VIOLACION EN EL ESPACIO
Ken, un astronauta hetero de la Estación Espacial Internacional es secuestrado por una raza alienígena que lo ordeña como una vaca para obtener su semilla.
Año 2144. Estacionalidad Espacial Interestelar.
La raza humana ya ha poblado todo el sistema solar llegando a galaxias desconocidas.
—
Recobré el conocimiento y yo estaba desnudo sobre una superficie acolchada. No recordaba lo que me había pasado. Solo sabía que había salido a reparar una antena de comunicaciones de la estación espacial con mi traje de astronauta y que de repente un zumbido me noqueó. Ahora yacía desnudo en el interior de aquella extraña nave. No era un camarote estándar ni uno de enfermería. ¡Había sido raptado!
Una pantalla se iluminó y escuche por megafonía en mi idioma unas órdenes fáciles de entender. Aquella no era mi nave, sino una enemiga perteneciente a una civilización alienígena.
–Necesitamos su semilla. –me indicó una voz femenina por el altavoz.
Aún en shock no sabía qué estaba pasando. Yacía de rodillas sobre aquella cama cuando algo –un dispositivo en forma de falo– salió de la pared acercándose por la espalda a mi ano.
–Queremos su semilla –repitió aquella voz metálica por megafonía
El dispositivo se acercó peligrosamente a mi ano y yo, que era hetero, me puse hacia adelante contra la pared de en frente con mi pene tieso. No sabía si me habían inyectado alguna sustancia pero mi pene, desde que me desperté, estaba tieso. Tieso como aquellas mañanas de sueños húmedos, o cuando me despertaba tras un polvo tras alguna conquista en el bar de la nave la noche anterior, demandando más sexo.
No me dio tiempo a pesar en aquellas rubias y la última orgía que había tenido con dos mujeres en mi apartamento de la Estación Espacial interestelar donde trabajaba desde hacía años. La había elegido como destino de mi planeta azul, porque iba a tener allí más oportunidades de futuro. La Estación Interestelar era mayor que cualquier ciudad de mi planeta azul, y con mi belleza física de joven rubio de 29 años musculado y deportista, con mi pelo largo, había acaparado las miradas de michas de las mujeres que allí residían trabajando en diferentes proyectos científicos. A mí me gustaba Gina, morena de pelo corto, auxiliar de laboratorio que estaba estudiando el crecimiento de algunas plantas en el espacio exterior para establecer bases no en planetas sino en estaciones espaciales fuera de cualquier galaxia conocida. Se trataba de la conquista de nuevos mundos inexplorados aún y de viajar muchos años luz en aquellas inmensas naves, donde cultivar alimentos y crear una civilización nueva que igual nunca llegaría a conocer tierra firme ni a pisar un planeta, vagando, generación tras generación, por el espacio. Por lo tanto había que cultivar de todo y crear atmósferas artificiales y ver cómo se adaptaban las plantas a aquellas estaciones espaciales.
Aún así, mis hormonas de macho hacían que me saliera de madre con un par de copas, y terminase en la cama con cualquier belleza que encontrase en el bar mientras Gina seguía en su laboratorio haciendo horas extras. Y dos rubias satisficieron mi calentón y no les importó compartirme en mi cama. Y ahí estaba, la noche anterior, en mi camarote haciendo un trío con dos rubias de senos turgentes que se contoneaban como serpientes de cascabel en mi cama.
BZZZZZIIIIII (chirrió estridente el consolador de la pared opuesta que me aprisiono contra la pared de enfrente en mi estrecho cubículos acolchado)
–Queremos su semilla. –el comando, repetido por tercera vez, me sacó de mis sueños u oníricos pensamientos y me trajo a mi situación actual. Mi integridad como macho alfa estaba en serio peligro si no acataba aquella orden que no se iba a repetir más veces.
Me habían secuestrado. Una raza alien, cuando salí al espacio exterior a reparar aquella antena de comunicaciones ¡y me habían traído a su nave!!
No sabía quienes eran –la raza humana ya conocía a diversas especies alienígenas–. No me pareció estar en una nave de ninguna especie conocida. Una raza extraterrestre me había secuestrado como macho alfa hetero de mi especie (la verdad estaba buenísimo, era un prototípo de laboratorio, de los mejores especímenes humanos. Mi polla, de 21 centímetros, mis dos huevos grandes, mi pubis sin apenas rastro de vello púbico (un vello fino, rubio, lacio) que antecedía a unos abdominales de tableta de chocolate de joven Adonis deportista –porque a pesar de mis noches de juega en la taberna pasaba muchas horas en el gimnasio por lo que babeaban por mí, por acostarse conmigo, casi todas las hembras de la nave –menos Gina, que tenía su personalidad y no era tan fácil de conquistar (y quizás por eso me atraía más y tenía más ganas de hacerla mía, no como el polvo de una noche, sino como mi novia formal…. Mi mujer.
ZIIIIIIIII
–Ya, va, ya va –grité.
No iba a permitir que violase mi hombría, que rompiese mi masculinidad un dildo metiéndose en mi ano.
Era consciente (a medias) de lo que había pasado. Me había secuestrado una raza alienígena, me habían llevado a su nave espacial inconsciente. Y ahora querían mi semilla para estudiar a la raza humana como si fuésemos un espécimen de laboratorio. Era una cobaya blanca ¡¡querían mi semilla!! Y se la iba a dar porque no podía enfrentarme a nadie (y no sabía a quien). Estaba encerrado en un cubículo acolchado, que si no fuese por ser blanco y limpio, por sus dimensiones podía ser una cárcel.
Cogí con mis manos mi pene enhiesto y procedimental a hacerme una paja, a frotar rápidamente mi pene, gordo y grande. Me puse de pie jugando con las dos manos cada vez más rápido, mientras aquella voz por el altavoz repetía una y otra vez el mismo comando, la misma orden:
–Queremos su semilla
El dildo de la pared se pegó a mi esfínter. No podía retroceder sin clavármelo así que fui adelante metiendo mi pene en un agujero que había en la pared y del que hasta entonces no me había percatado, pero que se amoldó al grosor de mi miembro dándome un placer como nunca había soñado.
–Queremos su semilla.
ZIIIII
La verdad es que aquel agujero estaba cálido. Y me follé rápido cada vez más rápido aquel agujero en la pared.
El dildo de mi espalda se acercó aún más y noté como traspasaba aquel agujero que nunca había traspasado nadie robando mi hombría.
–Queremos su semen.
Yo me esforzaba más y más, más rápido, en eyacular, pensando en que si eyaculaba aquel dildo no penetraría más en mi robándome lo poco que me quedaba de masculinidad. E hice todo lo que estaba en mis manos para eyacular. Más rápido, más rápido. Aceleré masturbándome el pene con ambas manos para ponerlo a cien y después lo clavaba en aquel agujero de la pared. Era como que me estaba follando a aquella rubia aquella noche. Mi pene sintiendo su cálido útero. Recordaba a Susan y a Sharon, una gimiendo mientras la estaba penetrando, y otra disfrutando de espectáculo esperando que le llegase el turno a ella.
–Queremos su semilla
Me estaba desollando la polla con mis manos para estimularme para eyacular rápidamente en aquel agujero antes de que aquel siniestro dildo me violara.
–Ahggg, ahhgg,, ahhggg… ahhhhhhhhhhhhhhh eyaculé mi primer trayazo.
El agujero parecía ahora una máquina de ordeño. De hecho me retiré un poco hacia atrás en mis convulsiones o espasmos ante aquella eyaculación (de las más intensas que había tenido en mi vida). Y cuando salió mi polla la ví conectada a un dispositivo metálico de ordeño atado a un tubo final por el que corrí mi semen no sé con qué destino
Aggggghhhh ahgggggg ¡¡qué corrida!! (Decía ya en alto –nadie podía oírme, parecía que aquel cubículo en el que me hallaba estaba insonorizado) con lo que gemí de placer sin importarme que nadie me escuchara.
Aggghhhhh ahgggg seguía echando trallazos ¡¡hasta siete!! De mi semilla. Hasta que me cansé y caí exhausto cuando noté que aquel dildo seguía en mi espalda.
–Queremos su semilla –repetía insistente aquella voz metálica.
Yo yacía cansado pero parecía que querían más de mí. Aquella extracción de semen no era bastante.
(Fin de la primera parte)


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