Trío inesperado (1)
Cornelio quería hacer el amor con su exmujer y ella ya tenía cita con su pareja de turno, así que no hubo más opción que atender a ambos machos..
Me preguntaron en algún comentario si había otras aventuras de Cornelio y respondí que sí, pero aún no las escribía. Este relato es una más de él, aunque al terminar de contármelo me dejó perplejo con la continuidad que él quería darle. Voy a contarla en primera persona, en voz de mi amigo.
Yo andaba caliente pues desde hacía una semana que no me cogía a mi exesposa Stella; la deseo de manera más intensa que el primer día en el que pude hacerla mía. Ya era viernes, su hermana y mis hijos, con quienes ella vive, se habían marchado al rancho de su padre para pasar un fin de semana bucólico en ese paradisíaco lugar que mi exsuegro construyó al retirarse de sus negocios en una industria textil que tenía en sociedad con sus hermanos. Así que, sabedor de que estaría sola, fui a la hora de la comida para invitarla a comer y seguirnos el fin de semana juntos.
–¡Hola, qué sorpresa! Tus hijos no están, se fueron al rancho con mi padre – dijo apenas abrió la puerta–. ¿No te avisaron?
–Sí, pero vine para invitarte a comer, pues seguramente no hiciste nada especial estando sola –le dije para explicar mi presencia.
–Pasa, no te quedes en la entrada –me dijo franqueando el paso–. Tienes razón, no hice nada, pero sobraron unos tamales y mole de mi tierra que preparamos mi hermana y yo para que ellos les llevaran a mis padres, así que mejor te invito yo –concluyó Stella, dándome un beso en la mejilla al traspasar el umbral.
“¡Va a cenar Pancho hoy!”, me dije feliz de no haber obstáculo para cogérmela. Le regresé el beso, pero se lo di en los labios y la tomé del talle para llevarla a la sala y darme un “taco de ojo” viendo cómo se movían las tetas ya que no traía brasier, solamente una blusa de tela muy ligera, por lo que los pezones se notaban muy bien. Me ofreció un trago, que no acepté, y platicamos un rato. Al poco tiempo me dijo “Déjame calentar la comida, porque seguramente tú también tienes hambre”, dándome a entender que ella ya quería comer. Abrió las piernas para levantarse del sillón sumamente bajo donde se había apoltronado y me extendió su mano para que la ayudara a levantarse, pero mis ojos estaban clavados viendo que tampoco traía calzones y no me percaté de su solicitud implícita.
–¡Qué ves! –dijo cerrando las piernas–. Ayúdame a levantar, no te distraigas…
–¡Perdón! Es que me distrajo ver tan prometedor panorama –me justifiqué y la ayudé a levantarse, pero antes de que yo pudiera seguir dándole halagos me interrumpió.
–No te emociones, que no estoy así para ti –dijo secamente dirigiéndose a la cocina.
Sentí sus palabras como un chingadazo en plena cara. “No es para ti”, resonaba fuertemente en mi cabeza una y otra vez, enojándome y sintiendo celos de quien la habría gozado dejándola en ese atuendo, o quizá esperaba a otro… Mis conjeturas fueron interrumpidas al escuchar que desde la cocina me solicitaba que eligiera un vino rosado y lo llevara a la nevera. Escogí uno californiano que no había probado, pero se me antojó hacerlo al leer la etiqueta y lo llevé a la cocina donde ella se afanaba en calentar la comida.
–Mételo en el congelador y lo abres cuando lleve la comida para allá, mientras, lávate las manos –ordenó como si aún estuviésemos casados. Y yo obedecí.
Antes de salir de la cocina, le di un beso en el cuello y acaricié su trasero y metí la otra mano bajo su blusa para magrearle las chiches. “No, no”, dijo mientras se retorcía para separarse de mí sin dejar de hacer su tarea. Ya en el baño, con la verga bien parada se me dificultó mear de pie. Me lavé las manos y volví a la sala. A los pocos minutos, ella salió de la cocina, me dio un sacacorchos y me ordenó: “Ten, saca el vino y ábrelo”. Al terminar de destaparlo ya estaba la mesa puesta, incluidas las copas. Me cedió la cabecera y nos pusimos a comer platicando intrascendencias o anécdotas de nuestros hijos, hasta que no pude más y espeté: “¿Por quién sí estás vestida así, sin ropa interior?”.
–¡Ay!, no tengo por qué informarte como elijo estar en mi casa –dijo molesta.
–Es que dijiste que lo que vi no era para mí…
–¡Claro que no!, no te esperaba a ti.
–Perdón, Nena, son celos, yo quería invitarte a algún y ver si después de comer podríamos hacer el amor, como antes –dije suavizando la voz y acaricié su mano. Ella mi sonrió y correspondió con la caricia de mi mano.
–Sería muy bonito, sí, pero ya tengo un compromiso –dijo volteando a ver el reloj de pared. –¡Madre mía, ya es tarde y no le he avisado a qué hora nos vemos! –exclamó soltándome la mano comenzó a recoger los platos pues ya habíamos terminado.
–Dile que no puedes verlo –le pedí al tiempo que me puse a ayudarla en levantar los trastos de la mesa y le insistí un par de veces más.
–Lo siento, no puedo. A ti no te gustaría que te lo dijera si ya habíamos quedado de vernos, ¿o sí? –preguntó.
–Si fuéramos a vernos para coger, claro que no –contesté cínicamente.
–Tampoco a él, pero… ¿Qué harías si él viene? –preguntó, seguramente maquinando algo, después de que me quedó claro para qué se vería con otro.
–Lo que tú me dijeras… –contesté abrazándola y empecé a darle un buen faje que la calentó.
–Por favor, espérame –me dijo después de un buen rato.
Al separarse de mí se escuchó el chasquido que produjo la separación brusca de mi boca en su pezón. Se acomodó la blusa y la falda dejándome con la mano completamente húmeda de su flujo vaginal para dirigirse a su recámara. Lamí los dedos saboreando la humedad y disfrutando el olor fuerte que caracteriza a las putas.
Escuché algo ininteligible pues ella había cerrado la puerta para hablar por teléfono. Me acerqué al rato, pues la conversación se prolongaba; pegué la oreja a la puerta y escuché algo parecido a “si no quieres así, ni modo, será otro día” y colgó el teléfono. De puntitas, me fui a la sala antes de que ella saliera de su cuarto, tomé un libro y me puse a hojearlo. Afortunadamente era un libro profusamente ilustrado que tenía diversas posiciones sexuales con breves textos en alemán. Seguí viendo las fotos y escuché el sonido del teléfono, que al parecer contestó pues escuché otra vez sonidos que no alcanzaba a entender y ya no quise levantarme para evitar que descubriera mi intromisión, además las modelos del libro estaban muy bien y me imaginaba a Stella en cada posición de coito. Pasaron más de veinte minutos y ella salió, sorprendiéndome entretenido en mi lectura.
–¿Lees el alemán? –me preguntó, reconociendo el libro.
–No, pero sólo estoy viendo los “monitos” –contesté sonriendo y al levantar la vista me quedé estupefacto: vestía provocativamente.
Su vestido color marfil, largo, de una pieza, muy pegado y abierto por el lado izquierdo; con escote amplio en la espalda y al frente, evidenciaba que no traía sostén. Zapatos de tacón alto, medias transparente de su color de piel, y una tanga pequeñísima porque parecía no traer ropa interior. Para rematar, su maquillaje que era discreto, resaltaba la belleza de su cara y usaba un perfume sumamente excitante, ¡como si ella necesitara de feromonas adicionales!
–Serán las “monitas”, o más precisamente: los “monitos” de las monitas” –dijo quitándome el libro de las manos, “está celosa”, pensé. Pero se puso a hojear unas páginas del final y, abierto en ellas, me regresó el libro– ¿Te gustan éstas?
Miré las fotos, el capítulo tenía sólo fotografías de tríos con dos hombres y una mujer, se titulaba simplemente “MFM”. Sin contestar, me puse a hojear lo que me había seleccionado y añadió: “Apréndete algunas, si es que quieres hacer lo que yo diga”, en alusión a lo que le había dicho antes de empezar el morreo, y a lo que se me esperaba…
Continuará
¡Bien, Ber_el! Gracias por atender mi petición.
¡Stella es una mujer excepcional, de pensamiento ágil! Espero la segunda parte para ver cómo se dan las cosas.
Aunque yo sólo tuve una experiencia similar, pero en otras condiciones, creo que vale la pena publicarla. La busco en lo que tú terminas Este relato.
Besos de tu seguidora.
¡Qué locura! Esto no te lo creo. Demasiadas coincidencias para llegar a un trío.Bueno, aún no se sabe, sólo el título.
Bueno, eso es lo que me contó Cornelio, yo no he puesto nada más.