Un chico con curiosidad II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En relación con el relato anterior, tengo que decir que aquella fue una experiencia que me dejó marcado, y tras la cual estuve hecho un lío. Los primeros días después de lo que pasó me sentí muy mal. No voy a negarlo, lloré como una nenaza en varias ocasiones, al no poder soportar aquella imagen de mi. Pensaba que había hecho una cosa horrible, que nunca jamás se me ocurriría volver a intentarlo. Me sentí sucio y lo peor fue un sentimiento de que jamás volvería a ser el de antes. Efectivamente, nunca he vuelto a ser el mismo, pero ahora me lo tomo de una manera mucho más optimista.
Después de aquel día intenté borrar de mi mente aquello que había ocurrido, y para ello me centré con energía en la búsqueda de sexo con chicas. Aunque no soy un chico feo, el sexo con las chicas se limitaba al fin de semana, cuando tenía suerte.
De esta manera pasé unos 6 meses, hasta que un día, aburrido y harto de nuevo de la monotonía que ofrece el sexo inimaginativo con una chica, y cansado de las múltiples limitaciones que le suelen poner, volví a recordar con un punto de excitación aquello que había ocurrido en la casa de aquel señor.
Desde aquel día no había dejado de depilarme el cuerpo entero, y por las noches a veces me metía desnudo en la cama y me excitaba con el roce de las sábanas.
Un día decidí contestar a un email de aquel señor, que había dejado de escribirme ya hace unos meses. Decidí que aunque estuviera horrorizado por lo que pasó, eso no quitaba para que fuera respetuoso con la gente. Le escribí entonces, y él me contestó bastante molesto. Quedamos a una hora en el chat, de manera que pudiera explicarle lo que me había ocurrido, y el mero hecho de sentirme de nuevo en la obligación de responderle hizo que me sintiera descubierto ante él, un poco excitado.
Durante el chat estuvo muy amable y me invitó a visitarlo el sábado por la noche. No me impuso ninguna obligación, así que yo me sentí muy libre de no ir, cosa que me relajó bastante.
Como podéis imaginaros, el sábado llamé a su puerta. De nuevo estaba muy nervioso y, no sé cómo decirlo, un poco decepcionado conmigo. Se abrió la puerta y ya no pude escaparme. Entré en el salón y reconocí aquel sillón, la alfombra, la lámpara…"de nuevo aquí" pensé.
Lo que más me sorprendió es que no estábamos solos. En el sofá junto al sillón estaba sentado otro señor de unos 50 años aproximadamente. La diferencia es que este señor estaba gordo, calvo y no me parecía lo más mínimo atractivo. Me lo presentó y me preguntó si quería tomar algo. Yo dije que "no, gracias". El otro señor me miró y me dijo "es verdad que estás muy bien", y se sonrió mirando a su amigo, que fue a la cocina y vino con dos cervezas. Una se la dio al gordo y otra se la quedó para él. Luego se sentó en el sillón y puso la tele, mientras comentaba algo con el gordo. Yo me senté entonces en una silla de madera que había cerca y miré la tele también. Pensé que quizá estábamos esperando a alguien más.
En ese momento, el señor que conocía me dijo que me levantara y que fuera a su cuarto a cambiarme para estar más cómodo. Mientras iba por el pasillo oía como comentaban cosas que no tenían que ver conmigo y se reían. No entendía muy bien lo que estaba pasando.
Entré en su cuarto y ví sobre su cama unas medias con encaje de color negro y un albornoz gris. En el suelo había unas zapatillas nuevas color gris también. Me desnudé y me vestí con aquello.
Cuando entré en el salón me miraron los dos. El gordo se levantó y encendió la luz de una lámpara pequeña. El otro señor me dijo que ya me podía sentar. Me senté de nuevo en la silla de madera y ellos seguían mirando la tele. Era una especie de juego que yo no entendía. El gordo me dijo que fuera a la cocina y trajera una bandeja con algo de picar que había encima de la mesa. Me levanté y fui a la cocina, cogí la bandeja y la llevé al salón. El que ya conocía me ordenó que hiciera flexiones en el suelo mientras ellos terminaban de comer. Me ordenó que las contara. Nunca he sido muy fuerte, así que hice unas 10 flexiones y me detuve.
"Quítate el albornoz" oí. Me levanté, me lo quité y lo dejé sobre la silla de madera. Allí estaba de nuevo, esta vez con unas medias negras de encaje como única prenda que me cubría. El señor que ya conocía me dijo que cogiera el bote y el trapo que había en la bañera del baño, y que fuera pasando por el suelo de la sala. Era bastante humillante hacer esto mientras ellos bebían cerveza y veían la tele. Me di cuenta de que estaban viendo un partido de fútbol, ya que acababa de empezar la segunda parte y ya no me hicieron caso.
Empecé a pasar el trapo por el suelo de la sala, arrodillado y en medias. Hacía calor y empecé a sudar por el ejercicio. Notaba las gotas de sudor en mi frente, y algunas cayeron sobre el suelo. Estaba tan concentrado, que no me di cuenta de que ellos se habían empezado a quitar la ropa. Me puse muy nervioso ¿qué pasaría a continuación? ¿Estaría preparado?
El primero que se acercó a mi fue el señor que ya conocía. Estaba fibroso y tenía un pene empalmado enorme. Me dijo que siguiera frotando, y se colocó detrás de mi. Me agarró el flequillo con firmeza y noté un dedo suyo en mi ano, muy resbaladizo. Luego sentí su capullo caliente y cómo se iba introduciendo por primera vez en mi ano. No me dolió en absoluto. Entró muy despacio y muy suave. En ese momento, mi amo me recordó que siguiera frotando el suelo, ya que había dejado de hacerlo por la tensión de aquel instante. Sentí todo su pene dentro de mi y él me ayudó a empalmarme masturbándome suavemente. Se movía cada vez con más fuerza y ritmo. Sentí sus huevos tocando con los míos. Clavé mis dedos en el trapo y empecé a gemir. Él solo respiraba fuerte y me hacía bailar a su ritmo.
Entonces el gordo se puso delante de mi, desnudo. Era peludo y la tenía pequeña, aunque estaba empalmado. Me dijo que se la chupara, y yo dije que no, que me daba asco. Entonces se tumbó delante de mi y me ordenó que le masturbara con la mano. Eso sí lo hice. Deseaba que se corriera y nos dejara en paz.
El primero en correrse fue el que tenía detrás. Éste me cogió entonces las manos y me las sujetó a la espalda, con lo que caí sobre la barriga del gordo. El gordo aprovechó esa situación para moverse de tal forma que su pene se acercara a mi boca. Yo no quería chupársela al gordo, olía mal y no me excitaba. Se lo dije a ellos en ese momento, pero parece que no me escucharon. Sentí su pene en mi papo y cerré fuerte la boca para que no me obligara a chuparsela. De pronto el gordo se corrió y tiró su leche por mi mejilla, antes de que pudiera metérmela en la boca.
Solo faltaba yo, pero ellos no estaban por la labor de ayudarme. Ya habían acabado. Así que el señor fibroso me dijo que quería grabarme en vídeo mientras me corría. Yo le dije que no me importaba. Estaba bastante cachondo y poco me importaba ya nada. Creo que él lo percibió, porque me puso otra condición. Me dijo que abriría la ventana y encendería la luz, y que yo debía subirme a la silla de madera de pie y masturbarme mirando a la ventana y a la cámara. Así lo hicimos. No sé si me vería alguien, pero si lo hizo espero que disfrutara conmigo. ¡Qué puedo decir! Me corrí y el gordo puso su mano para recoger el semen. Luego me lo extendió por la cara, mezclándolo con el suyo, y me dio unos azotes en el culo para limpiarse.
Mi amo me dijo que podía irme ya, y que no me quitara las medias, que eran mías. Yo tenía ganas de ducharme y limpiarme, pero tenía aún más ganas de marcharme, así que me puse mi ropa y me limpié la cara con clínex. Cuando me despedí el gordo estaba duchándose, así que no me vio salir. Pensé que había sido un capullo asqueroso, un salido sin posibilidad alguna por sí solo. Mi amo me miró desde el sillón, desnudo todavía, y me dijo que había estado bien. Yo dije "bueno…adiós", y me fui.
Después de esta vez, lo del sexo con tíos mayores que yo se fue convirtiendo en algo más habitual, aunque todavía lo guardo en secreto entre mi amo, sus caprichos y yo.
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