Un amo obsesionado con el semen
Fui el esclavo de un hombre maduro al que le volvía loco que me tragara su leche y, aún más, que otros hombres eyacularan en mi interior y me dejaran caliente y lubricado..
Estuve con un amo al que le volvía loco el semen, hasta el punto de que no permitía que ni una sola gota se desperdiciara. Su norma al respecto: gota de semen que se expulse, gota de semen que debe acabar dentro de mí, de una forma u otra. Unas veces me hundía su verga en la garganta, otras me la metía por el culo hasta el fondo, pero siempre tenía cuidado de no eyacular fuera, y no toleraba que yo lo hiciera.
Por lo general, ningún amo que he tenido se ha preocupado por mi placer, ya que mi único placer es satisfacer a mi dueño, pero aun así, a veces es inevitable eyacular, y eso es algo que no siempre controlo. Recuerdo un día que me estaba penetrando con fuerza al tiempo que retorcía mis pezones y fue tal la rapidez con la que su polla se abría paso en mi culo que no pude evitar correrme, manchando la sábana. Se puso muy serio y me obligó a sorber la tela hasta tragarme todo el semen que fuera posible.
Como la mancha revelaba que parte de mi leche seguía en la sábana, me ató las muñecas a una polea y me levantó unos centímetros del suelo. Conseguía apoyarme con los dedos de los pies, pero él me azotó el abdomen, la espalda y, en última instancia, la polla, tirándome de los huevos y, por supuesto, colocándome pinzas en los pezones, para corregir mi conducta indisciplinada.
Un día trajo a otro chico a casa para que me penetrara mientras él se saciaba con mi boca. Era la primera vez que introducía a una tercera persona. Lo que pretendía era que el invitado se corriera en mi trasero para usar su semen como lubricante y follarme donde antes lo había hecho el otro. Fue increíble; les gustó tanto que repitió con dos invitados, y no quedó satisfecho. Fijaos al punto al que llegaba su afición por la leche que no veía que fueran suficientes dos raciones previas a la penetración.
Una mañana se acercó a mi cama (dormía en una cama de perro en el suelo de su cuarto), me vendó los ojos y sentí que me agarraban numerosas manos, tomándome en peso. No les costaba mucho trabajo, mido 1,69 y no debía de pesar más de 55 kg, pues siempre he sido delgado y mi amo me mantenía en un estricto régimen. Entre varios me llevaron al cuarto de torturas y juguetes de mi amo, me colocaron sobre un potro boca abajo, dejando mi culo y boca a la altura perfecta para disponer de ellos y me ataron para que no tuviera la tentación de intentar resistirme. No sabía cuántos eran; en un primer momento supuse que serían los dos maduros de la otra vez y mi amo.
Me lubricaron por ambas entradas y recibí sus miembros erectos, gimiendo por la intensidad con que golpeaba con su pubis velludo en mis glúteos y asfixiándome a causa del enorme tamaño del pene que disfrutaba de mi boca y mi garganta.
Cuando el tipo que tenía detrás descargó la semilla de su lascivia en mi interior, otro ocupó su puesto. No solo no me dio tregua ni descanso, sino que, además, el nuevo activo se había excitado tanto viendo al anterior que embistió como un animal, con una erección tal que temí el momento en que quisiera repetir la jugada en mi boca.
Fue duro y tan intenso que me alegré de que se corriera pronto; y ya esperaba la polla de mi amo cuando de pronto alguien hace esfuerzos por entrar en mí con una polla de enorme glande y delgado tronco, forma que me robó un grito enseguida ahogado por mi amo. No toleraba muestras de desaprobación en sus esclavos. Le escuché indicarle al activo que no tuviera piedad conmigo y otro hizo lo propio adentrándose hasta mi garganta y, al contrario que los anteriores, corriéndose en ella.
Fui penetrado por detrás 8 veces antes de que lo hiciera mi amo, y no sabría decir si alguno de los invitados repitió, puesto que en las 8 veces se consiguió depositar en mi interior una enorme cantidad de leche que finalmente envolvería la polla de mi amo cuando al fin, y como colofón a semejante gang bang, me embistió gimiendo como nunca antes, corriéndose enseguida a causa del morbo que le dio tal situación.
Ya sabéis que no desperdicia ni una gota de semen. De modo que, al extraer su miembro flácido de mí cubierto del material propio y ajeno, lo llevó a mi boca como otras veces había hecho y me indicó que lo limpiara, antes de desatarme. Obedecí exhausto; sin embargo, no soltó las ataduras, como tampoco me quitó la venda. Se marchó con los invitados y me dejó allí lo que me pareció una eternidad, mientras las 9 generosas dosis se deslizaban hacia mi ano lentamente, amenazando con salirse y costarme un brutal castigo.
Si os gusta, os contaré más anécdotas de mis experiencias como esclavo.
Solo somos depositarias de la semilla de nuestro amo y señor.
Servimos a este fin para proporcionar su placer extremo.
En eso llevas toda la razon