Adriana, el inicio de un amo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A los 17 años, con motivo de estudiar una carrera universitaria, me mudé a la ciudad de Monterrey a vivir solo.
Si bien fue difícil al principio, sobretodo con respecto a la comida, me proporcionó una libertad que no esperaba y que marcó una pauta en mi desarrollo sexual hasta la fecha.
Viéndome a mi mismo en retrospectiva es increíble que no me interesara tanto el sexo como ahora.
No había tenido más de una pareja sexual y era inexperto en el BDSM, sin embargo esto cambiaría al conocer a Adriana.
A las clases de la facultad asistían personas muy variadas, en cuanto aspecto, clase social, edad, etc.
A mi clase de cálculo asistía Adriana, una chica de cabello negro, lacio y corto hasta el cuello, tes blanca, delgada, de 1.
60 de estatura, sin mucho busto, pero con un trasero que atraía las miradas de hombres y mujeres por donde pasaba.
La curva de su cola hacía una "b" perfecta al verla de perfil.
De esos culos que sólo de verlos te dan ansias de tomarlos con toda la mano y nalguear muy duro.
Observando más de cerca era fácil adivinar su estatus económico, sino bien era rica, debía estar en clase media alta.
Celular caro, ropa cara, tenía un coche increíble, sin embargo no era muy buena en clase.
Yo era totalmente lo opuesto, un cerebrito de clase media baja, esforzándome por subir mi estatus económico.
Aunque no me considero feo no tengo una figura atlética que llame la atención de las chicas, sin embargo estaría a punto de descubrir algo en mi que podría considerarse atractivo para algunas mujeres.
De no ser Adriana tan mala para el cálculo y yo tan bueno no habría forma de que nos hubiésemos relacionado de alguna manera, ni siquiera de haber cruzado palabra.
Si bien yo la veía y me atraía, no era más que otro rostro y figura bonitas.
Una mujer de plástico, superficial.
Yo para ella, me confesó tiempo después, era un niño nerd y aburrido.
Ella tenía 24 años y buscaba un mejor puesto de trabajo en la empresa donde trabajaba, por lo que entró a estudiar una ingeniería, de ahí lo de niño.
El por qué quería escalar en una empresa teniendo una familia acomodada como la suya es una historia aparte, que puede que sea motivo de otro relato.
Dos semanas antes de presentar exámenes de medio curso Adriana se acercó a mi para pedirme ayuda con algunos ejercicios.
Siendo sinceros no podía creer que me hablara, pero a decir verdad ella no hablaba con nadie (por la diferencia de edad, aunque un par de chicos le habían intentado coquetear y siempre miraban su culo).
Yo inmediatamente respondí que podía explicarle los ejercicios, pero que podría ser mejor en otro horario, ya que tenía más clases ese día.
Si bien era cierto debo decir que tenía el deseo subconsciente de encontrarme con ella fuera del horario establecido.
Intercambiamos teléfonos y quedamos de ponernos de acuerdo.
Esa fue la primera vez que vi su rostro de cerca.
Una nariz pequeña y bonita, una boca bien formada de labios delicados, algunas pecas en su rostro y una mirada felina en sus ojos.
Nos citamos en la biblioteca de la facultad un sábado por la tarde, sin embargo ella no llegó a tiempo.
Su auto sufrió una avería, así que me llamó para disculparse y cambiar el horario.
Al principio pensé que fue una excusa, pero me dijo que llegaría más tarde ese mismo día.
Se tardó un poco y la biblioteca cerró temprano.
Llegó un tanto agitada, pero increíblemente sexy ese día, leggins negros, una blusa azul marino holgada que apenas le cubría el vientre y zapatos negros de piso.
Su perfume era dulce, embriagador, como uno se imagina el aroma de una mujer delicada y hermosa.
Como la biblioteca estaba cerrada decidimos meternos a un aula.
Estuvimos 3 horas estudiando, con buenos resultados de su parte.
Al terminar era de noche.
Se le notaba contenta, ya que pudo resolver casi todos los ejercicios de clase y algunos del libro por sí misma.
Es interesante cómo la autosuficiencia es embriagadora, pues no se dio cuenta en la situación que estaba entrando cuando me dijo que me llevaba a mi casa, ya que era algo tarde.
Por supuesto yo acepté.
¿Imaginas el corazón de un crío de 17 años con semejante hembra delante de él? Quizá ahora recuerdo a Adriana muy hermosa, pero quizá no lo era tanto.
Es sólo que me gusta mucho la combinación de sus características.
Lo que sí es verdad es que su trasero le sacaba los ojos a todos los que lo veían.
Al entrar al coche ella puso su bolso entre el asiento del conductor y el copiloto, yo, ubicado en el asiento del copiloto intentaba por cualquier medio no voltear a ver su cuerpo, pero sin éxito.
Le lanzaba miradas que a mi me daba pena que la hicieran sentir incómoda.
Mientras manejaba, Adriana intentó hacerme plática para distraer su mente de los problemas de cálculo y descansar.
Así supo que vivía solo desde hacía unos meses, que no conocía a nadie en la ciudad y que era un estudiante muy bueno no sólo para el cálculo.
Creo que sintió que no me caía muy bien porque no le seguía la plática, pero ya mencioné el motivo.
Casi al llegar a mi casa tuvo que frenar bruscamente por un conductor que se le metió al carril.
Debido al movimiento brusco su bolso cayó por un lado y su contenido se esparció a mis pies.
Rápidamente comencé a recoger las cosas, sin embargo Adriana me decía que lo dejara esparcido, que no lo tocara, que ella después lo levantaba.
Me lo decía casi desesperada, pero no lo noté, pues una botella de gel desinfectante estaba tirando líquido, por lo que rápidamente comencé a recoger las cosas a tientas en la oscuridad, una por una.
Labial, papel de baño, rubor, plumas, un espejo, la botella del gel y otras cosas.
Levanté la bolsa del suelo y tomé un objeto que estaba debajo.
Era un vibrador.
Liso y largo, color morado.
Lo tomé del suelo y me le quedé viendo por 5 segundos, luego de los cuáles miré a Adriana.
Ella no sabía qué decir.
Su rostro tomó un tono rojo que no pensé podría ver a través de la oscuridad del coche.
Reaccioné y rápidamente lo metí al bolso junto con las otras cosas.
Ella sólo atinó a decir gracias, y seguimos en silencio.
En el ambiente se notaba su vergüenza y algo en mí comenzó a crecer.
Un sentimiento de superioridad, o mejor dicho, de seguridad.
No se cómo fue que pasó, pero con el bolso aún en mis manos saqué el vibrador y comencé a hablar.
"Es realmente largo, aunque un tanto delgado.
¿Lo usas mucho?"
Su cara de sorpresa era indescriptible.
Se le fue el color y estaba pálida, por un momento noté en su rostro la ira, pero algo cambió cuando activé el vibrador y la miré fijamente.
"Vibra bastante fuerte.
¿Sueles ponerlo al máximo de la potencia, amor?"
Su mirada cambiaba del camino a mis ojos sin decir una palabra, pero el cambio fue notable.
Su expresión no era ya de ira o de vergüenza, sino que estaba en una indecisión fatal.
Esto sólo hizo que mi actitud tomara más fuerza.
Parecía que no era yo el que hablara.
"Mi casa está en la siguiente cuadra, estaciónate ahí, junto al parque ese.
"
Le indiqué que se estacionara junto a un parque cerca de mi casa, que a esa hora sólo tenía algunos atisbos de luz, pero justo donde estábamos había oscuridad.
En la oscuridad la miré a los ojos y ella me miró.
"¿Qué pasa? Que no te de pena, el sexo es una necesidad física, es un instinto que no debemos reprimir.
"
Le acerqué el vibrador encendido y ella lo tomó sin dejar de mirarme.
Sin apagarlo, con una expresión de vergüenza y curiosidad en la cara, me miraba fijamente.
Fue esto lo que hizo que finalmente me decidiera.
"Úsalo.
Ahora.
Sobre tu ropa.
"
Sabía que no lo sentiría igual que encajarlo en su deliciosa raja, pero eso era justo lo que quería.
Luego de unos segundos apartó su mirada y buscó si alguien la observaba.
Apoyó el vibrador en su coño y comenzó a masturbarse lentamente con él, se recargó en el asiento y cerró sus ojos.
Se estaba estimulando bastante.
Mientras lo hacía me dedicaba esporádicas miradas.
Yo sólo la miraba masturbarse.
Luego de unos minutos comenzó a subir el ritmo de sus movimientos y a emitir leves gemidos.
Me acerqué a su rostro y le susurré al oído.
"¿Quieres correrte, amor?"
Luego de lo cuál mi lengua humedeció su pequeña oreja y comenzó a jugar con ella.
Adriana se estremeció y detuvo el movimiento del vibrador.
Mi mano rápidamente se deslizó hacia su entrepierna y tomó el vibrador.
Comencé a masturbarla yo mientras ella usaba sus manos para sujetarse al asiento.
Poco a poco abrió más las piernas y comencé a presionar más el vibrador en ella.
Sabía que estaba mojando su ropa, podía comenzar a oler los fluídos de su sexo.
"Huele a tus fluídos, Adriana.
Estás muy excitada.
¿Quieres correrte ya?"
Ella, entre los débiles gemidos que emitía, me dijo que sí.
Yo, más consiente de mí mismo, no podía dejar que esto quedara sólo en un rato de calentura.
Tenía que hacerla mía totalmente, que estuviera entregada a mi.
Eso era lo que realmente sentía en ese momento, lo que quería.
Aceleré más mis movimientos hasta ver cómo sus piernas se abrían al máximo y su boca se abría en un gemido insonoro.
Sus ojos entreabiertos dejaban ver que estaba al borde del orgasmo.
Sus manos se sostenían con fuerza al asiento, como si fuera a caerse.
De repente retiré el vibrador de su entrepierna y la besé.
Ella tardó dos segundos en reaccionar, muy tarde para negar el beso.
La besé muy profundo.
Su boca era cálida y su aroma dulce me embargó nuevamente.
Mi mano se dirigió de nuevo a su entrepierna, tirando por un lado el vibrador aún encendido.
Comencé a masturbarla sobre los leggins.
Pude notar lo empapada que estaba.
La masturbé cada vez más duro hasta el borde del orgasmo nuevamente.
Antes de que explotara detuve el movimiento de mi mano.
Adriana: "Sigue, por favor.
Me quiero venir, por favor.
"
Yo: "Eso era lo que quería escuchar.
"
La comencé a masturbar una vez más hasta el borde del orgasmo mientras comía nuevamente su oreja, pero una vez más detuve mi mano cuando sentí que estaba a punto de correrse.
Sin darle tiempo a hablar seguí de nuevo masturbándola, haciendo esto 5 veces más, cada vez tardaba menos en alcanzar el límite del orgasmo.
Me divertía con su cuerpo, y ella confundida y caliente no paraba de disfrutar, pero quería ese orgasmo y quiso masturbarse ella misma.
Inmediatamente le quité la mano.
"Te vienes cuando yo lo diga.
¿Entendido?"
"Por favor, déjame correrme.
Por favor, ya no aguanto.
"
Seguí mi juego con ella sin hacer caso.
Cada vez era menos tiempo el que tardaba en alcanzar el borde del orgasmo, pero no le dejaba venirse, a pesar que movía sus caderas desesperada para estimularse con mi mano.
Una persona pasó cerca del auto y recobramos el sentido de la realidad.
Me llevó a mi casa, frustrada porque no pudo alcanzar el orgasmo y a la vez cachonda.
"Vamos a terminar esto en mi casa"
Le dije sin mirarla, y nos bajamos del coche.
Una vez dentro de la casa nos desnudamos rápidamente hasta quedar en ropa interior.
Llevaba un conjunto de braguitas y bra azul cielo.
Seguí mi juego sentados en el sofá negro de la sala.
Casi se corrió apenas 1 min después que comenzamos.
"¡Ya no aguanto, por favor!"
Me dijo en un grito ahogado en el borde del orgasmo.
No pude contener mi excitación y la masturbé hasta que se corrió.
Sus braguitas se mojaron excesivamente.
Comenzó a lanzar fluídos a chorros pequeños y comenzó a convulsionar su cuerpo mientras le seguía masturbando.
Sus ojos querían ver su nuca y su boca semiabierta dejó ver un atisbo de saliva en la comisura.
"¡Me corro, me corro, me corro!"
Comenzó a decir mientras sus manos apretaban el asiento y sus piernas temblaban.
Duró al menos 10 minutos más el temblor de sus piernas y sin previo aviso cayó dormida en el sofá.
Relamí mis dedos llenos de su flujo y viéndola dormir me di cuenta de lo que había hecho.
No podía creer lo que había pasado, pero no dudaba que pasaría de nuevo.
Esto apenas era el inicio, no sólo de ella como sumisa, sino de mí mismo como amo.
A partir de esa noche se volvería adicta a este juego.
Se volvería adicta a la tortura del orgasmo, a la excitación de la humillación y el exhibicionismo, a mantener su culo lleno todo el tiempo, todo esto ocasionado por un crío 7 años menor, que apenas y había tenido alguna experiencia en el sexo.
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