Soy la amante de un empresario casado, parte II
Esas palabras retumbaron en mi mente, me llamo «putita», que humillante fue eso, yo un hombre hetero, hasta hace tiempo casado y con hijos, siendo la putita de este hombre. Pero en este punto, lejos de reclamar me deje llevar..
Era lunes, Armando llegaría a la ciudad en el vuelo de las 10:45 de la mañana. No se que pasaba conmigo, estaba especialmente feliz, me levanté muy temprano y me fui al gimnasio, hice una rutina de pierna y muslo, me bañé y salí directo al aeropuerto.
Estaba esperando como siempre a Armando en la zona de llegada, cuando lo veo venir con sus jeans clásicos, playera polo verde militar y una maleta, cuando me ve, sonríe y me dice:
-El gimnasio está haciendo lo suyo, ya te vez más mamado.
Yo agacho la cabeza por la vergüenza, pero por dentro estaba muy feliz.
-Venga, vamos al departamento que estoy muy cansado. Ayer fue la fiesta de cumpleaños de Andresito, mi hijo más chico. Estuvo de locos.
-Me imagino Armando, organizar todo.
-Lo peor es que mi esposa no quiso darme sexo ayer.
Está última frase no lo esperaba. Pero ya era común en Armando hacer crecer la confianza entre los dos.
Al llegar al departamento, Armando se empezó a desnudar, quedando solo en un boxer blanco, ajustado y más corto de lo normal.
Estaba de espaldas a mi, cuando se quitó la playera, pude ver su espalda, su bien trabajada espalda, un V perfecta, no me dió tiempo de seguir admirando cuando empezó a bajarse el jeans, ¡Dios mío! Nunca había prestado atención al trasero de Armando. Al bajar totalmente sus jeans se inclino dejandome ver su trasero grande y carnoso.
No sé que estaba pasandome pero esa escena hizo que me mi reaccionara. Quería correr y comerme ese trasero, quería enterrar mi lengua ahí. Pero eso no se compara a la sensación de ver a Armando de frente a mi. Su cuerpo de gimnasio, brazos y piernas fuertes, abdominales que para su edad eran perfectos. Pero mi vista y mente se centro en su bulto, ese boxer blanco no dejaba nada a la imaginación, se notaba la forma del pene circuncidado, su cabeza se dibuja y no dejaba duda de lo grande que era. Mi mente estaba en eso, mi cuerpo caliente y mi pene atrapado en mi ropa.
Estaba en mis pensamientos, no se en que momento, Armando me levanto la voz para sacarme de mi hipnosis producida por tan perfecto hombre.
-Emilio, Emilio, ya cierra esa boca.
-Perdon, Armando.
-Veo que te gusta.
-Lo siento, Armando. Disculpame- por instinto me volteo dándole la espalda. Lo escucho caminar hacia mi y mi corazón empieza a latir con mayor fuerza.
Las manos de Armando rodean mi cintura, su cuerpo se junta con el mío. Mi trasero se junta con su bulto.
-No tienes que pedir disculpas. Desde hace tiempo llevo deseándote y sé que tú también me deseas.
Las manos expertas de Armando empiezan a desabrochar mi camisa para acariciar mi piel. Cada movimiento de sus manos me provoca una corriente de electricidad, no puedo más, deseo a Armando, deseo me haga suyo. Pero Armando va despacio. Me quita la camisa y me besa la espalda y el cuello.
Me voltea, quedamos frente a frente, nuestras miradas se encuentran y soy testigo del fuego ardiente en sus ojos, Armando me desea tanto como yo a él.
Trato de moverme, pero no puedo, es como si estuviera congelado, pero no hace falta, Armando, quita el botón de mi pantalón, baja el cierre y me quita el jeans, ahora ambos estábamos en ropa interior.
Sus labios se encuentran con los míos en uno de los besos más apasionados de mi vida. Mientras nuestras bocas están unidas, las manos de Armando recorren todo mi cuerpo y en especial mi trasero, una corriente de electricidad me recorre el cuerpo cada que sus manos llegan a mi trasero. Quiero que me penetre, quiero ser suyo.
Sus manos de posan en mi hombros y empiezan a ejercer una presión hacia abajo, entiendo bien lo que Armando quiere. A decir verdad estoy algo nervioso porque es mi primer vez haciendo un oral a otro hombre.
Bajo un poco su boxer para comprobar lo que ví hace escasos minutos. Pero con la sorpresa que su pene a crecido. Lo veo, lo huelo y lo beso. Sin pensarlo y con mucho deseo introduzco su pene en mi boca, que sensación más placentera oír gemir a Armando.
-Ah, ah, ah, ah
Eso me motiva a seguir, quiero que sienta el mayor placer de su vida. Armando me toma de la cabeza y empieza un vaiven frenético, tanto que las arcadas se hicieron presentes. Mi mente era un montaña rusa de pensamientos, ideas, emociones y sensaciones. Se me hacía especialmente humillante que Armando me metiera su pene en la boca al punto de provocarme arcadas, pero lo estaba disfrutando y mucho.
En un momento sacas su pene, me recupero de las arcadas y le confieso.
-Armando, cogeme, hazme tuyo.
Armando me levanta, me besa apasionadamente y me dice.
-Qué te haga qué?
-Que me cogas, que me hagas tuyo.
-Asi me gustan las putitas, que rueguen por tener mi verga adentro.
Esas palabras retumbaron en mi mente, me llamo «putita», que humillante fue eso, yo un hombre hetero, hasta hace tiempo casado y con hijos, siendo la putita de este hombre. Pero en este punto, lejos de reclamar me deje llevar.
-Si, soy tu putita y quiero ser tuya.
-Si putita, pronto te haré mujer, te haré mi mujercita.
Armando me carga en sus brazos cuál novio lleva su esposa al lecho nupcial. Me deja caer en la cama y me quita el boxer, se quita el suyo.
-Estar muy rica putita. A ver, dejame ver esa colita. Ufff que delicia de puchita.
Yo estaba loco, ebrio de lujuria, cada palabra de Armando me hacía descender en la pasión del momento.
Estaba con los ojos cerrados, entregado a las sensaciones. Dispuesto a dejame penetrar por Armando. Sus manos abren mi trasero, yo estaba listo para sentir su miembro, pero no esperaba que otra parte de él me penetrara, su lengua.
-Ah, ah, ah, ah, si, ah, si, si, si, Armando.
Su lengua en mi trasero era un éxtasis, nunca había experimentado tanto placer, estaba a punto de venirme, pero me contuve, sabía que habría más.
Armando no dejaba de mamarme el trasero, el también parecía poseído.
-Armando, ah, ah, quiero, ser, tuya
Armando se separa e inmediato siento su pene en la entrada de mi trasero.
-Ahora si, vas a ser mía.
Siento su pene entrar, miento estaba preocupada para el dolor, pero no fue así, cada centímetro de su pene era una oleada de placer. Armando entraba despacio pero con firmeza.
Por fin estaba siendo suya. Siento que su pelvis toca mi trasero, tenía todo el pene de Armando dentro de mi. Había dolor, pero el placer era más grande.
Armando empieza a sacar y meter su pene, este hombre sabe cómo hacerlo, es un experto.
Nuestros gemidos se unían como sinfonía de Mozart o Betobeen. Era increíble el placer, indescriptible hasta el momento. Mi pene nunca perdió firmeza, estaba más duro que nunca.
Armando me voltea y pone boca arriba, levanta mis piernas y me vuelve meter su pene. Que delicioso ver a Armando penetrandome. El seguía con el vaiven, pero yo ya no podía aguantarme más.
-Me voy a venir, Armando.
Armando empieza a acelerar las estocadas, que hace que explote y mi semen salga regado por todos lados.
-Si putita, te voy a dejar preñada, vas a recibir el semen de un verdadero macho, tu trasero ya no es virgen, ahora soy el dueño.
Armando termina entre gadeos y gemidos, es increíble escucharlo gemir, también varonil, como un semental.
Mientras ambos reposamos su pene sale de mi y con el parte de su semen. Por instinto (eso creo) apriento mi trasero para no dejar escapar su nectar.
-Eso, guarda la semilla que te va dejar preñada.
Armando se dirige al baño, mientras yo me quedo en la cama, con una sonrisa y el trasero adolorido.
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