y duele….
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por wastedLalo.
Mica abre la puerta del dormitorio de la señora Miriam y ve el cuerpo desnudo de Ruby enroscado en el suelo, a los pies de la cama.
Ruby abre un ojo y al ver a la doméstica se estremece.
Lleva en la mano un palo de kendo y avanza decidida hacia el muchacho que instintivamente trata de protegerse.
Le pone el pie desnudo sobre el cuello y presiona con fuerza para inmovilizarlo.
Alza el brazo y comienza a descargar azotes con el palo por todas partes del cuerpo desnudo de ruby
—Pensabas que me había olvidado de ti, eh, maldito perro? – ruge la criada sin cesar de golpear las tumefactas carnes del esclavo de Miriam.
—¡Por favor, Mica, no me pegues más, te lo ruego! – suplica Ruby
—No voy a decir que lo sienta, mentiría, pero ya sabes que cumplo órdenes del ama.
Fue tajante: una azotaina severa cada media hora hasta que regrese.
Mica se sienta a los pies de la cama, continúa pisando el cuello de ruby y sigue dándole latigazos con el terrible instrumento.
Ruby gime de dolor a cada latigazo y Mica, que parece disfrutar de su cometido, no para hasta comprobar que la piel del esclavo ha adquirido un tono púrpura como consecuencia de los moretones que van apareciendo tras cada golpe.
Mica era una experta.
Su ama le había ordenado castigar a ruby con severidad pero le prohibió expresamente que lo hiciera sangrar.
Mica tenía que azotar con cuidado, ejercer la fuerza suficiente para causar dolor pero sin llegar a desgarrar la piel del muchacho.
Finalmente Mica arroja la caña al suelo y se levanta liberando el cuello de ruby de la presión que había estado ejerciendo con la planta de su pie.
—Ahora estírate en el suelo, boca abajo y con las piernas bien separadas – le ordena la criada que camina hasta la mesilla de noche del dormitorio al objeto de calzarse los escarpines de la señora Miriam – es una suerte que calcemos el mismo pie, no te parece, esclavo? – añade encaramada sobre los tacones de los elegantes zapatos del ama.
Camina haciendo ruido sobre el piso y se detiene entre las piernas abiertas de ruby que sabía lo que venía ahora.
Se agacha la joven y con la mano agarra el pene de ruby y lo estira con fuerza hasta acomodarlo en el suelo.
Al estirarlo afloran también los testículos.
Los palpa.
Están gruesos y duros, como le gusta a ella… y a la señora.
El miembro de ruby era su juguetito más preciado.
Jugaba con él de múltiples maneras y ahora le apetecía pisarlo un rato.
Lo único que había de tener en cuenta era que el ama no permitía que su perro eyaculara más que cuando ella lo estimaba necesario.
Mica se incorpora de nuevo y apoya la suela del zapato sobre el pene de ruby .
Pisa con suavidad arrancando un gemido del esclavo, a medio camino entre el placer y el dolor.
Luego hace mayor presión, incluso se pone de pie sobre el miembro totalmente aplastado.
Ruby gime, tiene prohibido gritar.
Mica retira el pie y espera un poco a que el pene aplastado recupere su volumen.
Después camina hacia la cara de ruby y le pone entre los dientes un trozo de madera.
Regresa a su entrepierna y le pisa los testículos con saña.
Mica se aparta y contempla a ruby retorcerse de dolor.
Se sonríe.
Vuelve a aplastarle las turmas.
Pisa hondo y retira el pie, varias veces, hasta que la manera de retorcer el cuello el esclavo le da la medida de lo cerca que lo tiene de perder el conocimiento.
Coge la correa que estaba sobre el tocador de la señora y se la ajusta al collar del cuello.
Mientras manipula los cierres nota cómo la lengua de ruby se desliza por los elegantes zapatos de la señora Miriam.
Mica se sonríe y levanta ligeramente el pie ofreciéndole la suela para que la lama.
La señora Miriam siempre que lo pisa después le ofrece la suela del zapato para que se la lama.
—Vamos perrito, que tienes mucho trabajo que hacer – le dice tirando con fuerza de la correa y obligándolo a que lo siga a cuatro patas.
Lo lleva hasta la cocina.
Había varias pilas de platos y cacharros de cocina sucios.
Mica se sienta en una de las sillas del office, frente a la merienda que se había preparado.
—Venga, empieza… lo quiero todo limpio en media hora – dice la joven criada sin mirarlo.
Ruby valoró el trabajo que había y calculó que como mínimo necesitaría una hora.
Protestó.
La doncella de la señora le da dos latigazos con el palo en las pantorrillas y le recuerda que no tiene permiso para hablar.
Desde el instante en que la señora o la propia Mica en ausencia o por orden de aquélla, le pone la correa sólo puede ladrar para expresarse.
—He dicho media hora.
Por cada minuto de retraso diez latigazos, así que no pierdas el tiempo discutiendo… ponte ahora mismo a fregar… el tiempo es oro…
Ruby vio que no había alternativa.
Conocía de sobras a la chica y sabía que era incluso más dura y exigente que la señora.
De alguna manera ruby no tenía responsabilidad alguna, era la mascota de la señora, en cambio Mica sí debía rendirle cuentas al ama y la señora Miriam la había azotado más de una vez.
Sudando por la angustia y por la tensión, ruby finalizó su trabajo en cuarenta minutos.
Mica se levanta y comprueba el estado de la vajilla y da su visto bueno.
Se sienta de nuevo en la silla de la cocina y con el índice extendido señala el suelo delante de sus pies.
Ruby se arrodilla.
La criada chasquea los dedos y ruby se coloca en posición de adoración, codos y barbilla pegados al suelo frente a los pies de la mucama.
—¡Lame! – le ordena acercándole un poco más los zapatos de la señora.
Ruby saca la lengua y comienza a lamer el negro y brillante tafilete de los elegantes zapatos de salón de su ama que se encuentran ahora en los pies blancos de la mucama.
Mica va moviendo los pies, desplazándolos lentamente a uno y otro lado, para que la lengua de ruby alcance los más recónditos rincones de los escarpines.
Cuando considera que es suficiente cruza una pierna y balancea el pie por encima de la postrada cabeza del esclavo.
—Devuelve los zapatos de la señora a su sitio, ruby … y regresa con mis zapatillas.
Ruby cierra los dientes sobre el tacón del zapato que se balancea sobre su cabeza y tirando con fuerza lo desencaja del pie de la mucama.
Lo deja en el suelo con sumo cuidado para que se mantenga derecho y espera a que la criada descruce la pierna y cruce la otra para repetir el mismo ritual.
Finalmente, cuando logra que ambos escarpines se hallen en el suelo con la cara los vuelca para poder cogerlos con la boca por los tacones.
Una vez lo ha conseguido se marcha de la cocina gateando en dirección a la habitación de la señora Miriam.
Al cabo de unos cinco minutos regresa llevando en la boca las sandalias de estar por casa de la mucama.
Son casi planas, apenas lucen un mínimo tacón, y tienen sólo dos tiras de cuero marrón que se cruzan en aspa a la altura del inicio de los dedos.
Las lleva sujetas con los dientes, por la punta, y las deposita en el suelo, encaradas, a los pies descalzos de Mica.
—Muy bien, muy bien, perrito… – le dice Mica mientras acaricia la cabeza de la mascota que gime de contento.
Ruby es muy sentido.
Cuando lo premian con caricias gime de alegría.
Se inclina un poco más y besa las sandalias de la mucama.
Sus labios recorren las huellas que por el uso continuado han dejado los dedos de los pies de la sirvienta en la suela interna de las sandalias, unas marcas oscurecidas en el viejo cuero, en la zona donde los dedos se posan.
A ruby le entusiasma el olor que emana de ese cuero usado y gastado, siempre en contacto con los bonitos aunque anchos pies de la doncella del ama Miriam.
Mica introduce sus pies en las viejas sandalias mientras ruby aún está besándolas.
Sus dedos tienen que apartar los labios del esclavo.
Mica se ríe porque ruby parece no querer dejar de besar la suela interior de sus sandalias y tiene que hacer fuerza con los dedos para apartarle el rostro y así poder ponerse las sandalias.
Ruby sigue resistiéndose y Mica le clava las uñas de los pies en los labios, momento en que logra ella su cometido.
Ruby lanza un aullido de dolor y levanta el rostro instintivamente hacia la mucama.
—¡Al suelo, al suelo! – le grita Mica fingiendo un enojo que no siente y le suelta dos enormes guantazos, cruzándole la cara con el anvés y el revés de la mano.
Ruby gime.
Las dos bofetadas le recuerdan que no puede rebelarse.
Ahora Mica puede castigar su osadía pero la mucama decide no hacerlo.
Le acaricia los labios donde puede verse una gotita de sangre.
Se la seca con el pulgar.
—Tengo que hacer las camas… te voy a atar corto a mi tobillo y quiero que me beses los pies todo el rato…
Mica coge la correa y la ata a la pulsera que lleva en su tobillo.
Se levanta y echa a andar.
Ruby la sigue por toda la casa.
El pobre tiene que acompasar sus pasos a cuatro patas al caminar de la indonesia lo cual le resulta difícil.
Cuando la muchacha se detiene ruby aprovecha para besarle los pies.
Pasan así casi una hora, hasta que Mica ha terminado con sus labores.
El ama Miriam es muy exigente y Mica no confía determinadas tareas al esclavo, sólo le deja cosas que requieren esfuerzo o labores fáciles, como fregar el suelo o lavar los platos.
Mica regresa a la cocina.
Se sienta en la silla, junto al office y ruby se queda en el suelo, aún encadenado al tobillo de la muchacha.
Mica desata la correa de su pie y la cuelga de un gancho que hay en la pata de la mesa para ese efecto.
—¡Voltéate, con las patitas hacia arriba! – le ordena.
Ruby se siente excitado nada más oír la orden.
Se coloca estirado en el suelo, de espaldas, con las piernas dobladas y bien separados los muslos y los brazos estirados hacia arriba, doblados por los codos y las manos flácidas.
Realmente parece un perro panza arriba a la espera que el amo le haga caricias.
Mica se sonríe, le encanta cuando lo tiene en esa posición.
—Sabes que no puedes correrte.
Si eyaculas le diré a la señora que te he pillado masturbándote y sabes lo que eso comportaría, no? – le dice con malicia la joven mucama.
Ruby asiente, con los ojos asustados.
Lo que le espera es un tormento.
Mica lo excitará acariciándolo, llevándolo al máximo de su resistencia.
Ella no se detendrá, es él quien debe poner los medios para evitar correrse.
Mica se descalza y apoya un pie en la cara de ruby y con el otro comienza a acariciar el pene y los testículos de ruby Ahora no los pisa como ha hecho antes, ahora le acaricia, le masajea.
Ruby besa la planta del pie de la criada mientras hace esfuerzos mentales extraordinarios para controlar su excitación.
Mica se detiene por un momento.
Levanta el pie de la cara del esclavo y contempla su rostro contraído por el esfuerzo.
Se sonríe y vuelve a apoyar la planta sobre sus labios y ahora el otro pie lo apoya sobre la ingle.
Ruby se estremece cuando siente los dedos de la mano de la doncella acariciar su pene.
Con el índice y el pulgar aprieta el glande, suavemente, varias veces, luego le baja la piel y se la sube.
Ruby jadea, está a punto de correrse.
Piensa en cosas horribles pero nota que ni así puede dominarse.
Mica le presiona ahora el glande con el pulgar hacia abajo y le acaricia haciendo resbalar la yema por la superficie húmeda de líquido preseminal.
Comienza a aullar.
El pie de Mica hace sordina pero la joven identifica la desesperación en aquellos ahogados aullidos.
Mica se sonríe.
Sabe que si eyacula la señora Miriam lo echará de su lado.
Eso significa la muerte en vida del esclavo ruby consagrado a servirla en cuerpo y alma.
Mica presiona ligeramente con la mullida planta de su pie los labios de ruby.
Los aullidos de desesperación se convierten en lágrimas de dolor cuando tres temibles sacudidas brotan de su pene manchando la mano de Mica y el suelo con tremendos goterones de amarillento semen.
Mica retira el pie y sonríe al abatido esclavo.
—Sabes lo que significa esto, verdad ruby …? La señora ya no querrá saber nada de ti… te expulsará de su lado… y yo ocuparé tu sitio.
Al final de cuentas a ruby lo echaron a la calle y no duro ni 2 días ahí
Inmediatamente salió lo mataron
FIN
-WastedLalo
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