Yajaira, mi esclava
Un antiguo relato de las aventuras con mi amiga Yajaira.
Aquella noche, Yajaira y yo decidimos quedarnos solos en mi departamento. Hacía tiempo que no hacíamos el amor y yo estaba con ganas de darle una buena cojida. No pensaba que iba a ser tan excitante como lo fue esa vez.
Cenamos afuera y llegamos al departamento. Ella pidió bañarse, y yo me quedé en la sala mirando televisión. Después del baño ella salió envuelta en su toalla y se fue al cuarto para cambiarse (imaginé que quería ponerse sexy). Yo aproveché para bañarme. Salí del baño vestido con mi salida de baño y la vi a Yajaira bailando muy sensualmente frente al equipo de música. Estaba vestida con tacones altos, una camisa amarrada al ombligo y una falda corta. Por debajo, se adivinaba que llevaba una ropa interior muy pequeña. Había puesto una música árabe y comenzó a mover su cuerpo de una manera enloquecedora. Yo abrí una botella de vino, me serví una copa y me senté a comtempla sus sensuales movimientos, hipnotizado por su erotismo, viendo como movía sus caderas. En un momento, ella me lanza un beso que a mí me sobresalta y me erotiza. Me excité y mi pene comenzaba a reaccionar. Ella movía su cola al ritmo de la música y me ponía más loco. Yo la miraba embobado, con la boca semiabierta. Ella movía su lengua entre los labios y mi verga ya dura ya estaba con ganas de estar entre esos labios. Yo me aferraba al sillón para seguir observándola, para contener mis ganas de saltar sobre ella y apreciarla más. Ella miró mi bulto en mi entrepierna y se sonrió mirándome. De pronto, ella me señaló con el dedo que me acerque. Me levanté, caminé hacia ella y quise tocarla, pero ella no me dejaba y me apartaba las manos. Tomó mis manos, entrelazando sus dedos a los míos. Acerqué mi cara para besarla, pero ella huía. Ella movía mis manos a su antojo, como si fuera una marioneta, y las puso sobre sus nalgas, mientras seguía moviendo su cola al son de la música. Sentí mis manos llenas de esas nalgas carnosas, redondas y duras moviéndose sensualmente. Mi pija ya estaba que reventaba y Yajaira pegó su cuerpo al mío, colocando mi verga entre sus piernas en un toque fugaz; luego se separó y siguió bailando. Le dije que se sacara la camisa, pero ella no quiso, así que la tomé por la cintura desde atrás y la traje hacia mí con fuerza, pegando su cuerpo contra el mío, con mi bulto pegado a su culo. Le besaba el cuello y la nuca, la lamía, la mordía… La agarré de las tetas y se las acariciaba. Le desamarré la camisa y se la saqué. La vi en sostén. La di vuelta para que quede de frente a mí y le di un beso profundo en la boca. Metía mi lengua dentro de su boca; la acariciaba dentro de su boca con mi lengua.
- Te quiero – me dijo, susurrando y sin fuerzas.
- Te adoro, Yajaira – le respondí yo. – ¡Quiero que seas mía, toda mía!
Bajé con mis manos hastas sus nalgas y le levanté la falda. Le acariaba toda la cola sintiendo el hilo dental que llevaba puesto y que tanto me gusta; bajé un poco más para acariciarle las piernas, pasando mis manos por sus muslos. Yo la seguía besando con locura. Le arranqué la falda, y ella se quedó en ropa interior y tacos altos.
- Estás hecha una diosa, una hembra infernal – le dije.
La abracé de nuevo y la besé en la boca y en el cuello. Le pasaba la lengua por el cuello, le desabroché el sostén y se lo quité. Ella tomó sus pechos con sus manos ofreciéndomelos para mi boca. Me agaché un poco para dejar mi cara a la altura de sus pechos y le comí una teta. Se la chupaba como si me estuviera amamantando. Me comía un pezón de ella, mientras con mis manos la agarraba de las nalgas. Sentía como ella iba perdiendo fuerzas, las piernas le bamboleaban. Yo le sujetaba fuerte la cola y le mamé la otra teta.
Después de chuparla un rato, la levanté en los brazos y la senté sobre la mesa de la sala. La vi sentada sólo en tanga y tacos altos. La hice dar vuelta para ver su culo con ese hilo dental metido bien adentro, luciendo sus nalgas carnosas, y esas piernas contorneadas y excitantes. La abracé por atrás y le dije al oído:
- Te dije que quiero que seas mía; quiero hacerte mi esclava.
- Haré lo que quiere mi amo, mi señor – me respondió.
- Hmmm, así me gusta.
Saqué unas esposas que guardaba en un cajón, prendí sus manos atrás y le vendé los ojos. Le puse un collar al cuello y prendí una correa en él.
- ¡Arrodillate! – le ordené, y ella obedeció.
Me saqué la ropa, tomé a Yajaira de la cabeza y se la llevé hasta mi verga. Le metí la pija en la boca tomando su cabeza con mis manos. Le metía y le sacaba la verga como si me la estuviera cojiendo por la boca, y la hice chupar un buen rato. Se la metía hasta la garganta y ella chupaba como una puta, lo disfrutaba. Yo la miraba de rodillas en el suelo, con los ojos vendados, las manos esposadas atrás y chupándome la verga, mientras yo la sujetaba por una correa como si fuera mi perrita.
Decidí cambiar de posición; así que le saqué la verga de la boca y la liberé de las esposas, para que pudiera apoyar las manos en el suelo y poder llevarla gateando como una perrita. La llevé hasta la cocina, abrí la heladera y saqué un pote de mermelada y uno de crema, y la llevé de nuevo a la sala, siempre de la correa, ella gateando, como mi perra. Me senté en el sillón y me unté la pija con crema y le ofrecí su postre a Yajaira. Ella me la volvió a chupar a como una diosa. Yo me sentía en las nubes; me hacía delirar de lo bien que chupaba. Haste que no pude más y sentí que iba a acabar, así que sujeté su cabeza con la verga en su garganta para hacerle tragar mi leche. Cuando ella comencó a sentir el chorro, con un empujón levantó la cabeza y le eché el resto de la leche en su cara. La vi con toda la cara manchada de líquido blanco y espeso, con algunos hilos saliendo de su boca. Seguía con los ojos vendados, arrodillada y con la correa al cuello. Me encantaba tenerla así, como mi esclava, mi perra, mi puta.
Wow, excitante aún y con lo de ser una puta.
Gracias! Me encantan las mujeres bien putas así.