Sirviendo a mi esposa y a su hermana. (Real) 1. Comienzo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ella siempre vio mi lado sumiso, se percató de que mi enamoramiento por ella era tal que podía hacer conmigo casi cualquier cosa pero en lugar de comentarlo lo explotó, cada que hacía un berrinche o se encaprichaba, yo me volvía frágil, manejable, y siempre, sin rechistar, le permití tomar todas las decisiones; con unas cuantas lágrimas, un “Te amo tanto” o utilizando como argumento a su favor frases cursis que yo le había dicho como: “Me encanta verte sonreír”, fue tomando el control al grado de hacerme evitar a toda costa molestarla, hacer cualquier cosa por contentarla o guardarme mis discrepancias.
Poseedora de una gran inteligencia, siempre me trató con mucho cariño y jamás se ha atrevido a insultarme, además, cuando estamos en público se comporta como cualquier esposa tradicional en una sociedad machista, hace creer a todos que el nuestro es un hogar mexicano chapado a la antigua; sólo su hermana y sus amigas cercanas están conscientes de quién ejerce el rol dominante en nuestra relación (ni siquiera sus padres lo saben).
Y así, sin esforzarse mucho y sin ordenármelo, poco a poco me fue “delegando responsabilidades” y haciendo “sugerencias”, porque sabe que a mi siempre me ha gustado mandar en todas partes pero extrañamente me fascina que ella me mande a mi, y así, a partir de nuestros primeros días de casados me fue llevando desde tonterías como levantar la mesa, limpiar la recamara, dejarla administrar el dinero, hasta cocinarle, lavar su ropa y sus prendas interiores a mano, hacerle masajes en los pies, limpiar toda la casa, comprarle toallas femeninas en la farmacia y hacerle tés y masajes especiales durante el ciclo menstrual (hasta me compró un libro: “Tips para esos días”), depilarla (“Así ahorramos dinerito bebé y yo quedo lisita y bonita para ti, mi amor”), y algo de lo que no me enorgullezco: orinar sentado (“Así los dos contentos papito ¿verdad que si, mi amor?”) ; en la cama ella siempre decide cuándo y cómo y ese cómo siempre la coloca encima de mi, además, le cedí el monopolio del sexo oral pues, a decir suyo (o mío más bien): “Dices que siempre te ha gustado más darlo que recibirlo ¿no?”. (Eso es verdad)
Yo ya casi no salgo de casa y ella “amigablemente” me ha puesto una hora de llegada (11 de la noche), las actividades que hacemos juntos son decisión suya pues lo que me gusta a mi no siempre le gusta a ella y por el contrario sus gustos son generalmente de mi agrado; el fútbol y el dominó quedaron en el olvido y mis amigos guardan silencio únicamente porque conocen mi carácter explosivo pero estoy seguro de que a mis espaldas me tachan de “mandilón” y yo, a pesar de que me encanta y hasta enorgullece, no lo ando publicando así nada más.
Su habilidad es enorme y mi fascinación por servirle se conjuga perfectamente con las pretensiones de ambos: un hogar de roles tradicionales invertidos, un hogar feminista, un matriarcado moderno y ambos sonriendo en él.
Sin embargo, los últimos meses han sido muy complicados, ella ha estado muy sentimental, voluble y explosiva desde que le dijeron que no era fértil y que su sueño de tener hijos de su propio vientre jamás podrá realizarse; su mal humor es difícil de manejar, pues grita y llora mucho y yo con tal de complacerla, he visto mi sumisión aumentar a pasos agigantados, ahora jamás salgo de casa, nunca le contradigo por más mínimo que sea el tema y cumplo absolutamente todos sus caprichos.
La rutina ha aumentado y se ha vuelto más fatigante, pues durante los primero días después de la noticia del doctor, su depresión era tan grande que no tenía fuerzas ni para ponerse de píe y bañarse en la regadera, un día se resbaló y se golpeó los codos, por ello, desde entonces por las mañanas despierto una hora y media antes para cargarla hasta la bañera que le compré (fue uno de sus caprichos) donde ella se relaja fumando un cigarrillo y yo, suavemente con una esponja voy aseando cada rincón de su preciosa existencia y al final masajeo sus píes, después la seco con una toalla y me encargo de vestirla detenidamente, posteriormente, maquillo su hermoso rostro (ella me enseñó a hacerlo hace varios años) y finalmente la llevo a la mesa donde le preparo su desayuno, le beso la frente y corro a asearme yo para alcanzar a llevarla a su trabajo y llegar a tiempo al mío.
El día de hoy me tocó depilarla y mientras rasuraba su área genital en la bañera, ella se sintió un poco excitada y me pidió que le hiciera sexo oral por lo que la senté en la silla donde la seco, me introduje entre sus muslos y ella con la palma de su mano en mi cráneo me fue guiando lentamente hasta su orgasmo, después me puso de píe y me besó apasionadamente y me susurró al oído: “Eres un sueño, no puedes ser real”, por lo que enloquecido terminé de bañarla y realicé el resto del ritual matutino como borracho, mareado y tembloroso, situación que provocaba que ella sonriera y me besara a cada rato “Eres como un niño de secundaria, estás rojito, que tierno mi amor, abrázame”.
Mientras la llevaba a su trabajo la vi realmente contenta y sonriente después de muchos meses, y nada podría hacerme más feliz a mi, ella estaba brillante, hacía bromas y me besaba las mejillas constantemente, al bajarse del carro me avisó: “Se me olvidó decirte que hoy viene mi hermanita, ¿la podrías recoger en el aeropuerto, mi vida?” después de que le respondí afirmativamente, ella se despidió diciendo: “Te amo demasiado”.
Marcelita era muy amable y agradable pero excesivamente dominante, llevaba ya dos matrimonios fallidos precisamente por eso y en su trabajo pocos podía soportar su actitud mandona. A mi a veces me resultaba difícil convivir con ella pues aunque la mayor parte del tiempo es muy simpática y amigable, a ratos se vuelve amargada y sinceramente es algo fría para pedir las cosas: “Oye, ahí te deje en la cama la ropa interior para que la laves, te encargo que me la dobles por favor porque la vez pasada la dejaste toda desparramada” y cuando algo no le parecía ella no lloraba ni chantajeaba sino simplemente gritaba, además le gustaba la comodidad y tan pronto vio como eran las reglas en “Casa de Mariana”, aprovechó y dio por hecho que ella también podía mandarme; la realidad es que si.
Pero lo que más me incomoda es que Marcela constantemente coquetea conmigo y eso es terriblemente complicado considerando lo atractiva que es, pues aunque guarda mucho parecido con Mariana, tienen sus diferencias: Mariana mide 1.72 y es de complexión muy delgada, pechos pronunciados y cadera reducida, piernas delgadas y nalgas standard, cabello largo, rizado y rubio, ojos expresivos (como buena tapatia), pestañas inmensas, nariz pequeña, unos labios muy delgados y una majestuosa, hipnótica y esclavizante sonrisa , mientras que Marcela mide 1.62, es de complexión mediana pero es delgada ya que es obsesiva con sus alimentos (lo cual es otro problema para mi: cocinarle), pechos pequeños, caderas anchas, piernas fuertes y hermosamente torneadas, nalgas redondas y perfectamente firmes, cabello largo y castaño, los ojos y pestañas de mariana, la nariz más grande, los labios más carnosos y la misma sonrisa de mi bella Mariana.
Y es que comenzó sonriéndome mucho y diciendo frases en las pláticas como: “Ay hermana, yo quiero un como el tuyo, guapisimo y comprensivo”, “¿No me lo rentas un mes hermanita? es todo lo que necesito para ser feliz”, “Ay que suertuda hermana, no te lo mereces” y posteriormente comenzó a decirme cosas directamente a mi: “Muchas gracias guapo”, “Que lindo cuñado tengo”, “Pero quédate, vamos a platicar un ratito, platícame de tus cosas padres, tu sabes de muchas temas, me encanta platicar contigo” y lo realmente difícil fue cuando comenzó a abrazarme repetidamente o enviarme besos desde lejos, hasta que un día mientras yo estaba lavando ropa, ella llegó y me abrazó por la espalda y me susurró al oído: “Te ves hermoso con tu delantal, ¿Cómo le hago para tener uno como tú?” y Mariana descubrió la escena, le llamó fuertemente la atención a su hermana y le puso un “hasta aquí”; sobra decir que yo me llevé la peor parte pues recibí fuertes regaños y reclamos de parte de mi esposa y tardé 4 días en que me volviera a hablar y me permitiera tocarla. Me esperaba un complicado fin de semana.
Marcela llegó y todo transcurrió en paz, salí una hora antes del trabajo y la recogí en el aeropuerto, ella me abrazó efusivamente y me dio un fuerte beso en la mejilla, posteriormente pasamos por Mariana a su oficina, las llevé a la casa, les preparé de cenar, fui a comprarles unas botellas de vino, les serví unas copas,
Mariana me pidió un masaje de píes, mismo que hice mientras Marcela me miraba cuando yo estaba distraído y cada que yo devolvía la mirada, ella desviaba la suya de inmediato, besé la frente de mi esposa y las dejé conversando en la sala para irme a dormir.
A la mañana siguiente, mientras yo trapeaba la sala y Mariana todavía dormía, Marcela me gritó desde la recamara de huéspedes: “¿No me traes una toalla, porfis?” así que acudí de inmediato con el pedido , toqué la puerta y ella respondió: “Pásale, está abierto” y al abrir la puerta la encontré completamente desnuda por lo que me tapé los ojos y desvié la mirada: “Perdón, perdón” y ella simplemente soltó una carcajada: “Ay que persignado cuñadito, si somos familia, no pasa nada” , devolví la risa por compromiso y salí de inmediato de la alcoba mirando para otro lado.
La conciencia no me dejó descansar, por ello, cuando le llevé a la cama su desayuno a Mariana, tuve que decirle lo que ocurrió y ella respondió explosivamente arrojando al piso todo lo que le había servido, y expulsando iracundos gritos entre sollozos y lágrimas: “Pero va a ver esa güerca desgraciada y tú ni creas que me tienes tan contenta, limpia el mugrero que al rato tenemos que platicar, pero córrele, no quiero ver ni una migaja cuando regrese ¿me entendiste?” ella nunca me había hablado así y creo que jamás la había visto tan molesta, por otro lado, Marcela tenía el carácter muy fuerte por lo que la discusión seguramente sería intensa y yo sería el más perjudicado pues el resto del fin de semana ambas estarían furiosas conmigo.
Mientras limpiaba la recamara, escuché el par de gritos y me convencí de que mi decisión había sido muy estúpida y fue peor cuando una hora después Mariana me llamó: “Ven para acá”; tendría que enfrentarme al estado histérico de las dos hermanas.
Acudí al llamado y Mariana estaba sentada en un sofá, miraba hacía la pared con el rostro enfurecido y fumando un cigarro mientras que Marcela estaba en una silla con el rostro cubierto por sus manos y llorando desconsoladamente: “¿Qué esperas? siéntate” me gritó mi esposa, por lo que hice caso de inmediato y Mariana continuó:
“A ver Marcela, explícame qué pasó”
“Ya te dije, no te lo quiero explicar otra vez”
“¿Por qué hiciste eso?, ¿Por qué mi esposo?”
“Ya te dije, llevo 2 años sola, completamente sola, conozco a puros imbéciles, puros patanes, no me pude controlar, ya, soy una idiota, ya me voy para dejarlos en paz”.
“Nadie te pide que te vayas, ¿y tú, Joaquín? ¿qué tienes que decir?”
Alarmado respondí:
“Amor, fue un accidente, te lo juro, yo no sabía que…”
Mariana me interrumpió:
“¿Te gustó?, ¿te gustó verla desnuda?”
“No mi vida, ¿qué preguntas son esas?, tú sabes bien que..”
“Porque ahora la vas a ver desnuda otra vez”
Marcela y yo no entendimos a qué se refería y desconcertados miramos a Mariana, quién continuó:
“Si, ¿qué tiene?, ya estoy harta de que se anden a escondidas y de que tu me vengas con tus dramas de que no tienes a nadie y que vas a intentar suicidarte otra vez, no quiero payasadas ni que me terminen viendo la cara de pendeja, te lo voy a prestar dos horas, dos horas y nada más y espero que con eso dejes atrás tu “tentacioncita” ¿me escucharon?”
Yo, obviamente creí que se trataba de una trampa por lo que dije:
“Pero mi vida, ¿cómo nos pides eso?, si tú y yo…”
Sin embargo, Mariana me interrumpió:
“Tú cállate, nadie te pidió tu opinión, esto no se trata de ti, te estoy pidiendo que complazcas a mi hermana y eso vas a hacer, ¿me entendiste?, además no creo que sepas en lo que te estás metiendo pero bueno, ándale Marcela, vete a poner guapa”.
Marcela no quiso discutir y se fue a cambiar, yo intenté hablar con Mariana pero ella no me dejo:
“Ya te dije que no me hables, hazme algo de comer que me quede con hambre y hablamos en la tarde, no quiero discutir nada que me duele la cabeza”.
“Pero mi amor…”
“¿No entiendes o qué?”-respondió con un grito ensordecedor, por lo que me retiré a la cocina a prepararle algo de comer.
Después de que Mariana terminó de comer y de que yo terminará de asear la mesa, Marcela llegó a la cocina vestida de una forma sumamente estimulante: botas negras de cuero, un vestido de una sola pieza color violeta, maquillaje en tonos oscuros y el cabello recogido, aún con una sonrisa tímida, me tomó de la mano y me llevó a su habitación donde me arrojó a la cama y se trepó encima de mi:
“Quiero hacer muchas cosas contigo, mi amor, ¿vas a hacerlas?”
Intimidado sólo asentí con la cabeza:
“Espero que si chiquito, porque mis mariditos nunca me aguantaron el paso” me decía mientras me lamía la cara y expulsaba su cálido aliento en mis oídos:
“Vas a ser mi esclavito ¿ok?”
Nuevamente asentí y ella respondió sujetando muy fuerte mi rostro con su mano izquierda y me dijo con un rostro molesto y mostrándome los dientes:
“Contéstame cuando te hablo imbécil, soy tu dueña, tu ama, tu señorita, tu todo”
“Si, si, si señorita”
Se puso de píe y me dijo con tono dominante pero suave:
“Te vas a desnudar y te vas a arrodillar, una vez que lo hagas me vas a besar los píes, ¿entendiste perro?”
“Si, mi dueña”
Rápidamente me desvestí, me arrodillé y me arrastré hasta sus botas y besé dos veces cada una de ellas.
“Así me gustan mis hombres, donde pertenecen, en el suelo y a mis pies, siglo XXI, siglo de la mujer, el hombre sometido porque de otra manera es un imbécil, ahora lame la suela, llénate la lengua de tierra, te quiero ver humillado, no quiero tener dudas de qué tanto estás dispuesto a hacer por mi, !Chupala¡.
Empecé a lamer la suela de sus botas mientras ella se carcajeaba y me escupía, después, me obligó a ponerme boca arriba y tragarme varios de sus escupitajos.
“Muy bien, ya eres mi perrito, ¿verdad que si?”.
“Si, mi dueña”.
Inmediatamente recibí una bofetada:
“Los perros no hablan, los perros ladran, ladra perro, ladra”.
“Woof, woof”.
Marcela no pudo contener la risa y comenzó a carcajearse mientras me abofeteaba y escupía a la cara.
Yo no sabía qué estaba haciendo pero estaba terriblemente excitado, no podía contenerme a pesar de la terrible humillación.
“Ya que eres mi perrito, ahora quiero que seas mi putita, ¡Ponte de píe!”
Me puse de píe y ella dio varías vueltas sobre mi, después abrió su maleta y saco un par de prendas:
“Aquí estás putita, ponte esto, déjame ver cómo te cambias, cómo te pones bella para tu dueña, aquí está tu pantaletita, ¡uy! una toallita femenina, la nenita está en sus días, ¿te duelen tus coliquitos, putita?, ¡Contesta Puta!”
“Si, mi dueña, me duelen”.
“Pobrecita putita, pues ahí están ultra absorbentes, luego está un liguero, ¡Ay que coqueta es mi puta!, pantimedias, una falda, ¡Que chula falda!, mira, es negra y con delantal, ¿Sabes qué, putita?, es un disfraz de sirvienta, ¡Que emoción putita!, ¡Grita puta!”
“Yupi”
Inmediatamente me tomó de los testículos con su mano y pegando su rostro al mío me dijo:
“No estamos jugando Puta, cuando te pido que te emociones te emocionas, ¿me entendiste?”
“Si mi dueña”
“Ahora comienza a vestirte mientras yo te observo”
No sabía qué estaba haciendo, pero comencé poniéndome la toalla femenina, mientras Marcela tomó asiento en la cama y cuando vio que yo sabía hacerlo perfectamente (ahora que la baño por las mañanas, le he puesto y cambiado toallas femeninas a Mariana varias veces) ella casi se ahoga de risa e inmediatamente sacó una cámara fotográfica a lo que respondí alejándome y ella contesto:
“Tranquilo, mira, ven, acércate, anda, ven, no pasa nada”
Me acerque y ella nuevamente apretó mis testículos con su mano:
“Yo soy tu dueña y yo decido qué hacer contigo y si no te gusta no importa, ahora regresa a ponerte guapa para mi, con estas fotos me voy a masturbar y quién sabe qué otra cosa, lo que se me ocurra por ahí, lo que se me antoje, mi hermana te dijo que me complacieras y eso vas a hacer, ¡Vístete Puta!”.
Continué avergonzado el proceso y una vez que tuve el traje puesto, me hizo dar dos vueltas, me puso unos tacones y una peluca color rojo.
“Ahora te vamos a maquillar, putita”.
Marcela comenzó a maquillarme y mientras lo hacía me besaba constantemente:
“Eres tan hermosa, te amo putita, eres mi sueño hecho realidad”
Una vez que me tuvo completamente maquillado y vestido, me hizo dar dos vueltas, me tomó un montón de fotos modelando y otras cuantas besándole los píes, después me arrojó a la cama y me empezó a acariciar la entrepierna:
“Mi putita trae bulto, no se la puedo chupar, pero ella me la puede chupar a mi, ¿verdad putita?”
“Si, mi señorita”.
“Quédate ahí, me vas a comer, putita”.
Sin desvestirse, se levantó la falda y bajó lentamente su calzón negro, después lo paseó en mi cara y se sentó sobre mi:
“Dale putita, primero bésamela, bésala con cariño”
Su vagina era preciosa, tenía poco bello púbico pero muy delineado y color castaño, el olor era penetrante, su aroma femenino se retorcía por mi nariz y me hacía sentirme más y más esclavizado, besé su vagina con pasión y comencé a lamerla.
“Putita, mi hermana te educó bien, ¡Ay putita, putita, ay, más, más, que rico Joaquín, putita, que rico, sigue, dale, dale mi amor, dale, no te pares cosita, dale, mi amor, sigue, ¡Ay putita!, que rico”
Después dejó atrás el juego, me levantó la falda, arrancó las pantimedias, me bajó las pantaletas, arrojó la toalla femenina lejos y me montó:
“Dame más, más fuerte, más fuerte, dale, dale, dale, ¿Quién es tu dueña?, ¿Quién?”
“Usted, usted es mi dueña”
“¿Quién es mi puta?”.
“Yo soy su puta, yo su puta”
“Eres mi puta, hoy y siempre, eres mi puta.”
Una vez que ella terminó, comenzó a lamerme la cara y soplarme en los oídos y me susurró: “Muchas gracias, gracias, me encantas, me encantas, gracias” yo permanecí en silencio y solamente le dije: “Preciosa”, ella sonrío, me miró a los ojos y me dijo: “Ahora tráeme algo de tomar que tengo sed, ándale”.
Me puse de píe y comencé a desvestirme.
“No, no Joaquín, quiero que salgas así, quiero que vayas así, que me sirvas así”.
“Marcela, me puede ver Mariana…”
“Es lo que quiero, que te vea…”
“No Marcela, eso ya está fuera del trato, eso ya me puede ocasionar problemas con ella…”
“Ella sabe que yo hago esto usualmente, ella seguramente sabe que estás así…”
“No, Marcela, no voy a salir así”.
“Mira, salgas o no, yo le puedo mostrar las fotos y si no sales así inmediatamente y me reclamas o discutes una vez más, voy a subir estas fotos al internet y las voy a mandar a tu trabajo y a todos tus conocidos, ¿me entendiste?”
No tuve más remedio que salir a la cocina así, lo hice tan silencioso y despacio como pude, sin embargo, sentí pronto una mano rozando mi pene y una boca besando mi cuello:
“Me encantas así, deja eso, vamos arriba, mi amor”
Era Mariana y estaba terriblemente excitada de verme vestido así, me llevó a nuestra recamara, se montó encima de mi y comenzó a besarme y me susurró al oído: “Eres un sueño, no puedes ser real”.
Marcela tuvo que servirse su bebida ella sola.
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