UNIVERSITARIO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por trujillano_hot.
Comenzaba el segundo semestre del primer año, y todavía no había conseguido integrarme con ningún grupo de gente en concreto, solo pasaba desapercibido entre la multitud. O al menos eso pensaba yo, pues ahora ya se que los hombres de verdad reconocen a los inferiores como yo en cuestión de segundos, pudiendo distinguirlos entre la gente sin esfuerzo. Una de esas personas fue quien luego se convertiría en mi amo.
Uno de mis compañeros de clase, Pablo, era el prototipo de hombre. Uno de esos hombres destinados a dominar, a someter a los demás y a hacerles bailar al son de sus caprichos. Venia a clase cuando a el le apetecía, pero aun así conseguía mantener unas notas para superar el trimestre. Como faltaba a menudo, y ya conocía que mis notas eran en su mayoría elevadas, empezó a pedirme que le prestase los apuntes. No pedía permiso, no daba las gracias, ni tampoco se molestaba en ser amable. Pero no lo necesitaba, tenía ese aquel que hacia que no me pudiese negar, una mirada desafiante y una actitud desvergonzada.
Poco a poco, sin darme cuenta, empecé a convertirme en su asistente personal. Ya no le dejaba mis apuntes; directamente se los enviaba pasados a limpio. Le compraba un café antes de que llegase a clase o me encargaba de llevar sus cosas en mi mochila para que no tuviese que cargar con el peso.
Un día, al acabar las clases, me quede en la biblioteca para pasar apuntes. En uno de estos momentos me dirigí a uno de los baños de fuera de la biblioteca, un baño que suele estar bastante vacío y que queda escondido tras un rincón.
Al entrar, Pablo estaba meando en un urinario. Cuando notó que alguien entraba, giro la cabeza, y al verme sonrió: "ah, solo eres tu".
Le salude, sin mirarle mucho, y fui a dirigirme a los baños cerrados. En ese momento, Pablo se giró, con los calzoncillos aun bajados, y su polla colgando entre las piernas. Me miro directamente a los ojos y quede paralizado
"Besala", me espetó. No sabia a que se refería. Se miro la polla, volvió a mirarme y volvió a decir: " que la beses!" Tanto el como yo sabíamos que no podía negarme. Simplemente no podía. "Besala, o atente a las consecuencias, perra". "Consecuencias?" pregunté. "Si, consecuencias. Te has dado cuenta de que me necesitas. Yo hago mucho por ti, dejo que te vean cerca de mi, y hago que te sientas completo trabajando para mi. Así que haz algo realmente útil para mi, perra: arrodillate y besame la polla"
"Al menos vamos a entrar dentro de un baño…" ya había aceptado hacia rato que iba a hacerlo. Me interrumpió antes de acabar la frase: "No. Aquí y ahora".
Temblando de nervios, y rogando porque nadie entrase por esa puerta en ese momento, me arrodille ante su figura y contemple su cuerpo. Desde esa perspectiva se entendía mejor el mundo: entendía que papel tenían unos y que papel teníamos otros. Su cuerpo, desde ese ángulo, imponía aun mas. Su musculado cuerpo se adivinaba bajo la apretada camiseta, sus robustas piernas y su cara de ángel cabrón. Esa cara de ángel capullo a la que nada podía negársele
Le bese la punta de la polla. Sabia a rayos, hacia tiempo que no se había molestado en limpiarla. Pero mas fuerte que el sabor era el olor. Era un olor fuerte, intenso, que entraba directamente por la nariz hasta el cerebro e hipnotizaba los sentidos. "Dale otro beso a mi polla, perra". Volví a colocarme la cabeza de su polla entre los labios y le di un pico como se lo daría a una persona. Era una polla preciosa, digna de un hombre como toca, robusta, con una cabeza reluciente. Solo podía pensar en metermela entera en la boca, si es que me cabia
El aroma masculino de su pene y el fuerte olor a sudor y sexo me sobrepuso. Me armé de valor, y sin remordimientos, planté un rápido beso en el capullo de su polla. "Te sienta bien los labios, perra", dijo con su típica arrogancia. Ahí estaba, forzándome a plantarle besos a su polla.
Me empecé a levantar, pero Pablo puso sus manos firmemente sobre mis hombros y me empujó hacia abajo, hacia su arma. "Me vas a dejar así? Venga cerda, acaba lo que has empezado"
Estaba asqueado por la situación, pero no tenía otra opción. En realidad sí la tenía, pero no quería tenerla. Abrí la boca para protestar, pero fue ese momento el que me traicionó, pues sin tiempo a responder Pablo me clavo toda la longitud de su polla, pasando por los dientes hasta el fondo de la garganta. Poco a poco fue empujando cada vez más lejos, permitiendo que mi boca se adaptase al tamaño de toda su carne. Antes de que me diese cuenta, sus manos se encontraban detrás de su cabeza, marcando el ritmo que el quería. Se estaba haciendo una paja con mi cabeza.
No necesité mucho tiempo para acomodar la polla a mi boca y mi garganta, pues es como si hubiese nacido para ello. O mejor dicho, había nacido para ello. Todavía me atragantaba cuando empujaba demasiado fuerte, pero me obligaba a continuar y cada vez que me decía "hasta el fondo" mi garganta se relajaba y permitía que entrase más dentro.
Con un gruñido, metió su pene lo más hondo que pudo de mi garganta y se corrió. Sentí como su corrida golpeaba el fondo de mi garganta y como discurría hasta el estómago. Me estaba llenando la barriga con su leche, y lo único en que podía pensar mi mente es en lo agradecido que estaba. La única pega es que no pude saborear con mi lengua el sabor de su leche
Su polla empezó a perder tamaño, pero no por ello la sacó de mi boca. "Cada mañana, antes de clase, te esperaré aquí. No quiero que entres a clase sin venir aquí y tragarte mi polla. Y si llego tarde, me esperas hasta que llegue. Si ves que salgo de clase, sales detrás de mí y te vienes al baño" Después de esto, sacó su pene de mi garganta y comenzó a subirse los pantalones. "Y por cierto, a partir de ahora no hace falta que traigas ropa interior."
Con estas palabras, cogió su mochila y salió por la puerta del baño. Yo aún seguía de rodillas, con la sensación de tener la barriga llena de leche. Me quedé unos segundos asimilando que había pasado, con las manos sobándome el paquete. De repente, un tío entró en el baño. Me miró, preguntó si me encontraba bien, y muerto de vergüenza me levanté murmurando "si si" y me fui.
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