Trabajo forzado para un niño de 8 años
Un niño prostituto con cinco años de experiencia relata su dolorosa introducción a su trabajo..
Me llamo Kevin, tengo 13 años y soy una puta.
Ahora sé lo que significa esa palabra. No lo sabía la primera vez que me hicieron levantar una hoja de papel para la cámara diciendo que yo era una puta.
Mi padre murió en un accidente cuando yo tenía 4 años. Ya no le recuerdo tan bien, sólo un par de cariños, y a él dándole patadas a una pelota conmigo en el jardín después de la escuela.
Al principio mi mamá siempre estaba llorando, luego se volvió más silenciosa y siempre que la buscaba parecía estar dormida. Ahora sé que era por estar borracha. La casa se llenaba de polvo y mi ropa se ensuciaba.
Justo después de que cumplí cinco años tuvimos que irnos de la casa y mudarnos a un departamento maltrecho en el centro de la ciudad.
Este se fue vaciando a medida que se vendían la cosas para poder alimentarnos. Todos mis mejores y juguetes más caros se fueron, y a medida que yo crecía la ropa que necesitaba iba llegando barata y de segunda mano.
Tenía casi seis años cuando mi madre consiguió trabajo en un bar local. Me quedaba solo cuando ella se iba a trabajar, alrededor de las seis de la tarde, y a menudo me despertaba el sonido de su llegada a las dos o tres de la madrugada, normalmente con algún hombre que la había recogido.
Al levantarme por la mañana, en aquellos días en los que me molestaba en ir a la escuela, la encontraba a ella y a algún hombre desnudos en la cama o en el sofá durmiendo.
Tenía 6 años y medio cuando Miguel se convirtió en una parte habitual de nuestras vidas. Pronto se convirtió en el hombre que normalmente encontraba desnudo con mi madre, y un mes o así después, mamá me dijo que se venía a vivir con nosotros.
Una cosa buena para mí era que Miguel siempre tenía dinero, y mi entonces mi ropa mejoró, o al menos para la mente del niño de la calle en el que me estaba convirtiendo: tenis nike, pantalones adidas, camisetas de moda, sudaderas con capucha y gorras que me dijo que llevara siempre al revés.
Un par de semanas después de que se mudara a mi casa, mi aspecto había cambiado radicalmente: pasé de ser un niño desatendido a una versión joven de un hijo de papi mimado y engreído. Me llevó a la última moda en cortes de pelo para chicos y me hizo un piercing en las orejas, diciéndole a mi madre que no quería que lo vieran conmigo si no era con eso.
Pronto supe de dónde procedía su dinero. Veía a los muchachos y adolescentes que visitaban nuestro apartamento, sacando dinero y metiéndose pequeñas bolsas y paquetes en los bolsillos antes de marcharse.
Más temprano que tarde ya me encontraba haciendo entregas regulares para Miguel, y tardes en el parque haciendo ventas a sus clientes de la escuela secundaria local. En un par de meses supe lo que me hacía la hierba, y sabía que mi mamá consumía cosas más fuertes.
La marihuana se convirtió en una parte normal de mi día, pero Miguel siempre me mantenía alejado de sus “artículos” más fuertes. Al mismo tiempo, veía que el consumo de mamá iba en aumento.
Miguel siempre me prestaba mucha atención personal, diciendo que le gustaba que yo tuviera buen aspecto. Le gustaba asegurarse de que me bañaba bien, solía entrar para ayudarme a lavarme, pasando sus manos enjabonadas por toda mi piel, a veces incluso compartiendo la regadera conmigo. Cuando lo hacía, me pedía que le ayudara a lavarle las partes íntimas, o solo la verga y los huevos, como él decía que debía llamarlos, y a veces, también lavarle el culo.
Mi vida siguió así por un par de meses, hasta que un día llegué a casa y me encontré a mi mamá muerta por una sobredosis.
Durante la siguiente semana de idas y venidas de gente, me enteré de que mamá había firmado algún momento en el que decía que Miguel debía cuidar de mí si a ella le ocurría algo. No conocía a ningún pariente y no había nadie más que pidiera acogerme.
Excepto por la ausencia de mi madre, mi vida fue muy parecida durante los dos meses siguientes. Hasta que vi los cambios de mi octavo cumpleaños.
Al llegar a casa ese día, Miguel me dijo que yo necesitaba bañarme, y que luego me daría mi regalo. Él se duchó conmigo, haciendo que le lavara la verga y los huevos, como ya era costumbre.
Al terminar el baño él me secó y me pidió que yo hiciera lo mismo para él. Cuando terminé de frotarlo con la toalla, su verga sobresalía dura y erecta, como esas veces en las que lo había visto desnudo con mamá.
Fui a recoger mi ropa pero él me dijo que la dejara ahí y fuera a la sala. Así lo hice. Fui y me senté desnudo en el borde del sofá y él me siguió, después se puso frente a mí con la verga aún sobresaliendo, rígida.
—Ya estás mayorcito —me dijo—, así que vamos a cambiar algunas cosas por aquí. Ya me estás ayudando a ganar dinero vendiendo para mí, pero vas a aprender otras formas de hacer dinero.
Se acercó a mí, su verga estaba a escasos centímetros de mi cara. Intenté echarme hacia atrás, pero él me puso una mano en la nuca y me tiró hacia delante hasta que la cabeza de su verga me rozó los labios.
Me dijo que abriera la boca y me explicó cómo debía cubrir mis dientes con los labios. Luego empujó la cabeza de su verga dentro de mi boca y me dijo que la chupara y la lamiera como si fuera un caramelo.
Sujetándome la cabeza, empezó a deslizarla dentro y fuera, mientras me decía que siguiera chupando y lamiendo. Para esto ya había llenado mi boca de 8 años con su verga, pero cada vez que la volvía a meter intentaba hacerlo más, hasta que logró llegar hasta al fondo de mi garganta. Siguió así hasta que se detuvo con un estremecimiento y un espeso líquido salado inundó mi boca.
Sus manos me cerraron la boca en torno a su verga.
—Trágatela, cabrón —jadeó—, escúpela y la lamerás del piso.
Mantuvo su verga en mi boca durante un par de minutos antes de apartarme de un empujón, yo caí al suelo dando arcadas con mocos y lágrimas escurriéndome por la cara. Me dio una patada con el pie descalzo:
—Levántate y vístete, tengo cosas que entregar —murmuró—. Cuando vuelvas podrás practicar un poco más; lo necesitas, no mames, una de las peores mamadas que me han hecho nunca.
Durante la semana siguiente, siempre que yo no estaba repartiendo o vendiendo para él, me quedaba desnudo en el piso. La mayor parte del tiempo de rodillas o tumbado en la cama, con la verga de Miguel en la boca mientras me daba la «práctica» necesaria y yo aprendía a tragarme toda su longitud hasta el fondo de mi garganta.
Al final de la semana me dijo que yo era lo suficientemente bueno como para empezar a hacerle ganar dinero, y que tenía contactos con algunos hombres que pagarían bien por un niño de 8 años que pudiera hacer una mamada bastante decente.
Un día después, cuando volví de hacer las entregas de Miguel, lo encontré sentado junto tres hombres.
Me hicieron ponerme de pie en medio de la habitación y desnudarme, luego me giré para que los hombres me vieran bien.
—Bien —dijo un hombre—, has encontrado uno bueno aquí. Será popular.
Los otros se rieron.
—Estos amigos míos te van a incluir en su nueva película —dijo Miguel—. Sólo un poco de publicidad para que los hombres indicados te conozcan. Además, me van a pagar para que salgas en ella.
Fui empujado al dormitorio principal, donde dos cámaras de vídeo apuntaban a la cama, después me hicieron sentarme en un lado.
Dos de los hombres, uno moreno y corpulento y el otro blanco y delgado con la cabeza rapada, empezaron a quitarse la ropa. El tercero cogió una cámara y Miguel se sentó en una silla en un rincón de la habitación, con una media sonrisa en la boca.
Me dieron una hoja de papel para que la sostuviera delante de mí mientras el hombre de la cámara hacía algunas fotos, diciéndome que me asegurara de que no me ocultaba la cara ni la verga.
Me dijeron que iba a leer en voz alta la hoja, pero antes tuve que preguntar qué significaban 2 de aquellas palabras. “Me llamo Kevin, tengo 8 años y soy una puta. Llama para agendar conmigo”. Y luego había uno de los muchos números de celular que Miguel usaba para sus cosas.
—Eso dice lo que tú eres ahora. Ahora léelo en voz alta, porque tendrás que decirlo para el vídeo.
Cuando estuvo satisfecho con mis ensayos, encendió las dos cámaras de vídeo y luego sacó una tercera cámara de mano.
Me dijo que me pusiera frente a su cámara con el papel en la mano y que lo leyera en voz alta.
Después la hoja fue arrebatada de mis manos y los dos hombres desnudos me empujaron a la cama.
—Ahora vas a aprender otra habilidad que necesitarás en este negocio —murmuró el hombre blanco.
Me pusieron boca arriba, con las piernas levantadas para que tuviera los pies junto a la cabeza, y el hombre rapado empezó a frotarme el agujero del culo con algo frío y aceitoso.
De repente me metió un dedo y solté un chillido.
El hombre se rió.
—Grita todo lo que quieras, a algunos de tus clientes les gusta eso, y dentro de unos minutos gritarás mucho más fuerte.
Sabía que las paredes de estos apartamentos eran tan finas que se podía oír cualquier ruido fuerte proveniente de las habitaciones de al lado, pero también sabía que los inquilinos eran todos clientes de Miguel, y que por ende no interferirían en nada de lo que él estuviera haciendo… y no había forma de que nadie de los alrededores llamara tampoco a la policía.
Estaba seguro de que Miguel podría haberme asesinado abiertamente sin que nadie interfiriera. Pronto descubrí lo fuerte que podían llegar a ser mis gritos cuando el hombre blanco empujó su verga dentro de mí. Dura. Luego aprendí que podía gritar aún más fuerte cuando el moreno hizo lo mismo.
La violación se prolongó durante una hora, y mis gritos se convirtieron en gorgoteos y gemidos cuando me dolía demasiado la garganta para gritar.
Después de la violación, me obligaron a lamerles y chuparles la verga, luego me ordenaron que se la chupara al camarógrafo y a Miguel.
Más tarde esa misma noche, en la cama, mientras Miguel me cogía y yo gritaba y sollozaba contra la almohada, me dijo que el vídeo despertaría el interés de muchos hombres y que pronto me acostumbraría y dejaría de dolerme. Y que él me cogería al menos tres o cuatro veces al día para asegurarse de me acostumbrara.
Así empezó mi vida de puta y estrella del porno. 4 o 5 tipos al día no es inusual. He estado en fiestas con 10 o 12 hombres, en un día tranquilo sólo 1 o 2, pero nunca he tenido un día libre en 5 años.
Las vergas de los hombres ya no son gran cosa, estoy lo suficientemente estirado como para no sentirlas realmente, pero sé cómo fingir el dolor para los tipos a los que les gusta eso.
Cruda y exitante, 10/10, ojalá haya segunda parte, quien sabe podría ser interesante.
Me gustan estas cuando uno de sus clientes lo «salva» para hacerlo su esposa o algo así xd