Xavier – Primera Parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sumisBcn.
Xavier es un hombre que no destaca particularmente por su aspecto físico. Quizás lo que más destaca es su altura, pues mide alrededor de 1,85 metros. Lleva el cabello muy corto, por lo cual el negro original de pelo se funde con sus canas en un color difícil de definir. Ya ha pasado los 40, pero aún se ve jovial.
La primera vez que le vi, llevaba tres botones de la camisa abierta, lo que dejaba ver un vello tupido y oscuro que me hizo enrojecer de sólo contemplar. Ese día, había cogido un bus, el H12, para ir de una punta a otra de la ciudad. Era un recorrido que no suelo hacer. Como no tenía a mano nada con lo que distraerme durante los 40 minutos que duraría el viaje, comencé a mirar con cierto desinterés a los demás pasajeros. Pero no fui yo quien le encontré a él. Él me encontró a mí. Mi mirada se encontró con la suya porque sentí que alguien me observaba. Sinceramente, no pude mantener la mirada. Su mirada era fuerte. La intensidad de ella me hizo dudar. No sabía si yo le atraía, o si era un homófobo que me quería moler a palos. Volví a levantar la mirada y me encontré con la suya. Esta vez, su mirada pareció distenderse un poco al tiempo que esbozó una sonrisa socarrona. Era un cazador que había encontrado a su presa y que no le dejaría escapar. Me puse nervioso y bajé del bus antes de donde debía. Él me siguió. No hay demasiado especial que contar sobre esa tarde. Logró persuadirme para llevarme a un sitio con cabinas que hay cerca de la estación de metro Rocafort y follamos rápidamente. Intercambiamos números de móvil, y eso fue todo. La verdad es que creía que no iba a tener noticias suyas de nuevo, aunque sabía que ambos lo habíamos pasado bien. En parte, me sentía avergonzado. Nunca había hecho eso: terminar follando en un local sórdido con un desconocido que encontré en el bus. Pensé que él creería que lo hacía todo el tiempo y que no querría encontrarse de nuevo conmigo. Ya lo sé. Soy un hipócrita. Como si fuera tan distinto quedar con alguien del chat.
El caso es que unos días después, me llamó. Quería quedar esa noche. Le dije que estaba cansado, lo cual era cierto. No aceptó la negativa. Vino a mi casa, follamos, y se fue. Esto se repitió varias veces. La verdad es que cuando follábamos el siempre era quien dirigía. Si me intentaba revelar y decidir el rumbo que tomaríamos, de inmediato me paraba en seco y tomaba el control de la situación. De más está decir que eso me encantó de él.
Su cuerpo, de contextura fuerte, de hombre que trabaja con sus músculos, pero no en un gimnasio. Tiene el cuerpo de un granjero, ancho, sin ser gordo. Lo contrario a mí diría. Su vello negro le cubre el pecho, las piernas, las bolas, el culo. Cuando se desnuda encuentro en él lo mejor de la civilización y la barbarie.
Volviendo al relato, nuestras relaciones sexuales eran intensas y satisfactorias. Él claramente dominaba y decidía, pero no diría que era un juego de amo y esclavo ni nada parecido. Hasta que una de esas noches, las cosas comenzaron a cambiar. Luego de follarme y acabarme en mi pecho, o "mis tetas te puta", como le gusta llamarlas, se echo a mi lado y me preguntó si me molestaba que fumara. Me sorprendí un poco, dado que siempre después de follar salía corriendo como si tuviera miedo que el techo se le cayera encima. Aunque la verdad no me agrada demasiado que fumen en mi casa, le dije que no me molestaba. Me levanté para traer algo donde poner la ceniza y aproveché para limpiarme un poco.
Al ver que me demoraba un poco, me dijo: – Bañate luego, anda. Ven aquí conmigo.
Me limpie su semen con el papel de la cocina, cogí la tapa de un frasco para que usara como cenicero y volví a mi habitación.
Cogió la tapa y me invitó que recostara mi cabeza sobre su pecho mientras él fumaba. Me sorprendí disfrutando el olor al cigarrillo. Me gustaba estar en esa posición. Aunque no me debería sorprender. Cada tanto me hablaba. No recuerdo bien sobre qué. Sólo recuerdo la sensación de bienestar que me causaba su voz.
Al rato me informó que se quedaría a dormir. No me lo preguntó. Me lo dijo. Y a mí, me pareció lo más normal del mundo.
La verdadera sorpresa fue a la mañana siguiente. Al despertar, me atrajo de nuevo hacia su pecho y me dijo, como quien ha sopesado mucho una decisión, que quería que fuera "suya". El que se refiriera a mí en femenino me puso un poco incomodo. No sé. Me gusta cuando estoy en medio de una situación llena de morbo. Me gusta usar algo de lencería femenina y jugar a ser la putita de un macho. Pero una vez que se acabo la situación, eso de que me hablen en femenino, me incomoda. De todos modos, no me dejó tiempo a contestar nada.
-Tú y yo podemos seguir así, viéndonos una vez cada tanto, y cada cual en lo suyo. Pero me gustas. No sé si eso será bueno o malo para ti. Soy un tío complicado. Soy muy exigente a mi manera y puedo ser muy cabrón. No te quiero mentir. Si quieres ir a más, puede que te haga cosas que no te gusten, pero en el momento no me va a importar. – Noté que mientras pronunciaba este discurso, él luchaba todo el tiempo porque no se notara su ansiedad, o sus nervios.
-¿Qué cosas? ¿A qué te refieres? – pregunté fingiendo inocencia.
-Tú me entiendes, cabroncillo. No te hagas la tonta. Aunque no sé, te queda bien. – rió y continuó – Te obligaré a hacer guarradas, te pegaré alguna que otra vez, te usaré como quiera. Pero no te asustes. No te dañaré realmente. Sólo que no te dejaré elección y en la cama se hará lo que me salga de los cojones. ¿Entiendes? – me preguntó con una dulzura y parsimonia que contrastaba fuertemente con lo que acababa de decirme.
-Quiero… – dije con la voz entrecortada.
-¿Qué quieres?
-Ser tuyo.
-"Tuya"- me corrigió y agregó: – ¿Harás cualquier cosa que yo te pida?
-Sí – dije lleno de miedo.
-Vale – dijo y se incorporó como un rayo.
Se fue a bañar. Me quedé pasmado. No sabía que había pasado. Al volver, comenzó a vestirse rápidamente.
Esta tarde te voy a probar. Si pasas la prueba, seguiremos. Si no, no me verás más.
No dije nada. Me sentía avergonzado, impotente. Quería abofetearle, pero a la vez, quería seguir su juego.
A las 4 de la tarde, recibí un mensaje de Whatsapp. Decía: "Te espero en los baños del subsuelo de Glories a las 6:15". Le contesté preguntándole para qué, pero no me contesto.
Estuve a punto de no ir, pero el morbo pudo más. A la hora indicada, entré al baño. Había dentro un padre con dos niños. No sabía qué hacer. Decidí ponerme en un mingitorio y fingir que orinaba. Al momento, el padre salió con sus hijos. La puerta de una de las cabinas se abrió y salió un señor mayor. De los nervios, ni siquiera podía mear. Noté como un hombre que se había puesto a mear en otro de los mingitorios me miraba con sospecha. Estuve a punto de subir mi cremallera e irme. ¿Me habría equivocado de baño? ¿Dónde estaba Xavier?
El hombre se fue. Al momento, otra de las cabinas se abrió. Escuché un chistido. Me di vuelta con la polla en la mano. Era Xavier. ¡Por fin! Con una seña me ordenó que entrara en la cabina. Lo hice a toda prisa. Me arrinconó violentamente contra la pared lateral y me besó cogiéndome con una mano de la nuca y la otra del cuelo. Mis manos sólo atinaron a acariciar su pecho a través de la camisa.
Llevó sus labios a uno de mis oídos y me pregunto en un susurro cargado de excitación: – ¿Vas a hacer lo que te diga? ¿Vas a ser mía?
-Sí – le contesté, aunque me voz y mi cuerpo temblaban.
Se apartó cuidadosamente de mí intentando no hacer ruido. Levantó su mano derecha mostrando su dedo menique, mientras pareció pedir mi consentimiento con su mirada y un leve arqueo de su ceja. No entendí que quería hasta que se llevo el dedo a su nariz y comenzó a escarbar. Sacó un moco bien verde y lo llevó a hacia mis labios. Abrí la boca y deje que introdujera el dedo. Saboreé el moco sin que me lo pidiera. Nunca había hecho eso, pero lo estaba disfrutando. Repitió el proceso un par de veces, hasta que decidió que sería más rápido hacerme reclinar hacía atrás, forzarme a abrir la boca mirando hacia el techo y eyectar sus mocos directamente en mi boca.
Le vi como se deleitaba viéndome humillado. El brillo perverso de sus ojos me daba placer. Me gustaba ser usado así por un macho.
Luego, me hizo sentar sobre el váter. Pensé que me haría chupársela. Pero no, todavía no.
Bajó su cremallera y saco su polla. La introdujo en mi boca. Instintivamente, comencé a chupársela. Una bofetada me detuvo.
-No, aún no- dijo susurrando – te voy a usar de váter. Te voy a mear en la boca, y vas a tragar todo. Pero no te preocupes, lo haré despacio para que puedas tragar sin problemas.
Nunca había tragado meos. Me había meado en la boca antes. Me gusta. Pero nunca había tragado. De todos modos, su polla ya estaba en mi boca. En cualquier momento comenzaría a orinar. Sentí que no le podría detener.
El primer chorro me inundó la boca. Lo trague. El sabor era amargo y salado a la vez. Estuve a punto de decirle que no quería continuar. Pero al subir la mirada, vi el placer que le daba hacerme eso, y no pude negarme.
El segundo chorro me llenó la boca. Lo tragué rápidamente. Aún me daba cierto asco, pero a la vez, sentí como mis slips se llenaban de líquido preseminal. Luego los chorros siguieron sucediéndose. Cada vez me daba menos reparo ser una puta tragameos, porque eran de él. Uno de los chorros me hizo atragantar y el meo me salió hasta por la nariz. Por suerte, sólo me moje el rostro. Él aprovecho para expandir las gotas que salieron sobre mi cara. Luego continuó meando. Hasta que los últimos y débiles hilos de orín anunciaron el final.
Entonces, se guardó la polla en el pantalón y salió de allí sin decirme palabra.
Me quedé sentado en el váter espantado de mí mismo, de lo que acababa de hacer. Pensé que no le vería más, que simplemente se había burlado de mí. Toda clase de maquinaciones pasaron por mi cabeza. Estuve a punto de echarme a llorar encerrado en aquella cabina, escuchando los hombres que entraban y salían de aquel lavabo, rogando que nadie se diera cuenta de lo que había sucedido.
Entonces, me di cuenta que tenía un mensaje de Whatsapp en mi móvil. Era de él: "Pasaste la prueba. Quiero verte esta noche". Eso lo cambiaba todo. De pronto, quería sentir de nuevo su orina fluir sobre mí.
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