Un depravado albañil viola sin piedad a un niño de 8 años (parte 7)
Un Luisito, sin saberlo, estaba por vivir nuevas experiencias que volverían a cambiar su vida y Pedro ignora que los privilegios obtenidos con la violación corren serio peligro, al ya no ser suficiente su plan de controlar la situación dejando que su semen y el de Ricardo fueran al mismo culito.
El no lo desvirginó, no lo violó ni planeó cogerlo, pero el destino quiso que Ricardo volviese a sentirse hombre y de la forma menos pensada, con su dotada poronga bien adentro de un Luisito que ya llevaba ya más de un mes desde la primera vez que recibió la pija del segundo albañil de su vida, propiedad de un flaco vergón de 22 años, sin lograr aún disfrutar ni aguantar su cogida; todas las veces aquella pija lo hacía llorar y gritar intensamente, incluso en ocasiones con cierto sangrado anal. Ricardo era un muchacho acostumbrado a la paja y al sexo con putas, una combinación de brutalidad y egoísmo y, al no tener quien lo eduque en el sexo, no le daba importancia a los lamentos del peque, pensando que esas quejan eran propios de un nene que entregando el culo iba haciendo su camino de putita a su corta edad; de esa manera su enorme miembro entraba y salía de su culo, sin remordimientos, con su característica brutalidad en posiciones diseñadas para experimentadas prostitutas, todo esto sumando la cultura machista, que felicita a las pijas que rompen culos y lecheran a putitas como Luisito, de la cual «manguera» (apodo puesto por los muchachos, más que justificado) se sentía orgulloso: veía a Luis como una pequeña putita en formación, ignorando su sexo biológico para así empotrarle su metralla entera en el culo. Y así el nene, cada vez que Ricardo se acercaba a el y desprendía su pantalón, sabiendo lo que se venía, empezaba primeramente a llorar y a gritar cuando lo empotraba, deseando solamente el momento en el que los intensos jadeos indiquen la inminente corrida; donde sea que le largara lo recibía sin protestar, excepto cuando se venía dentro de el boca abajo ya que el flaco a propósito dejaba su poronga un par de minutos después de vaciar sus huevos, causando un insoportable y traumatizante dolor en ese estrecho culito. El garche terminaba con la repetida imagen de un Ricardo y su sonrisa de orgulloso varón, validando así su hombría al ver nene acurrucarse de dolor, frotándose la cola y dejando expuesto restos de semen con sangre, sabiendo que era un placer temporal hasta que su culo se adapte a sus descomunales dimensiones. Por de pronto, disfrutaba de tener a alguien que recibía su hombría, sin otro pago que mucha leche bien puesta en su infantil culito, todita a pelo sin miedo a cualquier tipo de enfermedad ni embarazos.
A diferencia del culo adolorido y un poco roto a causa del bruto Ricardo, el sexo con Pedro ya no lo incomodaba, excepto la molestia que sentía cuando su pija se hinchaba momentos antes de eyacular. Con una mezcla de potencia, experiencia y cuidado, Pedro seguía metiendo su pitote en ese delicioso culito, el mismo que inauguró, agrandó, entrenó y con su sello marcó decenas de veces, recto que hoy por hoy ya generaba hasta momentos de placer en aquella criatura que respondía con sonoros y estimulantes gemidos que garantizaban una abundante producción lechera, leche que descubrió que le gustaba mientras Pedro lo violaba, aunque ahora solo se deslechaba en su cavidad anal, dejando atrás esa morbosa práctica de sellar los párpados y el resto de la cara con incontables descargas de esperma; si bien Luis extrañaba tomar el néctar de su hombre, agradecía que coger ya no termine con su cara pegajosa y olorosa. Para Pedro, Luisito pasó de ser una putita barata a la que con su pija le jugaba y humillaba, a ser la única persona con la que tenía relaciones sexuales; ninguna concha ni culo, solo penetraba de una a tres veces al día en el culito de su dulce nenita. En definitiva, una nueva era: los pijazos en la cara fueron reemplazos por besitos, los duros embates por bombeos para estimular su incipiente punto G, las durísimas cogidas por la garganta, antes guiadas con sus manos que ahora ya no intervención en la chupada que entera quedaba a cargo de Luisito, las riquísimas pero dolorosas montadas de cuatro se transformaron en abrazos y caricias que servían de apoyo para las penetraciones de cucharita que eran muy útiles para el nene de 8 años: la manera de coger puede cambiar, pero no las dimensiones de ejemplares pijones como el de Pedro bombeando en su ya veterano culito.
Y lamentablemente, lo que no cambió en todo este tiempo es el inexplicable desinterés de los padres en Luisito: irracionalmente obsesionados en sus progresos personales, casi no dedicaban tiempo a su único vástago, al punto de no tener la más mínima idea de todo lo que sufría su culito; em especial la descuidada madre que ignoraba que compartía con su hijo la práctica de recibir pija, aunque claro está que a ella no la violaban unos brutos e insaciables albañiles como Pedro y Ricardo, que a diario y gozando con el dolor del pequeño, inundaban los intestinos de su hijo con tanta leche, que incluso llegaba a correr por las piernas del involuntario pasivo, que en vez de estar lleno de cariño de papá y mamá, estaba lleno pero de semen en su interior, una pesadilla para el y un sueño para esas pijas. El papá, tan boludo que estúpidamente creía que los albañiles iban a corregir sus rasgos amanerados y hacerlo hombre, cuando en realidad la única hombría que aprendía era la que le metían hasta el último rincón de su culo, dibujando una tremenda y placentera sonrisa en los arrieros que descargaban en un culito que apretaba como ninguno. Un dato que ejemplifica este imperdonable abandono es que la mamá de Luis, a sus 35 años nunca la cogieron por el culo, mientras que a su hijo, con apenas 8 años y a causa de una desgarradora violación, llevaba semanas aprendiendo a vivir con tremendas pijas dentro su culo, soportando el morboso fetiche de caminar con el culo lleno de leche producidas por venosas mandiocas que lo hicieron y hacen padecer desde los más desgarradores dolores, insoportables sacudidas, hasta reiterados sangrados anales. Luis gritaba mucho, pero no por jugar en el patio de su casa, sino por el tremendo dolor de porongas triturando su inocencia y su culo con cada potente clavada de machos que llevan una vida perfeccionando el arte del sexo como medio para abrir y reventar agujeros: si la mujer no sale rengueando / sangrando / cojeando o por lo menos con intensas quejas de dolor luego de recibir pija, es considerado por ellos un rotundo fracaso, una cogida indigna de un regio varón albañil y justamente esa regla aplicaban al culo de un infante de tan solo 8 años; cuando de coger se trata, no hay privilegios ni tratos especiales. Aunque en Luisito se aplica bien el dicho: lo que no mata, fortalece….y vaya fortaleza la que estaba por necesitar nuestro pequeño y precozmente experto chupapijas y vaya que lo era, ya que cada tanto con su garganta, lengua, labios y boquita estimulaba la lechita hasta consumirlo todo, dejando reluciente los dos glandes que se hacían paso en su garganta, mediante casi siempre violentos movimientos que parecen capaces de desnucar a la criatura mientras guiado con las manos del invasor va tragando esos superpanchos, esos que no se consiguen en el supermercado. Como ya dijimos, el pequeño Luis resultó ser todo un tragaleche: así como odia cuando le cogen con violencia, disfruta intensamente del sabor de la lechita calentita que salen de los hombres como Pedro y manguera; sabe que la calidad de pete influye en la cantidad de semen y, con su infalibre arma consistente en su fijo e inocente contacto visual con el dueño de la pija que llena su boquita e infla sus cachetes, se asegura raciones extra de espermatozoides en su estómago; aprendizaje bien comprobado con sus primeros dos proveedores de la leche que solo hombres pueden darle de tomar.
Pero todo estaba por cambiar. De forma inesperada, un jueves común y corriente de laburo, en el que estaba previsto la parte de encofrado, terminó en una sorpresiva reunión: ante una nueva ausencia del arquitecto Francisco, el maduro maestro mayor de obras, llamó a una ronda aparentemente normal, en donde los hombres socializan sus proezas sexuales, aunque ahora con el objetivo de dar a conocer la tremenda bomba que Richard y Roberto le dieron dos días atrás (obviamente sin mencionar la parte en el que excitados expulsaron leche) y, con una extraña seriedad, comentó ante los albañiles, hombres todos hechos a base de cemento, golpes y conchitas reventadas, uno de los más inesperados y degenerados sucesos jamás narrados entre aquellos libidinosos y sacrificados trabajadores. Durante los siguientes 15 minutos, y con sin guardarse un solo detalle, 32 huevos de unos 16 morbosos varones escucharon atentos los depravados actos de Pedro y Ricardo hacia el mismísimo hijo del dueño de la casa que levantaban. Fue así como supieron que ese niño, de cara angelical y pronunciadas nalguitas, lo hicieron todo un putito, a causa de dos compañeros como Pedro y Ricardo que pasaron de marcar tetas con su leche, a arrodillar a aquel varoncito para alimentarles con la sustancia que salía de sus pijas peteadas, práctica que combinaban con el relleno de leche, que boca abajo le hizo Pedro o la nula compasión de Ricardo, descubierto ignorando por más de media hora la totalidad de los llantos y gritos del niño pidiendo con desalmados gritos que saque de su culito esa escopeta de 23 centímetros que lo reventaba sin parar; pero con una magistral clase de bombeo duro y parejo, montado encima suyo de cuatro y sin parar hasta que depositó toda su blanquecina producción en lo más profundo de su interior y, no contento con ello, metió dos dedos hasta sacar del profanado culito varias raciones de la leche que acababa de expulsar y obligarle a tragar «para que no te olvides del sabor de la culeada que te acabo de dar… tu culito podrá ser de Pedro, pero las mejores cogidas de macho salen de esta pija» siendo acompañado a lo lejos con intensas descargas de los privilegiados testigos, entre otras tremendas revelaciones.
Luego de su exposición, Francisco se llevó una inesperada sorpresa: sin excepción alguna, observó sorprendido las poderosas carpas que se armaban en los pantalones de los participantes. 16 pijas, sin excepción estaban bien paradas, incluidas las de Ricardo, que resolvió con una intensa paja a pesar de la mirada celosa de un también excitado Pedro; generando preocupación en un Francisco que lejos del repudio que me esperada de la muchachada, miró incrédulo las duras pijas del rollete, que así descubrían que en el mismo laburo donde el sol, los piropos a las conchitas, las bromas subidas de tono y las más ardientes anécdotas alimentaban un ambiente tan caliente, con tantos huevos llenos necesitados de descargar y sin importar la procedencia del agujero; el segundo al mando de esa construcción acababa de crear una funesta idea, que amenazaba con no parar hasta que todo ese semen, de 16 terroríficos varones, terminen colocados en aquel culito de ensueño de 8 añitos. Pedro, consiente de lo que tremenda cagada que acababa de mandarse el maestro de obras, tragó saliva al imaginar a ese niño; que si bien debutó siendo violado por una pija, por su pija, y que a duras penas aguantó, siendo sometido por 16 de esas porongas gozando con sus gritos y gestos de dolor; la sola idea de ser cogido por alguno de sus compañeros, inmensamente viriles e insaciables que sin dudas competirían entre ellos para ver quién se quedaba con el inigualable honor de romperle hasta mandarlo al hospital, hizo que se quedara inmóvil por el dolor, al ver como su plan es ser su único y secreto proveedor de pija se desmoronaba y sin poder impedirlo ya que si hacía algo para proteger ese culito de esas sedientas pintas, los muchachos de una lo iba a entregar a las autoridades y terminar sus días empalado en una cárcel.
Por su parte Luisito disfrutaba por primera vez de tres días sin tener una pija dura bien adentro, sin imaginar la tremenda amenaza que yacía sobre su cabeza… ignorando por completo que 16 vergotas querían acceso completo y sin límites a esa cavidad que demostró aguantar todo tipo de bombeo…algunas ya siendo afiladas con pajas de expectativas, con la meta bien fija en destruir su ano con sus penes como único armamento… ¿Que pasará?
Que buen relato!! Me gusta como escribes y detallas a los hombres me encantaría ver una lluvia dorada de los 16 albañiles para el nene ojalá se pueda agregar y también un buen baño de semen… Me acabo de masturbar delicioso leyendo tu relato e imaginando a ese pequeño chupando mi vergota dura y peluda.
Hola Peludo, mil gracias por tu comentario, me encantó leerlo. Sí, capaz siga con la historia, mientras escribo otras y te la chupo de paso si querés, jejeje. Saludos!