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Dominación Hombres, Gays, Incestos en Familia

SOMETIDO POR MI HERMANO 3

-Un hermano descubre que el ‘mando’ no solo se refiere a un control remoto. Sus dedos ya no se limitan a presionar botones, sino que exigen, dirigen y dominan cuando una boca sumisa se convierte en su nuevo campo de juego..
La partida continuó en un estallido de sonido y color, pero la mirada de Milton no dejaba de bajar, arrastrada hacia donde su polla yacía gruesa y abandonada contra su muslo… hasta que comenzó a masturbarse con la otra mano. El ritmo de su puño era errático, los dedos apretando y soltando su miembro, la piel subiendo y bajando dejando al descubierto la enrojecida cabeza de su verga, al compás de las pulsaciones de los botones del mando. Su respiración llegaba en ráfagas entrecortadas. Los sonidos de la paja llenaban la habitación, ahogando incluso la música del juego. Cada giro de su muñeca arrancaba un espasmo de sus caderas contra el sofá.

Fallé un golpe por falta de concentración, dejando que mi personaje recibiera un brusco golpe. Los ojos de Milton se oscurecieron, sus labios entreabiertos jadeando -» Ese… ese combo fue patético». Pero el insulto carecía de convicción, su voz jadeante se quebró cuando su pulgar rozó el hinchado glande. Un hilo grueso de líquido pre-seminal se extendió entre su pulgar y la punta del pene antes de romperse, salpicando sus abdominales tensos. Sus muslos temblaban violentamente, sus dedos de los pies se retorcían en la alfombra mientras se masturbaba más rápido. Ya ni disimulaba, ni fingía atención en el juego. La mano que reposaba sobre mi entrepierna se retiró bruscamente, derribando el mando que yo sostenía, en el proceso. El plástico golpeó el suelo con un crujido seco mientras mi hermano llevaba ambas manos a su propia polla, masturbándose ahora con los ojos cerrados y tirones desiguales y desesperados.

Estaba hipnotizado. “¿Para qué perder tiempo jugando cuando lo que quería era tragar hasta el último centímetro de la carne de mi hermano?” Me incliné hacia él sin que siquiera lo notara.

El mundo se redujo al vaho salado de carne sudorosa y necesidad que irradiaba de los muslos de Milton. Caí hacia él como un poseído, mis labios se separaron antes siquiera de hacer contacto. El primer roce de mi lengua contra su frenillo le arrancó un grito ahogado—mitad sorpresa, mitad alivio. Su polla se sacudió violentamente, manchando mi mejilla con su humedad. Parte de mí sabía que esto estaba mal, otra parte notaba cómo su sabor salado, amargo, demasiado familiar a Milton—se me pegaba a mi lengua y justificaba que mal era un concepto relativo.

La pelvis  de Milton se alzó con el instinto ciego de quien ya no razona, hundiendo la verga profundamente hasta donde mi garganta dejaba de ser carne para convertirse en puro espasmo. Su gruesa cabeza golpeó mi blando paladar, desencadenando el reflejo nauseoso, pero por cada arcada las contracciones de mi garganta conseguían exprimir más humedad de su glande ruborizado. Tragué como pude alrededor de su polla. Las manos de mi hermano volaron hacia mi cabeza, sus dedos enredándose detrás de mi nuca con urgencia desesperada. -» Hermano, qué buena puta» jadeó Milton.

Sus palabras enviaron un escalofrío por mi espina dorsal, mis labios estirándose más para acomodar el grosor de su verga mientras él se metía más adentro. Yo era solo boca ahora, un conducto cálido donde él escribía su propio final con embestidas que hacían temblar mi paladar. El sabor salado inundó mi lengua, las venas a lo largo de su miembro palpitaba contra mis labios con cada respiración entrecortada que tomaba. La saliva goteaba de mi barbilla, uniéndose al desastre que ya brillaba en sus testículos. Un gemido quebrado escapó de mi hermano cuando ahuequé mis mejillas, chupando fuerte mientras retrocedía, solo para volver a hundirme. Su polla palpitó, retorciéndose contra mi lengua, y yo me ahogué y tosí mientras él reía. -» No te hagas,,, si te gusta» dijo, empujándome nuevamente hacia abajo.

Las lágrimas asomaron en mis ojos por el estiramiento, mi garganta trabajaba desesperadamente alrededor del grosor de su tronco. Sus dedos apretaron la parte posterior de mi cabeza, guiando ahora el ritmo— rudo e implacable.

El ruido de piel contra piel inundó la sala de estar. La habitación se llenó del sonido húmedo, obsceno y vergonzoso de mi boca trabajando su polla mientras sus caderas empujaban con violencia, embistiendo mi boca sin control.

La música de derrota del juego sonó tenue en el fondo, completamente ignorada hasta ahora. -» Bueno… si querés, es tu turno de nuevo» dijo. Fingiendo darme una opción. Probando a ver si dejaría de chuparle el pene. Evaluándome. Cuando él sabía perfectamente que me tenía completamente sometido y que seguiría dispuesto a satisfacerlo. El control continuó en el suelo, olvidado. Mis dedos se clavaron en los muslos de mi hermano mientras él mantenía mi cabeza firme, aplastando mi nariz contra su piel húmeda. Su polla latía en mi boca como un segundo corazón, el sabor a sudor y semen inundaban mis sentidos. La melodía de fracaso del juego seguía repitiéndose en loop, como un testigo mudo de lo que realmente estaba ocurriendo.

-» ¿Ya ves?» jadeó Milton arrastrando las palabras, moviendo las caderas con pereza e indolencia cruel saboreando como mi garganta palpitaba alrededor de su erección. Una de sus manos bajó de mi nuca hasta agarrarme la barbilla, embadurnada de saliva y otros fluidos. -» Ni siquiera necesito ganar para tenerte así.» Sentí el calor de la vergüenza subiéndome por el cuello, pero mis músculos se negaban a obedecer. Mis pies parecían fundidos al suelo, mis manos temblaban sin alejarse. Sabía que debería irme, sabía que cada segundo que pasaba era un error. Pero algo… una fuerza oscura me clavaba en ese lugar. No era mi hermano quien me sujetaba. No eran sus manos. No era el miedo. Era yo… yo mismo, incapaz de escapar de mi propia complicidad. Milton largó una risa áspera, sin aliento, cargada de satisfacción. Su pulgar presionó mi labio inferior, estirándolo de manera obscena mientras se reclinaba lo suficiente sobre el respaldo del sofá para ver como un hilo brillante de saliva conectaba su polla con mi boca.

-» Qué hambriento estás, hermanito» murmuró, con la voz cargada de una diversión oscura que goteaba como veneno. Sus dedos se enredaron más fuerte en mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás para exponer la tensa columna de mi garganta. -» A ver, abre bien!»

La orden hizo que el calor se acumulara en mis entrañas. Me dolía la mandíbula, pero cedí e intenté relajarla aún más, permitiéndole entrar de nuevo con un lento, lascivo e impúdico arrastre que me hizo lagrimear. Las caderas de Milton ahora se movían con un ritmo constante, cada empujón más profundo que el anterior. La sensación del estiramiento ardía, mi garganta palpitaba alrededor de su pedazo en contracciones involuntarias, incentivandole aún más. Su mirada devoraba el espectáculo. Observaba detenidamente cómo una parte de su cuerpo desaparecía una y otra vez entre mis labios.Y con cada embestida, la mezcla de fluidos se espesaba —saliva, sexo y fricción— desbordándo por mi barbilla en gruesos hilos que caían como cascadas viscosas. Cada gota era un testimonio indeleble, una firma de propiedad quemada a fuego lento en mi carne, marcando su dominio con la misma crudeza con la que penetraba mi boca.

-» Así… Muy bien, hermanito» gruñó, mientras su mano descendía para agarrar mi trasnuca con un gesto firme y posesivo. -» Sos mejor que una puta».

Las palabras me quemaron las orejas. Ardí de vergüenza, pero mis labios no se detuvieron ni siquiera aminoré el ritmo de mi labor. “¿Qué mierda me pasaba?” El insulto debería haber encendido mi orgullo, pero… “¿por qué en su boca sonaba como un halago?” Su aprobación era un veneno que ya corría por mis venas, y lo peor era como si mi cuerpo parecía bailar al compás de esa toxicidad. “¿En qué momento exacto había aprendido a valorar esos cumplidos perversos?” “¿Cuándo había empezado a saborear mi propia degradación?»

El pulgar de mi hermano dibujó círculos lentos en la parte baja de mi cabeza, un gesto casi afectivo a no ser por el contraste de cómo su pedazo de carne usaba mi boca sin piedad con brutalidad calculada. Esa contradicción era lo más intoxicante.

Atiné a chupar con más ganas, mamando como si me fuera la vida en ello para complacerlo, pero el ritmo se quebró cuando mis dientes rozaron por accidente su piel de su tronco. El cuerpo entero de Milton se tensó, y estalló en un áspero -» ¡Cuidado boludo!». Gemí una disculpa aun con miembro alrededor de los labios, ahuecando las mejillas en penitencia, para hacerlo gozar. Su agarre en mi cabello se endureció hasta doler mientras me guiaba de nuevo hacia abajo. -» Voy a tener que darte lecciones diarias hasta que aprendas» escupió, clavándome una mirada cargada de rabia. Cada palabra era un latigazo que competía contra sus caderas estrellándose contra mí rostro.

Se puso en pie frente al sofá, imponiéndose en su silencio con una presencia que me dejó sin aire. Con una de sus palmas aun sobre la parte posterior de mi cuello me acomodó con determinación frente a él. No tenía dónde huir, ni motivos para hacerlo. Su sombra cubría la mía, y en ese instante, supe que el momento era inevitable.

Su furia sólo lo hizo embestir con más fuerza, el golpe de sus testículos contra mi barbilla resonando en la sala de estar. Mi visión se nubló por la falta de aire, la saliva goteando libremente por mi cuello mientras usaba mi garganta como un juguete sexual.

-» Jodeer….así, así» jadeó. Su polla se hinchó aún más en mi garganta, podía sentir cada una de las venas de su miembro tensarse. Y entonces lo sentí —ese espasmo animal que precedía al final, y supe que no me soltaría hasta vaciarse hasta la última gota. Negué con la cabeza débilmente sin poder creer lo que se avecinaba. Pero mi hermano no me soltó. Sellé los labios alrededor de su tronco casi por obligación. Succionando con suficiente fuerza para arrancarle un gemido gutural del pecho. -» Si… Mierda, así…» La maldición de Milton se quebró en un jadeo ahogado cuando aplasté mi lengua contra la hendidura de su glande, lamiendo las gotas saladas que escapaban de él.

Sus caderas se sacudieron sin ritmo, la cabeza de su polla empujando contra mi garganta como probando cuánto más profundo podía llegar. Mi reflejo nauseoso se activó, pero me obligué a relajarme.

Sentí la primera eyaculación incluso antes de oírlo. un líquido espeso y caliente que golpeó el trasfondo de mi garganta con el sabor agrio a poder. Tragué por instinto, pero fue inútil el no ahogarse cuando los siguientes chorros llenaron mi boca hasta rebosar. Su verga palpitaba como un corazón fuera de control, bombeando cada última gota de semen directamente a mi garganta. Intenté apartarme, pero su mano en mi nuca era un candado de hierro. Las lágrimas me nublaron la visión, pero obedecí. Cada trago una mezcla de asco y algo peor: la satisfacción retorcida de ser yo quien lo había llevado hasta ese límite. “¿Acaso era yo mismo el arquitecto de mi propia humillación?” Y entonces, de repente, jalando de mis pelos me despegó de un tirón de su miembro con un ‘pop’ húmedo y audible. El sonido fue lo más degradante: no podía no sentirme avergonzado e indecente. Mis labios quedaron aún entreabiertos y brillantes, con hilos de saliva y fluido conectándonos todavía a su herramienta.

Milton quedó plantado delante frente a mí. Se alzaba imponente y sudoroso como una torre de testosterona. Su silueta recortada contra la luz azulada del televisor. Las venas de sus brazos sobresalían como cables bajo voltaje y los pectorales brillantes se tensaban con cada respiración tan descompasada como la mía, como si ambos fuéramos prisioneros de este juego. Finalmente se apartó, sin apuro, para recoger el control del suelo, su ahora semi-erecto pene balanceándose como péndulo con cada movimiento, antes de dejarse caer nuevamente en el sofá, quedando a escasos pasos de distancia.-» Veni…» ordenó con voz áspera.

Fuí consciente de que no pretendía que me sentara a su lado. En cambio, abrió las piernas con deliberación, ocupando más espacio en una invitación descarnada, cargada de intención. Entre sus muslos, su verga reposaba como el centro indiscutible de atención —un reclamo mudo que me electrizó los pelos.

Cuando dudé, una de sus mano se enroscó en el cuello de mi remera y jaló de mi hacia delante con un tirón brusco. Mis rodillas protestaron no sólo por el tiempo que llevaba arrodillado, sino también por los rasguños de ese arrastre. Y ahí estaba yo, nuevamente arrodillado entre las piernas de mi hermano como un suplicante ante un altar profano. -» No me vas a dejar así, todo sucio» dijo mientras su miembro flácido brillaba cubierto de semen, saliva y sudor. Él permanecía esta vez sentado en el sofá, hundido en los cojines, con las piernas abiertas en un ángulo obsceno que dejaba al descubierto todo lo que yo intentaba no mirar. El sofá crujió levemente cuando Milton se ajustó en su asiento, y el sonido me hizo levantar la vista, solo para encontrarme con esa sonrisa burlona y peligrosa. Agarró su pene flácido, enderezándolo, guiándolo con los dedos hasta apuntarlo directo a mi cara. Su miembro —aún brillante por mi saliva y su propio fluido— parecía una acusación física.

-» Limpia» ordenó, mientras el sendero oscuro de vello que llevaba a su entrepierna relucía de sudor. Abrí los labios con obediencia, para que ese mástil sin vigor descansara dentro. Milton comenzó a jugar mientras yo mamaba suavemente, como si fuera un paleta. Los botones del controlador crepitaban bajo sus dedos expertos, mientras mi lengua dibujaba círculos lentos alrededor de su piel sensible, saboreando los restos salados y amargos de su eyaculación. Soltó un gemido ahogado, entre sorpresa y reconocimiento, cuando lo tomé más profundo, sus muslos tensándose levemente —no empujando, solo reaccionando.

-» No me lo puedo creer…» balbuceó mirando hacia abajo para observarme trabajar -» Lo que te voy a reventar la garganta todos los días»  Sólo alcancé a mirarlo desde abajo, la cara aún embadurnada de leche y su miembro semi blando e hinchado entre mis labios. El pecho de mi hermano subía y bajaba mientras me observaba desde su altura.

«YOU LOSE” gritó el televisor. Él me miró con una sonrisa burlona; sabía que el juego había terminado. Ya no tomaríamos turnos. No importaba si ganaba o perdía, yo seguiría siendo su puta personal.

Su mano abandonó el control para enredarse otra vez en la parte trasera de mi cabello, tiró levemente inclinando mi cabeza hacia atrás en un ángulo incómodo que me mantenía con la boca sumamente abierta. La sonrisa no desapareció de los labios de mi hermano mientras jalandomé arrastraba en retirada su polla sobre mi lengua, observando cómo mi garganta iba quedando vacía cuando solo el glande permanecía dentro.

-» Que rápido aprendiste, ¿no?» reflexionó, con voz grave y áspera. Su pulgar rozó mi labio inferior cubierto de saliva antes de empujarlo junto a su nuevamente erecta longitud, estirando mi boca aún más. Tragué fuerte alrededor de la intrusión, con lágrimas asomando en mis ojos nuevamente, pero él no cedió. En lugar de eso, adelantó sus caderas despegándose del sofá, presionando mi lengua y retomo la partida de play hasta que ahogué un gemido.

143 Lecturas/10 junio, 2025/5 Comentarios/por wighazza
Etiquetas: culo, hermanito, hermano, leche, metro, puta, semen, sexo
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5 comentarios
  1. SoyDany_19 Dice:
    11 junio, 2025 en 6:26 am

    Como sigue?

    Accede para responder
  2. Arnold_Rivas Dice:
    11 junio, 2025 en 8:15 am

    excelente relato. Como sigue?

    Accede para responder
  3. Ikerpush Dice:
    11 junio, 2025 en 10:25 am

    Buah, que rico, menudo morbo me ha dado, estoy ansioso por saber mas. Ojala subas pronto otra parte.

    Accede para responder
  4. elchicotwink19 Dice:
    11 junio, 2025 en 11:29 am

    que rico bb, me encanta tu forma de escribir, es una gozada masturbarse con historias así.

    Accede para responder
  5. Theo Raeken Dice:
    11 junio, 2025 en 1:01 pm

    Gran relato, como sigue?

    Accede para responder

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