Un regalo no pedido 2
Llegó el día en que Mirian y yo nos fundieramos en uno..
Después del fin de semana anterior, cuando Juan y yo nos encontramos sexualmente, aun tenía presente mis roces con Mirian, aquel día llegué temprano a casa de mis amigos, Juan estaba con sus hermanas y sus padres estaban de mercado como cada fin de semana, ya sabíamos que llegarían al medio día.
Nos pusimos a jugar cartas, jugamos metras y por su puesto jugamos al escondido, cuando Mirian y yo no contabamos nos escondíamos siempre dentro de un escaparate, debajo de una cama, detras de algo que nos permitiera sobarnos y me permitiera a mi restregar mi virilidad en las nalgas de mi amante próxima. Estos encuentros me tenían excitado al máximo, yo soy de los que drenan mucho líquido seminal y por ello me ponía el pene hacia bajo para no manchar el pantalón y que pareciera estar orinado.
Los papas llegaron casi a la una de la tarde, ya Mirian había cocinado pastas y carne que su mamá había dejado para preparar, esa tarde nos tomamos unas cervezas pues el calor estab bastante fuerte. Ya a eso de las 10 de la noche comenzaron a desfilar para sus cuartos los papás y las hermanas, Juan y yo salimos al cuarto de él y al tocar la almohada se quedó dormido, yo pensaba que podíamos hacer algo, aunque estaba enfocado en Mirian, quien antes de ir a su habitación me indicó como dormían ellas, me dijo mis hermanas duermen en la cama y yo duermo abajo en un colchón, sabiendo aquello me dispuse a pasar a la casa y me dirijí directo al cuarto de las niñas, al entrar tanteé y conseguí el colchón y Mirian me tomó de la mano y supe que era ella, me metí debajo de la sábana y comencé a tocar todo aquel cuerpo, toqué sus nalgas redondas y duras, sobé su espalda y cuello y luego comencé a levantar su vestido, para mi mayor sorpresa Mirian no tenía ropá interior, aquello me puso a millón, ya mi mástil estaba a reventar metí mi mano entre sus piernas y toqué aquella serva de pelos rizados y undí un dedo dentro de su vagina, aquellos labios estaban mojados y dentro estaba demás de lubricada, mi dedo llegó hasta donde se lo permitió su virginidad, ya estaba totalmente poseido y me monté encima de ella y quedé entre sus piernas, ni verga rozaba sus bellos, su vientre, como pude metí mi mano y puse la punta de mi palo en su raja e hice un poco de presión, al ver que estaba en la entrada y que no se movería para los lados saqué la mano y comencé a meter mi mecha en aquella mina, cuando yo sentía que ella apretaba piernas y vientre yo me aguantaba pues sabía que era dolor lo que sentía, aun ya estaba decidido a hacerla mía tenía precausión para no hacerle daño, como ambos eramos unas fuentes de líquidos su entre piernas y mis bolas eran una mezcla de jugos, en un momento cuando ya tenía algo de tiempo tratando de entrar me dejé caer entre sus piernas y mi pene se fué hasta lo mas profundo, ella gimió entre los dientes y yo la besé para ahogar sus sonidos, me qued+e encima de ella un buen rato sin moverme, aunque mi verga latía de lo parada que estaba, al rato comencé a sacarlo poco a poco sin sacarlo por completo y lo volvía a meter, ella comenzó a mover su cadera y aquello fue mi aprobación, comencé a meter y sacar con mas fuerza y nuestras vientres sonaban de tanto jugo. Ya cuando estaba por acabar le pregunté que si lo haciá afuera y ella me dijo que se lo hechara dentro de su culo, aquello me puso peor, ella se dió vuelta y con lo0s mismos jugos de nuestros miembros lubriqué su entrada y puse la punta en su agujero y empuje poco a poco a ella le dolió menos y de un golpe se lo metí hasta la garganta, ella levantaba su cintura y así mi pene se iba hasta lo mas profundo, aquello due mi fin, a los pocos minutos de estar taladrando aquel bello culo exploté en leche, puedo decir que si no le dejé dentro un litro por lo menos medio deje en su interior. Ya cansado me quedé sobre ella hasta que mi amigo se escapó de aquella prisión, nos quedamos medio dormidos y al rato cantó un gallo y supe que era por lo menos mas de las cuatro de la madrugada, ella quiso ir al baño y la acompañé para luego irme al cuarto de Juan que ni cuenta se dió, digo yo, cuando salí y cuando regresé. Al día siguiente su mamá le preguntó a Mirian si tenía la reglas pues sus sábanas estaban manchadas y ella respondió que si.
Ese día me despedí hasta el próximo fin de semana, que pinta prometedor pues quería repetir con Mirian y me cazaron.
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