vanesa, la negrita patera 3
Continúa mi hermosa historia de amor ilegal.
Hola queridos lectores, soy yo, Ramiro. De nuevo aquí, robándoles un poco de su tiempo para que sean testigos por medio de esta lectura, el desarrollo detallado de mi relación amorosa con mi mujercita africana de tan sólo 6 añitos. Espero les sea de su agrado y denme su votación para que de esa forma yo sienta que está siendo bien aceptada mi saga.
Pues bien, luego de tirarle ese segundo polvo a mi hembra infantil, como si fuera un tío de 20, me levanté de esa cama completamente desnudo y aun con la cabeza expuesta de mi verga lagrimeando gotas gruesas de adulto y nutritivo semen. Mi verga a pesar de estar flácida siempre ha tenido una apariencia de respeto pues se acorta de largo, pero el grosor lo mantiene, así que me bamboleaba orgulloso mientras iba camino a la cocina a prepararle el primer alimento a mi hermosa amante de ébano. Con profundo amor y esmero le serví unas hojuelas de cereal, pues no olvidaba que en mi lecho a pesar que yacía la hembra que me había aguantado dos buenas vergueras, no debía perder las perspectivas de la realidad; aun era una nena y la debía tratar y consentir como tal. Yo me preparé un batido de proteínas, ya que sabía que esto iba para largo y debía librar futuras batallas.
Como dios me trajo al mundo volví a nuestra habitación, allí estaba ella, abierta, como la había dejado momentos antes. mostrándome su amorfa concha que expulsaba gruesos grumos blanquesinos que eran nada más y nada menos que mi espeso semen de macho. Ella al verme no pudo evitar mostrarme su alegría con una hermosa sonrisa angelical, si, aunque media hora antes estuviera envuelta en un aura lujurioso, propio de cualquier prostituta pagana, ya, luego en la calma se tornaba nuevamente en una preciosa criaturita oscura que asi como su piel, tenía ese delicioso lado que ahora yo también conocía y estaba dispuesto a beberme cada segundo que la tuviera a mi lado. La acomodé en el espaldar de la cama y yo me hice a su lado, me dediqué a alimentarla como si fuera una recién nacida, le daba de comer disfrutando de la poca inocencia que le quedaba. Aquella actividad paternal me causo otra incontrolable erección. Ella de inmediato se dió cuenta y yo como buen caballero le pedi disculpas por tan inoportuno incidente. La respuesta que recibí no pudo ser mas grata: «que tal si me terminas de dar el cereal metiendo tu verga en el tazón y terminas dandome de comer con ella?
Ante semejante petición, creo que ningun macho rechazaría, pues en mi caso, sin perder tiempo me incorpore de rodillas frente a ella, acerqué mi perlvis de tal forma que mi cabezón latente quedara justo a la altura de su boquita, para luego con una mano meter toda la cabeza de mi verga en el blando y cremoso cereal para sacarla victoriosa, rodeada del delicioso alimento y finalmente depositarlo en aquella boquita hambrienta, que por la forma de comer, se notaba que llevaba días sin probar bocado. Un inesperado mordisquito en mi cabezón hizo que me quejara, lo que la asustó comenzando casi que de inmediato a llorar, yo enseguida la calmé diciéndole que no pasaba nada, pero aun así ella seguia bañada en lagrimas. En ese momento se me ocurrió algo para calmarla, le dije, amor, para que te sientas bien, si quieres, ahora que termine de alimentarte, me compensas ese mordisco dandome esa chucha por tercera vez. La respuesta no pudo ser mas placentera: si papito, dejame pagarte con mi panocha. Dicho eso, el tazón ya casi se terminaba.
Habían pasado escasos 15 minutos y en esa habitación se estaba pagando una deuda. La tenía acomodada de ladito, le tenía una piernita alzada completamente, de tal forma que mi verga entraba y salia con libertad de la ensopada papaya. ambos gemíamos de placer, mi verga castigaba la infantil vagina sin compasión, parecía que tuviera rabia y se cobrara con creces semejante desacato, yo me mantenía ajeno a ese conflicto, verga-chucha, eso era problema de esos dos y por mi lado solo bombeaba para ayudar a mi sacrificado vergón a saldar semejante deuda. El rico chapoteo de la verga navegando sin descanso en esa acuosa chocha se hacía presente casi hasta afuera de aquella aparta casa. Cualquiera que llegara de visita, con seguridad desde la puerta escucharía los ricos tramacazos causados por mi enfurecido mastil, estrellando toda su espesa vellosidad púbica en la escueta concha que rebosaba semen, fruto de polvos pasados.
Al estar culiando a buen ritmo de lado, o en cucharita como se le llama a esa posición, yo podía encorvarme un poco para alimentarme de esa boquita deliciosa, adornada de gruesos labios jugosos, propios de esa raza fuerte y orgullosa. Ambos sacábamos nuestras disparejas lenguas y las frotábamos en una hermosa danza que parecía, habíamos practicado toda la vida, ricos chupones bucales acompañaban el rítmico culeo, en ese momento eramos pura carne en batalla. Nuestros sexos luchaban de forma infatigable, mi verga le daba con todo a esa concha malvada, que nuevamente se vislumbraba victoriosa. Sentí otra vez rabia al saberme prontamente derrotado, así que castigue si reparo, la cama cada vez aguantaba menos, nuestras carnes aplaudían el dispar encuentro, nuestras bocas se alimentaban mutuamente de espesa saliva, los fuerte gemidos de ambos anunciaban un orgasmo coordinado, sí, sin pensarlo me vi envuelto en mi primer orgasmo acompasado con una hembra. Luego de un repentino aumento de velocidad en mi usual y ritico culeo, tomándola a ella por sorpresa, pues no esperaba recibir en todo el centro de su panocha ese final y agonico intento vergal de alargar el inevitable desenlace. Fuertes descargas de semen fueron depositadas en lo mas profundo del imbebe útero, un potente chorro de algo parecido a orina salió disparado de la negra chucha, mojando la sábana y el colchón, ambos, con nuestros ojos cerrados disfrutabamos de los ultimos movimientos estertores de nuestros esfínteres. Un fuerte olor a semen y vagina trajinada invadió el cuarto, indicándome, por experiencia que aquella panocha había despertado, para no volver atrás, como toda una vulva adulta, que ya estaba apta de forma prematura, pero ante tantas verguizas adultas no tuvo mas remedio que madurar a la fuerza, por lo que desde ese momento, mis orgasmo ya no serían en solitario, por fin mi verga había encontrado esa panocha complice, compinche de batallas y lanzando dentro de mi amante un fuerte chorro de orin, le di con lagrimas en mis ojos nuevamente las gracias por darme tanto de eso que siempre busqué en mujeres adultas.
Espero comentarios para seguir con mas animo.
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