UNIVERSITARIO 10
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por trujillano_hot.
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Pasaron unos cuantos días más sin saber nada de Pablo.
O al menos, físicamente, puesto que no dejaba de acosarme con el móvil en ningún momento.
Sin embargo, desde el último encuentro, estaba más retinente a que nos viésemos, quizá por la situación en la que se vió comprometido.
Por ello no quise sacar en ningún momento el tema a relucir ni mencioné nada relativo a lo acontecido aquella noche en su habitación.
Sin duda, Pablo estaba acostumbrado a ser el macho alfa, y para verse sometido ante esa persona debía ser algo especial para el.
El silencio no duró demasiado, y al cuarto día recibí un mensaje indicándome que quería que a la mañana siguiente me acercase a nuestros baños de siempre.
Como hacía tantos días que no le veía, quise prepararme como siempre para la ocasión y me volví a rasurar los pelos de la barba y del pecho, no fuese a quejarse de que me estaba descuidando.
Del mismo modo, antes de irme a dormir me metí en el culo ese dildo pequeño que Pablo ya me había prestado de manera permanente para que el culo estuviese preparado.
A la mañana siguiente me dirigí contento a la universidad como un niño que espera un caramelo.
Por un lado temía a Pablo, o mejor dicho, a mi amo, pero por otro lado no podía negar el morbo que me producía cumplir todos sus mandatos, cada vez más perversos.
Un mes atrás no me podría haber imaginado que acabaría disfrutando tantísimo de considerarme a mi mismo la perra personal de este cabrón.
Entré en la facultad y me dirigí directamente hacia los abandonados baños.
Me colé en el interior, pero estaba vacío.
Si me había citado allí, era porque era allí donde quería que estuviese, así que podía esperar o mirar si me había dejado algo.
Investigué en nuestro cubículo particular, que para mi ya era una pequeña capilla, y me quedó todo mucho más claro.
Allí encontré el enorme dildo de Pablo, carnoso, gordo y con venas, clavado en la tapa del váter, apuntando firmemente hacia el techo.
En el suelo, a su lado, una nota: "Lubrícalo y espera con él".
No cabía duda alguna de lo que debía hacer.
Primero de todo lubriqué bien ese pedazo de goma, obviamente con mis propios métodos, pues no había sido tan considerado de ponerle lubricante o dejarlo cerca.
Me arrodillé en el suelo, no sin quitarme antes la ropa, y comencé a lamerlo suavemente.
Mi mente se imaginaba que era la propia de mi dueño, aunque la realidad era que ni de lejos era tan grande y gorda, y eso me hacía babear aún más.
Al mismo tiempo comencé a meterme dedos en mi propio culo, para ir haciendo hueco y, de paso, ponerme más cachondo.
Definitivamente, la había dejado bien pringosa y lista para ser usada.
Me levanté y apoyé mi culo contra el dildo.
Gracias a Dios que había estado toda la noche preparándome con el dildo pequeño, pues de lo contrario hubiese costado más.
La apertura de mi culo cedió y pude comencer a notar el pedazo de goma entrando en mi interior y llenando las cavidades.
Quería bajar hasta el fondo, no me basta sólo con la punta, así que poco a poco mi ano fue cediendo más y más al enorme dildo.
Por fin choqué con la base y noté la fría tapa del váter contra mis nalgas
Ahí estaba yo, sentado en la tapa del váter de un baño público de la universidad, sin pestillo echado.
Y sin que nadie me lo tuviese que ordenar, y no se ya si por gusto o por serle aún más perra a mi amo, comencé a montarlo como si de una polla real se tratara, arriba y abajo.
No sé que sentimiento me llevaba a hacer aquello, pero recorría una y otra vez lo largo del dildo.
De repente, pasos.
No estaba solo dentro del baño.
El pestillo no estaba echado.
No sabía que hacer.
Si era Pablo, debía permanecer sin echar el pestillo, con el dildo metido hasta el fondo y las manos sin taparme nada, bien expuesto, como a él le hubiese gustado.
Si era otro, la había cagado.
No sé ni cómo podría reaccionar.
Apreté fuertemente contra la base del dildo, para que al menos no se viese que estaba sentado sobre él, pero eso también conllevó un daño tremendo.
Sólo esperaba que si alguien mirase por el hueco del suelo, se pensase que estaba cagando, y si llegaban a abrir un poco la puerta, la cerrarían inmediatamente al ver que estaba ocupado y sin llegar a ver exactamente lo que pasaba.
Los pasos se acercaron y se pararon delante de mi cuartito.
No había motivo para ello, así que pensé que necesariamente debia ser mi amo que venía a comprobar si hacia bien mi trabajo.
Me coloqué bien, cogí la taza con las manos, de tal manera que mi cuerpo entero quedaba expuesto, y esperé.
La puerta se abrió lentamente y empecé a moverme un poco sobre el dildo de la excitación.
Pero el que había ahí no era mi amo.
Un puto niñato se encontraba en el marco de la puerta, y se partía de risa.
Instintivamente me tapé con las manos y quise cerrar la puerta con el pie, pero el tipo lo evitó.
Me moría de vergüenza, pero a él parecía que le daba igual.
Sin embargo, dejó ir la puerta y volvió a dejar que se cerrase.
No sabía donde meterme, quería colarme por el mismo váter y desaparecer.
Sólo quería que el tío se fuese y poder salir de ahí, ya me daba igual Pablo y me daba igual todas sus mierdas.
"Eh, voy a volver a entrar.
Ni te tapes ni cierres la puerta, vale? O quieres que le diga a tu amo lo mal que te portas?" Venia de parte de Pablo, no sé porqué eso me tranquilizaba.
Al menos era alguien que sabía qué iba a encontrarse o se hacía una idea, y no me convertiría, o eso quería pensar, en el nuevo cotilleo de la facultad.
Me puse en mi posición original, esta vez con la cabeza gacha y muchísimo más tímido, sin moverme un ápice sobre el dildo.
Le dejé entrar.
Esta vez pude ver mejor al chico, y tuve que admitir que era jodidamente mono.
Era bajito, con el pelo castaño a juego con los ojos y un largo flequillo que le daba un toque emo.
Llevaba un piercing en el labio, y vestía con una camiseta de My Chemical Romance.
Sin duda, un niñato que debía tener dieciocho años justos, o menos incluso me atrevería a decir.
Entró y cerró la puerta, esta vez con pestillo, quizá por darme más seguridad.
Se arrodilló delante de mi y empezó a mirarme de cerca el pubis, así como la entrada de mi culo abierta por el dildo.
"Te has depilado bastante mal, no te lo ha dicho nadie?" Tenía un total desconocido arrodillado delante mía criticando mi depilación.
Flipaba.
"Y no serás tan puta si te cierras de piernas y te tapas en cuanto entra un tio por la puerta".
Alucinaba aún más.
No sabía si podía preguntarlo, pero tampoco iba a perder nada "¿Quién eres?".
Dejó de mirarme la polla, que la tenía flácida de los nervios, y me miró a la cara.
Se levantó un poco y se me quedó cerquísima de la cara.
Después de observarme detenidamente, se incorporó
"Soy Carlos.
Otra puta de Pablo".
Se me cayó el mundo al suelo.
De golpe perdí todo sentimiento de ser especial para mi dueño.
Sólo era uno más.
"Me manda para que te mire a ver y le de mi opinión sobre ti, a ver que me pareces como esclavo".
El chico era raro, debía reconocerlo, pero del morbo se me volvió a empezar a empinar la polla.
"Vale, eres un poco más perra de lo que me pensaba, se te pone dura solo de tenerme aquí delante, y eso que estoy vestido".
Dejó escapar una risilla.
La vergüenza, que en otra ocasión me habría bajado la erección, solo me acrecentaba el morbo esta vez y me ponía más cachondo.
"Pablo puede estar tranquilo.
Todavía tienes que reconocer lo puta que eres, pero vas por buen camino".
Tenía que causarle buena impresión a este chico, pues me podía dar puntos para que mi amo me tuviese más estima.
Sin previo aviso, comenzó a quitarse la camiseta, y seguidamente los pantalones.
El chaval era muy delgado y, al igual que yo, no llevaba ropa interior.
Se notaba que teníamos el mismo dueño.
Pero lo que me llamó la atención era que no tenía un solo pelo en todo el cuerpo que no fuese en la cabeza.
Notó que me gustaba, porque mi polla se ponía como loca.
"Qué, te gusta? Esto si que estar bien depilado y no lo que tu me llevas.
Ha sido con cuchilla?"
El chaval no imponía mucho, y no sé si fue por saber que también era esclavo, pero me dio un poco más de confianza, de tal manera que me atreví a empezar a hablarle.
"Bueno.
con la maquinilla más bien".
Negó con la cabeza.
"Eso no basta.
Por ser la primera vez pasa.
Pero si quieres ser una buena perra, más te vale empezar con cuchillas finas.
Al amo le gusta que nos rasuremos bien los huevos y el culo.
" Sin embargo su cuerpo no estaba rasurado con cuchilla, era algo más.
"Tú te depilas con cuchilla?" Era una pregunta estúpida, porque la respuesta era obvia, como demostró la risilla que le salió.
"No.
Yo me depilé entero con láser.
No quiero que me salga ni un pelo que pueda molestarle a mi amo o a otro hombre que me quiera usar".
Su pene estaba completamente limpio, y sus huevos igual.
Eran pequeños, pero supongo que eso a él no le importaba lo más mínimo.
Me puso la mano sobre la polla, que la tenía erecta.
"Llevas mucho sin correrte?" La última vez que me corrí era hace cuatro días, cuando Pablo me masturbó y me la chupó, pero decir eso sería una puñalada muy grave para mi amo y un secreto que pensaba guardar.
"Cuatro días", admití, sin más detalles.
"Eso no es nada.
Aguantas bien?" Reconocía que los huevos me ardían si pasaba mucho sin correrme, pero aguantar aguantaba.
"Sí, puedo aguantar bien".
Se volvió a reir, parecía que todo le hacía gracia.
"A ver si es verdad"
Me agarró la polla y empezó a masturbarme.
No sabía a que venía esto, pero no podía negar que me molaba.
"Qué, te vas a correr, putilla?" Estaba llegando al orgasmo, y lo estaba disfrutando.
El dildo seguía en mi culo, y empecé a masturbarme por dentro con él, moviendo mis caderas al ritmo de la paja.
La mente se me iluminó de golpe: quería que me corriese para dejarme mal.
Si lo hacía, lo estropearía todo.
"No! No quiero correrme, no tengo permiso".
Carlos bajó el ritmo, mirándome con lascivia "Buena perrita.
Avísame cuando te vayas a correr".
Él no tenía intención de parar, pero yo tampoco sabía si lo que preferiría mi amo era hacerle caso a su orden de no correrme o hacerle caso a su enviado.
Cuando ya no pude más, le dije que parase.
Por suerte, Carlos hizo caso y soltó.
Estaba jadeando, a punto de llegar al orgasmo.
"No has durado mucho, pero has sabido parar.
Vas bien".
Aún no había descansado cinco segundos cuando volvió a masturbarme con ritmo.
Aguanté medio minuto, pero no resistí mucho.
"Ya, para!" Se reía.
Me estaba haciendo sufrir y lo sabía.
Dos veces no le bastaron, así que volvió una tercera ronda.
No podía más, los huevos me ardían y querían soltar todo lo acumulado.
"Para por favor, te lo pido".
Lo mío ya era un sollozo.
Por suerte, paró.
Se levantó, se puso los pantalones y me miró.
"Me da rabia, pero vas bien.
Te volveré a ver pronto, vale?" Y con esto, me plantó un pico en los labios.
De todos los encuentros que tenía últimamente, era el único que había acabado con beso.
Salió del baño y me vestí, pero no sabía que hacer con el dildo.
Salí con él en la mano, y Carlos me esperaba allí.
"Ya me lo quedo yo, luego se lo doy al amo.
Vete a clase, yo me quedaré un rato por aquí a ver si le chupo la polla a algún tío.
Nos vemos".
Efectivamente, se quedó ahí, en el baño.
Salí por la puerta.
Lo que había pasado se escapaba de mi entendimiento, pero admitía que molaba.
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