UN MENSAJE, por ErótikaLectura
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ErotikaLectura.
En uno de los mensajes que recibí ayer un desconocido me pedía que le mease en la boca. Ni es la primera petición de este tipo que recibo, ni a estas alturas de navegar por la red me sorprenden este tipo de correos; pero ayer, ayer me dio por pensar en qué ocurriría si le contestase que sí, que vale, que acepto.
No sé qué mosca me picó, porque la verdad es que nunca he pensado que pudiese excitarme el mearle a alguien encima, y menos aún sin ninguna de las connotaciones que puede ofrecer conocer a la persona antes. La cuestión es que le contesté citándole al día siguiente en los servicios de mujeres de un centro comercial al que tenía pensado ir de compras y pidiéndole que confirmase su asistencia. Así mismo se lo puse, como si fuese una invitación de boda, “confirma tu asistencia” le escribí. Contestó enseguida diciendo que sí que iría y contándome su vida en un mensaje larguísimo que interpreté como un ataque de nervios.
Al día siguiente yo seguía con la misma idea en la cabeza. Ni estaba nerviosa ni le daba muchas vueltas a lo que iba a hacer; algo sorprendente teniendo en cuenta que nunca había quedado antes con ningún contacto de internet.
Llegué al centro comercial temprano, hice la compra y la llevé al coche. Entré en una tienda a mirar ropa para hacer tiempo y dos minutos más tarde de lo que había quedado con él me dirigí al servicio. Le había indicado que me esperase en el cubículo izquierdo más alejado de la puerta y que abriese cuando yo llamase y dijese: “he recibido un mensaje”.
Había más gente en el baño. Esperaba que hubiese sido previsor y hubiese ido con tiempo para encontrar el momento de meterse en el baño de mujeres sin que nadie le viese. En cualquier caso, si no estaba allí cuando yo llegase no iba a esperarle, mearía y me iría sin tomar la molestia de mirar a los lados.
Según me acercaba vi que la cabina a la que me dirigía estaba ocupada, era buena señal. Respiré hondo antes de llamar. En cuanto dije la contraseña el cerrojo se abrió y la puerta quedó entornada. Me aseguré de que no había nadie en el pasillo y empuje un poco la puerta. Él estaba allí mirándome como si yo fuese una aparición. Mi instinto no desató las alarmas; era, a simple vista, un tipo normal y corriente; no parecía un loco peligroso. Eso y saberme en un lugar público me bastó para decidirme a meterme con él en aquel espacio estrecho y cerrar la puerta. Hizo ademán de presentarse y saludarme pero le corté en seco.
– Ponte de rodillas ahí delante y echa la cabeza atrás- le dije con un tono firme mientras metía las manos bajo el vestido y me quitaba las bragas.
Se quedó un instante parado, sin reaccionar, como procesando mis palabras.
– Pero me quito la ropa antes ¿no? – me encantó notar su desconcierto.
– No, sólo sácate la polla. Quiero ver si te excitas con esto. – se me acababa de ocurrir la idea sobre la marcha.
La situación en sí ya debía excitarle bastante porque su sexo estaba completamente tieso y empalmado cuando asomó por su bragueta. Yo ni pestañeé, como si aquello no fuese conmigo.
– Venga – le apremié haciendo un gesto con la cabeza e indicándole el suelo.
Se acomodó según le indiqué, arrodillado con el culo contra los talones y la cabeza hacia atrás. No parecía una postura muy cómoda, pero él no protestó. Colocarme sobre él, con un pie sobre la tapa del water y el otro sobre el cubo de las compresas, mientras me sujetaba a la pared, me costó más de lo que pensaba. Cuando estuve preparada me levanté el vestido para no mojarlo y al mirar hacia abajo vi que su erección había cedido un poco. Eso me dio rabia.
– Abre bien la boca y traga, cerdo – dije con el propósito de humillarle más aún.
Él obedeció en lo de abrir la boca, pero tragar sólo podía tragar saliva. Mi vejiga se negaba a obedecerme. Y no era por falta de ganas de mear, que llevaba toda la mañana bebiendo agua sin parar y aguantándome las ganas para ese momento; pero la extraña situación parecía bloquear mis músculos.
Por fin sentí cómo se relajaba mi uretra y noté cómo empezaba a salir la orina. Miré hacia abajo y le vi cerrar los ojos y forzar la postura para recibir el líquido en su boca mientras llevaba una mano a su pene.
– Ni se te ocurra tocarte delante de mí – le dije. Y retiró la mano.
Hice que el chorro saliese con presión y vi cómo rompía contra su cara y chorreaba por su cuello mojando su ropa. Él boqueaba.
Duró un rato mi meada y cuando terminó me di cuenta de que me sentía pletórica y aún me sentó mejor ver su verga hinchada como si fuese a reventar y toda mojada por mi orina.
– Besa mi coño ahora. Un solo beso y ni se te ocurra tocarme para nada más. – le avisé.
Levantando el culo de sus piernas se incorporó lo suficiente como para posar sus labios en mi sexo y darme un beso.
– Gracias – musitó.
Cogí un trozo de papel y me limpié; luego lo tiré al suelo, sobre el charco que se había formado bajo él. Me bajé con cuidado de no pisar el pis del suelo ni rozarme con aquel hombre.
– Ahora cuando me vaya puedes masturbarte. – le dije mientras me ponía las bragas – Y no se te olvide coger papel y limpiar esto antes de irte.
Abrí la puerta y salí. Fui a lavarme las manos y oí cómo cerraba de nuevo el pestillo. Sonreí al imaginarle meneándosela allí metido; mojado y caliente aún, con el perfume de mis meados impregnando su piel y su ropa.
Después de seis meses sigo recibiendo mensajes suyos. A pesar de no contestarle ni uno, él sigue escribiendo. Lo último que ha enviado ha sido un relato en el que describe aquel momento. Me ha resultado tan empalagoso, tan adornado, tan lleno de sentimentalismo, con unas descripciones tan exageradamente halagadoras hacia mi persona, que no me ha quedado otra que contraatacar con mi versión de los hechos.
Yo llegué, le meé y me fui. Nada más, sólo eso. Así de sencillo, crudo y morboso. Sólo uno más de mis curiosos juegos.
Un relato de Erótika Lectura.
erotikalectura@hotmail.com
Autor: ErotikaLectura
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