Tradiciones de un colegio pupilo (8)
Como en los círculos del infierno, Clint y Matt son llevados a situaciones cada vez más oscuras.
Tradiciones de un colegio pupilo (1) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-capitulo-1/
Tradiciones de un colegio pupilo (2) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-2/
Tradiciones de un colegio pupilo (3) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-3/
Tradiciones de un colegio pupilo (4) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-4/
Tradiciones de un colegio pupilo (5) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-5/
Tradiciones de un colegio pupilo (6) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-6/
Tradiciones de un colegio pupilo (7) https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/dominacion-hombres/tradiciones-de-un-colegio-pupilo-7/
_______________________________________________________________________________________
El constante dar placer a nuestros amos, la marihuana y los rituales nocturnos rápidamente se convirtieron en parte integral de nuestra rutina diaria en la Academia. El siguiente paso que profundizó los patrones de comportamiento adictivo fue el alcohol.
Ellos comenzaron dándonos a beber cerveza y poco a poco, nos fueron llevando a niveles más altos. El efecto del alcohol era diferente al que nos habíamos acostumbrado con la marihuana. Nos provocaba sueño, así que fumábamos durante el día y guardábamos la cerveza para después de apagar las luces.
Por lo general, en lugar de un porro, los estudiantes de último año nos daban cerveza y esperaban hasta que estuviésemos borrachos. Luego nos hacían acostarnos para recibir nuestras mamadas. Después, mientras nos limpiaban, los estudiantes de último año nos continuaban emborrachando hasta que nos desmayábamos.
Supongo que después de eso los estudiantes de último año siempre salían de nuestra habitación, porque nunca estaban allí cuando nos despertábamos al día siguiente.
Lo negativo de esta rutina eran las resacas que teníamos por las mañanas. Pero con el tiempo, también aprendimos a adaptarnos a ellos.
La noche del sábado después de la fiesta de la pizza, una semana después, fue una noche en la que nuestro consumo de alcohol alcanzó su punto máximo.
No puedo recordar mucho de lo que nos pasó esa noche. Comenzó con un mensaje del Líder diciendo que una vez que el director hubiera salido del campus para el fin de semana, esperaban que estuviéramos en su casa nuevamente para otra cena y velada junto con nuestra pandilla.
En ese momento, supongo, los estudiantes de último año se habían dado cuenta de que ya no necesitábamos que nos escoltaran a todas partes. Después de todo, ¿a dónde podríamos haber ido?
Matt y yo ya estábamos muy colocados cuando llegamos a tiempo a la casa del director.
En esta ocasión, sólo asistieron seis de ellos en lugar de los ocho habituales. A lo largo de la velada intentamos averiguar por qué los otros dos estaban ausentes, pero nunca pudimos conseguir que nadie nos diera una respuesta directa a nuestras preguntas.
La cena consistió en hamburguesas cocinadas en la parrilla del director, afuera en su patio trasero. A estas alturas ya estábamos teniendo con ellos el tipo de conversaciones animadas que los niños de nuestra edad normalmente tenían con sus amigos. Así que la fiesta iba bien hasta que sacaron algo nuevo para que probáramos.
En algún momento después de la cena, a Matt y a mí nos obsequiaron una medida de vodka de cereza y nos dijeron que lo disfrutáramos. Mi papá solía beber vodka con hielo de vez en cuando y recuerdo que una vez probé un sorbo y pensé que sabía a líquido para encendedores. Así que la idea ahora de tener que tomarme un trago de vodka delante de estos payasos no me entusiasmaba. Pero cuando tomé mi primer sorbo, descubrí que el sabor a cereza enmascaraba el sabor del alcohol lo suficiente como para que esta tarea me pareciera posible después de todo.
Así que en poco tiempo, Matt y yo estábamos sentados uno al lado del otro en el sofá, bebiendo nuestras botellas de alcohol.
No recuerdo mucho más de lo que pasó después de eso. Un poco más tarde, por supuesto, Matt y yo caímos en estupor y posteriormente perdimos el contacto con la realidad. A partir de entonces, en lugar de tener recuerdos de esa noche, solo tengo vagas impresiones de las cosas que nos hicieron.
Lo que sí sé es que varios estudiantes de último año tuvieron que llevarnos a nuestra habitación, y recuerdo que una vez que estuve acostado en mi cama nuevamente, me desnudaron. También recuerdo que los dos estábamos acunados en sus brazos como bebés mientras nos hacían tomar más vodka, como si fuésemos pequeños alimentados por biberón.
Y tengo vagos recuerdos de haberme ahogado y tosido cuando el vodka se derramó debido a los intentos de alguien de verterme más licor del que podía consumir. Y así, una vez más Matt y yo fuimos sometidos por nuestros verdugos. Los métodos que estos malhechores estaban empleando para controlarnos estaban aumentando. Esta vez, sin embargo, los resultados para nosotros fueron los peores hasta ahora.
En el pasado, ya fuera que hubieran usado palizas, intimidación, marihuana o incluso cerveza para derribar nuestras defensas, Matt y yo siempre estábamos alerta para saber qué nos estaba pasando. Esa noche todo eso cambió.
A la mañana siguiente, Matt y yo nos despertamos acostados juntos en mi cama. Estábamos desnudos. Nuestras cabezas y torsos yacían uno al lado del otro y nuestros brazos y piernas estaban enredados. Manchas de cereza estaban en nuestras caras, pechos y estómagos y también en mis sábanas. Y había semen seco en nuestro vientre.
Nos tomó un poco de tiempo, pero cuando finalmente estuvimos lo suficientemente despiertos, Matt y yo nos desenredamos para poder sentarnos.
«Creo que nos acostaron uno al lado del otro y luego nos hicieron pajas a ambos al mismo tiempo para ver cuál de nosotros soltaba el chorro más alto», murmuró Matt, mientras ambos nos mirábamos.
Mientras nos esforzábamos por ponernos de pie, supimos que a pesar de la forma en que nos habíamos encontrado esa mañana, ambos estábamos demasiado borrachos la noche anterior para haber podido iniciar cualquier tipo de actividad sexual entre nosotros.
Pero mientras luchaba contra mi peor resaca hasta el momento para quitar las sábanas arruinadas de mi cama y ponerme un juego limpio de nuestro armario, comprendí que algo había cambiado para nosotros.
Matt y yo no teníamos interés sexual el uno en el otro. Nos gustaban las chicas. Considerábamos nuestra odisea juntos como un mal viaje en un parque de diversiones en el que acabábamos de entrar por error. Todavía teníamos la esperanza de que en cualquier momento el Sr. Stuart concluyera su investigación, entonces podríamos recuperar nuestras vidas.
Pero a pesar de lo que sentíamos el uno por el otro (una amistad verdadera e inocente), la dirección en la que se dirigían ahora las mentes de nuestros amos, nos predijo sobre el tipo de eventos que ocurrirían pronto. Lo que nos esperaba a continuación era obvio. Y eso nos alarmó a los dos.
Durante el resto de ese domingo, después de que nos turnamos para lavarnos, Matt y yo nos quedamos prácticamente todo el día en nuestras camas tratando de recuperarnos.
Hacia el mediodía decidí que había llegado el momento de escribirle a mis padres.
Estaba sentado junto al escritorio de mi habitación, haciendo mi tarea. Los estudios no marchaban bien, necesitaba ponerme al día. Matt estaba acostado en su cama, leyendo el libro para la clase de Literatura.
Golpearon la puerta.
– ¡Pase! – dije. Matt se sentó en la cama en ese momento.
Para mi sorpresa, entraron el Líder y el Artista. Era demasiado temprano para nuestra «fiesta nocturna» y el Líder nunca asistía a ellas.
– ¿Nos has querido joder, Clint? – me gritó, enojado, el Líder.
-¿Qué?
– ¡Pónganse de pie, los dos!
Obedecimos. Matt me miraba sin entender por qué el Líder me había dicho eso.
– No entiendo… – dije, temblando.
– Le has escrito una carta a tus padres acerca de nosotros y trataste de enviarla por correo hoy, Clint.
Sentí un malestar, como cuando era pequeño y me sorprendían en alguna mentira. ¿Violan el correo de los Estados Unidos? Esto es otra mierda para poner en la lista, pensé.
– Ya sabías las consecuencias de hacer algo así, Clint. Te lo has buscado.
El Artista me sujetó por detrás. Me preparé para recibir otra paliza, pero inesperadamente el Líder le dio un puñetazo en el estómago a Matt, que se dobló en dos del dolor.
-¡Él no hizo nada! – grité – ¡Déjalo en paz!
El Líder volvió a golpearlo, esta vez un cachetazo con la mano abierta, muy violento.
– Quédate quieto, Clint, me decía el Artista.
El Líder levantó a Matt, que había caído en su cama, lo puso de píe y volvió a golpearlo en el estómago. Matt lloraba.
– ¿Estás contento, Clint? Si Matt nos hubiese querido joder, el que recibiría los golpes serías tú. Pero como tú quisiste jodernos, la paliza será para él.
– ¡No!
El Líder volvió a poner de pie a mi amigo y le dio otro puñetazo en el estómago. Ahora los dos llorábamos. Él de dolor y yo de impotencia.
– Recuérdalo, Clint. Todo esto es por tu culpa.
Entonces siguió abofeteándolo hasta que la sangre empezó a salir por la nariz y la boca de mi compañero de cuarto.
– ¡Basta! ¡Golpéame a mí! ¡No le hagas más daño…! Por favor….
Sollozando le rogué que parara.
– ¿Vas a intentar jodernos otra vez, Clint?
– ¡No, señor… Se lo juro…!
El Líder volvió a golpear a mi amigo y tomando su pequeño cuerpo, lo arrojó a la cama. Aterrorizado, pensé que lo había matado, porque Matt se quedó inmóvil y no lo veía respirar. El Líder comenzó a quitarle la ropa.
Al ver a mi amigo desnudo, noté que su pecho se movía débilmente. Todavía estaba vivo.
– Eres un idiota, Clint – me dijo el Líder, mientras acariciaba los genitales de Matt.
Me callé. Sabía que cualquier cosa que dijera empeoraría todo.
Matt estaba inconsciente, pero el manoseo del Líder hizo que tuviese una erección. La respiración de Matt empezó a acelerarse. Se acercaba al clímax. ¿Qué quería el Líder?
Sin recuperar el sentido, Matt eyaculó. El Líder dejó que el semen de mi amigo se esparciera por su estómago.
– Ahora él se siente mejor. – dijo el Líder. – Recuerda esto, Clint, lo que le pasó a Matt es exclusivamente culpa tuya. ¿Entendiste?
– Sí, señor.
– Ustedes nos pertenecen. No pueden hacer nada sin permiso. Todo lo que hay en esta habitación es nuestro. Toda la ropa que tienen es nuestra. Sus cuerpos son nuestros. ¿Alguna duda?
– No, señor.
Después de esto, los dos se fueron. Yo me apresuré a asistir a mi amigo.
– ¡Matt, lo siento tanto! Puse la carta en el buzón para que se la llevara el cartero. Matt… Estás sangrando…
– ¿Estoy desnudo? ¿Qué me hicieron?
– Después de golpearte, el Líder te hizo una paja.
– Mierda
En el cuarto de baño había un botiquín. Hice lo posible para curarlo de sus golpes. Mientras le pasaba agua oxigenada por sus heridas, Matt maldijo: – ¡Qué idiota… !
– ¿Quien, yo? – le pregunté, preocupado de que Matt se enojara conmigo.
– No, el líder – y luego, pensativo, preguntó: -¿Enviaste una carta y te la interceptaron? ¿Cómo?
– No sé.
– Vamos a tener que ser muy cuidadosos con estos tipos, Clint.
Matt tenía razón. Pero ni él ni yo podíamos imaginar lo que vendría después.
Los fines de semana en el colegio pupilo eran bastante aburridos. Como nuestros amos no nos permitían ir a la ciudad, solo podíamos jugar al básquet con otro alumnos. Ellos se veían como chicos normales de nuestra edad, quiero decir, un poco brutos y llenos de hormonas, pero sanos. No parecían dañados (de hecho, no lo estaban).
Pasábamos bastante tiempo en nuestro cuarto fumando marihuana y escuchando música. Compartíamos las comidas y las clases con los demás, pero no estudiábamos con ellos. Siempre estábamos en nuestra habitación, alejada de todos, disponibles para los «ocho». Solo nos exigían sexo oral o que los pajeáramos. Como ya lo comenté, ninguno era cariñoso con nosotros. Éramos objetos.
Una vez, le hice cinco mamadas a un mismo tipo a lo largo del día. Después de la última, protesté: – ¡Al menos podrías decir gracias!
– ¿Agradecerte? ¿Qué te dé una caricia o un beso? ¿Un abrazo? ¡Eso sería amor, Clint! ¡Y esto es SEXO!
– Lo sé, pero no me gusta que me trates tan fríamente ¿No sientes ningún afecto por mí?
– Me gusta verte desnudo porque eso me excita, pero no siento nada por ti. ¡Y no vuelvas a hablar de esto o le contaré al Líder!
Lógicamente, no volví a sacar el tema. Una noche, el Artista y otro de los alumnos mayores nos visitaron. Todavía no era la hora de dormir así que nos sorprendió un poco su llegada.
– ¿No es demasiado temprano para… bueno, ya saben…? – pregunté.
– Hoy tenemos un nuevo programa para ustedes, pequeños. Van a adorar esto…
– Ya hemos escuchado eso antes – gruñó Matt.
Hasta ahora, estos malhechores no nos habían llevado a un lugar donde estuviéramos más allá del punto sin retorno. Nos habían enseñado conductas y hecho probar sustancias que nunca antes habíamos experimentado, y no había duda de que nuestras vidas habían sido alteradas para siempre. De hecho, ya estábamos acostumbrados a realizar actos sexuales a pedido con estos chicos en cualquier momento y prácticamente en cualquier lugar que quisieran y hacerlo de buena gana y sin demora.
Pero si ellos fueran atrapados y expulsados de la escuela -lo que creíamos que iba a suceder de un momento a otro- nosotros habríamos terminado nuestra incursión en este mundo de la homosexualidad y habríamos reanudado nuestra manera de ser: nos atraían las chicas.
Era cierto que ahora nos gustaba la forma en que se sentía drogarse y emborracharse, pero sin la presión y el abuso sexual continuo al que nos sometían los mayores, lo habríamos ido dejando hasta ser como cualquiera de los otros niños de la Academia.
Así que ninguno de nosotros tenía idea cuando vimos al Artista sacar de su bolsillo una pequeña bolsa de plástico transparente llena con una especie de polvo blanco, de cuán profundamente transformadas estaban a punto de convertirse nuestras vidas, así como nuestra relación como compañeros de cuarto y amigos.
– ¿Qué es eso? – preguntó Matt, nervioso.
– ¿Esto? Nada especial. Tranquilos, chicos. Dejen que termine el trabajo.
Asustados, vimos cómo él se preparaba la cocaína. Yo había hecho un trabajo escolar sobre esa adicción pero nunca había visto cocaína real con mis propios ojos.
Como de costumbre, la función del Artista en la pandilla era enseñarnos cómo se hacía algo para que después lo hiciésemos nosotros. Prepararse la droga era toda una ceremonia. El Artista nos iba explicando cada paso. El otro hacía las veces de ayudante, le alcanzaba lo que le pedía y nos vigilaba.
Cuando el Artista comenzó a drogarse, suspiraba de placer diciendo que la cocaína era de la mejor calidad, que era increíble. A nosotros no nos daba curiosidad, queríamos evitar empezar con eso. También el otro estudiante empezó a decir lo maravilloso que se sentía.
-Ok, Clint. Tu turno de probar la nieve.
¿Cómo te sentirías si hubieses hecho un trabajo escolar sobre un animal venenoso y ahora te obligaran a tocarlo? Así estaba yo. No quería que nos hicieran adictos.
– Vamos, Adams… ¡Muévete!
También sabía que si no obedecía le pegarían a Matt. No quería eso. Rogué que no me hiciera daño la droga y la probé.
No me gustó. Me irritó la nariz por dentro y eso fue solo el comienzo.
– Sigue adelante, Clint… No me hagas golpear a tu amigo…
El Artista y el otro me felicitaron cuando lo hice. No me importó. Estaba aterrado. Entonces fue el turno de Matt.
– Siéntense en sus camas hasta que les haga efecto- nos ordenó el Artista.
Me daban ganas de llorar. Tenía que esperar a que ese veneno me empezara a destruir. Era como ponerse a cavar la propia tumba o algo así. Miré a Matt. Él encontró mi mirada y parecía preguntarme con su expresión si estaba bien. Intenté asentir tranquilizadoramente.
– ¡Muy bien! – exclamó el Artista mientras comenzaba a picar el polvo nuevamente. – Esto les dará a ambos un agradable subidón sexual.
¿Qué diablos quiere decir con eso?, me pregunté, mientras me esforzaba ahora para mantenerme alerta ante cualquier cambio en mi cerebro. Durante los siguientes diez minutos aproximadamente, las cosas en nuestra habitación continuaron como siempre. Pero entonces, como si fuese la anestesia antes de una cirugía, empecé a sentirme «arriba».
– Esto está muy bueno- dijo Matt.
– Sí, se siente bien –
La euforia de la cocaína me pareció sobrevalorada. Lo que quiero decir es que no alteraba tanto el estado de ánimo como la marihuana, ni era debilitante como el alcohol. Era sólo… un simple subidón que, por cierto, no parecía durar tanto como las otras sustancias a las que nos habíamos acostumbrado a abusar.
Pero al igual que las otras drogas, la cocaína pareció soltarnos la lengua, de modo que al poco tiempo estábamos todos sentados y hablando con estos tipos de cosas de las que no nos habíamos atrevido a hablar hasta ahora.
– ¿Qué trajeron en esa bolsa? – preguntó Matt – ¿Fueron al supermercado?
– Botellas de gin-tonic.
– Estás bromeando…
– No, Matt. Míralas tú mismo.
Era cierto, habían traído varias botellas y vasos descartables. Matt se puso a reír, sin dudas no era el Matt de siempre. Yo sentí miedo. Sabía, por aquel trabajo escolar, que la combinación de sustancias podía ser letal. El Artista percibió mi angustia.
– El tónico evitará que te emborraches demasiado, y solo tenemos unos pocos. Es para ponerle intensidad a la noche.
¿Intensidad? ¿Qué quería decir con eso?
El Artista me alcanzó un vaso de gin. No le creí, siempre que nos querían tranquilizar con palabras era para hacernos después algo peor. No confiaba en ninguno de ellos.
– Tómalo, Clint. Te darás cuenta de que es tal como lo dije.
De mala gana bebí. ¿Qué opción tenía? Cuando tomé mi primer sorbo, me gustó el sabor del gin-tonic.
– Mmmm… Es rico…
– Sabía que te gustaría, pequeño.
Siguieron dándonos de beber. Fui notando el efecto de la mezcla. La forma en que nos sentíamos nos interesaba más que lo que él estaba diciendo, hasta que sacó a relucir un asunto relacionado con nuestro primer encuentro con estos chicos en la ducha del gimnasio que tocó una fibra sensible en Matt.
– ¡Ya saben que lo mejor que hay es cómo te sientes cuando te la meten por el culo!
Matt reaccionó: – ¿Estás loco? ¡Eso fue horrible!
– Esa noche ustedes estaban enojados porque era su primera vez y tenían miedo. Pero piensen: ¿Nunca les ocurrió tener que defecar un excremento duro y largo que no sale de inmediato? Y cuando finalmente logras que se mueva, se desliza muy largo, lento y uniforme, y toma bastante tiempo antes de que lo saques por completo. ¿Saben cómo se siente eso?
– Sí- admitió Matt.
– Bueno, mientras se desliza fuera de ti se siente muy bien, ¿no?
– Supongo que sí – contesté.
– Si te relajas, puedes sentirte igual de bien en tu trasero mientras alguien desliza su polla dentro y fuera de ti.
– ¿En serio? – Matt parecía interesado en eso. Su enojo se había evaporado. La cocaína estaba intensificando su deseo sexual. Mierda, pensé, ahora va a pedir que lo violen…
Después de una hora, Matt y yo habíamos consumido tres botellas y dos líneas más de cocaína. Muy pronto perderíamos el control.
Matt les había dicho que no podía dormirse hasta que el Artista viniese a nuestro dormitorio y le hiciera una mamada. Confesó lo que yo ya sabía, que al llegar a Ulster Hall nunca se había interesado en cosas sexuales y jamás se había masturbado. Ellos rieron a carcajadas, Matt también. Yo no sabía adonde iba a parar todo eso.
– Esta noche también recibirán su mamada, pero va a ser un poco diferente.
– ¿Qué quieres decir?- pregunté, casi borracho.
Golpearon la puerta y el Artista dijo: – ¡Pueden pasar!
El Líder y los otros mayores estaban allí.
– ¿Los chicos ya están preparados?
– Sí, ya están a punto.
El Líder parecía apurado.
– Muy bien. Vamos afuera.
A pesar de estar borracho y drogado, ya sabía que lo que vendría no sería bueno para nosotros.
Como sigue?
excelente relato. Me fascina esta historia, cada vez se pone mejor.
Uuff… que rico bb… menudo calentón me provoca esta historia, asi da gusto masturbarse.
Como sigue?
Gran relato, necesito mas… me tienes completamente enganchado a la historia.