Xavier – Quinta Parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sumisBcn.
Mi historia con Xavier continuó un tanto rutinariamente. Lo cual no implica que me aburriera, sólo que no durante un tiempo, nuestros encuentros no otorgaron ninguna novedad. Aunque no pasó mucho antes de que la hubiera.
Una tarde de viernes, recibí un mensaje de él en que me decía que me esperaba a las diez de la noche en una dirección determinada. La incertidumbre de qué sorpresa me tendría preparada, me excitó. En cuanto salí del curro, me apresuré en pasar por casa para ducharme. A las diez menos cinco, llegué a la dirección que me indicó. Un par de minutos después, llegó Xavier al volante de un coche, que jamás había visto. Sin hablarme, abrió la puerta del coche indicándome que subiera, y así lo hice.
En el tablero del coche, observé un dispositivo GPS. El destino era en las afueras de Vilanova i la Geltrú.
A la altura del Prat, se desvío del recorrido y aparcó en un sitio descampado. Se bajó del coche y lo rodeó. Abrió la puerta y me ordenó que saliera.
-Desnúdate – dijo autoritariamente.
-¿Aquí? – pregunté perplejo.
Su contestación fue una bofetada. Agaché la cabeza en señal de sumisión y comencé a desnudarme. En cuanto me sacaba una prenda de ropa, me la arrebataba. Cuando quedé desnudo, me obligó a apartarme un poco más del coche, creo que para que me sintiera más expuesto. Por su parte, fue a la cajuela del vehículo a dejar mi ropa y buscar algo. Al volver, se puso a mis espaldas haciéndome sentir su aliento pesado en mi cuello y hundió levemente su bulto entre mi nalgas mientras me hacía poner los brazos en cruz. Me abrazó fuertemente como si se quisiera meter dentro de mi cuerpo.
-Te follaría aquí mismo, mi puta.
-Hazlo, por favor – le rogué.
-No puedo, nos están esperando –dijo entre divertido y satisfecho.
-¿Nos están esperan…?
-¡Calla, puta! – dijo apartándose un poco para ponerme una prenda de ropa.
En un principio, no supe identificar exactamente qué prenda era esa, pero en cuanto las cintas del corset comenzaron a ceñirse, lo comprendí perfectamente. Era la primera vez que usaba uno, y debo decir que la sensación de mis carnes estuviera presionadas, me causó placer.
Cuando terminó de ponerme el corset, me hizó levantar una pierna y luego la otra para ponerme una tanga. Toda esta operación la realizó estando su pecho contra mi espalda. El roce de nuestros cuerpos y la exposición de esa ceremonia aumentaba la carga erótica del juego con cada suspiro.
-Confía en mí – me dijo con un tono casi de súplica mientras comenzaba a vendarme los ojos. Sobre la venda, colocó unas gafas, que presumí, debían ser oscuras. Asumí que la idea era no llamar demasiado la atención. Cogió mi mano y me guió hasta el asiento de pasajero. El corset dificultó un poco el movimiento al sentarse. Noté que uno de mis pezones se escapó. Él aprovechó para lamerlo y morderlo.
-Mejor vamos, que si no, te violo aquí. Como me pones, puta.
-Gracias. Me encanta ser tu hembra – dije sintiendo como la turbación de mis propias palabras hacían subir el color a mis mejillas.
Él regresó al volante. El coche retomó su marcha. Durante una media hora más, seguimos por "la ruta resaltada". La locución del GPS ya me estaba poniendo de los nervios. De pronto, el vehículo se detuvo. Escuché un silbido que debía ser la puerta de un parking. Una puerta, que por el sonido pareció más bien una reja, se abrió. El automóvil avanzó unos metros, y se escuchó el sonido de la reja tras nuestro.
Xavier bajó del coche. Unos segundos después, abrió la puerta del asiento de pasajero, cogió mi mano y me ayudó a bajar. Caminamos unos pasos. Se detuvo para ceñirme un poco más el corset. Subimos una escalera.
-Espera aquí – me dijo y se alejó.
Escuché sus pasos alejándose, y unos momentos después, varias voces masculinas que hablaban con él. En ese momento, me dieron ganas de huir. No me gustaba la idea de que me compartiera. Me enfadé. Pensé que me lo tendría que haber consultado. Mi mandíbula comenzó a convulsionar. Sentí un frío que me recorrió todo el cuerpo. Es lo que me sucede cuando una situación me excita y a la vez me da miedo.
Él volvió a mi lado. Noté que se detuvo un momento. A pesar de que la venda no me dejaba ver nada, podía asegurar que él me miraba. Acarició mi mejilla. Me besó en los labios. Me cogió de la cintura llevándome hacia él. Sentí su axila desnuda por sobre mi brazo, casi a la altura de mi hombro.
-Confía en mí. Eres mi hembrita y te voy a cuidar. Sé elegir por ti. Por eso, nos llevamos bien. Entrégate. No te arrepentirás.
Cogió mi mano y me condujo por un pasillo. Al entrar a la habitación, me llevó hasta el centro de la misma y me sacó las gafas y la venda. La luz de me cegó por un momento. Cuando pude recuperar la visión, me encontré en una sala. Delante de mí, en un sofá grande, dos hombres de unos cincuenta años bien llevados me miraban con lascivia. A su derecha, un chico de unos 25 años, el más joven del grupo. Los hombres del sofá vestían como ejecutivos. El chico del sillón, llevaba el cabello largo hasta el cuello, barba y gafas. Tenía cara de empollón.
Xavier se puso a mi lado. Me acariciaba mientras disfrutaba de mi turbación al sentirme expuesto. Como adiviné antes de que me sacara la venda, su torso estaba desnudo. Levaba puestos unos pantalones de piel y botas militares. Nunca lo había visto así vestido. La verdad que me sorprendió, pero no me importó. Podía ponerse un saco de patatas que me gustaría de todas maneras.
-¡Bueno! ¿Cuándo comienza el show?-dijo uno de los ejecutivos soltando una risotada.
Xavier me colocó un collar de perro al cuello y me obligó a ponerme de rodillas. Me escupió en la cara varias veces. Me ordenó que abriera la boca y comenzó a follármela inclementemente provocándome arcadas. Se detuvo varias veces, presuponiendo que yo estaba a punto de vomitar. La saliva me salía a borbotones por la boca mojando la tela del corset. Xavier estaba siendo especialmente violento en las acometidas. Por un momento, pensé que quería que vomitara. Luego de un rato, se detuvo. Tiró del collar para hacerme poner de pie. Apoyó su pecho contra mi espalda. Hundió ambas manos en el sostén del corset y sacó mis tetas hacía afuera. Jugó con mis pezones. Estaba ofreciendo mis tetas a sus amigos.
-Quiero comer esas tetas – dijo uno de los ejecutivos, el que parecía mayor.
-Todas tuyas. Esta maricona hace lo que yo le digo.
El hombre canoso se acercó hacia mí y empezó a morder y chupar mis pezones. Xavier, metió su polla aún erecta entre mis nalgas demostrándome su presencia. Por sobre la cabeza de ese hombre que juagaba con mi pecho a su antojo mientras se la cascaba, vi al otro ejecutivo. Era un hombre de rostro muy delgado y angular, la piel muy blanca, ojos claros y cabello muy corto, casi a cero. Su polla, ya morcillona, descansaba entre sus piernas. En un momento, le hizo una seña al chico joven como ordenándole que se la chupara. El chico le ignoró. Entonces, comenzó a masajear su polla. Al verle, Xavier me arrancó de las fauces del canoso y me obligó a arrodillarme entre las piernas del rubio. Este hundió rápidamente mi cabeza entre sus piernas y comenzó a restregarme su polla por la cara. No tardó mucho en ponérsela dura. De inmediato, me obligó a metérmela en la boca y comenzó a taladrármela. En cuanto comenzaron mis arcadas, Xavier le detuvo y me apartó. En ese momento, me di cuenta que el placer de mi macho no consistía solamente en mi humillación y el exhibir su poder sobre mí, también disfrutaba de ver como podía jugar con la insatisfacción de esos otros machos.
La noche recién empezaba…
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