lo metiera, hasta que finalmente lo volví hacer.
Subiendo la pequeña falda a cuadros que, estaba usando en esos momentos y tras bajar sus pantis, lo volví a penetrar.
Bueno esa fue la manera, en que mi putita, desde bien joven, comenzó a disfrutar del sexo.
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