vanesa, la negrita de la patera 2
Recomiendo leer mi relato anterior para mejor comprensión de éste..
Como les comenté anteriormente, a mi solitaria vida llegó de forma intempestiva Vanesa, un niña de 6 años, africana, proveniente de guinea ecuatorial, la cual cambió de forma abrupta mi aburrida realidad. Prosigo mi relato. Luego de haberle dejado tanqueada la regordeta panocha a mi infantil amante, decidí abrazarla con ternura y con mi verga aun derramando espesos goterones de semen nos quedamos completamente rendidos. Me desperté sorpresivamente por una llamada insistente que me hacían de la estación, con pesadez me incorporé y respondí. Era mi jefe preguntándome el porque no estaba en mi puesto a lo que de inmediato y luego de mirar mi reloj y ver que eran las 9 de la mañana, con extrema velocidad decidí inventar una excusa, le expliqué que estuve toda la madrugada buscando ilegales y que me había tomado esa labor mucho tiempo.Mi jefe, al ser militar sabía perfectamente lo tedioso de esa parte. Me comprendió como siempre lo hacía con todos cuando se presentaba esa clase de sucesos, así que recibiendo mas de lo que esperaba, escuché con alegría que me daba el día libre!!! que descansara y hasta me felicitó por tan «heroica» labor (jajajaja, si supiera). Cuando colgué y luego de darle millones de gracias por ser tan buen jefe (bien lame botas yo jajajja) volví a acomodarme al lado de mi mujer. con todo el resto de día para nosotros me dispuse a analizarla mientras ella dormía plácidamente. En ese momento estaba en la misma posición a cuando la dejé luego de la furiosa pichera: completamente desnuda, con sus patitas como rana, completamente abiertas y en medio de ellas, ese gran tesoro oscuro y apetitoso, semi abierto aun, luego de tan bestial batalla librada un par de horas antes, me incliné con delicadeza para no despertarla y pegue mi nariz a su aun goteante concha, aspiré con fuerza tratando de embriagarme con ese olor fuerte, expedido de ese postre moreno, mezcla de mi leche, sus jugos, su olor característico a concha fatigada y un rancio hedor a orina producía en mi, un asfixiante y lujurioso aroma que de inmediato volvió a encender mis deseos carnales. Sin poder controlarme, mi grueso vergón nórdico estaba dispuesto a pedir revancha.
Con apetito y sin ningún atino de asco abrí con deseo mi madura boca y comencé a comer suavemente el carnoso vulvo, sentí sin rechazo por primera vez el sabor de mi semen, de sus jugos viscosos y de su reseca orina. Comía sin piedad la concha que yacía victoriosa, cargando en sus entrañas gran parte del premio que de mis huevos salió a regañadientes para depositarse bien adentro y darle oficialmente el decreto de su victoria sexual, protagonizada por ambos por varias hora y que finalizó con su indiscutible triunfo en nuestro lecho. Mi lengua serpenteaba bien dentro de la babosa y rosada almeja, con mis dedos pulgares abría con delicadeza los prietos pétalos para poder comer el centro de esa carnosidad. Mientras comía con voraz apetito, no despegaba mis ojos de su carita que poco a poco iba reaccionando a tan deliciosa mamada de papaya que su marido le estaba propinando con pasión. Comí con recelo, mamé el pronunciado clítoris infantil con sutileza, lenguetié los bordes con autoridad y espere sin prisa a que mi trabajo rindiera frutos, en mi mente tenía claro que apenas despertara debía castigarle de nuevo esa panocha que momentos antes había vencido sin piedad a mi siempre victorioso vergón, y digo siempre, porque las mujeres por lo regular me aguantaban un tiempo mi verguiza, pero al ser, un macho de polvos largos, vigorosos y apasionados, la mayoría me hacía en quite y me tocaba terminar con pajazos que me dejaban con mucha ansiedad, pues mi naturaleza de varón pedía depositar mi semilla en el útero y fecundar a como de lugar.
Con lujuria y ojos vidriosos de tanto placer, vi como mi negra bella iba despertando, volviendo poco a poco de su hermoso sueño angelical. comenzó a estirarse perezosamente mientras yo comía su panocha sin recato. se retorció con delicadeza estirando sus bracitos, acto que aproveché de inmediato para darle un suave mordisco un uno de sus regordetes labios externos. Lo hice adrede para que despertara de una vez por todas, pues como autoridad que soy, necesitaba atención también y de forma urgente. Ella abrió sus negros ojitos y de su bembita escapó un leve gritito de sorpresa al sentirse mordida en su sensible papaya. Me miró con sorpresa, y yo de manera morbosa le respondí con un largo lenguetazo que abarcó desde su expuesto ano arrugado y brotado hasta el mismo pirigallo que ya lo tenía descapuchado de sus labios. Un delicioso gemido escapó sin recato de su boquita y yo ataqué con furia de nuevo a su bandida panocha saca leche. Con gusto recibí mi premio, un fuerte chorro de meados salió disparado a lo mas profundo de mi garganta, me sentí atacado por sorpresa, pero bebí con sed, abrí mas mi boca para que no escapara gota alguna de tan delicioso jugo salado y ácido. ella me miraba con maldad de niña juguetona y tierna mientras yo la miraba con ojos de macho morboso y enfermo.
Tragué hasta la última gota, fue tanto que bebí que no pude contener un sonoro eructo, que liberé con la confianza que se tiene con nuestras parejas. Me saborié los labios como si acabara de tomarme una refrescante cerveza y acomodándome con cuidado encima de ella, aprovechando que por su parálisis le era imposible cambiar deposición, así que buscando con movimiento de mis caderas ubique el ardiente cabezón en la aun mas empapada papaya negra que se notaba lista y agresiva para dar batalla de nuevo. Con la confianza adquirida en el reciente polvo que habíamos tirado, solo tuve que empujar con fortaleza mi cadera hacia delante y mi tamaca se deslizó con toda la facilidad del mundo hasta que mis huevos calientes y arrugados tocaron el botón anal y mi espesa mata de pendejos adornó y cubrió casi en su totalidad la abierta papaya semi infantil. Ambos gemimos con libertad, cada uno dedicado a disfrutar individualmente nuestro placer, a pesar de sonar egoísta, ambos nos retorcimos con suavidad buscando aprovechar las sensaciones que nuestros sexos nos propinaban de manera recíproca. Moví mi cadera de lado a lado, buscando amplitud uterina y ella hizo lo mismo pero en sentido contrario, logrando así y sin habernos puesto de acuerdo, un delicioso masaje: en mi, de su carnoso canal caliente y viscoso y en ella el frote delicioso de mi ardiente cabezón esponjoso en su sensible túnel vaginal. Ambos con nuestros ojos cerrados nos frotábamos como serpientes apareándose, solo que en nuestro caso, esa concha negra tenia clavada un tremendo vergón adulto que le masturbaba las paredes uterinas, arrancándole ahogados gemidos de hembra precoz.
Luego de varios minutos dedicándonos a nuestros egoístas placeres individuales, decidimos compenetrarnos como pareja. con delicadeza me acomode encima de ella y nuevamente pasé mis peludos y blancos brazos por su espaldita. Me aferré con mis manos a sus delicados hombros, acomodé mis peludas piernas en el colchón de tal forma de no darle oportunidad alguna de escape cuando la estuviera castigando a punta de verga. Ella por su parte estiró sus bracitos y con extrema feminidad, abrazó mi cuello. Volví a encorvarme para comer con avidez su boca y ella acepto mi maduros labios con deseo, pues también abrió la suya y tomando la iniciativa fue la primera en meterme su lengua. Con suavidad pero sin perder autoridad, comencé un delicioso bombeo. Suaves estocadas pélvicas eran depositadas en el centro de la carnosa concha inflamada. dulces choques de nuestras carnes se escuchaban en nuestra habitación marital. Olor intenso a sexo y fuertes suspiros ahogados en nuestras bocas eran los protagonistas en esa habitación que desde la madrugada comenzaba a presenciar el desarrollo de tan apasionado romance. Tassss, tasssss, tasssss, onomatopeya de mis vergazos en su concha ardiente. Delicia para cualquier exigente oido que busca satisfacer ese sentido con una buena sesión de sexo adulto, aun, en nuestro caso, SEXO ILÍCITO.
La cama traqueaba con suavidad, todo era calma y pasión en nuestro lecho húmedo. la delicia del sonido de la carne dura castigando la ensopada concha se hacía cada vez mas presente. Eramos marido y mujer, muy a pesar de lo que la puta sociedad pudiera pensar de mi, ella me aceptaba y se entregaba a mi carne. Era mía y desde que la recogí en mis brazos super que era mía y de nadie mas y estría dispuesto a beberme la sangre con quien fuera, hasta con el mismo demonio si quisiera interponerse entre nosotros. Gemíamos fuerte, cobijados por la soledad del lugar, arropados por el aire puro de la lejanía, bendecido por el mismo dios, si, ese dios que no castiga y que entiende cuando hay amor sin importar quienes sean los amantes. Le daba sabroso, empujaba con fuerza mi cadera como si quisiera meter mis 1.75 de estatura en tan diminuto ser angelical. Ella colaboraba empujando sus carnes a mi encuentro, demostrándome una vez mas que era receptiva a mi pasión, se notaba entregada, sumisa, vulnerable pero altiva, ella sabía que por mucho que yo intentara dominarla, ella saldría tarde o temprano airosa de ese culeo apasionado, en su cara veía la venganza, me daba ira el saber que iba a ser derrotado de un momento a otro de nuevo, me costaba aceptar la idea que siempre seria derrotado por su concha, por mas tiempo que me dedicara a luchar, siempre saldría perdedor, pero como buen guerrero en la cama lo entregué todo, no me guarde nada, use todas mis armas. Le di con delicia, le di con furia, le di con pasión, le di con desespero y ansias. La amé como si no existiera un mañana y ella me amó con todo lo que su cuerpecito frágil podía. Danzamos a nuestro ritmo, danzamos el vals mas hermoso acompasando nuestros sexos, dando lo mejor de nosotros, pero como todo tiene un final, la leche se me subió al cerebro y sin poder evitarlo aceleré el ritmo sin avisarle y reventando casi la cama le di con furia y ambos gritamos desesperados. Nueva descarga masculina fue depositada como ofrenda en ese oscuro cofre que estaba designado a guardarme todas mis futuras descargas masculinas sin intención alguna de devolvérmelas.
Nuestros corazones latían descontrolados, nuestras bocas se comían con hambre, nuestros sexos seguían unidos por completo, hasta de la naturaleza tocó a mis puertas y con mi verga desinflada tuve que aceptar de nuevo mi derrota, pero eso si, lo único que me dejó satisfecho fue que al ver el estado de su chucha, supe que di batalla y que por la forma como le estaba dando, en unos meses esa concha estaría el doble de desarrollada, así que con amor, la volví a besar y con ternura le pregunté: MI AMOR, QUE DESEAS DESAYUNAR?
Espero comentarios para seguir escribiendo mas de esta hermosa historia.
Me ha encantado el relato espero seguir leyendo mas y que hables de alguna sesión anal que hayas tenido con tu «esposa»
vendrá mucho mas!!! ya verás. Te va a encantar.
Fascinado de los dos relatos, amo como cuentas los detalles soy tan fan tuyo como de Vanesa. Saludos y mucha felicidad.
Gracias por tus palabras de apoyo. ya viene la 3a. entrega. espero te guste tanto como las dos anteriores