Tan chico y tan puto.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por putitopasdf.
La historia que voy a contar no es fácil de entender. La gente rechazaría sin pensarlo los sucesos que voy a relatar, no solo por ser malos ante la sociedad, también porque fueron de los mejores de mi vida.
La historia comienza a mis nueve años. La primaria a la que iba era privada. Era una de las escuelas más notables de mi ciudad, una ciudad pequeña, prácticamente un pueblo en donde los chismes se corren rápidamente y no hay lugar para los secretos. Es por esa razón que jamás le dije a nadie que me gustan los hombres. Ni eso ni muchos otros secretos. Entre los muchos secretos que tenía estaba el amor que profesaba a mi profesor de educación física. Para poder relacionarse más fácilmente con la historia empezaré a hablar en presente, pidiendo que se sitúe el lector como espectador de los sucesos. Mi maestro es encargado de todas las actividades deportivas de la escuela, algo así como un director. Es un hombre de piel moreno clara, no puedo decir cuánto mide pero estoy seguro que debe ser mucho, principalmente porque al verlo siento que veo a un gigante. Es grueso, por lo que dicen las maestras cuando hablan de él, es entrenador en un gimnasio, o dueño, no sé, pero cualquiera que sea la razón es un algo relacionado con un gimnasio. Sus brazos son enormes y cuando hace fuerza sus venas saltan mucho. Piernas gruesas, pecho ancho y notorio, un abdomen marcadísimo y duro.
En lo que se refiere a su rostro, tiene una boca algo grande, de labios finos y bien delineados con barba de candado y cabello moreno obscuro. Sus ojos son asesinos, sientes como si pudiera hacer lo que quisiera solo con verte. Es un macho alfa por naturaleza. Desde que mi lívido salió a flote estoy completamente enamorado de mi profesor. Es un deseo que me carcome, me enreda y hasta cierto punto me asfixia. Mi papá es director de una pequeña empresa que se encuentra por todo el pueblo, algo así como “tiendas de mecánica”. La razón por la que siempre me gusta ir los fines de semana a trabajar con mi papá es por la ruta que sigue. Somos una familia acaudalada. El rancho que tenemos en los límites del pueblo es grande y tiene tanto sembradíos como ganado, y obviamente, muchos trabajadores. Hombres de campo, machos, sudorosos, con un olor envolvente a sudor, a algo que no logro describir pero que provocaba en mí un deseo incontrolable por servirles, por seguirlos.
Después de ir a los talleres pasamos al rancho. Es como un desfile de machos para mí y por esa razón adoro ir con mi padre los fines de semana, para poder tener imágenes de hombres para mis sueños. Debido a la posición de mi familia estoy obligado a ser un estudiante modelo y por esa misma razón siempre estudio como loco, sin embargo, desde que vi en el profesor Víctor algo más que un profesor, un macho, me cuesta trabajo concentrarme en mis estudios. Encontré la solución perfecta: entrar a un deporte. El profesor dirige las actividades deportivas, sin embargo, las clase que el da personalmente son las de futbol. Odio el futbol si soy honesto, pero es la excusa perfecta para poder ver a mi profesor todo el tiempo posible. Por ser un pueblo yo siempre voy a mi casa caminando, además está cerca de la escuela y la verdad es un pueblo muy seguro. Nadie tocaría al hijo del hombre más poderoso del pueblo. Al menos eso creía. Las clases terminan a las 2 p.m. y el entrenamiento de futbol es de 2 a 4. Al principio me costaba trabajo poder entender el deporte, sin embargo, no sabría decir si por miedo a mi padre o por legítimo amor al deporte, mi profesor se empeñaba mucho en enseñarme. Yo aprovechaba ese comportamiento para poder tocarlo, siempre que terminaba el entrenamiento corría a despedirme del profesor, abrazándolo por delante y sintiendo su verga y sus huevos en mi cara ¿quién sospecharía que un niño de nueve años es un pervertido?
Al principio mi profesor se sentía algo incómodo y alejaba su verga de mi rostro. Sin embargo yo seguía insistiendo y siempre me despedía abrazándolo y diciéndole “¡Gracia profe!” y me alejaba. El jamás mostró ni rechazo ni asco. Pero llegó un día en que perdí la razón. La escuela tiene regaderas y los alumnos tenemos uso. En la ciudad se comenta mucho de abuso a menores pero en el pueblo no hay ni pío de actos similares, por ende, las regaderas eran un lugar confiable. El día al que me refiero fue para mí mala suerte un Viernes. Entré a las regaderas a bañarme porque teníamos una fiesta de mi familia y mis padres claramente me dijeron que llegara bañado para cambiarme y podernos ir. Entré. El profesor ya se había retirado, sin embargo, jamás pensé que fuera a la bañera. Llegué a las regaderas, dejé mis cosas y me metí a bañar. Subí la mirada, vi al frente y ahí estaba el profesor Víctor. Su cuerpo enorme, sus brazos, sus piernas, su abdomen todo me tenía hipnotizado pero hubo algo que realmente me puso en un estado casi enfermo. Su verga. Enorme, simplemente enorme en todos los sentidos, larga, gruesa, venosa a pesar de estar flácida, morena, llena de pelos, sus huevos grandes, colgando. Todo, simplemente todo entró por mis ojos y causó en mí frenético deseo.
En la fiesta y todo el fin de semana no podía sacarlo de mi mente. Fingí cuanto pude que no pasaba nada pero cada que cerraba los ojos o me perdía en la memoria aparecía el cuerpo desnudo del profesor. Fue suficiente, tenía que hacer algo. Hablé con mis padres y les dije que quería quedarme más tiempo a entrenar. Mi padre, un macho que se respeta, no puso objeción alguna, ni siquiera cuando le dije que no quería que nadie fuera por mí, solamente eran 5 cuadras. Hablé con el profe y le dije que si podía quedarme más tiempo a practicar. Tampoco puso objeciones. Con el tiempo el profesor vio en mí una tenacidad admirable y se quedaba entrenando conmigo hasta que me iba. Pasé de ser un alumno más a su alumno preferido. Me acercaba cada vez más a él sin que pusiera oposición. Otra cosa pasó que me empujó a actuar más.
Un día que terminé de entrenar lo abracé nuevamente, como siempre, posando mi mejilla en su verga, disfrutándola. Lo miré y el me vio. Yo mirando hacia arriba, contemplándolo y el viéndome hacía abajo, sonriendo. Me agarró la mejilla con su mano y con un pulgar agarró mi labio inferior “Bien hecho” me dijo. Esa noche no dormí y decidí por fin ir más lejos. Al día siguiente me quedé practicando como todos los días. Soy un niño delgado, de ojos claros, tez blanca y guapillo. Mis padres son atractivos y heredé lo mejor de cada uno. Tenía mi pegue con las chicas, sin embargo no me importaban y me escudaba con mis estudios y el futbol. Termino la práctica como cualquier otro día. Les había pedido permiso a mis padres para ir a casa de un amigo a una pijamada. Obviamente era mentira.
Todo fue planeado: Ese día el profesor me dijo que haríamos un poco de entrenamiento en las canchas cerradas y así fue. Me cansaba mucho pero eran mis días preferidos por que el profesor hacía los ejercicios conmigo y sudaba mucho. También podía olerlo mucho. El entrenamiento terminó y como cualquier día nos bañamos, separados para mi mala suerte. Salíamos de la escuela y a diferencia de otros días seguí al maestro a su carro y me despedí nuevamente de él, sin embargo, esta vez restregué mis mejillas en su verga. La respuesta fue diferente a como yo la esperaba. Siempre me agarraba de la nuca suavemente, pero esta vez, sentí como rápidamente su verga se empezó a poner dura. Sentí como ligeramente su mano en vez de alejarme o no empujarme me movió un poco a su verga. Me extrañó un poco, pero no negué su movimiento “Hasta luego profe” le dije más que feliz “Espera Raulito ¿te vas a ir solo a tu casa? Ya es noche, deja que te lleve” Como negarme a tal oferta. Me subí a su carro. Durante el corto camino pude ver su verga todavía algo erecta y como se la intentaba acomodar “Mis padres no están en casa. La verdad me da un poco de miedo quedarme solo” El profesor no dejo de mirar al frente “¿Quieres ir a mi casa? Ahí no estarás solo” La felicidad no cabía dentro de mí “¿Puedo profe? Mis papás están en una fiesta y no llegan hasta mañana. Además usted es como un padre para mí, no creo que se molesten” “Tranquilo, no les diré. Será nuestro secreto ¿Vale?”
Era un día perfecto. Llegamos a la casa del profe. Era una casa más chica que la mía pero no me importaba porque él estaba ahí. No pasó nada durante la noche, nada en realidad tenía que pasar, yo estaba contento con estar en casa del profe y con él, eso era todo. Llegaron las nueve, mi hora de siesta “¿Ya te quieres dormir Raulito?” me preguntó el profesor “Sí” dije somnoliento. Me llevó a su cuarto “No tengo pijamas para ti” “No se preocupe, duermo en calzoncitos y playera” era verdad, el pueblo era algo caluroso y las pijamas me hacían sudar mucho. Me acosté sin taparme y caí dormido. De repente me despertó un movimiento en la cama. Era el profesor. No me moví ni me extrañé, era su cama. Todo cambió cuando sentí unos labios en mi hombro. Volteé a ver al profesor. Estaba detrás de mí. Empezó a acariciar mi cuerpo. Bajó su mano tocándome todo y besando mi espalda y mis mejillas “¿Qué hace profesor?” pregunté “Nada mi niño tu tranquilo” Me volteé completamente asustado. Nadie me había tocado así, menos mis nalgas.
El profesor tenía una camisa de tirantes y un pants negro. Tenía una erección, aunque en ese momento no sabía bien que era eso. A pesar de haber visto su verga erecta antes, no tenía la más mínima idea de que significa. A mí simplemente me llamaba la atención y ya. Seguía manoseándome todo. Me empezó a dar miedo “No me gusta” le dije asustado. Me intenté mover, pero me rodeo con su brazo y me empujó hacía el “¿Por qué, chiquito? Es como cuando me abrazas después de entrenar” No era lo mismo. Había algo raro en su forma de tocarme, de verme, en el ambiente. Me empezó a tocar mis pezones, a pellizcarlos suavemente. Acercó su boca a la mía y empezó a besarme. Yo no sabía qué hacer, tenía miedo, jamás había besado a alguien en la boca, ni a mis padres. Me puse rígido y empecé a temblar. “cálmate chiquito. Haber, abre tu boquita” La abrí un poco, realmente no sabía que estaba pasando. “Un poco más” y metió su lengua. La paseaba por mi boca. Me seguía manoseando con una mano y con la otra, con su otra mano, grande, y con esa fuerza tan propia de él, me aprisionaba. “Estás muy lindo chiquito. Te voy a enseñar unas cosas que hace la gente grande, pero es un secreto entre nosotros ¿Verdad que mantendrás el secreto?” “Sí” respondí nervioso. Me sentía con miedo y confundido pero al mismo tiempo sentía una comodidad, como si desde hacer tiempo deseara que pasara esto. Me sentó y se bajó el pants.
Movió solo un poco su trusa y saco su verga. Estaba llena de un líquido transparente “Abre tu boquita chiquito” Abrí mi boca y me empujo de la nuca a su verga. No estaba completamente erecta. Se bajó el prepucio “Chúpala chiquito. Como si comieras un dulce” “No quiero” respondí. Me daba miedo y algo de asco. Olía a orina y el líquido transparente desprendía un olor muy fuerte. Además se veía muy grande. “tienes que obedecerme” me dijo “¿Acaso no soy como tu padre? ¿Quieres que te castigue por ser un niño malo?” El miedo se apodero de mí. Jalaba un poco mi cabello de la nuca y apretaba mis cachetes “Abre tu boquita chiquito y chúpala” Le hice caso. Era muy grande y el líquido tenía un sabor salado. Desprendía un olor muy fuerte a orina. No entraba ni la mitad y ya me llenaba la boca por completo. No sabía que pasaba, me sentía temeroso, nervioso pero con una extraña sensación de placer. “Sigue chiquito” me dijo mientras se acostaba. Empujaba lentamente mi cabeza para meter más pero ya no podía. Sin querer un diente lo raspo “¡Ah!” exclamó mientras se levantaba. Me agarró la cara y me dijo “Este juego tiene reglas chiquito. Cada vez que me desobedezcas o no hagas bien las cosas te tengo que castigar ¿Entiendes?” Lo veía con miedo y respeto.
Realmente me empezaba a dominar tanto física como emocionalmente “Abre la boca” Me escupió un gargajo y me tapó la boca “Trágatelo” Lo hice. Respiraba apresuradamente “Cada cosa que meta dentro de ti es porque te quiero, es para que seas mío chiquito. Para el final de la noche te dejaré siendo siempre mío” Asentí con la cabeza. Me excitaba pensar que sería suyo a pesar de no entender a qué se refería. “Vuélvela a chupar” seguía chupando abriendo lo más que podía la boca evitando que mis dientes chocaran nuevamente. Cada vez me empujaba más al fondo y yo intentaba zafarme por la sensación de querer vomitar “Ya no quiero profe, me duele la garganta” Se levantó rápidamente. Sus ojos no emanaban ternura. Me soltó una cachetada. “Cuando juguemos no soy tu profesor. Soy tu maestro, tu amo, tu dueño, tu papi. Repítelo” “Eres mi maestro, mi amo, mi dueño, mi papi” respondí “Excelente, aprendes rápido. Desde ahora eres mi putito” Me jaló al suelo y me arrodillo y me puso a mamar de nuevo.
Esta vez él tenía el control. Él se movía y yo me quedaba quieto intentando abrir la boca lo más que podía. Follaba (en ese tiempo no sabía que hacía eso) mi boca y mi garganta con violencia. Cuando intentaba meterla toda y dejarla ahí me cortaba la respiración. Inconscientemente me intentaba zafar “Lámeme los pies putito” Empecé a lamerle los pies. Lo hacía lento. No me gustaba pero al mismo tiempo sentía que tenía que hacerlo, que era mi deber, mi vocación. Él se masturbaba “Eso putito ¿Te gusta obedecer a tu macho? Eres bueno siendo putito” Me excitaba que me hablara de esa forma. “Párate” me levanté. Me tomo de las axilas y como un muñeco de trapo me puso frente a él y me beso. Intentaba seguirle la corriente pero no sabía qué hacer. Me aventó a la cama. “tranquilo, es la primera vez que juegas, con el tiempo serás cada vez mejor. Ponte en cuatro” Lo hice. Sentí su lengua en mi culo. Lo lamia, lo chupaba, intentaba meter su lengua y mordía mis nalguitas. No sé porque pero empecé a sentir excitación e inevitablemente gemí “¿Te gusta verdad? Estás hecho para esto putito” Me soltó una nalgada. Fue con una fuerza que me hizo llorar “Cuando te pregunte algo me tienes que responder puto ¿entendido?” Sonaba como amenaza “Sí” “¿Sí qué?” “Si responderé” Me agarró del cabello y me jaló a su rostro. Me escupió un gargajo nuevamente “¿Crees que estamos al mismo nivel? Tu eres un puto y yo un macho. Cada vez que me hables tienes decirme amo” “Sí amo” Me puso a mamar nuevamente su verga, que ahora estando erecta era enorme, gigante y llena de venas, sacando muchísimo líquido transparente y salado. Cada vez follaba más duro mi boquita. “Eso perro. Mama la verga de tu macho” No podía evitar sentirme humillado. Sin embargo me sentía bien.
Eran sentimientos opuestos que dentro de mí parecían tener sentido. Me puso a lamer sus huevos “En este juego hay posiciones putito. Como en el futbol. Tú eres un putito y tienes que recibir mi verga dentro de tu culito. Yo soy tu macho y debo preñarte y dejar mi leche dentro ¿entendido?” “Si amo” respondí excitado. Me sentía muy bien a pesar de no saber que era leche, ni preñar. “Voltéate” Me volteé. Con su mano empujo mi cabeza a la cama y empezó a lamer de nuevo mi culito “Ábrete las nalguitas putito” Obedecía todo lo que decía. No tanto por miedo a sus castigos si no porque realmente sentía que debía obedecerlo. “Tu colita esta lista. Es hora de preñarte. Abre tus nalguitas” No sabía lo que me decía pero la excitación me contuvo de preguntarle. Empezó a azotar su verga en mis nalgas y en mi ano “Esto te dolerá mucho putito, pero tienes que aguantar para complacerme, si no te tendré que violar ¿Sabes qué significa eso?” “No papi” Respondí gimiendo, no podía evitarlo “Eso pasa por que eres un pendejo. Significa que meteré mi verga en tu ano aunque tú no quieras y aunque me pidas que pare seguiré metiendo mi verga hasta que termine. En este juego los putitos están hechos para satisfacer a su macho y dejarse coger hasta que los machos saquen leche y la dejen dentro de los putitos. Eso es preñar y significa que ya eres mío. Te estoy marcando como mi propiedad ¿Has entendido?” “sí papi” No pensé en ese momento en cómo demonios entraría esa verga tan larga y gruesa dentro de mí.
Estaba tan excitado que realmente no me importaba “Cuando los putitos ya no quieren verga, les duele o quieren terminar los machos tenemos el derecho a violarlos así que prepárate putito y recuerda hago esto porque te quiero” Esa palabra final me deshizo por completo. Me convencí de que todo era por cariño, que tenía que aguantar el dolor por que me quería. El profesor escupió en mi culo. No metió unos dedos, ni uno ni dos, si no que puso la punta de su verga y empezó a empujarla “No necesitas lubricante putito, me tienes tan caliente que mi verga ya tiene bastante lubricante como para clavarte” De pronto empezó a empujar su verga. No entraba ni la mitad de la cabeza y el dolor ya era insoportable “Espera amo, me duele mucho. Por favor” Seguía moviéndose adelante y atrás intentando meterla, dando pequeños empujones. Con mi mano intenté detenerlo, pero la fuerza de un hombre con la de un niño es incomparable. Más con mi profesor de educación física, que tenía una fuerza descomunal “Te dije que te iba a violar ¿No? Pues te chingas para que te restriegas en mi verga todos los días. Ahora vas a saber que es un verdadero macho” agarró mis dos manos y las colocó en mi espalda sosteniéndolas ahí. Tomó mi cabello. Seguía dando empujones cuando por fin entro su cabeza ”listo putito, prepárate porque lo demás lo meteré de chingadazo para que ya te pueda violar a gusto” “No amo, por favor, me duele mucho, te lo ruego” dije con miedo e intentando zafarme. Sacó su verga y se detuvo. De un golpe metió toda su verga dentro de mí. No me dio oportunidad de acostumbrarme y empezó a follarme violentamente.
El dolor era muchísimo que sentía que me desmayaba. Se oía el sonido de sus huevos chocando con mi cuerpo. De sus pantorrillas chocando con mis infantiles nalguitas. “Ya. Para por favor papi te lo suplico me duele mucho” me jaló más del cabello y me dijo “ni madres putito, tu culo ahora es mío y puedo hacer contigo y con tu culo lo que quiera” Me follaba sin piedad. Intentaba safarme pero estaba bajo su control. Realmente era suyo. “Yaaaa, por favor sácala papiiii” gritaba, rogaba. “No putito, disfrútalo, estás hecho para esto” Subió la velocidad “Me falta mucho putito, aguanta” de pronto empecé a sentir un extraño placer. Una sensación extraña que nacía del dolor, de la humillación, del acto en sí. “Anda puto, si quieres que pare ruégame que te siga violando. Grita y ruega que te deje preñado” “viólame más duro papi, préñame” “Tu lo pediste putito” Y siguió cogiéndome mientras se reía. El dolor se volvió placer y empecé a gemir “Dame más papi, quiero ser tuyo, quiero tu leche, préñame” Me soltó el cabello y las manos. Me tomo de la cadera y pegó su pecho a mi espalda. La diferencia de tamaños era considerable. Me empezó a besar “¿Quieres que te preñe putito? ¿Quieres ser mío?” “te lo ruego papi”
Su sudor caía en mi espalda. Me cogía sin detenerse. Duro, violento. Sentía que me desmayaba pero ya no del dolor, si no del placer. Me tomo de la cadera y me empezó a follar más y más a fondo “Me voy a venir putito, me vengo. Ahhhhh” Sentí como un líquido me llenaba por completo. Me daba fuerte e intermitentes embestidas como si quisiera empujar todo su líquido hasta el fondo. Se quedó dentro de mí un rato hasta que su verga flácida salió de mi culo “Aprieta el culito para que no se caiga la leche” Intenté pero no pude evitarlo “Perdóname papi, lo intenté” Dije con miedo, como triste “Tranquilo bebé. Ven, limpia mi verga” Me volteé y limpié su verga flácida llena de un líquido blancuzco de sabor amargo y olor extraño que de cierta manera me agradaba. Nos fuimos a bañar. No dejaba de besarme y abrazarme. Mi culito dolía mucho pero me sentía bien al ver que había logrado mi cometido. Nos fuimos a dormir. Me abrazó “¿Cómo se le dice a lo que hicimos, papi?” pregunté antes de dormirnos abrazados “Se llama hacer el amor, bebé”. Era la primera vez que me harían el amor. Él era el primer hombre que me hacía suyo.
Quiero un profesor así jeje