Tú no eres maricón, pero cuando regreses a tú casa, lo serás.
Un chico que se va solo de camping cunado se bañaba desnudo en una poza, es asaltado por dos tipos, que se lo llevan tal como se encuentra, y al llegar a la casa de ellos le dan por el culo y lo ponen a mamar, cosa que eventualmente a él le gusta..
Tú no eres maricón, pero cuando regreses a tú casa, lo serás.
Yo estaba de lo más confiado bañándome completamente desnudito, en una solitaria poza, cuando me pareció haber escuchado algo, por lo que, por curiosidad, salí del agua, pero al no ver nadie, regresé a la posa, y justo antes de volverme a meter.
Escuché el crujir de unas ramas, y cuando algo asustado me di vuelta para ver de dónde provenía el ruido, que me encuentro a un par de tipos, altos, algo gruesos, todos barbudos, y bastante sucios, uno de ellos apuntándome con una gran escopeta, mientras que el otro mantenía un largo machete en una de sus manos.
Yo del susto me quedé paralizado, no fue hasta que el tipo de la escopeta casi gruñendo me preguntó que hacía.
Yo tartamudeando del miedo que tenía le dije. “Hoy es mi día libre, y decidí salir para acampar, y regresar mañana a casa.”
El tipo ese sin dejar de apuntarme con la escopeta caminó alrededor mío, me vio de pies a cabeza, como si estuviera tasándome, o evaluándome, y de momento, mientras tenía su mirada fija en mis nalgas, le dijo a su compañero. “Este tienes un lindo culito.”
Yo me sentí incomodo por la manera en que ellos dos me miraban, y por el desagradable comentario que escuché, por lo que traté de agarrar mi ropa para ponérmela.
Fue cuando el tipo ese, empujándome con el cañón de la escopeta, me dijo. “Camina por esa vereda.” yo le dije que iba a garrar mi ropa, pero de inmediato el del machete me volvió a empujar diciéndome. “A dónde vamos no te va a hacer falta.”
Como andaba descalzo, y completamente desnudo, el tratar de salir corriendo no era una opción.
Por lo que, caminando a unos cuantos pasos frente a ellos, seguí la vereda, que en menos de unos cien metros nos condujo al frente de una destartalada casa, de madera y cemento.
En la que había una vieja camioneta 4×4, y un camino de tierra, y un sinfín de gallinas, chivos, un burro, y un par de perros que apenas me vieron comenzaron a ladrar.
Sin dejar de apuntarme me indicó que entrase a la casa, ya dentro me sentí sumamente incomodo por la manera en que esos tipos me seguía viendo, fue como no dejaban de verme las nalgas, no sé cómo me atreví a decirles. “A mí no me gustaban los maricones.”
Fue cuando él riéndose, el del machete me respondió. “Pues fíjate que a nosotros tampoco, a mi hijo y a mí nos gusta el culo de los tipos como tú.”
Yo la verdad es que me quedé sin saber ni que pensar, además, su manera de hablar fue mucho más suave, que las otras veces, es más en ese momento, me sonó como afeminado.
De inmediato el de la escopeta agarró una cadena, y sin dejar de apuntarme me ordenó que me la pusiera en el pie, y luego me entregó un candado para cerrarla.
La otra punta la pegó también con candado a una gruesa columna de la casa, que se encontraba al lado de un sofá.
Después de eso soltó la escopeta fuera de mi alcance, y de inmediato él y su hijo comenzaron a desnudarse.
Ya una vez que estuvieron ambos completamente desnudos, me di cuenta de que ambos tenían una verga mucho más grande, y gruesa que la mía.
Los dos se me acercaron, el más viejo de ellos me tomó entre sus brazos, y de golpe me plantó tremendo beso en la boca.
Yo traté de zafarme, y fue cuando por parte del otro recibí un duro golpe en la boca del estómago, sacándome todo el aire, y dejándome sin aliento.
El golpe fue tan, y tan fuerte, que de inmediato caí al suelo, sin fuerza alguna, fue cuando el primero me tomó nuevamente entre sus brazos, y sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, me colocó sobre un camastro, boca abajo.
Sin dejar de acariciar mis nalgas, me dijo. “A mí me gusta comerle el culito, a los hombrecitos como tú.”
Al tiempo que sin que yo pudiera ofrecerle ninguna resistencia, mientras recuperaba el aire, hizo que separase las piernas, y levantase las nalgas.
Mientras que mi pecho permanecía pegado a su cama, yo comencé a llorar, diciéndole que yo no era maricón, que no me hiciera daño.
A lo su hijo riéndose respondió. “Si es verdad, bien los has dicho, tú no eras maricón, pero cuando salgas de casa, ya lo serás.”
De golpe comencé a sentir como los dedos del viejo me los enterraba dentro de mi culo, creo que llenos de vaselina, y aunque yo continuaba llorando, y pidiéndole que no me hiciera eso, él ni se inmutó.
Continuó por un buen rato enterrándome prácticamente toda su mano dentro de mi culo, de momento sentí que extrajo sus dedos de entre mis nalgas, y fue cuando nuevamente comencé a sentir que algo duro, grueso y muy caliente me entraba por el culo.
Yo lloré, grité, pataleé, pero nada de eso pudo evitar que el salvaje ese continuara clavándome toda su gruesa verga dentro de mis nalgas.
Por mi rostro corrían mis lágrimas, mientras que él continuaba enterrando, y sacando prácticamente toda su verga de mi adolorido culo.
Fue cuando el hijo me tomó por el cabello y obligándome a levantar la cara, encontrándome con su verga frente a mi boca.
Solo bastó que me diera una cachetada con su verga para que yo entendiera lo que debía hacer.
Pero en medio de mi desesperación, comencé a sentir algo muy raro, ya que a medida que el viejo no dejaba de clavarme toda su verga, y de acariciar mis nalgas, y el resto de mi cuerpo, y hasta de agarrar ocasionalmente mi propia verga, que para mi sorpresa se había puesto dura.
Así que al tiempo que uno me daba salvajemente por el culo al otro le mamaba su parada verga.
No sé cómo fue que comencé a disfrutar de todo lo que mis captores me estaban haciendo, sentía su boca, y su cálida respiración sobre mi nuca, como me mordisqueaba sabrosamente el lóbulo de mis orejas.
Como alguna de sus manos me apretaba las tetillas de mi pecho, cuando no era que con la otra comenzaba a masturbarme, al tiempo que no paraba de darme deliciosamente por el culo.
Yo en esos momentos, nunca antes había llegado a tener ningún tipo de relación sexual, comencé a sentirme distinto, mis nalgas se movían de manera involuntaria, de lado a lado, hacia el frente y hacia atrás.
Al tiempo que con mi boca chupaba desesperadamente la otra gran verga que tenía dentro de mi boca.
En medio de esa loca orgía, el sentir sus velludos brazos, y pechos sujetos firmemente contra mi espalda, a pesar de todo lo que me estaban haciendo, me dio una sensación de placentera seguridad.
Yo no podía dejar de mover mis caderas, y de mentalmente pedirle que me diera más, y más duro, hasta que él me apretó con fuerza contra su cuerpo, y comenzó a moverse mucho más lento, hasta que finalmente, tras darme unos cuantos fuertes empellones con todo su cuerpo, se detuvo.
Quizás yo exageré, pero puedo jurarles que sentí como su caliente leche me llenaba por dentro, manteniendo su grueso miembro dentro de mi culo, por un buen rato.
A todas estas, yo ni cuenta me di cuando acabé, al poco rato extrajo su verga de mi apretado culo.
Luego los tres nos quedamos tendidos sobre la pequeña cama, sus brazos no dejaban de abrazarme, hasta que finalmente uno de ellos se levantó.
Yo me quedé agotado, tendido sobre la pequeña cama, con mi culo bien abierto, y muerto de vergüenza, por la forma, y manera en que durante los últimos minutos me había comportado.
Fue cuando al que le mamaba su verga, me dijo. “Por lo visto te gustó, hacía mucho tiempo que mi viejo no se comía un culito como el tuyo, es más hasta se lo restregaste con fuerza, contra su cuerpo, seguramente para sentir su verga más dentro de ti.”
La verdad es que eso era cierto, y por eso me sentía sumamente avergonzado, como era posible, que eso me hubiera no tan solo dolido tanto al principio, sino que luego yo deseaba que no se detuviera nunca.
Como me quedé en silencio, él no me dijo más nada, hasta que buscó un balde con agua y me dijo. “Lávate bien ese culo, que más tarde deseo también comértelo.”
Todo adolorido como me encontraba, me bajé de la cama, y comencé a lavar mis nalgas, hasta que me dieron unas tremendas ganas como de cagar.
Fue cuando voté todo lo que su padre me había dejado dentro, una gran cantidad de su leche, mesclada con algo de mi propia sangre.
Ya que seguramente me había roto el culo, después el hijo tomó el balde, y me preguntó si tenía hambre.
Yo me sentía indignado, abusado, ultrajado, y groseramente le dije que se metiera su comida por el culo.
Él se sonrió, sacó el balde de la casa, soltó la cadena de la columna, y toscamente me dijo. “Ahora anda a darte un buen baño, y sin malacrianzas, o te vuelvo a sacar todo el aire.”
Sumisamente por temor a volver a ser golpeado de nuevo, me di un baño con agua fría, al salir me volvió a ofrecer de comer, pero le respondí que no tenía hambre.
Nuevamente pegó la cadena a la columna, y ambos se marcharon dejándome solo dentro de la casa.
Por todos los medios posibles traté de quitarme la cadena, pero me fue imposible, pero cuando regresaron al rato, me volvieron a preguntar si tenía hambre, y malcriadamente le volví a decir que no.
De momento que me han sonado una tremenda cachetada, tirándome al piso, que me dejó casi sin sentido.
Cuando volví en mí, frente a mi cara el viejo que fue el primero que me dio por el culo mantenía su verga, y agarrándome por el pelo me dijo. “Ahora ponte a mamar.”
Mientras que su hijo sin mucho esfuerzo comenzó a penetrarme por el culo, la verdad es que no me lo tuvieron que decir dos veces, casi de inmediato abrí mi boca, y con ella comencé a chupar su tremenda verga.
Mientras que su hijo no paraba de darme por el culo salvajemente, diciéndome que me movía como toda una puta.
Así que sin poder ofrecer resistencia alguna me resigné a que me siguiera dando por el culo y me dediqué a seguir mamando aquella otra gran verga.
De momento el que me daba por el culo me obligó a cambiar de posición, pero en lugar de que me acostase boca abajo, me hizo sentar sobre la cama con mis piernas bien abiertas.
Luego como él también andaba tan desnudo como lo estaba yo, me agarró por los tobillos, y me levantó las piernas, fue cuando nuevamente, lo vi frente a mí como embadurnaba mi culo con vaselina.
A todas estas yo permanecí en completo silencio, temeroso de que si decía o hacía algo que a él no les agradase, me volvieran a soltar otro fuerte golpe.
En la posición en que me encontraba pude ver muy claramente, como su inmensa verga volvió a meterse casi por completo dentro de mi apretado culito.
Aunque el dolor siempre estuvo presente, y se me volvieron a correr una que otra lagrima, permanecí en completo silencio, hasta que con asombro vi, como mi culo se había tragado toda su gruesa verga.
Él nuevamente comenzó a meter, y sacar su verga de mi culo, mientras que absorto yo lo observaba, sus manos soltaron mis piernas, y al tiempo que continuaba enterándome sabrosamente toda su verga entre mis nalgas.
Ellos dos siguieron acariciando todo mi cuerpo, sus dedos los introducían dentro de mi boca, los que yo de manera involuntaria al principio comencé a chupárselos, al tiempo que su verga continuaba entrando y saliendo de entre mis nalgas.
Con sus manos comenzaron nuevamente a manipular mi verga, y a los pocos minutos, ya me estaba masturbando sabrosamente, al tiempo que no dejaba de jugar con sus dedos dentro de mi boca, y su verga no cesaba de entrar y salir de mi culo.
Fue en esos momentos que yo nuevamente comencé a mover mis caderas, a restregarlas con fuerza contra su cuerpo, buscando sentir más y más dentro de mí su buen pedazo de carne.
Y a medida que todo eso sucedía el más joven, comenzó a preguntarme si me estaba gustando lo que me estaba haciendo, a lo que yo aun con sus dedos dentro de mi boca le respondí que sí, y mucho.
Al escucharme a mí mismo decir eso, la vergüenza que sentía desapareció, al punto que a medida que él continuó clavándome toda su sabrosa verga yo le pedía que me diera más y más.
Yo me vine entre sus dedos con gran facilidad, mientras que él por un buen rato continuó clavándome sabrosamente, al finalizar, me sorprendió en parte que me quitasen la cadena, y uno de ellos me dijo. “Haz lo que tú quieras.”
Yo de inmediato sin tan siquiera lavarme el culo, regresé a donde yo había armado mi campamento, aproveché, y me volví a lavar el culo, pero en la poza, y recogí todas mis cosas.
La cara de sorpresa que ambos pusieron cuando me vieron llegar con mi morral, tan desnudo como él me había dejado, fue cuando les dije que, si podía pasar la noche con ellos dos, en su casa, y que al siguiente día me dejasen en la carretera.
Desde luego que esa noche, yo volví a mamar sus sabrosa vergas, hasta que los hice venirse dentro de mi boca, para luego yo tragarme toda su leche, ahora ocasionalmente cuando tengo el tiempo, llegó directamente a su casa.
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