Ya soy dador
los ‘hombres de negro’ (conocidos así por el color de su speedo) son los que tienen el poder, en la isla, de follarse a todo bicho viviente.
Tras meses de pruebas había concluido mi ceremonia de iniciación. Había empezado con pocos años –para lo que suele ser habitual (los ‘hombres de negro’ suelen ser mucho más mayores)–, pero yo era un jovencito precoz que había intuido, a mis 17 años, que quien algo quería en la isla algo le costaba, y que hay que recibir para dar (recibir por el culo para dar tu semen).
Me senté en un dildo en aquel laberinto de agua, cuando me autopenetré acepté las pollas de varios animales salvajes y, meses después, finalizando mi iniciación, me dejé coger en aquella aldea por unos doce hombres durante toda la noche. Había demostrado con creces que era un buen subordinado y, como premio, ahora había alcanzado el status de ‘hombre de negro’ y me podría follar a quien quisiera.
Tras aquella noche en la aldea en la que mi culo rebosaba semen de no sé cuantos hombres, se me otorgó el speedo negro que mostraba mi rango, y salí al complejo.
Habían pasado 18 meses de ser cogido y humillado pero ahora iba a poder humillar yo.
Podía tener cinco ‘esclavos’. Es decir, podía elegir, entre todos los muchachos de la isla, cinco para follármelos cuando quisiera, las veces que quisiera, para someterlos, dominarlos, esclavizarlos sexualmente o para que me follaran. Y la verdad, esta última opción también me interesaba porque, como todos sabéis, en la isla funciona la ley de 5-1 (al de cinco corridas de tu semen te debes dejar preñar o debes mamar el semen de alguien para no morir sin fuerzas, porque el semen es vida y quien pierde cinco dosis sin recuperar una, muere: por eso todos –sin excepción– en la isla, se debían dejar penetrar o mamar una vez cada cinco folladas.) Para ello se habían establecido diferentes tipos de relaciones: de dependencia (‘recibidores’ –que así se denominaba a los que abrían su ojete para recibir penes y quedar insemidados–) y ‘dadores’ –que eran quienes se dedicaban a follar y no les gustaba ser follados. Algunos se dejaban follar porque no había más remedio cada cuatro o cinco cogidas a otros muchachos, otros preferían los dildos, y otros, recelosos de que algo les entrase por el culo, preferían ‘ordeñar’ penes y mamar su leche, nectar de la vida y salvación.
A parte de esa relación de dependencia había relaciones de amistad entre muchachos de la misma edad –de igual a igual–. Chavales de 15, 16 o 17 años que tenían un amigo íntimo a quien follar y de quien se dejaban follar igualmente, 1:1, estableciendo una relación de igual a igual (y no tenían por qué depender de ser follados por un extraño o mamar pene ajeno).
Si no perdías semen en el culo o boca de nadie, no te necesitabas dejar follar o comer semen. Pero cada cuatro corridas (la quinta era el tope) tenías que recuperarte de la extenuación que provocaba perder todas tus reservas de semen.
A los once o doce años los niños empezaban a ser adoctrinados en esta dependencia. Con ocho o nueve años se les enseñaba a mamar pollas, y a los 9-10 años a meterse dildos en su ojete. Lo más habitual era hacerlo sentándose en cuclillas sobre finos penes en cubículos azulejados de apenas un metro cuadrado. El tener las paredes al lado estas cabinas tan estrechitas permitía que te sujetases con las manos a la pared mientras te dejabas caer sobre el dildo, que siempre estaba autolubricado porque tenían un conducto en la punta del pene de goma que lubricaba el ojete para facilitar la autopenetración.
Los dildos, a esta edad de iniciación de los niños, eran muy estrechitos… pero poco a poco –según amoldases tu culo– podías ir aumentando de grosor pasando a cubículos con dildos más largos y gruesos.
A los 12-13 años era habitual que los chavales soportasen dildos ya de un considerable grosor (similar a un pequeño pene). De hecho de eso se trataba, se adaptar el culo a ser cogidos a esa edad.
Con 13-14 años ya casi todos los niños habían probado con una polla de verdad, aunque había niños que progresaban más despacio y no se iniciaban en nada sexual hasta los 15-16 años. Pero también los había muy avispados que avanzaban mucho más hasta límites insospechables.
Había unas normas escritas de a qué edad se podía uno iniciar en follar y ser follado y con qué penes de qué razas (los penes de orientales solían ser más finos por los que eran los primeros que solían probar los nenes, pasando luego a un pene blanco, a uno negro y a uno árabe.)
Yo había sido de aquellos niños avispados y me había metido en mi ojete, desde una temprana edad, todo tipo de dildos y penes, ascendiendo muy rápido en el escalafón hasta que opté a presentarme a ‘dador’ u hombre de negro, aprendiendo la gran lección de quien quiere dominar ha de dejar ser dominado.
Ser impregnado como una hembra por perros, lobos, equinos y cerdos me había hecho probar penes tremendos. Y como el semen era fuente de poder y fortaleza había ganado vigor e ido ascendiendo en el escalafón a lo largo de mis 18 meses de entrenamiento. Y es que si cada vez que te follaba alguien de tu edad te recargaba para cinco veces, al haber sido follado por cinco animales –de granja y salvajes– a lo largo de estos meses, siendo rellenado mi culo de semen por al menos doce corridas en aquella salvaje noche de orgía en la misteriosa aldea del bosque, había hecho de mí un hombre con un super poder. No iba a necesitar ser follado en meses –ser follado por un perro te daba mes y medio de dosis de semen humano (es decir, mientras que un chico normal necesitaba una dosis de semen al día, al ser cogido por un cánido podía estar 45 días follando sin necesidad de repostar (= de poner mi culo o boca para ser follado por otro ser humano)–. Y ser follado por un cerdo me daba 3 meses de autonomía (6 meses por un caballo). este conocimiento lo ignoraban los chavales de la isla pero no los hombres de negro, y esto nos hacía poderosos tras esta ceremonia de iniciación ritual.
No iba a necesitar ser cogido por nadie pero mi ojete se había acostumbrado a ser follado y, aunque me molaba follar (y para eso me había hecho hombre de negro), elegí a un chico mulato de 17 años con 22 centímetros de pene, para ser follado. Me lo podía follar también, pero podía ser follado. Esa era una de las ventajas de los hombres de negro: podíamos convertir en esclavos a los chavales que quisiésemos lavándoles el cerebro con sustancias químicas. Disponía ya de pastillas, inyecciones, un arsenal enorme de supositorios, dildos y butplugs variados, una habitación especial donde llevar a ‘mis víctimas’ con una máquina con una especie de bola de goma –butplug– de la que salía un cable enrollado una manguera de goma como el cable de los antiguos teléfonos de mesa– solo que, a través de aquella manguerita que terminaba insertada en el ano con aquella bola de goma que era como ‘la bola’ de los perros para que no se les salga el pene del culo de quien van a preñar, podía introducir en el culo (y de allí pasaban por capilarosidad = absorción intestinal, al torrente sanguíneo, todo tipo de sustancias, desde viagra hasta drogas– que me servían para dominar la mente de los hombres y adolescentes a los que quisiera esclavizar.
Había también un gel especial que, introducido con el pene en lo más profundo del ano, y mezclado con el semen en una eyaculación anal, iba sumiendo al ‘violado’ en un sueño especial que lo convertía en tu esclavo personal (el semen era propio y lo convertía, mezclado con el gel, a ese chico, en dependiente de tu semen tras cinco corridas).
El segundo chico que elegí era un niñito de 15 años, de piel sonrosada y culo grande. Era un poco gordito pero justamente eso era lo que me parecía de él atractivo ¡¡sus grandes nalgas!!. Tenía pelo rizo, pelirrojo, un pequeño pene como un botón con testículos gordos y grandes, nariz respingona y unos labios carnosos para unas increíbles mamadas. ¡¡Lo que iba a disfrutar con esa boca y esas nalgas!!
Seguí, en mi cubículo, masturbándome, mientras pasaba las pantallas de mi ordenador personal viendo las fichas de los chavales de toda la isla. Aún me quedaban tres por elegir para mi servicio personal. Tras el negro delgado de 17 años de gran pene, y el muchachito de 15, me fijé en un joven de 16 de pelo corto, liso, castaño, que tapaba sus ojos, dándole un aspecto tímido. Me fascinaron sus facciones, su altura y delgadez, acompañada por un pene largo y delgado y una sexy boca.
Mi cuarta elección fue un chico coreano. El cuerpo sin vello, esa espalda lisa ¡no tenía vello ni en las axilas!, un pene bien formado pero que no era gran cosa, sus labios carnosos, su pelo negro y lacio pero, sobre todo, sus ojos rasgados, me pusieron el pene tieso con sólo contemplarlo.
Buah!! ¡¡qué pasada!! Mi pene estaba como un mástil tieso, a punto de eyacular, sólo de ver esas fotos de cuerpos desnudos y caras sensuales de cientos de chavales que tenía a mi disposición.
Como hombre de negro podía ahora salir y explorar toda la isla y todas las instalaciones (para mí ya no había restricción a ciertas áreas) y follarme a quien quisiera cuando quisiera donde quisiera, someterlo, domarlo… o traerlo a mi habitación. Podía entrometerme mientras dos chavales de 17 años, amiguitos, se estaban follando el uno al otro en un intercambio 1:1 y follarme a cualquiera de los dos o incluso los dos. ¡¡El morbo que me daba entrometerme en estas relaciones privadas entre chicos de 16-17 años y unirme a la fiesta!! Me daba mucho morbo meter algo por el culo del chico que se estaba follando a su compañero. Esto hacía sentir todo mi poder. Había ‘dadores’ que no querían ser penetrados (y se metían un butplug tapando el agujero de su ano ¡¡pero yo les podía inyectar con una jeringuilla cualquier sustancia en sus nalgas o huevos y sumirlo en un estado de sopor donde no fuese consciente de nada, quitarle el butplug ¡¡y follármelo!! ¡¡Nada se resistía a un hombre de negro!! Y yo estaba muy bien dotado, y tenía un buen pene.
También disfrutaba inyectando viagra en el ‘dador’ de estas parejas de amigos (chavales en plena pubertad) que se estaban cogiendo el uno al otro. ¡No hay nada más excitante que ver la expresión en el rostro que pone el pasivo cuando el pene que le está follando se pone más duro y rígido al inyectarles yo viagra!! ¡¡Sus culos terminan rojos, destrozados, porque puedo hacer que la polla que los folla se ponga el doble de dura y les escueza jajajaja
Pasé de pantalla y aparecieron delante de mí fotos de niños del jardín de infancia y entre los centenares hubo uno delgado, trigueño, rubiajo, de pelo lacio, que me llamó la atención. ¡¡tenía 9 años!! Lo podía adoptar como padre adoptivo y entrenar hasta los 11 años para que se convirtiera en objeto de sumisión. ¡¡Qué pervertido soy!! Le dí al play y oí al chiquillo hablar ¡¡qué preciosa voz!! Le dí a ‘comprar’. Era mi última adquisión… y, sólo de imaginarme todas las perversiones que podía hacer con aquel tierno chaval, eyaculé sobre el teclado del ordenador.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!