• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (5 votos)
Cargando...
Dominación Hombres, Gays, Incestos en Familia

SOMETIDO POR MI HERMANO 1

Unidos por la complicidad y la convivencia, el vínculo de dos hermanos se vuelve rápidamente más estrecho. Lo que empieza como una broma termina volviéndose un espacio cargado de miradas y deseo..
Hace dos años, con apenas 18, dejé atrás mi ciudad natal y me mudé a la capital. El motivo: estudiar, buscar algo más, tal vez encontrarme. Hoy, con 20 años sigo caminando estas calles que al principio me parecían ajenas. La ciudad ya no me asusta, pero tampoco me pertenece del todo. Entre libros, subtes y madrugadas, intenté construir un lugar propio.

Mido alrededor de un metro ochenta, con una contextura delgada, aunque marcada por los largos trayectos a pie, el peso de las mochilas cargadas de apuntes y las horas eternas horas de trabajo. Mi piel es clara, con ese tono que toma un leve color cuando el sol insiste, pero que rápidamente vuelve a su palidez habitual. Mi cabello es castaño oscuro, algo rebelde, casi siempre despeinado como si el viento de la ciudad tuviera la última palabra.

En cuanto a mis facciones, mi rostro es anguloso, con una mandíbula firme y pómulos definidos, heredados de mi padre, y una nariz recta, sin curvas ni adornos, que equilibra las proporciones. Pero lo que más se destaca —y que sin dudas viene de mi madre— son mis ojos: verdosos, oscuros, como si escondiera siempre algo más detrás del primer vistazo. No brillan como esmeraldas, sino que parecen contener un bosque profundo. Mis cejas son algo gruesas y arqueadas, reforzando una mirada severa, no llevo barba, pero a veces dejo que una sombra ligera aparezca cuando el tiempo o el ánimo me ganan la batalla.

A principios de este año, algo cambió rotundamente. Milton, mi hermano menor, se mudó conmigo. Él trajo algo que yo ya había olvidado: ruido de casa, desayunos con palabras, peleas por el baño, risas en el lugar más improbable del día. Su presencia transformó el silencio en compañía, y de a poco, la rutina se volvió menos áspera. De repente, ya no era solo un estudiante sobreviviendo a la ciudad; era un hermano mayor tratando de estar a la altura.

Milton tiene casi 19 años, y aunque es mi hermano menor, siempre tuvo una presencia que se impone sin tener que hablar demasiado. Es un poco más alto que yo —apenas unos centímetros, pero suficientes para que me lo recuerde cada vez que puede— y tiene un físico trabajado, resultado de su rutina constante de gimnasio, algo que adoptó con disciplina desde la secundaria.

Su cuerpo está más definido, más firme, como si hubiera querido esculpirlo a fuerza de repeticiones. Tiene hombros anchos, brazos marcados, y una postura segura, de esas que ocupan espacio sin necesidad de pedir permiso. El rostro de Milton tiene facciones similares a las mías, pero un poco más suaves, menos endurecidas por los años. Su mandíbula es firme, aunque todavía con algo de redondez juvenil.

 

Mi hermano cuida su aspecto sin exagerar, pero se nota que tiene estilo propio: ropa deportiva combinada con toques urbanos, zapatillas, buzos que resaltan el físico sin alardear. Lleva un corte de pelo moderno, bien marcado: un «French crop». Los costados van rapados con prolijidad, y arriba, el cabello un poco más largo.

 

Con la mudanza a un ambiente mas grande, que tenga un cuarto privado para cada uno, nos dimos cuenta que el alquiler no se paga solo. Nuestros padres nos ayudaban en su mayor parte, pero la idea de mudarnos a algo mas grande, para estar cómodos, fue nuestra y no podíamos no colaborar. Eso lo entendimos rápido. 

Ambos conseguimos trabajos a medio tiempo: nada glamoroso, pero suficiente para aligerar los gastos y darnos algo de estructura.

 

Yo me acostumbré a dividir los días entre clases, trabajo, amigos y el tiempo en casa. Pero para Milton fue diferente. Venía de meses arrastrando una especie de desconexión silenciosa, como si todo le costará un poco más en adaptarse. Le estaba siendo difícil entablar nuevas relaciones, encontrar su lugar, su ritmo. Salía poco, hablaba menos, y aunque convivimos bien, había algo en su forma de estar que parecía suspendido, como si aún no terminara de llegar del todo.

 

Mi rutina arrancaba antes de que el sol asomara. Trabajaba temprano, cuando la ciudad todavía está medio dormida y las calles se sienten un poco más propias. Milton, en cambio, salía por la media tarde y volvía entrada la noche, según el turno que le tocara esa semana. Nuestros horarios se cruzaban apenas, pero por las noches, aunque fuera tarde, y aunque estuviéramos agotados, encontrábamos nuestro punto de encuentro: la PlayStation.

Ese momento era más que un juego. Era el espacio que nos salvaba del día, donde podíamos reírnos, putearnos, competir, aliarnos. No hablábamos mucho de lo importante, al menos no directamente, pero entre partida y partida, a veces se colaba alguna confesión disfrazada de comentario suelto. Era nuestra forma de sostenernos sin decirlo.


La semana pasada, uno de los controles se rompió. No fue una sorpresa —ya venía fallando— pero el golpe fue más simbólico que material. No teníamos el dinero suficiente para arreglarlo en ese momento, y los dos lo sabíamos sin necesidad de decirlo. Podríamos sobrevivir sin jugar, claro. Pero lo que dolía era perder ese momento compartido. Así que tomamos una decisión simple y justa: turnarnos. Entre partida y partida hacíamos torneos contra la máquina u online y pasábamos el control en cada derrota. No era lo mismo, pero de algún modo eso lo hacía más especial. Y así, entre turnos, risas y silencios cómodos, seguimos construyendo algo que no tiene nombre exacto.

Entre codazos, empujones y comentarios sarcásticos, nuestras noches de PlayStation se habían convertido en una especie de ritual sagrado. Cuando uno perdía, el turno pasaba. Y con solo un control funcionando, perder significaba literalmente quedarse fuera. Eso volvió todo más competitivo, más físico incluso. Las carcajadas terminaban muchas veces en manotazos, pequeñas trampas, empujones a mitad de una jugada clave.

Una noche, en medio de esa energía tensa y divertida, tiramos una idea que empezó como broma, pero que nadie retiró a tiempo. 

 

«Cada vez que uno pierda, y no le toque jugar, tiene que agarrarle el paquete al otro hasta que vuelva a perder.»

 

Dicho así, suena absurdo. Pero en ese momento, entre la risa nerviosa y el calor de la competencia, quedó pactado. Una forma extraña, ridícula y provocadora de hacer que perder no fuera una opción. Lo llamámos “la apuesta”, como si eso la volviera menos incómoda, o más aceptable dentro del código implícito que compartimos.


La tensión en la habitación se engrosó al comenzar la ronda de prueba, los dedos flotando sobre los botones del controlador con precisión nerviosa. Sudor abatido sobre las cejas, no sólo de la concentración sino también de los riesgos no dichos flotando entre nosotros.
El codo afilado de mi hermano empujó mi brazo de lado mientras mi oponente ejecutaba un brillante combo con su personaje entregando el golpe final. Mi estómago cayó mientras la pantalla «YOU LOSE» parpadeaba.

La sonrisa victoriosa de mi hermano se ensanchaba mientras se inclinaba hacia atrás, —la ronda de prueba había terminado— y el mando abandonaba mis manos para iniciar la apuesta.

–» Paga…», murmuró, con sus ojos brillando de travesura.

Sentí un nudo en la garganta. Tragué fuerte, los dedos me temblaban con duda y vacilación antes de extender la mano. Pero cumplí mi palabra. La tela de sus pantalones de jogging estaba caliente debajo de mi palma, la silueta de su miembro inconfundible, incluso a través de la tela de algodón. Mis dedos se enroscaron tentativamente alrededor de su forma, sintiendo como mi hermano se estremecía en respuesta.
Milton inhaló bruscamente a través de sus dientes, su polla despertando levemente bajo mi toque. El mando se deslizó de su agarre mientras sus caderas se movían hacia adelante involuntariamente.

–» Mierda», murmuró, las manos agarrando el mando con mayor firmeza.
El calor irradiaba a través de la delgada tela en la entrepierna. Una gota de sudor se arrastraba al costado del rostro de mi hermano mientras frotaba mi pulgar por cada centímetro a lo largo de su miembro, percibiendo cada curva, cada pulso vibrando bajo mi mano. 

Su respiración se tornó irregular. El aire entre nosotros se volvió más denso, saturado de una electricidad muda y una tensión de lo implícito. Los dedos y manos de mi hermano se estremecían mientras sus caderas daban otro pequeño e indefenso empuje en mi mano. Su sonrisa engreída de costumbre se había ido ahora, reemplazada por labios separados y un rubor arrastrándose por su cuello. Podía sentir sus latidos a través de mi palma, rápidos e insistentes, mientras el algodón se humedece levemente de líquido pre-seminal donde la cabeza de su pene parecía apuntar.


El débil olor salado, sensual, crudo colgaba entre nosotros, mezclado con el silencio cargado. 


La rodilla de Milton se sacudió involuntariamente, golpeando contra la mía mientras su cuerpo se arqueaba del sofá bajo mis caricias.

–» Dale bro… enserio», le dije. –» No hagas que esto sea raro.»
Su nuez de Adán subía y bajaba, tensa, concentrada, justo cuando el grito digital de “¡FIGHT!” estalló en la pantalla por segunda vez. Milton no perdería… a menos que yo hiciera algo.

Sus muslos se tensaron mientras le daba un experimental apretón a su verga para retirar posteriormente mi mano de manera abrupta. Milton jadeó al sentir la ausencia repentina del contacto. Sus caderas se adelantaron con un impulso involuntario, persiguiendo la presión perdida, justo antes de perder la partida.


Era mi turno.


El mando cayó justo con sus manos sobre regazo resignado, mientras el personaje de mi hermano permanecía echado inmóvil en la pantalla, completamente derrotado. Su pecho se elevó y cayó rápidamente en una profundo suspiro, mientras el rubor se extendió hasta sus clavículas. El texto «YOU LOSE» se reflejó en sus dilatadas pupilas mientras lentamente giraba su cabeza hacia mí, labios presionados en una delgada línea. 


Le sonríe, arrebatando el mando. –» Creo que es mi turno.»
Mi voz salió más baja de lo que pretendía, todavía espesa con la tensión persistente. Milton exhaló bruscamente a través de su nariz antes de estirarse. Sus dedos rozaron mi muslo por encima de la tela de jean. Al principio, su tacto fue vacilante, y los dedos se deslizaban torpemente sobre la endurecida tela. El aire entre nosotros crujía.

La palma de Milton se apoyó inmóvil contra mi bulto, cálida y levemente temblorosa. Pero solo se mantuvo allí. No hizo nada más. Al menos no como yo, que lo acaricié. y apreté experimentalmente provocando su derrota. Pensaba decirle algo. Lo tenía casi en la punta de la lengua. Pero la falta de concentración me hizo perder inmediatamente, incluso sin darme cuenta. “YOU LOSE”

 

-» Aah sos malísimo» soltó con una risa burlona.

Solté una carcajada justo cuando mi personaje se desplomaba en la pantalla, el control vibrando con ese zumbido seco de la derrota. Mi hermano sonreía con triunfo pleno, esa mueca que conocía de memoria, mientras apartaba la mano con calma…


-» Perdés rapidísimo» comentó mientras la pantalla anunciaba su victoria.

 

Mi respiración se cortó de golpe cuando su mano se cerró alrededor de mi muñeca. Su agarre era firme, pero había algo que lo contenía. Como si no supiera si empujarme… o acercarme aún más.

Finalmente mi hermano guió mi mano hacia su entrepierna de manera demandante y una vez con la mano sobre su paquete puede sentir una respuesta debajo. Como su miembro se tensaba y saltaba bajo mi tacto.

 

La pausa se alargó. Nuestras miradas se encontraron.

El resplandor de la consola recortaba ángulos marcados en su rostro: mandíbula tensa, labios entreabiertos lo justo para dejar ver el destello de los dientes cuando tragó saliva con dificultad. 

Milton exhaló. –»No es justo que tengamos el mismo premio cuando vos perdés a la primera partida y yo gano varias seguidas» reclamó con fastidio.

Se reclinó hacia atrás, sobre el respaldo del sofá, solo lo justo para encontrar mi mirada. Sus ojos, oscuros, cargaban algo que me hizo dar un vuelco el estómago.

–» Que quieres decir..?» indagué, esperando a ver hacia dónde se dirigía. Mi mano aun sobre su paquete sintiendo el calor que emanaba.  »Cada ronda que gane, tenés que hacer algo mejor…» dijo él –» Si no, no es justo.»

 

El momento se estiró mientras consideraba su propuesta. El zumbido del ventilador de la consola se volvió repentinamente lo único que se oía. El muslo de mi hermano rozó contra el mío cuando se acomodó, abriendo aún más sus piernas, como en invitación.


-»¿Cómo qué?» pregunté, con el pulso martillando cuando vi que su mirada bajaba hacia mi mano, empujó levemente las caderas hacia arriba provocando que mis dedos se entrelazan contra su polla. Su lengua salió un segundo para humedecerse los labios.

–» Si gano tres partidas, me saco el pantalón.» Su voz era áspera, apenas un susurro, me revolvió el estómago enviando un calor difícil de ignorar que se hundía en mis entrañas.

Tragué saliva con fuerza. La tela de su pantalón de buzo seguía abultada, demostrando el contorno inconfundible de su pedazo.

La consola emitió un pitido ominoso mientras el temporizador de la siguiente ronda comenzaba su cuenta regresiva. La pantalla en pausa proyectaba sombras temblorosas sobre nuestros rostros tensos. Una sonrisa ladeada, apenas mostrando los dientes, se dibujó en el rostro de mi hermano Milton cuando finalmente asentí. Nuestras miradas seguían fijas, sostenidas en un entendimiento silencioso.


Sus dedos se tensaron alrededor del control, los nudillos palideciendo para comenzar el combate con una ráfaga repentina de botones presionados.

(CONTINUARA… )

56 Lecturas/6 junio, 2025/0 Comentarios/por wighazza
Etiquetas: amigos, baño, hermano, hermanos, madre, mayor, padre, secundaria
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
Buen sexo en un taller mecánico
MI DESTINO CON MI HERMANA
IRENITA EN UNA FIESTA SUPER (II).
Mi Sobrina Lita
Soy gay y me convertí en amante de mi hermano parte 5
Mi primer niño Pasivo
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.101)
  • Dominación Hombres (3.298)
  • Dominación Mujeres (2.553)
  • Fantasías / Parodias (2.578)
  • Fetichismo (2.253)
  • Gays (20.404)
  • Heterosexual (7.188)
  • Incestos en Familia (16.343)
  • Infidelidad (4.037)
  • Intercambios / Trios (2.741)
  • Lesbiana (1.067)
  • Masturbacion Femenina (732)
  • Masturbacion Masculina (1.537)
  • Orgias (1.732)
  • Sado Bondage Hombre (406)
  • Sado Bondage Mujer (147)
  • Sexo con Madur@s (3.618)
  • Sexo Virtual (222)
  • Travestis / Transexuales (2.224)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.170)
  • Zoofilia Hombre (2.043)
  • Zoofilia Mujer (1.600)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba