Un buen amante en la cama es inolvidable.
Un buen amante en la cama es inolvidable..
Un buen amante en la cama es inolvidable.
Cada uno cuenta sus historias conforme le conviene. Cada vez que rompía con José, él aceleraba la tragedia con sus amigos al contarles lo que había sucedido sin mostrar detalles. Yo también, lo reconozco, no paraba de llorar con mi mamá por el idiota ese con tal de no verme mal y que no me negara salidas como era la costumbre. En esos momentos aún más ocupaba un desenlace alegre, olvidarme con otros.
José no tenía pena en tomar y visitar a sus amigos por cualquier motivo. Si no se celebraba algo pasábamos el rato en su casa con películas y era de lo más fastidioso, pues su síndrome de abstinencia de alcohol provocaba que evitara llevarse bien conmigo ese rato.
Sea como fuera, no puedo negar que en ocasiones eso era el problema menor, pues me hacía sentir satisfecha cuando dejábamos correr la película y lo hacíamos como si fuera la primera vez.
Una de las noches que estuvimos en su casa, sábado de box, la reunión se prolongó hasta tarde, eran quizá las 3 o 4 de la mañana y yo, cansada por la carga de trabajo, no podía más, el alcohol no combinó bien y me sentía rendida. Sin pena le dije a José que me iba a recostar y él, con tal de seguir en el asunto, no me embroncó como lo hizo otras veces. Me fui pues al segundo piso, abrí la puerta y al instante en que caí en la cama dejé de pensar.
Supe que no pasó mucho tiempo porque de pronto desperté y vi en mi celular que eran poco más de las 5 de la mañana, el sol aún no salía y José no había llegado. Sofocada en el fastidio de la noche no quise bajar y, con un poco de enojo con aquel por haberme dejado en ese rato sola, abrí mi WhatsApp, alguien estaría conectado y nunca está de más tener un buen colchón por si se cae una relación.
En fin, sucedió que al buscar con quien hablar entró por la puerta, con los ojos apenas abiertos y, sin recordar que me hallaba en la cama, se tumbó sobre ella.
Como siempre, no puedo negar que estar al lado de un hombre encerrados en un cuarto me aviva mi instinto sexual. Le hablé despacio mientras acariciaba su espalda, ayudé a quitarse la camisa, los tenis, el pantalón; lo volteé besándolo lento del cuello, el pecho y su estómago, mientras lento decía algo que no entendía, hasta llegar a la altura de su miembro que borracho y todo se extendía por debajo de su ropa interior. No era muy grande pero sí lo que había en ese entonces.
Comencé a jugar con él, mi mano cubría todo, jalaba hacia abajo, arriba, abajo, arriba y sin pensarlo lo metí a mi boca para chupárselo como si no hubiera mañana. Mi lengua, ya invadida de una fuerza incontenible, hacía gloria a la siesta que tuve y me levantó el ánimo. Paseaba su miembro por mi boca, saboreando cada parte y su olor particular luchaba siempre por sorprenderme. Al transcurso de mis años había tomado algunas experiencias y era muy buena en eso, aún y cuando no fuera algo que disfruté por completo siempre.
En algún movimiento medio despertó y lo primero que salió de su boca fue “Evelyn”. Grandísimo imbécil, le mordí la verga no muy fuerte con la intención de lastimarlo pero no hice otra cosa que excitarlo más. El nombre de su ex me retumbaba en los oídos y los celos que sentía me dieron algo de placer. Seguí lo más rápido que pude e hice que se viniera. Mi boca se llenó de semen y me paré al baño escupir.
La casa en donde vivía José era comunal. Había 5 hombres ahí, todos cargados de rabia y salvajes en sus formas. Resultaba divertido, no lo niego, estar con ellos porque era una locura. Dada la confianza que sentíamos sus historias fluían sin tapujos y a veces me excitaban. Yo tenía quien me quitara las ganas que siempre me regalaba el momento, por lo que en ocasiones provocaba charlas cachondas.
Cuando salí al baño común iba de prisa por querer escupir, pasé el pasillo que tenía dos cuartos más a los lados y al llegar al lavabo escupí todo. Levanté la cabeza, vi el espejo y no pude evitar, porque es algo que disfruto mucho, verme completa. Vestida sólo en ropa interior, con un conjunto que había comprado la semana anterior color aqua y de encaje, transparente para que pudiera verse mi parte recién depilada y mis tetas levantadas, paseé mi mirada por el espejo.
Ese color me gustaba en particular porque hacia juego con mi piel clara y mis delgadas y largas piernas.
Verme ahí me emocionó.
Salí del baño y de reojo vi que Roco, era su apodo, iba camino a la cocina y recordé lo que había pasado en el cuarto. Me hirvió la sangre y como si no me diera cuenta fui tras él.
Con la vista hacia el suelo llegué a la cocina por agua y en un gesto de sorpresa, jugando a sentir pena, la levanté para ver como Roco perdía su mirada desde el otro lado de la cocina con la boca abierta y sin duda, su verga sofocándose dentro de su bóxer.
En un movimiento coqueto me acerqué por un vaso, moneando las nalgas al caminar, como invitándolo a verlas y sentirlas y le dije que sentía pena pero que no pasaba nada. Me respondió de inmediato que para él no era un problema, podría estar un buen rato viéndome, mientras José no se diera cuenta, claro está.
Lo miré y dejé salir una sonrisa cómplice.
Roco era compañero de equipo de baseball de José. Era alto, cuerpo atlético, tez blanca, con una mandíbula fuerte y amplia, cabello oscuro y manos grandes. Yo le daba apenas al pecho, también delgada y con formas que no a pocos hacía sentir deseos por follarme.
Le dije que me iba a dormir para dejarlo, en la creencia de que sería un buen gancho y así fue, me dijo que no tenía sueño, que hacía varios días que no podía dormir y que prefería quedarse, me invitó si no me sentía incómoda.
Después de decirle que sí nos acercamos a los sillones donde todos habían estado una hora antes, rodeados todas las botellas que dejaron regadas y comenzamos la plática.
Para ese momento yo ya sentía en mi vagina escapar los líquidos de la excitación y con la piel enchinada del deseo, al verlo sin playera, su sonrisa natural y despreocupada, comencé a contarle, bien o mal, los problemas que tenía con José. Conté que yo me encontraba en la necesidad a veces de un abrazo, algo de cariño, una palabra de aliento y que no lo había en él, que precisamente en ese momento rondaba afligida y que mi pareja no era capaz de entenderlo y actuar para darme algo de valor.
En forma instantánea se acercó a mi parte del sillón y me tomó las manos. Viéndome a los ojos para seguir el juego, me dijo que no me preocupara y que confiara, que si deseaba platicar él no podía estar menos que dispuesto a ayudar. Le respondí que a veces era algo más que palabras. Él lo entendió y dijo que para eso también podía actuar mientras sujetó la parte trasera de la cabeza acercándome hasta su boca.
No sé qué paso, en verdad lo digo, pero me lancé como si ya lo estuviera esperando de hacía mucho tiempo. Abrí mis piernas y me senté encima de sus rodillas mientras con un sentido desenfrenado tomó mis nalgas con sus manos. Cada beso era la gloria, sentía como su lengua se paseaba por mi boca, encima de la mía, con un aliento que me invitaba a más, hice hacia atrás mi cabeza y comenzó a besarme el cuello de un lado a otro, tomé su cabeza y la bajé hasta mis pechos, que es mi zona de mayor placer. Me desabrochó el brassier y como si fuera un niño se colgó de mi pezón derecho, saboreándolo como un dulce, con una atención y gusto incomparable. Recorría de uno a otro y regresaba a mi boca, que ya lanzaba gemidos lentos y bajos.
No podía pensar en más pero tampoco dejar de lado que estábamos en un espacio en que cualquiera pudiera vernos, eso me excitaba. Me dijo al oído que fuéramos a su habitación y le respondí que no, que esa noche lo haríamos ahí, en donde pudieran observarnos y que sintiéramos la presión de ser descubiertos. Se levantó cargándome con sus manos debajo de mis muslos y me dejó caer al sillón, quitándome al mismo tiempo mis bragas, en un movimiento que sólo he visto en él, experimentado en estas cosas, y desesperada para no quedarme atrás le bajé su bóxer. Saltó de pronto su gran verga sorprendiéndome por el tamaño y grosor, la quiero dentro de mí pensé de inmediato y, como si pudiera leer mi mente, levantó mis piernas hasta sus hombros mientras se arrodillaba en el piso y me penetró despacio, como para hacerme sentir cada centímetro que la componía, haciéndome arquear la columna del placer y al llegar al fondo sentí que se me escapaba el alma.
Los movimientos que hacia eran cuidadosos, en el intento de no hacer mucho ruido pero sin desatender mi necesidad de placer, dentro y fuera, entraba y salía y yo le pedía más y más mientras lo abrazaba por encima de sus hombros con mis manos clavándole varias uñas sin darme cuenta.
No sé cuánto tiempo estuvo así pero lo que habrá sido fue el suficiente para hacerme llegar al orgasmo. Sentí como desde mi fondo corría el líquido de la llegada, le cubrí su miembro con mis fluidos y antes de que terminara mi etapa él se vino. Los dos soltamos un quejido al mismo tiempo y nuestras bocas se buscaron para darse un último beso al tiempo que desde mi vagina escurría, con su verga aun adentro, todo el semen que tenía reservado para mí desde no sé hace cuánto tiempo. Que gusto el que sentimos. Nos levantamos, me puse mi ropa interior sin decir nada, sólo dando por hecho que lo volveríamos a hacer, le lancé un beso con mi mano mientras me acercaba coqueta hacia las escaleras para ir al cuarto de mi novio.
Desde esa noche nos hemos visto en cuatro ocasiones más, no serán las últimas, eso me queda claro.
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