Visita a mi hermano mayor, precuela II: El entrenamiento de un putito
Bryan lleva un año culiando a su hermano menor al llegar de las fiestas, hasta que un día su hermanito lo recibe con el culo parado y le pide pico. Este es la historia de su entrenamiento, .
Disclaimer: Este relato contiene escenas de sexo BDSM entre dos hermanos (20 y 8). Hay humillación, sexo fuerte y más. Si no te gusta este tipo de contenido este no es tu espacio. Para los demás, espero disfruten.
Había pasado al rededor de un año desde había comenzado a violar a mi hermanito al llegar después de las fiestas. La verdad pensaba que esas instancias eran solo para satisfacer mis necesidades, porque mi hermanito, ya de ocho años, seguía comportándose como todo un machito en su día a día. Nunca se me pasó por la cabeza que en realidad lo disfrutaba.
El cabro chico jugaba al fútbol todos los días, andaba con sus amigos del barrio haciendo travesuras, tomaba las pesas para ejercitarse, hasta tenía noviecitas por allí. El ser más alto para su edad y estar tan marcado lo hacían muy atractivo para las mujeres, de hecho hasta las chicas mayores lo buscaban por ahí.
Por eso, ese día que cuándo entre en pelota con el pico parado a la pieza y vi a mi hermanito en cuatro pidiéndome pico me volví loco. Llevaba un tiempo pensándolo, este cabro chico aunque se quejara y llorara un poco, era el único que me aguantaba bien las embestidas de mi pedazo de pico, además soportaba las cachetadas, los tirones de pelo, los escupos en la cara. Desde hace un rato quería ir más lejos con él, pero aún me daba un poco de cargo de conciencia. Pensaba que al fin podría tener una putita como me enseñó el Jorge, pero no podía creer que fuera justo con su hijo. Pero después de ese día decidí tener una conversación con mi hermano menor.
Espere al sábado, porque nuestra madre tenía turno de 24hrs ese fin de semana y podía aprovechar de ejecutar mi plan. Nos levantamos temprano a correr con mi hermano y luego hacer un poco de pesas. La verdad desde que me lo empecé a culiar su cuerpo fibrado, sin vellos y blanquito me ponía demasiado caliente. Era tanto que muchas veces las mujeres ya no me satisfacían y no es que me gustaran los hombres, ni si quiera los afeminados, sino que me gustaba él. Me aguante las ganas para la tarde, cuando iniciara mi plan.
Luego de nuestros ejercicios matutinos, almorzamos y él se fue a jugar a la pelota como todos los días. No volvería como hasta tres horas más. Así que tuve tiempo de preparar las cosas para mi plan. Ustedes se preguntaran, ¿de qué plan hablo? Pues les contaré, cuándo Jorge estaba en nuestras vidas, a los quince me dijo, a modo de secreto que si uno tenía suerte en la vida podía encontrar por ahí una putita premium.
-¿Qué es una putita premium ,Jorge? Le pregunté inocentemente. Él respondió:
-Mira Bryan, uno se puede culiar duro a hartas minas, tirarles del pelo, escupirle, algunas hasta te van a dejar que las meí, pero casi todas después le van a empezar a dar color, o no van a querer hacerlo más seguido. Si hasta las putas después no te quieren atender. Pero hay algunas putitas, contadas con los dedos de las manos, a las que les encanta la humillación, que se desesperan por complacer, putitas a las que si queri les podi sacar la chucha y al rato estarán dispuestas pa ti. Es raro encontrar una así, pero te lo digo pa que cuándo sospechí que un culito te aguanta bien, perfectamente puede ser tu putita premium que podi entrenar a tus gustos más perversos.
Cinco años después, ¿qué diría el Jorge si se enterará que mi posible putita premium iba a ser su hijo?
A las cinco y cuarto sentí la puerta de entrada. Ya había llegado mi hermanito. Ya media cerca de un metro cincuenta, de piernas gruesas por el deporte, de brazos musculosos y de pectorales marcados. Andaba con su short negro de fútbol y su camiseta blanquinegra. Sudado de tanto jugar, lo sentí correr por el largo pasillo, asumí que era para ir derecho a la ducha y así luego salir con sus amigos, pero se quedó petrificado al llegar al livinng:
Su hermano mayor de veinte años estaba sentado sobre el sofá frente a la tele vistiendo solo sus bototos negros con su pico gigante durísimos apuntando al cielo, con porno en la tele, jale en la mesa de centro y latas de cervezas al rededor.
-Al fin llegai cabro chico, ya me estaba cansando de esperarte, tengo que hablar con vo.
-¿Qué onda Bryan, qué queri?, respondió nervioso mi hermano, pero con la mirada fija en mi pico. Me paré y me puse frente a él. Ya me llegaba al ombligo, por lo que mi verga quedo justo a la altura de su mentón. Pensé que trataría de quitarse, pero la verdad ni siquiera se movió. Lo agarre del pelo y le tiré un escupo en la cara.
-Ya sabí que desde hace rato que te estoy usando pa descargar mi leche. Yo pensaba que te aguantabai porque soy tu hermano no más, porque te vei bien machito, pero el otro día me estabai esperando en cuatro como toa una buena puta, ¿cierto mariconcito? Dicho eso apreté más su pelo, lo que le hizo soltar un gemido.
-Si Bryan, lo siento
-No, tranquilito weón, ven pa acá. Del pelo tiré a mi hermanito hasta el sillón donde me senté y luego lo puse a él ahorcajadas encima mío. Me encantaba sentir la diferencia de tamaño entre los dos. Notaba que él estaba nervioso en esa situación, pero por sobre la tela sintética de su short vi como se formaba un pequeño bulto.
-Mira weón, vo sabí que tu hermano es terrible caliente, las minas a penas aguantan mi pico y después de un rato se aburren de mí -le decía mientras mis grandes manos acariciaban su cuerpo suave debajo de su camiseta- ¿te acordai de la weona de la Lucia mi polola del año pasado?
-Sí…, respondió mi pequeño hermano bajito mirando pa hacia abajo, saque una de mis manos de su cuerpecito para tomar su mentón y obligarle a mirarme a mis ojos.
-Bueno, el primer día que te reventé ese hoyito rico que teni fue porque esa weona me dejó too caliente y cuándo entré a la pieza te vi casi en pelotita encima de la cama , con tu cuerpo blanquito, apretaito y sin pelitos que me pidió a gritos que lo hiciera mío. Al otro día me dio cargo de conciencia, prometí no hacerlo más, además te quedaste callado y no dijiste nada. Al tiempo volvió a pasar y a pasar, hasta la semana pasa que te encontré en cuatro pidiendo pico, ¿cierto?
-Si Bryan, es qué la verdad…
-Shhh, silencio, no me tienes que dar explicaciones, yo ya sé que pasa, ¿sabes lo qué pasa? Mi hermanito no se atrevió a emitir sonido, así que mirándome a los ojos movió su cabecita diciendo que no. Yo le abrí la boca con uno de mis dedos qué el comenzó a chupar instintivamente.
-Lo que pasa es que la verdad, adentro tuyo hay una putita deseando complacer a un macho como yo y la verdad ya me cansé de hacerme el weón, así que desde ahora te voy a empezar a disfrutar como corresponde, así que de ahora en adelante ya no te voy a culiar solo cuándo llegue curao después de carretiar, sino que vas a tener que atenderme siempre que quedemos solos, ¿entendido?
Mi hermano dudo un momento mientras nos mirábamos directamente a los ojos, pero pasado un rato, con una determinación que no esperaba me respondió firme.
– Si Bryan, quiero ser tu putita.
Al escucharlo no me pude contener y le comí la boca con desesperación, mi lengua recorrió todos los rincones de su boca inocente. Un fuego en mi interior se despertó, sabía que tenía un tesoro entre mis manos. Nos besamos apasionadamente mientras acariciábamos nuestros cuerpos. Por primera vez sentía el placer de ser tocado por las manos pequeñas de mi hermano que recorrían mis velludos abdominales como si aguantase la tentación de ir más abajo. Mis grandes manos de hombre, por su lado, tocaban el torso sedoso y musculado bajo la camiseta de entrenamiento que mi hermanito llevaba con tanto orgullo.
Una idea cruzo mi cabeza, tenía que hacerle entender cuál seria su lugar, así que me despegue de él, me puse de pie y lo coloqué de rodillas delante mío. Apunte mi verga erecta directo a su cara y le ordené:
-Abre la boca. Él obediente lo hizo y un gran chorro de orina blanca comenzó a bañar su cuerpo. Pude ver en su cara la desesperación de ver como su uniforme, el símbolo de su hombría era mancillado por mí. Le sujete la cabeza para decirle.
-Afuera, con los demás puedes seguir siendo el machito entrador que estás acostumbrado a ser, pero entre estas cuatro paredes no eres más que mi putito personal, mi pertenencia. De hoy en más seré tu amo y esta es la forma de marcar mi nueva pertenencia. Para mi sorpresa mi hermanito se quedó quieto y en vez de quitarse abrió la boca sacando la lengua.
-Sí mi señor.
Aproveche el impulso para golpear su cara con mi pico erecto. Restregué mi verga por su cara inocente mientras él me miraba a los ojos con una mirada de deseo que no le había visto a ninguna de mis mujeres.
-Eso putito, así te quería tener, nunca pensé que te gustara tanto la pichula, mira como me mirai.
-Bryan, no me gusta la pichula, me gusta tu pichula, por favor déjame chupártela.
Complací inmediatamente el deseo de mi hermanito y le puse el pico en la boca. Deje que él solo lo disfrutara , quería ver que tanto deseaba mi miembro. Con sus dos manitos tomó mi verga, la acercó a sus labios, tiro mi prepucio hacia atrás, saco su lengua y comenzó a lamer mi cabeza con desesperación. Luego la comenzó a tragar lentamente. Yo no me quise mover, quería ver hasta dónde era capaz de llegar. Para mi sorpresa el pendejo seguía tragando y tragando. Lagrimas caían de sus ojitos que no dejaban de mirarme y baba caía de la comisura de sus labios. En un punto llego a la base de mi pico, sentí como su nariz rosaba mi mata abundante de pelos y él solo llevó mis manos a su cabeza. Entendí el gesto y comencé a follarle su garganta rápidamente. Él lagrimeaba, hacía arcadas, botaba saliva, pero resistía como un campeón.
Pasado un rato le saque mi pico de su boca, me senté en el sillón y lo puse de pie frente a mí.
-Uff pendejo, nunca nadie me había aguantado así, te merecí un premio, así que déjame revisarte bien cabro chico.
Estaba demasiado caliente, la sumisión y el deseo de mi hermano me despertaban sensaciones nuevas, que nunca había sentido. En un momento puse perspectiva la situación y me di cuenta que delante mío tenía a un niño con la cara llena de babas después de comerse una verga de veinte centímetros mientras su cuerpo se traslucía bajo su uniforme de fútbol mojado por mi meado. Y a pesar de todo eso, en la cara de este pendejo se podía palpar el placer de estar así. Quería seguir explorando este nuevo mundo que se abría delante de mí.
Antes de seguir tome el plato con coca, arme cuatro rayas inhale dos y le acerque las otras dos a mi hermano.
-Vamos, jala weón.
El pendejo obedeció y aspiro ambas líneas como un experto. Note como en su cara la droga hacía efecto y lo puso menos inhibido.
-Ya po Brayan, sigue diciéndome como ser tu puta. Estoy muy caliente.
-Así se habla cabro chico, pero ahora déjame disfrutarte un poco.
Lo tenía frente a mí y comencé a quitarle su uniforme. Mientras le quitaba el short y su slip el se quito la camiseta. Me impresionó ver a la luz su cuerpo al desnudo. Estaba muy bien formado debido al deporte. Lo acerqué a mí para tocar su suavidad de terciopelo. Recorrí su cuerpo con mi lengua y mis manos. Tenía un sabor embriagante medio agridulce que me volvió loco. Tome su cuerpo y lo recosté de espaldas sobre el sillón. Yo me puse encima para seguir recorriendo su cuerpo. El contraste era evidente y eso me calentaba más. Lamí cada rincón, hasta que llegue a su verguita parada. Sin pensarlo la puse en boca y succioné como si la vida se me fuera en ello.
-¡Ay! Bryan, que rico, ¡ay! Escuchaba como mi hermanito gemía, pero ¿qué hacía un macho como yo mamando una verga?¿Me había vuelto maricón? Pare un momento para reflexionar mientras miraba a mi hermano. Me di cuenta que jamás podría hacer esto con un hombre, que lo que me excitaba la verdad era el cuerpo infantil de mi hermano.
-Eso mi putito, que rico estái, ahora demuéstrame lo mucho que te gusta mi pico. Me senté nuevamente en el sillón con las piernas abiertas para ver que hacía mi hermanito. Él raudo se puso sobre mis piernas, tomó mi verga y comenzó a sentarse encima. Sentí como mi verga iba abriendo su hotiyo lentamente mientras nos mirábamos a los ojos. Con mis dedos tomé sus pezones erectos para darle más placer. Cuándo logró comerse toda mi verga, gimiendo me pidió.
-¡Dame duro Bryan!¡Dame duro!
Aún con sus pezones entre mis dedos comencé un movimiento frenético contra su culito. Mi hermanito chillaba pero no me dejaba ir más despacio. Estuvimos como veinte minutos así, hasta que logré acabar dentro suyo.
-¡Uff cabro chico! Te pasaste, pero esto recién empieza, así que prepárate pa lo que viene.
-Sí Bryan, yo también quiero más.
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