vanesa, la negrita de la patera 4
Comienza nuestra vida en pareja formalmente.
Hola mis queridos lectores, aprovecho para agradecerles todo el tiempo que se han tomado para leer mis anteriores relatos. Sin tanto preámbulo, vamos al grano.
Continuando en el momento exacto donde dejé el anterior relato, yo tenia aun mi verga bien adentro de la agotada panocha de vanesa, la cual parecía ahogarse en el mar de semen que de forma inesperada llevaba recibiendo desde la madrugada. Con ese polvo, ya eran tres entregas seminales que la papaya negra bebía con insaciable sed. Como es normal, cuando tiramos un polvo, por lo regular nos dan ganas de mear, por lo menos, hablo en nombre de los hombres, así que como estaba tan a gusto disfrutando del ultimo suspiro coital entre ambos, decidí comenzar a comportarme con la confianza de todo marido. En ese momento aun la tenía con su piernita levantada y nos dábamos tiernos besos de pareja, pero como dije antes, me entraron unas ricas ganas de mear, y en vez de ir al baño, decidí marcar ese territorio a mi manera. sin que ella lo esperara, comencé a soltar mi orina dentro de su ya rebosante concha, de inmediato ella sintió el calor ardiente de mi acidez úrica, gimiendo entre sorpresa y ardor, pues claramente esa concha debía estar en carne viva por dentro, luego de tanta serruchada de verga que venía recibiendo desde la madrugada con pocos intervalos de tiempo.
Me quedó mirando fijamente y yo a ella, el silencio alcahueta era lo único que se sentía en esa cama que ya era todo un amasijo de sabanas mojadas por nuestros jugos y almohadas empapadas de sudor. Con un movimiento de cabeza, le respondí a su silenciosa pregunta, si, me estaba meando dentro de su concha descaradamente y con mi actitud le estaba dejando claro que esa concha era mia y de nadie mas, con mi orina le estaba marcando el útero por dentro, lo hacia con mis ácidos meados de macho adulto y trasnochado. La chucha comenzó a emanar un hediondo masacote de leche rancia, jugos vaginales y orines mutuos. Con delicadeza le fui acomodando su piernecita fragil sin dejar de mear, de verdad estaba con la vejiga a reventar y aquella infame panocha era oficialmente bautizada por mi sagrado vergon. Me incliné hacia delante y comí de su entreabierta y sorprendida boquita, la abracé con ternura desde atrás por su pechito y empujando mucho mas mi cadera hacia delante seguí usando la atormentada panocha como orinal. La forma tan sumisa de entregarse me tenía enloquecido, pues cualquier mujer mínimo una cachetada me hubiese dado por semejante comportamiento tan guache, pero ella no, ella solo se dejaba lavar el túnel uterino con mis meados, que arrancaban los gruesos casquetes del pegajoso semen que seguramente estaban bien adheridos en lo mas profundo de esa castigada chocha.
Aproveche para deslizar mi mano hasta su empapado clítoris y mientras iba terminando mi descarga uréica la comencé a masturbar con soltura, pero con suma delicadeza. La verdad solo quería estimularla para que ella tambien meara, quería que hasta en eso me acompañara y como si supiera mis intenciones, comenzó a mear ella también, de veras que aquella escena se me quedará en mi mente para siempre hasta el dia de mi muerte, pues éramos toda una pareja que se entregaba con confianza sin casi conocerse mutuamente. Mientras yo seguía derramando mi orin, ella meaba con libertad también. Oh dios, que delicia esa sensación de compenetración entre ambos, pues, seguíamos comiéndonos nuestra bocas ávidas de amor mientras vaciábamos por completo nuestros atribulados riñones. Lo mas hermoso fue el final de nuestra mutua meada en pareja, pues yo terminé primero y ella después y como les comenté anteriormente, su ano se muestra brotado y algo deforme, pues bien, un rico y sonoro pedo salio de sus infantiles entrañas justo en mi abundante vellosidad púbica que en ese momento estaba cubriéndole el oscuro ojete.
De inmediato ella desprendió su boca de la mia para cubrirse su carita de verguenza, pero yo con amor se las aparte para hablarle tiernamente al oido y decirle que justo eso es lo que quería de ella, que se tirara los pedos en mi presencia cuantas veces quisiera, que para eso era mi mujer, y le advertí que yo haría lo mismo cuando también sintiera las ganas y que en eso consistía la convivencia marital. Mis palabras causaron el efecto deseado, pues mirándome a los ojos, me dijo con su fina vocecita, «creo que te amo». Yo nuevamente me derrumbé de amor y haciendo esfuerzo por no llorar mas, pues me daba ira mostrarme debil, pegué mi boca nuevamente a la de ella y luego de un apasionado beso con mucha lengua, le respondí, «yo no creo que te amo. YO TE AMO». Sonará cursi y les doy permiso de reirse en esta etapa del relato, pero ahora éramos los dos quienes comiéndonos nuestros ya desgastados labios llorábamos a la par.
Nos quedamos unidos un rato mas, sin importarnos que estábamos acostados en un mar de fluidos, pero en nuestro mundo de pasión, todo aquello eran minucias, que se resolvían con una simple cambiada de cubrelechos y una sacada al sol del colchon. Lentamente mi verga fue deslizándose fuera del panochon, la sentía derrotada, triste, blanda e indefensa. me la miré por un momento y sentí pesar por ella al verla en ese estado tan vulnerable, cuando momentos antes era toda una tranca gruesa, erguida con fiereza e impartiendo orden a una chucha que llego sin avisar a mi hogar imponiendo su ley africana. Con resignación, le puse mi ancha mano en la entrada de la concha para detenerle el incesante derrame de meados y leche pastosa. con amor me levanté de la cama con ella con mucha facilidad y la llevé al baño para que terminara de expulsar el resto de todos esos líquidos que contenían mi adn y que ahora ella los administraba a su antojo.
Con ternura la senté en el retrete, apoye su espaldita en el tanque de la taza y acomode sus inservibles piernitas a cada lado de vacín. Le pedí que terminara de expulsar todo para luego limpiarla. Debo decirles, que yo me apoyé en la pared del baño, justo frente a ella, vigilante que no se fuera a caer, por lógicas razones corporales, pero lo que no contaba era que desde ese sitio podía verle con claridad la amplia concha expulsando la sopa que yo mismo había preparado con tanto esmero y amor dentro de ese caldero hirviente y que ella ahora vomitaba el contenido como si de un exótico potaje se tratara. Aunque no solo eso fue lo que me llamó la atención, me impresioné al verle el ano brotado que justo me quedaba también expuesto. Un nuevo pedo fuerte salió de aquel hoyo que por estar yo con mi mirada fija en ese momento y en ese justo punto, pude ver como se abrio como una especie de boca expulsando tremendo gas. Me percaté del como una carne rojiza se asomó de momento para volver a meterse luego de expulsado el tremendo trueno, cabe anotar que para ser de una niña, salía con bastante potencia. En fin, sentí que mi verga quería reaccionar ante semejante espectáculo, pero como es natural y a mis casi 40 años ya me costaba lograr levantarla, pero ojo, solo en ese momento.
Cuando terminó de vaciar la cajeta que tenía por panocha ese pequeña mujercita, la levanté en mis brazos y pidiéndole que se aferrara a mi cuello, entré con ella a la regadera. Un reconfortante baño era lo que necesitábamos, dejamos que la tibia agua empapara nuestras aporreadas humanidades, ella reposó su cabecita en mi cuello y yo mi barbilla a un costado de su sien, así, con ella sostenida, cerré mis ojos disfrutando de todo aquello que estaba viviendo. con amor, tome el jabón liquido y la bañe, luego ella hizo lo mismo y me lavaba todo lo que sus bracitos podían abarcar de mi ancha humanidad. Al estar de frente, podíamos abrir nuestras bocas como ya se estaba haciendo habitual entre ambos y nos mamábamos con pasión nuestros labios desiguales, pero perfectamente acoplados en nombre del amor. Por instinto deslicé una de mis manos para masajearle el ano, pues ya ese se había convertido en mi proximo objetivo, ademas, por la forma en que se mostraba, me causaba muchas inquietudes y eran bastantes preguntas que necesitaban respuesta de manera urgente, asi que con suavidad comencé a frotar solo los expuestos bordes, haciendo que ella reaccionara con un rico gemido y un fuerte apretón en mi cuello. Aun bajo la regadera, mientras le frotaba con sabrosura el rosquete anal comencé a preguntarle con voz sensual, para poder ganarme la confianza y recibir las respuestas que necesitaba despejar para poder así comenzar a darle también por el chiquito.
Mami, tu tio también te culiaba por el ano? un momento de silencio se hizo presente, eso me disgustó pues creí que estaba claro que era yo quien mandaba, entonces le introduje el dedo del medio y para mi sorpresa, éste se deslizó con extrema facilidad. En ese momento ella levanto su cabecita y mirándome fijamente y con su boquita tan cerca a la lamia que hasta podía sentir el calor de su aliento. Lo hizo solo para responderme, «no, por el culo me daba mi papito».
Casi caigo con ella ahi mismo, pero haciendo un gran esfuerzo y llenándome de serenidad, le pregunte, y te hacían dobles penetraciones?
Un nuevo y angustiante silenció se hizo presente.
Continuará.
uff, que buen relato.
Maravilloso relato, espero pronto leer la continuación.