Sometido a sus pies
Tengo un serio problema con los pies, los amo, me fascinan. Soy adicto a los suaves y deliciosos pies de una chica hermosa, y más si es una chica de piel clara..
Mi compañera, Melanie, es preciosa en todos los sentidos, tiene un rostro de diosa, un cuerpo espectacular, chaparrita, caderona, tetona, deliciosa.
Pero nada se compara a su atributo más hermoso: esos delicados pies perfectos que me vuelven loco. Cada vez que trae zapatillas abiertas que dejan ver sus deditos, los veo de reojo desde mi escritorio y solo puedo imaginar lo delicioso que deben oler y saber.
O cuando se va al gimnasio al salir de la oficina y alcanzo a ver cómo se cambia sus zapatillas por unos tenis, y veo esos pies tan suaves y delicados, rosaditos, me vuelvo loco deseando poder disfrutarlos.
Mi día de suerte llegó un martes por la tarde: todos se habían ido de la oficina, yo me quedé para terminar un papeleo que no quería dejar a medias. Ella ya se iba también, pero primero se cambió sus tacones por unos tenis porque era día de gimnasio. Se despidió de mí como siempre y se fue. A los pocos segundos lo noté… Ella había dejado una bolsita bajo su escritorio, la conocía bien. Una pequeña bolsa de tela negra, era donde llevaba sus tacones. Obviamente la había olvidado, pero para mí era como si me hubiera dejado un regalo.
Me apresuré a su escritorio y la abrí rápidamente. Entonces todo mejoró: no solo había dejado sus tacones, sino también un par de calcetines usados.
Sin dudarlo ni un segundo, los saqué y respiré profundamente el delicioso aroma de esos hermosos pies: primero un calcetín, luego el otro y luego ambos. El aroma me embriagaba y me volvía loco, era delicioso.
Ese aroma a sudor de mujer hermosa, indescriptible y adictivo me estaba provocando una erección que casi me rompe el pantalón. De inmediato olí también los tacones, que estaban un poquito húmedos aún, pues recién esta belleza se los había quitado, así que aproveché y me apresuré a lamer el interior de estos, recogiendo con mi lengua ese delicioso sabor a pies de mujer que tanto me encanta.
Recién empezaba con esto; fueron un par de minutos que disfruté como horas cuando escuché una voz que me sacó de mi trance:
—¿Qué estás haciendo con mis tacones?
La sangre se me congeló, me detuve en seco, abrí mis ojos como platos y me quedé paralizado por un segundo. Lentamente giré mi silla y ahí estaba Melanie, mirándome fijamente con una expresión de confusión en su cara y yo con la vergüenza más grande de mi vida. Aún con sus tacones y sus calcetines en mis manos, solo atiné a decir:
—No es lo que crees, yo solo… Ammm.
—¿No es lo que creo? —dijo Melanie levantando una ceja y cruzándose de brazos.
—No, es solo que yo… —dije titubeando— no lo sé, estaba… No, no sé qué estoy haciendo yo…
Melanie se comenzó a acercar y se sentó sobre su escritorio, justo frente a mí, con una mirada desafiante. Yo solo pude callarme y tragar saliva.
—¿Entonces no es lo que creo? —me dijo como si estuviera a punto de soltar mi carrera por un precipicio.
—No… Yo solo…
—Shht… Te diré qué es lo que creo —me dijo con un tono más calmado— creo que eres uno de esos pervertidos enfermos que se excitan con los pies de las mujeres, ¿no es así?
—No… Yo no soy así.
—¿Ah, no? —dijo Melanie quitándose y dejando caer sus tenis.
—No —dije mirando los calcetines blancos que traía puestos.
—Entonces esto que tienes aquí no es una erección, ¿o sí? —dijo Melanie mientras, con su pie izquierdo, presionó mi entrepierna y comenzó a masajear mi verga que estaba más dura que nunca.
—Ohhhhh sí —exclamé lleno de placer.
—Shht… —musitó Melanie mientras ponía su pie derecho en mi cara para tapar mi boca.
—Ahora… Respira profundo —me ordenó mientras seguía ejerciendo presión en mi entrepierna.
Yo simplemente obedecí y respiré su delicioso aroma, dejando caer mis manos en la silla y disfrutando de la experiencia que tanto tiempo había anhelado.
Evidentemente, yo no tenía el control de la situación, pero era quien más lo estaba disfrutando.
—Quitame los calcetines— Espetó Melanie firmemente.
Acerque mis manos inmediatamente a su pie derecho para quitar su calcetín.
—No— me dijo casi gritando —hazlo con la boca.
Embriagado de placer mordí el borde de su calcetín, descubriendo lentamente esos hermosos pies que tanto había soñado tener cerca. Y ahora los estaba disfrutando como quería.
Melanie cambio de lugar sus pies, acariciándome la verga con el pie derecho y subiendo su pie izquierdo a mi cara para que le quitara el otro calcetín.
Yo hice lo que ella quería sin esperar a que me lo dijera. Al quitárselo ella puso la planta húmeda de su pie desnudo directamente sobre mi cara. En ese momento perdí el control por completo y comencé a olerlo como un animal en celo al sentir las feromonas de una hembra.
—Mmmm… Mmmmm.
Fue lo único que exclamaba mientras me embriagaba con ese delicioso aroma y lamia cada gota de ese exquisito nectar de princesa que me estaba provocando más y mas. Sus movimientos se volvieron más rápidos y mi cuerpo no soportaba tanto placer, sentía el palpitar de mi verga al maximo mientras está miss universo se divertía viéndome temblar de placer estando literalmente sometido a sus pies.
—Que rico… Me voy a venir— exclamé justo cuando estaba a punto de llegar al climax.
Grave error, Melanie se detuvo en seco y me quitó el pie de la cara dejándome a punto de estallar.
—¿Que pasó?— Pregunté desconcertado.
—Todavia no tienes permiso para venirte — dijo Melanie con la sonrisa más traviesa que jamás había visto.
—Pero yo…
—Pero nada— Interrumpió con autoridad —pon las manos detrás de la silla.
Yo solo obedecí, no podía hacer nada más que entregarme a mi Diosa y que me hiciera lo que quisiera.
Melanie se quitó el listón que amarraba su cabello y con el me ató las manos fuertemente, ya no había escapatoria. Se sentó sobre mi en la silla y comenzó a frotarse con mi verga dura que segundos antes había estado al borde del orgasmo, yo solo me deje llevar disfrutando todo lo que quisiera hacerme.
De pronto bajo los tirantes de su blusa y se sacó las tetas, eran enormes y deliciosas, las jugosas tetas a las que durante meses les había dedicado incontables pajas estaban justo frente a mi cara moviéndose mientras Melanie se frotaba contra mi verga.
—Chúpalas—me ordenó.
No había terminado de decirlo cuando yo ya estaba ahogandome entre esos melones deliciosos que tanto anhelaba. Nuevamente me acercaba a otro orgasmo cuando Melanie se levanto de la silla y yo volví a quedar ansioso por venirme. Entonces veo que se voltea y lentamente se quita sus bragas, dejando a la vista su perfecto culo que quise devorar.
Ella acercó sus bragas a mi cara y solo preguntó.
—¿Este aroma también te gusta sucio pervertido?
—Siiiiiii— dije mientras ella restregaba sus bragas mojadas en toda mi cara.
Melanie abrió mi pantalón y saco mi miembro que ya dolía horrible de tanto estar atrapado.
Lentamente se acomodo sobre mi y comenzó a introducir mi verga lentamente en su vagina húmeda y ardiendo
—Ohhhhh Sssssss mmmmmm— exclamó mi captora mientras lentamente introducía cada centímetro.
—Mmmh— mis gemidos eran ahogados por las bragas que metió en mi boca.
Ella comenzó a saltar rítmicamente, disfrutando de mi cuerpo como un juguete, moviéndose hacia atrás y adelante sin consideración, gimiendo y jadeando cada vez más intensamente. Me quito las bragas de la boca y nuevamente puso en mi cara sus enormes tetas que ahora rebotaban y golpeaban mi cara a la vez que me robaban el aliento.
Ya no podía aguantar más, nuevamente estaba a punto de venirme y ella también. Sus gemidos se hicieron más intensos.
—Ohhh siiiii, siiiiiii, siiiiiiiii.
Se abrazo a mi con fuerza mientras temblaba y mi cuerpo se tensaba, sentí el orgasmo más intenso de mi vida.
—Mmmmh— gemí profundamente mientras hundía mi cara entre sus pechos y llenaba su interior de leche caliente.
Ella levantó mi cara y me besó apasionadamente mientras yo aún seguía descargando un par de chorros de semen y temblaba.
Hicimos un completo desastre de fluidos y el aroma a sexo invadía nuestra oficina.
Nos quedamos en esa silla besándonos unos minutos mientras recuperamos el aliento.
Al levantarse mi pene flácido salió de ella junto con un chorro de semen que mancho mi pantalón.
Ella se acomodo su blusa y su minifalda.
—Me dan ganas de dejarte así, y que mañana temprano todos vean como eres un juguete sexual para mujeres— dijo entre risas.
—No, por favor— dije avergonzado.
—Tranquilo… Te voy a liberar, pero con una condición.
—¿Cuál?— le pregunté intrigado.
—Vamos a hacer esto cada vez que quiera ¿Quedó claro?
—Yo encantado.
Melanie me jalo de la corbata y me acerco a su cara.
—A partir de ahora… Me perteneces.
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