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Dominación Hombres, Gays, Masturbacion Masculina

Tradiciones de un colegio pupilo (17)

Fin de la historia.
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_________________________

Unos días después, volvimos a clases. El Líder y el Artista se dieron una vuelta por nuestra habitación.

– Supongo que ya están al tanto de las novedades. Saben que tenemos un nuevo jefe.

– Lo sabemos.

– Bien: nuevo jefe, nuevas reglas. Irán al hotel, pero a partir de ahora el horario se extiende. Y como ya saben hacer un trío, ofreceremos esa opción. ¿Algún comentario?

– Sí – dijo Matt – Si nos van a penetrar deberían usar condón. Podríamos contraer sífilis o algo así.

– Es verdad… – dijo el Artista, que por una vez pareció estar de nuestro lado – ¿Cómo está tu trasero, Clint?

– Ya está bien.

– Lamento lo que te ocurrió.

– Bueno, vamos al hotel – dijo el Líder. Parecía incómodo por el buen trato que nos daba el Artista.

La mujer de la recepción era la vaca que siempre estaba allí. Que hubiese traicionado a Juan la había vuelto peligrosa.

Subimos a nuestras habitaciones. El Artista preparó dos líneas de cocaína y dejó una botella de gin abierta. También frascos de vaselina y dos cajas de condones.

Nos preparamos para atender a los clientes.

——

Sonó el teléfono de la habitación.

– ¿Qué pasa? – atendió Matt – Ah, entiendo. ¿En qué cuarto lo hacemos? Ok.

Cuando colgó, me dijo: – Un tipo quiere un trío con nosotros.

Era un hombre de unos cincuenta años, gordo y barbudo. Nos ordenó que nos desnudáramos inmediatamente. Solo había pagado por media hora, pero era un sujeto con tanta vitalidad que en treinta minutos nos hizo de todo. No tuvo inconvenientes en hacerlo con condón.

Matt se ofreció para ser el «más pasivo», así que el barbudo lo acostó boca arriba y levantó sus piernas. Matt recibió la penetración del hombre, mientras me hacía sexo oral. El hombre me tomó de la nuca y empezamos a besarnos. El estímulo de la succión de Matt y de la lengua del hombre fue estremecedor.

– Vamos a corrernos sobre su estómago – me dijo el barbudo.

En cuanto el hombre se corrió sobre el abdomen de mi amigo, tomó el pene de Matt y empezó a pajearlo. Yo eyaculé y finalmente Matt mojó su propio cuerpo. Después , el barbudo me dijo que limpiara a Matt con mi lengua, mientras él lo besaba en la boca.

Con Matt nos metimos en la ducha para lavarnos. El barbudo nos había dejado agotados. Apenas nos dio el tiempo para cambiarnos de uniforme y peinarnos. Simultáneamente golpearon nuestras puertas.

——-

El hombre que entró conmigo tenía el número 6 (masturbación pasiva). No era algo frecuente. La anciana del primer día había sido la única que había pagado por hacerme una paja.

– ¿Cómo quiere hacerlo? – le pregunté.

– Vamos a la cama, ¿te parece?

– Usted es el cliente – dije, tratando de parecer profesional – ¿Quiere que me desnude o me va a desnudar usted?

El hombre pareció desconcertado.

– Ya lo veremos. Acuéstate así como estás.

El hombre se acomodó a mi lado.

– ¿Cómo te llamo?

– Dígame rubio.

– Pero tendrás un nombre.

– Y usted también, pero no se lo voy a preguntar.

Era un cliente extraño.

– Cierra los ojos, rubio.

Obedecí. Sentí que me acariciaba el cabello. Esperé que empezara a desnudarme, pero inesperadamente me cubrió la boca con su mano.

– No te alarmes, muchacho. No voy a hacerte daño. Escucha lo que voy a decirte: Soy policía y estoy infiltrado para terminar con esto. ¿Entiendes?

Dije que sí y me dejó libre para hablar.

– Hay un otro chico en la otra habitación – susurré.

– Está con otro policía. Ustedes dos son inocentes. Son víctimas. No tienen nada que temer.

– No tengo miedo de ustedes. Pero ellos van a tomar represalias con nosotros.

– Los vamos a proteger. Además de ustedes dos, ¿hay otros chicos?

– Había dos más… pero los mataron.

– ¿Qué?

– Intentaron avisar a la policía… y a los pocos días sus cadáveres estaban flotando en el lago Ulster.

– ¡Mierda! Bueno, vamos a esperar que lleguen los refuerzos. Soy el agente Kerrigan.

– Clint Adams.

Nuestra puerta se abrió y entró Matt junto a otro agente.

– Los llevo al auto, Kerrigan – dijo el otro agente. ¿Lo había visto antes, tal vez en la ciudad? Su cara me pareció conocida.

Salimos por la escalera de incendio. Cuando entramos al automóvil, el agente nos dijo que nos agacháramos, así que no vimos qué pasaba con la mujer de la recepción y ni con el Artista. ¿Tal vez habían detenido también a alguno de los clientes?

– ¿A dónde nos lleva?

– A un lugar seguro.

Nos alejábamos de la ciudad. Llegamos a una estación de servicio.

– Ahora deben cambiar de vehículo. Suban al auto negro que está junto a ese árbol.

– ¿Puedo ir a mear? ¡Es una emergencia! – dijo Matt.

– Tienes un minuto.

Matt fue a la oficina de la estación. El agente me acompañó hasta el otro auto. Era un Cadillac negro.

– ¿A dónde vamos, señor?

– Ya te lo dije. Van a un lugar seguro.

El agente parecía nervioso. Lo observé con más detenimiento, porque ahora lo tenía más cerca.

– ¿Por qué me miras así?

– No lo miro de ninguna manera. – Pero entonces lo reconocí. ¡Era uno de los clientes del hotel!

– Buen trabajo – dijo entonces Joe. Antes que pudiera pedir ayuda me cubrió la boca con un pañuelo y empecé a sentir mucho sueño.

– No llegaron a declarar nada. Me aseguré de eso – dijo el agente.

– Por supuesto, Harvey. No querrías aparecer como un policía degenerado violador de niños. ¿Dónde está el otro chico?

– Allí viene. Tenía que mear.

Eso fue lo último que escuché. Después fue como hundirme en un mar oscuro, tibio y profundo.

_____

Cuando me desperté vi a Matt acostado junto a mí. Mi mente funcionaba lentamente. Desde donde me encontraba, vi que estábamos en alguna ruta en las afueras.

Joe se apartó de la carretera y entró a una propiedad rural. Noté que Matt estaba reaccionando.

– ¿Durmieron bien, muchachos? – se burló Joe. Y nos ordenó bajar del automóvil.

Necesitamos que nos ayudara. Teníamos las piernas como si fuesen de goma.

– No hay nadie por aquí, así que pueden gritar todo lo que quieran. Solo les responderá algún búho.

Estábamos en un garaje amplio, donde había lugar para tres automóviles.

– ¿Vas a hacer una fogata? – preguntó Matt. En efecto, había varias latas de combustible amontonadas.

– Tal vez. Vamos al interior de la casa.

– ¡Eh, este es el bate que te regaló Fatso! – exclamó Matt. La combinación droga- alcohol seguía actuando en su sistema y eso lo volvía parlanchín e imprudente. – ¿Por qué tiene sangre el bate, Joe? ¿Mataste alguna rata?

– Un par de ratitas.

– Seguramente las hiciste puré con esto.

– Matt, por favor- le susurré.

– ¡Nos sacaste a tiempo, Joe! Si no, la policía nos habría hecho un montón de preguntas. Tal vez nos habrían torturado con una picana eléctrica. Y nos habrían encerrado por prostitución.

– ¿Puedes callarte? – le gritó Joe.

Nos quedamos en silencio. Joe nos dijo que fuésemos al jardín. Era un lugar cubierto, con una piscina climatizada y todo lo necesario para organizar una barbacoa.

– Bueno, antes de hacer el trabajo duro, es bueno relajarse – dijo Joe. Tomó el bate de baseball, se lo puso bajo el brazo y cerró con llave la entrada al jardín.

– ¿Qué trabajo duro, Joe? – quise saber.

– Ahora no hablemos de eso. ¿Les gusta nadar, chicos?

– ¡Nos encanta! – se entusiasmó Matt- ¡Y también el baseball! Ya verás qué clase de bateador soy…

– Bien, quítense la ropa y prueben la temperatura del agua.

Matt, desnudo y feliz, se arrojó de cabeza. Temí que Joe hubiese conectado el agua a la electricidad o algo así, pero Matt apareció sonriente, chapoteando como un delfín: – ¡Es perfecta, Joe! ¡Te felicito!

Confiado, me zambullí. El agua estaba limpia y cálida. Joe también se sacó la ropa, dejándola junto a la nuestra, y se metió en el agua. Parecía que todo estaba bien. Tal vez simplemente se trataba de evitar la redada y nada más.

– ¿Aquí vamos a atender clientes ahora? – preguntó Matt.

– En realidad van a atender a un cliente.

– Debe ser alguien importante – comenté, mientras flotaba.

– Yo soy el cliente.

– ¿Tú, Joe? ¿En serio te gustan los niños? No pensé que fueras uno de esos… Digo, podrías tener todas las mujeres que quisieras – dijo Matt, sonriendo.

– No me gustan LOS niños. Me gustan ustedes dos.

– Pero somos diferentes. Clint es muy rubio, de ojos color miel. Y yo tengo el pelo negro y los ojos azules.

– No es por las caras, aunque los dos son muy guapos.

Ya había escuchado a varios de mis clientes justificar su gusto por los chicos: piel suave, cuerpo sin vello, tamaño manejable, rasgos delicados, inocencia angelical. Podría venderme a mí mismo como un experto comerciante.

– Ahora sabemos hacer tríos, Joe. La pasarás muy bien. ¿Tienes cocaína?

Matt parecía confiar por completo en Joe. Yo no estaba tan seguro.

– ¿Puedo salir del agua? – le pedí.

– Claro, allí hay unas tumbonas para relajarse. Y por cierto, Matt, en ese aparador hay cocaína y alcohol.

– ¡Eres genial, Joe! Te aseguro que te haremos ver las estrellas.

Mientras Matt se preparaba unas líneas de cocaína, me acerqué a observar el bate de baseball que Joe había dejado sobre una silla. Además de la mancha de sangre, había cabellos. Me pareció reconocer el pelo enrulado de Carlos.

– ¿Qué estás mirando?

– El bate, Joe. Es el auténtico de los Boston Red Socks. Yo tengo uno, pero es imitación.

– ¡Clint, ven a darte con la cocaína así estamos colocados para la fiesta con Joe! – me gritó Matt.

Joe se metió dentro del cuarto de baño.

– Matt, me parece que con ese bate mató a los venezolanos – le susurré.

– ¿Y los bidones de combustible? Yo creo que los usó para prenderle fuego a la casa de Stuart.

– ¿Qué hacemos?

Joe salió del baño y dejamos de hablar. Matt tomó la botella de gin por el cuello y preparó dos tragos.

– ¿Quieres que te hagamos una mamada entre los dos? – le propuso Matt.

– Tengo otra fantasía. Que un ángel rubio me la haga en el agua.

– No entiendo, Joe.

– Es simple, Clint. Mi fantasía es sentarme en la escalera de la piscina y que me hagas una mamada submarina mientras te acaricio el pelo.

– ¡Pelo de chupapollas! – dijo Matt, riéndose. Pero yo no le vi la gracia.

– Eso no se puede hacer, Joe. No puedo estar tanto tiempo sumergido.

– ¿No vas a darme lo que te pido? ¿Así te enseñaron a tratar a tus clientes?

– Es que no es posible, Joe. Me ahogaré. Pero claro que haré lo que me pidas. Estoy muy agradecido porque pusiste en su lugar a Curly. No es que no quiera mamártela. Si quieres lo haré durante todo el día y toda la noche. Pero no debajo del agua.

– ¡Ven, Adams!

Me levanté de la tumbona y me acerqué a donde estaba Joe, temblando.

– ¡Acuéstate aquí, en el borde!

– Claro, Joe. ¿Boca arriba o boca abajo?

– Boca arriba.

Joe se metió en el agua, junto a mí. Era la parte poco profunda. Un momento después sentí sus labios lamer mi polla. Estaba tan asustado que me costó conseguir la erección. Pero entonces observé que Matt, sigilosamente, buscaba entre las ropas de Joe las llaves de la puerta. Comprendí lo que mi amigo quería hacer, así que empecé a gemir.

– ¡Oh, Joe… Qué rico me lo haces….!

Joe estaba concentrado en su trabajo. No era bueno, Matt lo hacía cien veces mejor. Pero tenía que darle tiempo a mi amigo de encontrar las llaves.

– Ahhh… No te detengas, Joe… Wow… – Yo exageraba.

¿Y cuando encuentre las llaves, dónde se las va a guardar? Está completamente desnudo, pensé. Pero confié en la astucia de mi amigo. Cuando vi que las había encontrado, me dejé llevar.

– Voy a correrme, Joe… Ufff…

Joe se apartó de mí y me terminó a mano. Eyaculé y quedé exhausto, recuperando mi aliento.

– No es tan difícil hacer una mamada, Clint. Ya debes haber hecho centenares. Ahora quiero que me complazcas. ¿Me harás una mamada submarina?

No respondí. Estaba recuperando mi aliento.

– ¿Lo vas a hacer sí o no?

– No dentro del agua, Joe. No puedo, me ahogaré.

Joe salió de la piscina y se dirigió a la parrilla. Buscó en los cajones. Volvió con un cuchillo.

– ¿Para qué traes eso, Joe? – preguntó Matt. Yo me quedé paralizado.

Joe se recostó a mi lado y tomó mis testículos. Puso el filo de la cuchilla en la base.

– Voy a castrar a esta zorrita rubia.

– ¡No, Joe! ¡No le hagas daño! ¡Clint es un buen chico!

– No sabes nada, Matt.

– ¡Pero tú no serías capaz de hacerle daño a un niño, Joe! – Matt trataba de ablandarlo. Yo no podía ni respirar. Sentía el frío del acero.

– ¿Ah, no sería capaz? Clint, cuéntale qué es lo que has descubierto en el bate.

No sabía qué decir.

Matt acudió en mi ayuda: – ¡Clint no sabe distinguir el auténtico pelo de rata del pelo de un mono, Joe! Es un niño de ciudad. Yo vivo en el campo y esa es sangre de rata y pelo de rata, lo puedo jurar sobre la Biblia. Oye, Joe. ¿No tienes ganas de metérmela hasta el fondo? A mí me gustaría.

Matt se había acercado a nosotros. Joe sostenía el cuchillo en su mano y apoyaba la punta en mi garganta.

– Morir ahogado no debe ser tan doloroso, Clint. Pero ya que no quieres, te cortaré en pedacitos. Poco a poco.

Entonces me tomó la mano y me cortó un dedo. Grité de espanto y dolor.

– Un solo corte en la garganta sería rápido e indoloro. Pero yo te voy a cortar en rodajas, Adams. Mira, este dedito ahora parece un pequeño gusanito rosado. ¿No es simpático? ¿Y si te lo comes?

– ¡No, por favor Joe!

– Me excita que ruegues misericordia. Todavía nos quedan otros nueves dedos, las orejas, la nariz, los pezones… y será hermoso castrarte. Pero siempre me excitó tu pubis sedoso. ¿Habrá mucha sangre aquí dentro?

Y Joe me hundió el cuchillo en el vientre. En ese momento Matt le dio con el bate en la cabeza. Yo me desmayé. 

____________________________________

​

 ¡Se despertó!

Era la voz de Frank. Pero yo no podía mover la cabeza. Los párpados me pesaban como si fuesen de cemento.

– ¿Dónde estoy?

– Estás en una clínica. Te han lastimado pero te vas a recuperar. – El hombre que me hablaba era un médico desconocido.

– ¿Matt?

– Está descansando en otra habitación. ¿Sientes dolor?

– No sé qué siento, doctor. ¿Cómo se llama este lugar?

– Estás en Newton.

El nombre del sitio no me dijo nada. Me volví a dormir.

——–
Unos días después pudimos reencontrarnos con Matt y me contó lo que había pasado. Le había pegado a Joe una y otra vez. Joe cayó al agua y allí murió, ahogado.

Matt buscó un teléfono en la casa y llamó al 911. También llamó a Frank. Matt estaba angustiado porque no tenía referencias de dónde se encontraba, pero la policía pudo localizarlo. Matt confesó el homicidio, pero los agentes lo tranquilizaron.

Al parecer, el F.B.I. se había hecho cargo de la situación, porque el narcotráfico y la trata de personas son un delito federal.

——-
Unas noches después, Matt vino a verme.

– Clint, el médico habló seriamente conmigo. Tendremos que hacer un tratamiento para curarnos de nuestra adicción. Puede no ser fácil. Incluso puede salir mal. Depende de varios factores.

– Entiendo.

– Y, Clint, va a ser mejor que por un tiempo nos separemos. Yo te quiero mucho, pero… bueno, no es sano lo que nos hicieron hacer. No somos culpables de nada, pero si estamos cerca uno del otro, volveremos a… ya sabes…

– Matt… Aunque nunca más vuelva a verte, lo único bueno de este infierno fue haberte conocido.

Matt me abrazó, llorando. Debe haberse quedado conmigo hasta que me dormí. Al otro día, ya no estaba.

——
Con Matt nos mantuvimos en contacto por carta, los dos vivíamos lejos uno del otro y aceptamos que veranear juntos no sería buena idea. Nos saludábamos por teléfono por nuestros cumpleaños y nos dábamos aliento en el largo camino para quedar limpios de cocaína, alcohol, marihuana y, hay que decirlo, sexo. Sí, éramos adictos al sexo. Pero también logramos salir de eso.

El F. B. I. capturó a Stuart, que estaba prófugo. El director murió poco después de cirrosis. La investigación continuó, pero mis padres pidieron que nos mantuvieran a Matt y a mí al margen. Y eso hicieron.

Pasaron los años. Asistí al casamiento de Matt y él asistió al mío. Somos amigos, somos casi hermanos. Nunca más tocamos el tema de nuestros encuentros sexuales. Son parte del pasado y estábamos ebrios, drogados y forzados a ello.

Cuando pudimos elegir qué clase de persona queríamos ser, elegimos ser lo que somos ahora.

FIN

___________
NOTA IMPORTANTE: ​Esta historia es una adaptación y traducción libre de «Boarding School» de Clint Adams. Pueden buscar información en YouTube, donde el propio Adams nos muestra las viejas instalaciones del colegio (cerrado hace tiempo). El libro se conseguía en Amazon. No sé si sigue estando disponible, me parece que no. 
​
105 Lecturas/27 julio, 2025/0 Comentarios/por Gavin
Etiquetas: amigos, colegio, cumpleaños, dominacion, gays, hermanos, hotel, sexo
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