Un sumiso muy puta III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Valentino2004.
Después de mis 2 relatos anteriores, ya conocéis un poco mis gustos… me encanta que mi mujer me domine en el sexo, así pues continuaré donde lo dejé.
Tras la visita de Iris, una transexual brasileña muy mona, rubia, esbelta, de grandes pechos, cara de ángel y una polla más que respetable, nos hicimos íntimos, bueno… más bien mi mujer se hizo íntima de ella, a mí no me prestaba mucha atención, salvo para follarme el culo y comerme su rabo.
Creó que era mi mujer la que le atraía, con su piel suave, sus finas piernas y sus pechos talla 95, de pezones grandes y rosados, rubia también.
Mi mujer y yo continuábamos con nuestras prácticas sexuales, dominado por ella, siempre dispuesto a comerme su coño y culo, a ser enculado y si tenía suerte poder correrme como un salvaje.
Mi culo siempre estaba ocupado, bien por bolas, plugs, o vibradores, pero poco a poco mi mujer iba incorporando nuevos accesorios: un aparato de castidad, anillas para mis pezones, una bola de sumisión, cuerdas para atarme a la cama, y un látigo de tiras entre otros.
Un fin de semana, sábado por la mañana, tenía la polla que me iba a estallar, llevaba un mes sin poder eyacular, mi ama no me lo había permitido y desde la noche anterior llevaba puesto un plug con vibrador, a su potencia mínima y el aparato de castidad puesto, era un artilugio de plástico donde introduces el miembro y no deja tener una erección completa; desesperado comencé a acariciar las piernas de mi mujer, sus costados y vientre, a lo que respondía con leves gemidos, pero sin llegar a despertar, y decidí jugarme unos azotes con el látigo, empecé a besar su vientre y fui descendiendo a su coño, cuando lo alcancé puse a trabajar mi lengua sobre el clítoris, a lo que mi mujer respondió con un fuerte gemido, y su mano se posó sobre mi cabeza.
Me quedé quieto, no sabiendo si continuar con la comida de coño, hasta que su mano presionó mi cabeza contra su sexo y supe que tenía su beneplácito.
Entonces traté de esmerarme todo lo posible porque disfrutara para luego tener mi recompensa y poder tener mi ración de sexo y orgasmos, la punta de mi lengua jugaba con el clítoris, recorría todo su coño y llegaba hasta el culo, sus gemidos eran cada vez más fuertes, movía sus caderas para gozar al máximo de mis lengüetazos, hasta correrse escandalosamente, sujetando mi cabeza con sus piernas y manos para que no la retirara e inundado mi cara de sus jugos, casi no podía respirar.
Una vez mi dueña recuperó el aliento, me dijo: “te metes tu solo en unos líos” , para a continuación añadir: “ a partir de hoy mi putita me va a despertar todos los fines de semana y días festivos como esta mañana, con una buena comidita de coño, y pobre de ti si se te olvida o me despierto yo antes que tu”.
Mi contestación fue afirmativa, y con palabras entrecortadas le pedí que me permitiera correrme, me dolían la polla y los huevos una barbaridad y mii mujer se apiadó, proponiéndome un trato: se iba a montar en mi pene y que no se me ocurriera correrme antes que ella, que una vez lo hiciera tendría 5 segundos para hacerlo yo.
Desesperado acepté, lo que no me dijo era que primero me iba a colocar una anillas que estrangulaban mis huevos y la base de la polla, acto seguido se puso encima, metiéndose la polla hasta el fondo y empezando a mover las caderas en círculos, dándose placer pero sin ayudarme a mi a alcanzar mi propio orgasmo, yo trataba de empujar sin éxito, sus pezones duros y tiesos me desafiaban, y de vez en cuando me daba un fuerte tirón de las anillas de mis tetillas.
Poco a poco empezó a gemir, su coño estaba encharcado por completo y se le veía en la cara lo que disfrutaba, los ojos cerrados, la boca entreabierta, hasta que gimoteó: “ Me corro puta, ya me corro”, a lo que traté de mover mi sexo dentro de ella para poder correrme, pero con poco éxito, hasta que la oí contar: “Uno, dos, tres, cuatro y cinco”, “se acabó tu oportunidad cabroncete”… y se levantó de encima mío, sacando mi polla de su interior y dejándome sin correrme.
A continuación cogió de nuevo el aparato de castidad para ponérmelo, pero el tamaño de mi erección lo hacía imposible, hasta que me agarró los huevos y sentí el que entonces me pareció el mayor dolor de mi vida, al estrujarlos sin miramientos, me encogí por el dolor, y mi erección se fue al garete, entonces me lo colocó y lo cerró con su pequeño candado, cuya llave colgaba siempre de su cuello.
Ella se fue al baño a ducharse y cuando salió al terminar, todavía seguía encogido de dolor, y me dijo como quien no quiere la cosa: “ Prepárate que esta tarde viene Iris, y me apetece probar esa buena polla mulata, será algo diferente… ”.
Continuará….
jcpvalen@gmail.com
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