Voluntariamente pase de marinero a ser travesti maricón.
Un chico que deseaba conocer el mundo siendo marino mercante, tiene un encuentro con su compañero de camarote en la ducha, dejándose dar por el culo, despues de eso le agarró el gusto, por lo que hasta se viste de mujer para complacer a sus compañeros. .
Desde bien joven siempre quise ser marinero, es decir, trabajar en un barco, mercante, conocer mundo, en fin, vivir la vida.
Así que apenas cumplí mis 18 años, saqué mi pasaporte y busqué trabajo como lo que fuera en un barco mercante, por suerte rápidamente conseguí trabajo, en un carguero.
Durante mis primeros viajes, nunca sentí nada raro, pero la mayoría de mis compañeros se la pasaban quejándose del poco tiempo que estábamos en los puertos, ya que no tenían ocasión de buscar mujeres.
Mientras que yo, eso como que nunca me hizo falta, ya que apenas y tenía una novia, con la que a lo más que había llegado era a besarla, al momento de despedirme.
Pero durante uno de los viajes trasatlánticos permanecimos par de semanas en altamar, y apenas descargamos, el capitán ordenó nuevamente partir, yo me encontraba encantado, pero mis compañeros prácticamente maldecían a cada rato, se peleaban por cualquier tontería.
Hasta que una tarde, mientras me daba un baño después de terminar mi guardia, entró mi compañero de camarote, un negro, como de dos metros de alto, bastante musculoso y fornido, como de unos treinta y tantos años, y al igual que yo también se dedicó a bañarse.
No sé qué pasó, pero en esos momentos sentí algo raro, ya que, aparte de que él no dejaba de ver mis nalgas, yo no apartaba la vista de su verga.
Él comenzó a buscarme conversación diciéndome lo mal que se sentía, por no poder haberse acostado con una mujer, desde hacía ya par de semanas.
De repente, me preguntó si no me hacía falta una mujer, yo nerviosamente le respondí que no.
Lo cierto es que su sola presencia me asustaba, ya que, en comparación con él, mi pequeño pene es de unos pocos centímetros, mientras que su verga sin exagerar era extremadamente grande.
Además, apenas y mido un metro sesenta, soy delgadito, blanco, de cabellera castaña clara y abundante, además, soy bastante lampiño.
En esos momentos él se enjabonaba una y otra vez su gruesa y larga verga, sin dejar de mirar fijamente mis nalgas, lo que me puso más nervioso.
Por otra parte, yo estaba sumamente impresionado por el tamaño de su instrumento, y aunque hasta esos momentos jamás me había fijado en las vergas de otros hombres, no podía quitar mi vista de aquella cosa, y como cosa rara, hasta pensé como se sentiría esa cosa dentro de mi apretado culito.
Al darme cuenta de que sin querer me había quedado viendo insistentemente su verga, mientras me enjabonaba mis nalgas, decidí darle la espalda, para no seguir viendo aquella cosa que atrapaba toda mi atención, cosa que de seguro él lo tomó como una invitación.
El negro se me acercó, y sin hacer más comentarios, me tomó entre sus gruesos y fuertes brazos, mientras que yo me quedé como petrificado, sin saber a ciencia exacta que hacer.
Al sentir su caliente miembro en contacto con mis nalgas, ni tan siquiera traté de zafarme de su fuerte abrazó, pude haber gritado, pero ni se me ocurrió hacerlo, al tiempo que una de sus grandes manos, comenzó a deslizarla entre mis nalgas.
De manera voluntaria separé mis piernas bajo la ducha, y como si yo fuera un muñequito de papel, me pegó contra una de las paredes de la ducha, de inmediato comencé a sentir como su gruesa verga completamente enjabonada, se abría paso entre mis enjabonadas nalgas.
Yo me quedé paralizado, no podía decir nada, ni tan siquiera pude gritar o quejarme, a pesar del fuerte dolor que sentía dentro de mí culo.
No podía creer que esto me estuviera sucediendo a mí, de momento sentí un sinnúmero de emociones, por una parte me sentí indignado, vejado, deshonrado, pero por otra parte me encontraba de lo más emocionado, al sentir aquella cosa entrando y saliendo de mi cuerpo.
Comencé a llorar, tanto por el dolor físico, como de alegría y vergüenza, por todo lo que estaba sintiendo, y lo impotente que yo era de evitar que eso me estuviera pasando.
Pero poco a poco a medida que él continuaba introduciendo y sacando su enorme verga de mi culo, todo fue cambiando, ese raro placer desconocido para mí hasta esos momentos, fue en aumento, me fue atrapando, lo fui sintiendo dentro de mí.
Hasta que casi de manera involuntaria comencé a mover mis nalgas, restregándolas con fuerza contra el cuerpo del negro, buscando un mayor placer, por lo que le pedía continuamente que me diera más y más duro.
Lo cierto es, que me dejé hacer todo lo que él quiso hacerme, ya que de la misma manera que comenzó a penetrarme, sacó su enorme verga de entre mis nalgas, y colocando sus gruesas manos sobre mis hombros, hizo que me agachase quedando con su verga frente a mi boca, la que, tras ligeramente acercarla a mis labios, yo me la comencé a tragar completamente, sin ofrecerle resistencia, al tiempo que como un desesperado me masturbaba, hasta que rápidamente me vine.
Después de un corto rato, nuevamente me volvió a penetrar, pero en lugar de someterme por la espalda, me acostó boca arriba sobre el piso de la ducha, y levantando mis piernas y separándolas, vi claramente como su enorme verga volvía a penetrar mi culo, una y otra vez, hasta que después de un largo rato, finalmente se vino dentro de mí completamente.
Yo me quedé tirado en el piso de la ducha, acurrucado contra una de las paredes, muerto de vergüenza, de miedo y de un raro sentimiento que hacía desear que continuase clavándome toda su verga.
Él tomó su toalla y me dijo. “No le digas a nadie, y déjate de pendejadas que, si te ven los demás así, también ellos van a querer comerte el culo.”
Desde esa tarde, me convertí prácticamente, en su acompañante sexual, ya que durante el resto de la travesía me continuó dando verga, cada vez que se nos presentaba la ocasión.
A pesar de que yo al principio le decía que no me hiciera eso, pero después era yo quien lo buscaba y me le insinuaba constantemente.
Tanto él como yo fuimos extremadamente discretos con nuestro secreto, él porque no le gustaba compartir nada y mucho menos a su mujer, como él me decía cuando estábamos a solas.
Yo me mantuve callado, por no convertirme en el centro de las burlas, del resto de mis compañeros, aparte del miedo a lo que me podía suceder, si el capitán se enteraba.
Al regresar a nuestro puerto, cuando nos tocó zarpar nuevamente, el negro no se presentó, según otro de los marineros, la noche anterior el negro se había emborrachado y peleado, como con cinco, a los que mandó al hospital, mientras que a él lo enviaron a la cárcel.
En medio de todo me sentí algo triste, ya que eso de que él me diera por el culo, y me pusiera a mamar me estaba haciendo falta, a pesar de que al principio, prácticamente me había sodomizado a la fuerza.
Pero continuaba temeroso de que, si mis compañeros se enterasen, se burlasen de mí, o que me pasara algo peor.
Por lo que decidí, no caer en tentaciones, me bañaba solo, y evitaba a toda costa, ver los miembros de mis compañeros, no fuera que se dieran cuenta de lo mucho que me habían comenzado a llamar la atención.
Esa travesía fue un poco más larga que las anteriores, ya que la carga la debimos transportar hasta Macao.
Al igual que la vez anterior, el viaje de ida fue tranquilo, pero de regreso casi inmediatamente, mis compañeros comenzaron a dar muestra, de lo mucho que les afecta el no tener una mujer.
Por mi parte me concentraba en mis labores, hasta que como a la tercera noche cuando veníamos de regreso, mis otros dos compañeros de camarote, se pusieron a jugar cartas, y apenas yo regresé recién bañado, con mi toalla alrededor de mi cintura, me invitaron a jugar.
Desde luego sin que el capitán lo supiera, para colmo también estaban bebiendo, aunque de manera discreta, y apenas acepté entrar al juego me invitaron un trago.
Les diré la verdad, ni soy jugador, ni bebedor, por lo que al poco rato ya había perdido lo poco que tenía de dinero, y me encontraba algo mareado, por no decir que ligera y alegremente borracho.
Cuando me di cuenta de que ya no tenía con que jugar me levanté de la mesa, y justo en ese instante, se me ocurrió dejar que la toalla que estaba usando alrededor de mi cintura se me cayera accidentalmente al piso, dejando ante los ojos de mis dos compañeros, mis blancas y paradas nalgas.
Ellos no dijeron nada, de inmediato, pero al verme caminando de la manera en que lo estaba haciendo, moviendo provocativamente mis nalgas, les comenté que pensaba retirarme.
De inmediato me ofrecieron que continuase jugando, y que luego arreglábamos cuentas, yo me imaginé lo que me iba a pasar, me hice el pendejo y seguí bebiendo, jugando y perdiendo.
A medida que más bebía más hablaba y actuaba como si fuera una mujer, hasta que uno de ellos me preguntó cómo pensaba pagar en ese mismo instante, si no tenía un centavo encima.
Yo no quise que responderles, cuando él mismo me propuso que los dejase a los dos agarrarme las nalgas, al mismo tiempo que yo les hacía una paja.
Lo cierto es que eso me causó gracia, y hasta les dije en tono de broma, usando una voz bastante afeminada. “Ustedes dos lo que quieren es comerme el culo.” Ellos también se pusieron a reír, al tiempo que me ofrecieron otro trago.
Apenas lo comencé a beber, sentí que me habían agarrado una de mis nalgas, y a pesar del secreto deseo de ser sodomizado otra vez, el miedo a que el resto de la tripulación se enterase, hizo que me dirigiera a mí litera.
Pero entre ellos dos, me sujetaron, no dije nada, mientras que uno de ellos se colocó tras de mí, de inmediato separé mis piernas, y frente al otro marinero, me clavó salvajemente su verga dentro de mi culo.
Yo trate de disimular, protestando ligeramente, pero de momento ya estaba disfrutando de lo que me estaban haciendo, pidiendo que me diera más duro, cuando sentí una mano sobre mi nuca, obligándome a inclinarme más, tampoco ofrecí resistencia y a los pocos segundos me encontraba tragando la verga del otro.
Esa noche mis dos compañeros de camarote, hicieron conmigo lo que les dio gusto y gana, mientras que yo movía mis nalgas desesperadamente disfrutando de lo que me estaban haciendo ellos dos.
Por un largo rato sentí como esa verga entraba y salía de entre mis nalgas, una y otra vez, mientras que al que le estaba mamando, ocasionalmente retiraba su gruesa verga de mi boca, y después de un corto rato, me volvía a poner a mamar.
Cuando el que me daba por el culo finalmente se vino, al que se la estaba mamando me dijo que me lavase, que él también deseaba clavarme su verga, y como para esos momentos, yo estaba deseoso de que continuasen dándome por el culo, fui me lavé y al regresar, me puse en cuatro y él otro me introdujo toda su inmensa verga hasta lo más profundo de mis intestinos.
Mientras que el primero como que se animó nuevamente y me puso a mamar, hasta que se vino dentro de mi boca obligándome a que me tragase todo su semen.
Después de esa noche, durante el resto de la travesía de regreso a nuestro puerto, a la más leve insinuación, corría a nuestro camarote, me ponía alguna prenda femenina que había ido robando de las cargas que transportábamos, y esperaba a uno o al otro, y en ocasiones a los dos para que hicieran de mi lo que les diera la gana.
Pero a diferencia del negro, a uno de ellos se le soltó la lengua, y a los pocos días, comencé a notar que el resto de la tripulación me veía de manera rara.
Poco a poco, fui sintiendo el deseo de todos ellos de darme por el culo, las insinuaciones de los otros marinos, hasta que finalmente les fui aflojando mis nalgas, y mamando sus vergas, al resto de toda la tripulación, excepto al capitán.
Incluso el día que llegamos a nuestro muelle, el radioperador de abordo, se las ingenió para encontrarse conmigo en una de las vacías bodegas del barco, mientras que su mujer e hijos esperaban a que bajase a tierra.
Por lo que sin querer queriendo, me convertí prácticamente en la puta de todos, no conforme con darme por el culo o ponerme a mamar, en las siguientes ocasiones en que nos embarcamos juntos, a todos les gusta que yo me ponga prendas femeninas, lo que desde el principio me agradó mucho.
Todavía el capitán ignora lo que sucede bajo cubierta con mi persona, pero aparte de eso cada vez que regreso a nuestro puerto, en más de una ocasión, aunque salgo vestido de hombre del barco, ya fuera me visto de mujer, y me pongo a buscar un buen macho con quien pasar parte de la noche.
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