SIN SENTIMIENTOS
Quedamos en ser solo amigos ¿Verdad?.
Era una reunión tranquila. Solo unos cuantos amigos, risas, música de fondo y anécdotas que flotaban en el aire. Yo estaba sentado en una esquina del sillón, con un vaso en la mano, fingiendo estar concentrado en la conversación, pero en realidad… lo sentía.
Él.
Hernán estaba al otro lado de la sala, riéndose con un grupo, fingiendo normalidad. Pero sus ojos, esos malditos ojos, no dejaban de buscarme. No era descarado. Era peor: era sutil. Lo suficiente para que los demás no notaran, pero yo sí. Lo conocía demasiado bien como para no darme cuenta de que esa mirada no era casual.
A veces bajaba la mirada rápido cuando lo pillaba. Otras, mantenía el contacto un segundo más de lo necesario. Yo fingía que no lo veía… pero lo sentía.
Pasaron los minutos. Uno de nuestros amigos se despidió, luego otra pareja dijo que se iba temprano. Poco a poco, como si el universo supiera lo que estaba por pasar, todos comenzaron a irse uno por uno. Risas, abrazos, despedidas… hasta que quedamos solos. Él y yo.
El silencio fue inmediato. Ni siquiera intentamos llenar el espacio con conversación rápida. Solo nos miramos. La misma tensión que flotaba en el ambiente desde que entró, ahora se había hecho más pesada, más real.
—¿Hace cuánto no nos quedábamos solos? —preguntó, con esa voz grave que siempre me movía algo por dentro.
—Mucho —respondí, mirando hacia cualquier parte menos a sus labios—. Y por algo, ¿no?
Sonrió.
—¿Te incomoda?
Lo miré directamente.
—Me confunde. Me jode. Porque dijimos que éramos amigos… pero no sé cómo fingirlo contigo cerca.
Él se acercó un poco.
—¿Crees que yo no me confundo también?
Nos quedamos en silencio. Lo único que se escuchaba era el eco de la música que ya casi se había detenido y el ritmo de nuestras respiraciones.
Se acercó más, se detuvo frente a mí. Me vio a los ojos, como si buscara una señal… y ahí estaba. La vio.
Me tomó del cuello con suavidad, y sin decir nada, sus labios tocaron los míos. Fue lento al principio, casi tímido… pero en segundos, la pasión explotó. Nos besamos con hambre, con rabia, con nostalgia. Sus manos me tomaron de la cintura, las mías lo abrazaron con fuerza.
—Vámonos —me susurró al oído, con los labios aún mojados del beso.
Asentí.
Salimos de la casa como dos adolescentes escapando de algo prohibido. En el trayecto a la mía, no hablábamos, pero nuestras manos se buscaban, nuestros ojos se encontraban cada tanto con ese brillo que solo sale cuando estás a punto de cometer un error delicioso.
Apenas entramos a mi casa, cerré la puerta con la espalda y él me acorraló contra ella. Me besó como si no hubiera pasado el tiempo, como si aún fuéramos eso que fuimos una vez. Sus manos se metieron por debajo de mi camisa, y yo le arranqué la suya sin pensarlo.
—Esto no significa nada —susurré.
—Lo sé… —dijo mientras me desabrochaba el pantalón—, pero significa todo esta noche.
Y así, entre caricias, empujones suaves, respiraciones agitadas y gemidos ahogados, nos volvimos a perder.
Apenas cerré la puerta, ya lo tenía contra mí. Su boca chocó con la mía como si nos estuviéramos buscando desde hacía meses. Y sí, nos habíamos buscado. Mucho más de lo que queríamos aceptar.
El beso no era suave. No era tranquilo. Era todo lo que no dijimos en los últimos encuentros: rabia, nostalgia, deseo, ternura… y una necesidad que nos comía vivos.
—¿Por qué sigues besando igual? —susurré entre jadeos mientras lo empujaba hacia la pared.
—Porque nunca aprendí a besar a nadie más como a ti —dijo, y me mordió el labio con cuidado.
Nos miramos. Ambos sabíamos que no debíamos estar ahí. Que “ser amigos” era una mentira pobre. Pero nadie tenía el valor de detener esto.
Le quité la camiseta. Él me quitó la mía. Nuestros torsos se rozaron por primera vez en mucho tiempo. Su piel morena contra la mía, su respiración pesada, el calor creciente en el ambiente… y ese temblor en sus manos cuando me volvió a tocar como si no se lo creyera.
—Extrañaba tu olor —dijo con voz baja, acercando su nariz a mi cuello—. Todo tú… hasta tus manías.
Yo me le acerqué, le acaricié la mandíbula con suavidad.
—Y yo tus malditas ganas de tener siempre el control —le dije en voz baja.
Me besó. Esta vez lento, como si tratara de memorizarme otra vez. Sus labios se movían despacio sobre los míos, su lengua rozaba la mía con ternura, y sus dedos se perdían en mi cabello mientras se arrodillaba frente a mí, con sus ojos clavados en los míos.
—¿Puedo? —preguntó con voz ronca.
Asentí. Mi pulso se disparó.
Bajó mi pantalón con cuidado, besando el camino hacia abajo, sin prisa. Cuando me tomó entre sus labios, cerré los ojos y exhalé un gemido. Sentía su lengua moverse con seguridad, sus manos sujetándome por las caderas, su respiración caliente entre cada pausa. Cada movimiento suyo era una mezcla de deseo salvaje y cariño profundo.
—Sigue… por favor —le pedí, apoyándome en la pared, con los dedos apretando su cabello.
Me estremecía en cada succión, cada caricia con la lengua, cada beso que me daba entre gemidos suaves. Yo jadeaba su nombre, mientras me derretía en sus manos… hasta que no aguanté más y lo jalé hacia arriba para devolverle el favor.
—Ahora te toca a ti —le dije mirándolo fijo.
Le bajé el pantalón despacio. Le besé el abdomen, el ombligo, su pelvis. Sentía su cuerpo temblar apenas lo rozaba. Me arrodillé frente a él y lo tomé con una mano mientras le lamía suavemente, provocándolo, haciendo que soltara gemidos graves.
—Eddy… —susurró con la voz entrecortada—. Mierda…
Lo tomé entre mis labios y comencé a moverme lento, profundo, sintiendo cómo todo su cuerpo reaccionaba a cada centímetro, a cada gemido. Él me acariciaba el cabello, se mordía los labios, y cerraba los ojos con fuerza, entregado.
—Te juro que nadie me hace esto como tú —dijo, jadeando—. Nadie.
Subió la mirada y me pidió que lo besara. Nos besamos de nuevo, con la urgencia que da el deseo, pero también con esa desesperación emocional de saber que esto no debería estar pasando… y aun así querer que nunca acabe.
—Quiero estar dentro de ti —dijo sin rodeos, mientras acariciaba mi espalda.
—Entonces hazlo —le dije—. Pero no te vayas después fingiendo que esto no pasó.
Me tomó del rostro con las dos manos, me besó en la frente, en la nariz, y luego volvió a mi boca con ternura.
—Esta noche… no voy a fingir nada.
Sentí su cuerpo presionarse contra el mío con una mezcla de fuerza y ternura que me estremeció. Habíamos decidido ser solo amigos, pero en ese momento todo eso se desvanecía, y la tentación nos dominaba.
Su respiración era profunda, acompasada a la mía, y en sus ojos vi la certeza de que esta rendición era real, sin dudas ni excusas.
Sus manos me sostuvieron firmemente, acariciando mi espalda con cuidado, preparándome con paciencia, como si cada segundo importara para que sintiera todo, sin prisa.
Cuando finalmente entró, fue como si el tiempo se detuviera. La sensación era profunda, intensa, como si nuestros cuerpos se reconocieran después de tanto tiempo. Un gemido escapó de mis labios, mezclándose con el suyo, creando una melodía perfecta de deseo y conexión.
Él apoyó su frente contra la mía, respirando conmigo, sincronizados en ese instante sagrado.
—Eres perfecto —susurró con voz ronca—. No puedo creer que sigamos aquí, juntos.
Los movimientos comenzaron lentos, exploratorios, dejando que cada caricia y roce se sintiera con toda su fuerza. Poco a poco, su ritmo se aceleró, más apasionado, más urgente, pero siempre con esa mezcla de cuidado y entrega que me hacía sentir seguro y deseado.
Sentía sus manos recorrer mi cuerpo, sujetándome con firmeza pero sin lastimar, y mis piernas se enredaban con las suyas, buscando aún más cercanía.
Nuestros gemidos se hicieron más intensos y sinceros, y la tensión acumulada explotó en un clímax arrebatador, donde nos perdimos el uno en el otro.
Cuando finalmente nos desplomamos, agotados y sudorosos, él permaneció pegado a mí, susurrándome palabras suaves al oído mientras mi corazón aún latía con fuerza.
En ese silencio después de la tormenta, supe que esta noche había roto la barrera entre ser solo amigos y algo mucho más complicado.



Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!