Una nochevieja inolvidable.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ParejaDomsum.
Mi amado Amo me ordena que escriba, para que asi se nos conozca y pueda Él encontrar otros Amos con sumisos fijos con los que quedar en el futuro, un pequeño relato no inventado, nada de lo que escribo es fantasía, sino absolutamente basado en la realidad de nuestra vida de convivencia plena, como pareja estable no de iguales sino de Dominante y sumiso.
Hace ya tiempo que nos conocimos, y quizás en el futuro se me ordene escribir cómo fue el encuentro inicial, y cómo fueron otras veladas igualmente inolvidables … pero ahora debo concentrarme en relatar cómo vivimos, con la normalidad de nuestra condición, la pasada Nochevieja, una noche sin duda inolvidable por muchas razones, la primera de ellas porque fue la primera que vivimos con plenitud lo que ambos somos y queremos ser, sin restricciones, sin limites, con total libertad: la libertad plena del joven y dulce Amo y la plena entrega del amado sumiso, del querido perro, del alegre sirviente, del esclavo total (pues sólo las cuatro cosas sumadas, equilibradas, retratan lo que gozosamente soy de verdad, y lo que mi juvenil y masculino Amo necesita y le gusta que sea).
Como vivimos cerca del mar, el Amo decidió que la nochevieja la pasaríamos en la playa, donde Él posee un pequeño pero muy agradable piso. Asi que me ordenó que preparase lo necesario, que no es mucho pues allí hay de todo lo necesario para pasar un fin de semana o unas vacaciones completas, mientras Él se concentró en llevar su “maleta” de Dominante. A mi Amo le gusta elegir y llevar todas las herramientas con las que le gusta someterme, y en esta ocasión echó al pequeño pero pesado bolso, las largas cadenas con sus candados, el collar de perro de cuero con su correa, otros collares de metal, las pinzas para los pezones, un juego de plugs para jugar con el ano del esclavo, una crema para dilatación, una vela para echar su cera caliente sobre la piel que se convierte en aceite de masaje, y algunas cosas más que ya saldrán quizás más adelante, o en algún otro relato que se me ordene hacer…
El viaje fue, como siempre, muy agradable, disfrutando de esos detalles en los que, si alguien se fija bien, se nota quién es quién. Por ejemplo, el sumiso maduro abriendo siempre la puerta y dejando pasar antes al joven Amo, llevando el siervo el bulto más grande –que no es el más pesado, porque al Amo le gusta mimar a su esclavo y además así presume de su fuerza y juventud-, el perro sentándose siempre después que el Amo lo haya hecho y le haya señalado dónde sumisamente hacerlo, la cabeza del sumiso siempre un poco baja, y cuando hay discrección suficiente hablándole al Amo de usted mientras el Dueño, como corresponde, tutea a su esclavo.
Una vez ya en el piso, el Amo hizo una señal y el sumiso encendió la calefacción mientras Él se ocupaba de colocar algunas cosas importantes, sobre todo las herramientas de sometimiento que colocó en el dormitorio con el orden y limpieza que le era propio. Y con otro gesto el sumiso se levantó la camisa y el Amo le puso las pinzas en sus pezones y con ellas puestas, tapadas más o menos con el jersey, salieron a dar una vuelta mientras la casa entraba en calor… aunque lo que más rápido se puso caliente fueron los pezones del esclavo, dulcemente torturados mientras caminaban frente al mar, con el brazo del joven Amo sobre los hombros de su maduro siervo, como orgullosa señal pública de propiedad. Porque así se sentian ambos: el orgulloso Dueño y su feliz propiedad.
Al regresar del paseo, con la casa ya caliente (en el mar la noche sube la humedad y con ella la sensación de frio), no hizo falta decir nada para que, nada más cerrar la puerta el Amo, el sumiso se desnudara y, arrodillado, se abrazase a su Dueño. A ambos les gustaba estar asi, desnudo el perro y vestido el Amo, como un auténtico Dueño con su perro felices en casa, no iguales, sino claramente distintos, felizmente complementarios.
El Amo ama a su perro, y el perro adora a su Amo. Es una unión especial, mucho mayor y mejor que la de las parejas convencionales, donde ambos se sienten iguales y por ello tantas veces discuten. Aquí no hay discusión. Uno manda y el otro obedece. Uno siempre acierta y el otro siempre carga con lo malo, lo haya hecho o no: si el Amo se equivoca, lo arregla castigando al esclavo, dándole azotes hasta que se cansa, para que asi todo lo malo quede liberado, y el esclavo se siente feliz sintiendo que asi el Amo se libera, pues sería minusvalorar al Amo pensar que debe castigar sólo cuando lo merece su siervo como hace cualquiera: el Amo es la ley, no hay otra norma que su deseo, su placer y su capricho.
La tarde avanzaba y, como la cena estaba ya encargada (por el sur hay abundan las tiendas que venden comida casera, y para las fiestas suelen preparar ricos menús que se encargan con tiempo), había tiempo para relajarse asi que al Amo le apeteció hacer algo que, no todos los días, pero sí le agradaba hacer de vez en cuando: le dijo a su esclavo que se echase en el suelo de la bañera mientras Él se sentaba con las piernas fuera pero con el culo dentro de la misma… y asi, tranquilamente, mientras leía un periódico, y el sumiso lo contemplaba como siempre contento con estas humillaciones (cuando más era humillado más feliz se sentía, porque así le demostraba al Amo su amor, un amor distinto y superior al normal, que exige igualdad… un amor perruno, eterno y sumiso), el Amo se cagó encima del vientre y los genitales de su esclavo. Al concluir, el Amo se levantó y fue a lavarse en el bidet (a veces le gustaba hacer estas cosas Él mismo… esa independencia forma parte de la masculinidad), mientras el perro se quedaba humillado y al mismo tiempo íntimamente orgulloso de su demostrada condición, en el suelo de la bañera, humedecido por el pis del Amo y con el voluminoso resultado de la cagada del Amo resbalando por su vientre hacia su pene, hasta tener que sujetarlo con la mano… porque el Amo estaba fotografiando la situación y quería que se viese bien todo.
El Amo hizo algunas fotos muy morbosas, y luego le ordenó al sumiso que se duchase bien. La noche avanzaba y no queria que llegase la hora de las uvas sin haber cenado con calma. Asi que una vez limpio y seco el sumiso siguió con su condición, y unos minutos más tarde ya estaba sentado sobre la alfombra, a los pies del Amo, frente al televisor. El Amo sentado en el sofá y frente a él una mesa llena de ricos caprichos, y su perro al lado, a sus pies, frente a una mesita pequeña y bajita y con un bebedero de perro bajo la misma, desnudo salvo el collar de cuero (que el Amo le puso, con su correa que llevaba enganchada a su muñeca), y algunas cadenas sujetas con candados y con las pinzas para pezones de nuevo haciendo su excitante papel.
La cena fue estupenda, interrumpida por llamadas y mensajes de felicitación, y con momentos más gastronómicos (al Amo le gusta dar de comer en la boca a su perro) y otros más sexuales –como cuando el Amo hacía una señal y el perro se ponía de rodillas entre las piernas del Amo para chuparsela un buen rato, mientras el Amo veía la tele y comía o hablaba con alguien por teléfono.
Poco antes de las uvas, el Amo se levantó, cogió el bebedero del perro y se lo llevó al baño. Un minuto después, y oyéndose a lo lejos la cisterna del baño, regresó con el bebedero con bastante líquido que no había duda de qué era… El Amo miró al perro con morbo y satisfacción, y el perro se excitó pensando en la suerte que tenía al ser propiedad de un Amo tan hermoso y morboso. El Amo cogió lo que le quedaba de champán en su copa y le echó en el bebedero, y le dio la mezcla de pis y cava al perro, que la bebió de un trago, feliz por demostrar, una vez más, su entrega total al Amo que ama y que ama asi de bien a su propiedad.
Finalmente, llegaron las uvas, que tomaron en la posición que ambos prefieren: el Amo sentado y el perro entre sus piernas… 1, 2, 3, … 12!!! Feliz Año 2012!!! Y el Amo se agachó un poco para besar la boca de su siervo en un largo morreo donde se unían, de nuevo, el Joven-Amante-Amo con el perro-sumiso-esclavo-sirviente-enamorado.
Y así, ya con el nuevo año, Amo y sumiso se visten y salen a dar un paseo frente al mar, viendo cómo los coches tocaban sus bocinas para celebrar la fiesta y los bares abrían sus puertas para la fiesta que empezaba entonces. El joven Amo llevando bien sujeto, con su mano sobre el hombro, a su feliz sumiso que, bajo el jersey, llevaba orgulloso las pinzas que castigaban dulcemente sus pezones, sintiendo el placer de saber que eso le complacía al Amo y le hacía más Suyo … Un año más, y asi para siempre, toda la vida. Una vida feliz de pareja, pero no de “pares”, sino de desiguales. Felizmente desiguales, perfectamente complementarios.
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