Xavier – Segunda Parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sumisBcn.
A las 11 de la noche, Xavier llamó a mi puerta. Lo primero que hizo al entrar a mi piso fue arrinconarme contra la pared del recibidor, coger mis manos a mi espalda con una de sus manos, y con la mano libre me cogió de la nuca direccionando mi mentón con el dedo pulgar hasta el ángulo perfecto para besarme como él quería. Me sentí su presa y me gustó. Me gusta como besa. No es usa su lengua como un arma invasora que mete incesantemente hasta producir casi una arcada. Besa de una forma suave y sensual, aunque firme.
-Te has portado muy bien esta tarde. Me has sorprendido. ¿Te ha gustado?
-La verdad es que me dio un poco de asco al principio. Aún no me quito el sabor de la boca. Pero sí, me gustó que me usaras así. Aunque a la vez, no sé, me hace sentiro… – No encontraba la palabra adecuada. De modo que esbocé el término más parecía describir mis sensaciones: – Sucio.
-Es que eso eres – me dijo sin abandonar nuestras posiciones, aunque ahora sostenía con ambas manos las mías y su pelvis empujaba a mi cuerpo más contra la pared, y agregó: – Eres una puta guarra. Pero tienes suerte de haber encontrado a un macho que te enseñará cuál es tu lugar.
Comenzó a besarme nuevamente. Sus palabras se repetían en mi cerebro. No sabía qué debía sentir, de modo que intenté dejar de pensar. Mientras nuestros labios y lenguas juagaban, su cuerpo envolvía y presionaba más al mío. Sus manos seguían apresando las mías y, la verdad, es que yo no hacía ningún esfuerzo por liberarlas. Me sentía bien así. De pronto, y a medida que sentía que una inminente erección iba creciendo debajo de su pantalón, su actitud comenzó a ponerse más violenta. Me liberó mis manos, para apoyar sus manos en mis hombros y obligarme a ponerme de rodillas en el escaso espacio que quedaba entre su cuerpo y la pared. Sin esperar demasiado tiempo, cogió mi nuca y estrelló mi cabeza contra su pelvis. Comenzó, entonces, a refregarme la cara contra ella.
-Esto es lo que quieres. ¿Verdad, puta asquerosa? ¿Quieres polla? Pues ruégame.
No sé porqué exactamente. No sé si fue un rapto de orgullo o ganas de provocarle, pero le contesté: – Yo nunca ruego por una polla.
Mi actitud no fue lo que esperaba. Eso fue evidente. Pues se quedo inmóvil y en silencio por un breve instante. Sus ojos parecieron volverse más oscuros, parecieron arder de furia. Pero a la vez, una distendida media sonrisa se dibujo en su rostro y dijo con tono muy calmo y sereno: – Así que tu no ruegas por una polla.
Una sonora bofetada me hizo girar la cabeza, que casi se chocó contra la pared.
-¿Quieres más o vas a empezar a rogar, pedazo de puta? – agregó utilizando el mismo tono sereno.
No supe qué responder. La verdad es que si quería más, pero no quería que me pegara. Sé que suena muy contradictorio, pero lo que me gusta es la humillación de dejarme hacer, no el dolor.
Creo que lo adivinó, porque esta vez fue un lapo lo que violentamente impactó en mi rostro. Esta vez, no esperé a que me preguntara. Abrí mi boca, rogando sus lapos. Él río y declaró: ¡Qué pedazo de golfa eres!
Comenzó a escupir en mi boca una y otra vez. Al principio, sólo era saliva. Luego, comenzó a mezclar su saliva con mucosidad. Esos lapos me gustaron más. Eran asquerosos, pero a la vez, me resultaban un manjar.
Me hizo poner de pie y acariciando mi rostro, me dijo: – Desnúdate y vete al plato de ducha.
Mientras lo hacía, vi como sacaba su móvil y comenzaba a filmarme. No dije nada. Seguí sacándome la ropa e hice lo que me había ordenador. Me senté como pude dentro del plato de ducha. Sabía lo que seguiría.
Sin dejar de filmarme, sacó su polla fuera de los pantalones. Él seguía vestido. Yo, desnudo. Eso me daba una total sensación de desprotección, y él lo sabía. Comenzó a descargar su meo directamente en mi rostro. Abrí la boca instintivamente dejando que la orina se escurriera hacia fuera empapándome. Fue una meada larga, aunque no tan larga como me hubiera gustado.
Al terminar de mearme, se dirigió hacia la sala. Cogió una valleta que uso para secar el suelo y me la arrojó a la cara.
-Sécate.-me dijo sin dejar de filmar, y así lo hice.
-Ven- me llamó secamente desde la sala.
Cuando llegué a la sala, él estaba desnudo sentado en el sofá. Se estaba pajeando mirando el video que acababa de hacer. Sin mirarme y con un rápido gesto me ordenó que se la chupara. Así lo hice. El muy cabrón comenzó a empujar su nuca hasta hacerme atragantar una y otra vez. En un momento, tuve una arcada y sentí el sabor de mi propio vómito. Por suerte, fue sólo un poco y pude continuar. El se dio cuenta y aflojó la tensión dejándome seguir a mi ritmo.
Tras unos minutos, me aparto con frustración hacia el suelo. Se sentó sobre mi pecho inmovilizando mis brazos y comenzó a casqueársela con frenesí. Cuando estaba a punto de acabar, se detuvo y comenzó a filmarme nuevamente.
-Ruega por la leche de tu macho.
-Por favor, báñame en tu leche. Hazme tu puta – dije sin demasiada convicción. No porque no lo sienta, sino porque decir ese tipo de cosas siempre me resultan un poco cómicas.
Su leche me baño el rostro.
Cuando acabó, recostándose sobre mi cuerpo, me limpió suavemente la leche que había caído cerca de mis ojos, los que aún permanecían fuertemente cerrados, y esparció el resto en mis mejillas, como si fuera una crema antiedad.
Permanecimos en el suelo retozando un buen rato. Me gustaba ser su hembra.
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