Adriana, el crecimiento de un amo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Andreiv.
Eran cerca de las 8 de la noche y me estaba comenzando a impacientar.
Esto merecía un castigo ejemplar, inconcebible que tuviera que esperar casi una hora para que llegara.
Le había ordenado a Adriana que pasara por mi a las 7 en punto en su coche a la facultad.
Mis clases terminaban a las 7, pero la profesora acostumbraba salir 10 min más temprano (o más).
Cuando por fin llegó Adriana la veía caminar un poco extraño.
Al menos había cumplido una de sus tareas diarias.
"Llegas tarde"
"L-lo lamento, el tráfico es terrible, Andre"
Se excusó.
Intentaba mantenerse erguida mientras caminábamos hacia el auto.
Lucía muy bella.
Una blusa blanca con un escote que dejaba ver la curva de un pequeño par de tetas, una falda negra ajustada que llegaba apenas encima de las rodillas, zapatos de tacón negros y el cabello en una coleta pequeña.
Si hubiera tenido que adivinar su profesión diría que era profesora o secretaria.
"Además, la tarea de hoy.
bueno, no fue fácil"
"¿Te estás quejando?"
"No, am.
"
Se detuvo antes de completar la frase, pues habíamos llegado al coche y no había nadie cerca.
"No, amo, disculpe a esta humilde y sucia puta"
Dijo una vez dentro del coche, abriendo completamente las piernas y levantando su falda hasta la cintura en el asiento del conductor.
Solía cerrar los ojos cuando hacía esto.
Aún le daba vergüenza a pesar que había hecho cosas por demás indecentes frente a mi.
Un pequeño triángulo de vello púbico adornaba su monte de Venus, pues así le había acostumbrado a mantenerlo.
Su coño, jugoso y rosado, comenzó a dar señales de excitación, y el olor a su sexo comenzó a llenar el coche una vez que levantó la falda, prueba de que había estado húmedo un muy buen rato.
"Bien, lo usual, pero quiero ver cómo te fue con tu tarea.
Reclina el asiento y muéstrme"
En la oscuridad sobresaltaba el rojo de su cara, pero obedeció casi al instante, no sin antes mirar por todos lados para ver que nadie estuviera mirando.
Se puso boca abajo en el asiento reclinado con el culo en pompa, separando con sus manos sus perfectas nalgas.
Una pequeña joya azul se miraba donde debía estar su ano.
"¿Ha sido difícil trabajar con la joya anal y sin ropa interior, zorrita?"
"No, amo, pero lo otro.
"
"Sí, ya veo.
Bien, conduce a tu apartamento"
Puse la mano sobre su trasero antes que se moviera, a lo cuál paró en seco y comenzó a arquear su espalda y sacudir un poco sus nalgas.
"Amo, por favor, ya va una semana.
"
Sin contestar seguí acariciando sus nalgas con toda la mano, apretándolas suavemente y regocijándome con su piel.
¡Zas!
Una nalgada con toda la mano que la hizo gemir y, estaba seguro, preocuparse porque alguien escuchara.
¡Zas!
Retumbó en su otra nalga aún más fuerte.
Seguí con mi caricia a su culo.
Era increíble lo bien formado que estaba, y que hace apenas 6 meses sólo podía mirarlo.
Poco a poco mis dedos se aproximaron a la joya anal, lo que causó que su espalda se arqueara aún más.
Cualquiera habría jurado que ese arqueo era imposible.
Presioné sobre la joya con mis dedos un poco.
Llevé mi dedo índice a mi boca y lo lubriqué con mi propia saliva, acto seguido lubriqué con él los alrededores de la joya, con un movimiento lento de mi dedo.
Podía sentir la excitación de Adriana subir mientras los círculos con mi dedo se alentaban y bajaba hasta su raja.
Adriana emitió un sonido entre suspiro y gemido cuando comencé a masturbar su coñito con mi dedo pulgar en su clítoris y haciendo pequeños círculos entre sus labios con mis cuatro dedos restantes.
Adriana comenzó a gemir cada vez más fuerte.
No había pasado ni 1 minuto y estaba al borde del orgasmo.
Le planté un beso en una nalga y me separé de ella.
"No, por favor, por favor, amo.
Se lo suplico, ya va una semana sin que me deje correr, por favor.
"
Me suplicaba moviendo sus caderas con desesperación y cubriendo con toda su mano su coño, pero sin masturbarse.
Esa era la regla más sagrada de su entrenamiento.
No masturbarse sin que yo se lo permitiera.
Sabía que en cuanto lo hiciera me iría y nunca más estaríamos en contacto.
"Te di una orden, zorrita"
Paró en seco su movimiento y con un rostro de decepción se acomodó en el asiento y manejó hasta su apartamento.
Como ya había comentado, Adriana es de familia acomodada y vivía en un apartamento muy bonito en un segundo piso de un edificio de 5 pisos, cerca de CU.
Al llegar le pedí que preparara algo para comer, por lo que preparó un par de sándwiches y sirvió con unas uvas a un lado.
Sentado en un banco y recargado sobre el desayunador le veía el culo mientras cumplía mi orden.
Entre sus piernas observé un hilo de fluido vaginal escurriendo, producto de su excitación por lo que pasó en el coche, o quizá porque presentía lo que estaba por venir.
Luego de comer nos quitamos los zapatos y nos sentamos en el sillón de su sala, permitiéndole un instante de pareja normal (si es normal un chico de 17 y una chica de 24).
Nos abrazamos y nos besamos tiernamente, la cubría con mis brazos y la apretujaba contra mí mirándola a los ojos.
Ella se dejaba querer y se acurrucaba conmigo.
De repente un pequeño zumbido que duró apenas 1 segundo la hizo saltar de su asiento.
Casi había olvidado eso.
"Bien, vamos a ver, Adriana, ve a ponerte el vestuario que te dije y regresas aquí"
Ella me besó y me sonrió antes de seguir a su habitación.
Regresó 15 minutos después vistiendo sólo medias de red blancas, zapatillas negras de tacón y en su cuello una gargantilla de tela de encaje blanca.
Sus pequeños pezones marrones se sentían desnudos sin las pinzas que usualmente la hacía usar para sensibilizarlos más, pero hoy era un día especial y el que no tuvieran las pinzas obedecía a exponencial su placer en el punto máximo.
Se paró frente a mi en posición militar de descanso, con las manos en la espalda y las piernas abiertas.
Se había secado el flujo de sus piernas, pero su raja totalmente humedecida transmitía la excitación por alcanzar el orgasmo.
"Muéstrame de nuevo"
Adriana con una expresión de alivio se dio la vuelta mostrándome su espalda, se inclinó sin doblar las rodillas y se abrió el culo con las manos, mostrando de nuevo la joya anal.
Un nuevo zumbido de apenas 1 segundo se escuchó, causando que Adriana se moviera sorpresivamente.
"Lo voy a retirar"
"Sí, amo"
Con cuidado, aplicando el mismo procedimiento de lubricar mi dedo para lubricar su culo, fui jalando poco a poco la joya anal.
Al retirarla se observó un pequeño cordón atado a la parte introducida y al jalarlo apareció una pequeña balita vibradora.
"Se quedó sin pila, amo"
"Eso veo.
Tranquila, buscaremos otra que le dure más la pila"
"Sí"
Su rostro se ruborizó un poco cuando me paré junto a ella, en esa posición.
Dejándole el culo un poco abierto debido a los juguetes.
Rápidamente me quité los jeans y boxers para dejar mi verga expuesta frente a sus ojos.
Si bien no es muy larga (alrededor de 15 cm erecta) es bastante gruesa, sin circuncidar y curvada a la derecha.
Al verla inmediatamente sacó su lengua e intentó atrapar la punta con ella.
Jugué un poco con ella, sacudiendo mi miembro para que no pudiera atraparlo.
"Eres lenta, zorrita, te falta habilidad"
Creo que esto la hizo ponerse seria, porque al instante atrapó la punta y la devoró, haciendo que sus labios pelaran mi glande totalmente y su lengua estimulara mi frenillo con lujuria.
Comenzó a moverse atrás y adelante, dándome un placer sin igual.
"¡Ah! Bien, zorrita, has aprendido cómo me gusta que me comas el rabo"
"fi, ao, fu futa e egata aar fega (Sí, amo, su puta le encanta mamar verga)"
10 minutos después la detuve cuando vi que su posición no era tan firme, lo que indicaba que se estaba cansando.
Eran las 11:15 en el reloj digital colgado a un lado de la pantalla.
Susurrándole al oído le dije:
"Bien, zorrita, como está a punto de ser medianoche te daré el presente que estuve preparando, ve por tu máscara de orgasmo"
Una sonrisa se dibujó en la cara de Adriana, de deseo, de felicidad, de excitación.
Le había comprado una máscara de cerdita como forma de estimular su lado masoquista, siendo humillada al usarla.
Así, esta máscara la había usado para correrse cada que le preparaba un orgasmo durante días.
Regresó con la máscara puesta muy ansiosa y feliz.
Pude notar de nuevo su flujo bajando por su pierna.
"Ponte de cuclillas en el sofá dándome la espalda y pon las manos en la nuca.
Saca tu trasero que te voy a preparar el culo"
"Amo, mi culo aún no está listo, me lo va a romper"
Su culito virgen lo habíamos estado preparando, ahí el por qué usó el vibrador y la joya anal todo el día.
"No repares, zorra.
¿Quieres tu orgasmo o no?"
Inmediatamente Adriana se puso de cuclillas en el sofá dándome la espalda y sacó su perfecto culo con su ano expuesto.
Colocó sus manos en la nuca y se preparó para recibir su regalo, pero aún faltaba para la media noche y se lo iba a trabajar bien.
Me desnudé y lamí mis dedos nuevamente, pero esta vez los apliqué directo en su coño.
Pegué mi cuerpo desnudo a su espalda desnuda y puse mi rostro sobre su hombro, para susurrarle al oído.
Comencé a masturbarle poco a poco.
"Zorra, llevas ya una semana sin correrte y no aguantas, ¿verdad?"
Le decía mientras le comía la oreja.
"Sí, amo.
Estoy desesperada, quiero correrme"
Su forma de hablar la delataba.
Sabía cuándo estaba al borde y apenas empezaba la tortura previa al orgasmo.
La masturbé cada vez más fuerte.
"¡Sí, sí! ¡Me corro!"
Cuando sentí que se iba a correr paré mi mano y con ello su orgasmo.
"¿Qué pasa, amor? Mi orgasmo, quiero correrme"
Me dijo desesperada tras la máscara de cerdita.
"Falta media hora para la media noche, zorrita, aquí empieza tu tortura"
"No, por favor"
Su voz suplicante no era lo que quería escuchar.
Comencé de nuevo a masturbarle y ella a enloquecer cada vez que detenía su orgasmo.
"Amo, se lo suplico, por favor, me quiero correr, por favor"
Cada vez era menos el tiempo que tardaba en alcanzar al borde y más desesperadas sus súplicas.
"Amo, por favor, cualquier cosa que quiera la haré, pero me quiero venir, quiero mi orgasmo ¡Joder!"
Al fin el atisbo que quería escuchar, su verdadera desesperación.
Comencé de nuevo con mi juego y cada vez era más fuerte el orgasmo que le negaba, hasta que su desesperación llegó al máximo.
"¡Crío hijo de puta! ¡Déjame correrme, cabrón! ¡Me estás volviendo loca! ¡Me voy a volver loca!"
Su desesperación estaba al límite, no había duda, sus caderas se movían por sí solas intentando masturbarse con mis manos, pero no cambiaba su posición.
Yo seguía con mi juego un poco más.
"¡Joder! ¡Maldito niño mamón, déjame correrme! ¡Me voy a morir, cabrón! ¡Déjame correrme puta madre!"
Esa era, el momento preciso, la masturbé al límite y me detuve justo a tiempo para dejarla al borde.
Su cuerpo se paralizó, estaba en el borde del orgasmo.
Un sólo toque y habría explotado.
No podía moverse, no podía pensar con cordura.
"¡Me corro, me corro, me corro, me corro!"
Repetía demencialmente con el cuerpo tensionado, pero sin correrse, sin moverse un ápice.
"Córrete, puta"
Le susurré al oído y la estimulé con fiereza mientras empujaba mi glande en la entrada de su ano, sin insertarlo.
Sus flujos salían como una fuente y ella sólo podía gemir y repetir "Me corro" sin descanso.
Su cuerpo comenzó tener pequeñas convulsiones por el orgasmo y sus piernas a temblar incontrolablemente mientras la masturbaba sin cesar directamente en el clítoris.
Comencé a jalar fuerte su pezón, con lo que aumentó su estimulación al máximo.
"¡Me corro de nuevo, me corro de nuevo, me estoy viniendo de nuevo!"
Un segundo orgasmo acompañó al primero y un tercero y un cuarto y un quinto.
Yo mientras tanto masturbaba mi glande con su ano, ahora un poco abierto, pero sin introducirlo.
"¡No mames, que rico!"
Adriana se derrumbó.
No pudo más y se derrumbó en el sofá, completamente desecha, con las piernas temblando y su entrepierna totalmente empapada.
Su cuerpo aún tenía pequeñas convulsiones, pero no podía moverse sólo repetía levemente
"Que rico, que rico, que rico"
La dejé disfrutar de su orgasmo.
12:17 marcaba el reloj, creo que me excedí un poco.
Retiré la máscara de cerdita con cuidado.
Adriana tenía una expresión de fábula.
Sus ojos entrecerrados con la mirada perdida y un poco de saliva se acumulaba en la orilla de su boca.
"Feliz cumpleaños 25, cerdita"
Tomé su mano y me masturbé con ella (dado que ella no podía moverse).
Me corrí en su boca y me fuí a la habitación a dormir.
Aún debía pensar en un castigo para Adriana por llegar tarde.
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