Aeromoza contratada PARTE II – La Playa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
7 días habían pasado desde mi llegada a Nevis. Mi vida era completamente distinta a cualquier experiencia previa. Durante el día recibía entrenamiento sobre seguridad durante el vuelo (cómo atarse en disintas posiciones para poder ser cogida durante despegues y aterrizajes), cocina dentro de la cabina(a los clientes les gusta la comida fresca), preparación de bebidas, comunicación básica (decir y entender frases en 7 idiomas), primeros auxilios, logística de vuelos y cómo activar el piloto automático en casos de emergencia.
Además de eso, había tenido un cambio de imagen, una depilación de cuerpo completa y un par de sesiones de masajes, una consulta ginecológica y un kit de vestuario hecho a la medida, maquillaje y joyas (a ser utilizados únicamente durante horas de trabajo).
A partir de las 6 de la tarde, mi entrenador pasaba a mi búngalo. Yo tenía que esperarlo desnuda, de rodillas y con las manos al frente, en señal de sumisión. Generalmente tenía que comerme su polla para luego proceder con la revisión del examen escrito y el castigo por las fallas del mismo y las fallas con los clientes el día anterior. El castigo consistía generalmente en latigazos (y en la última hora, en número de clientes). Tenía el cuerpo lleno de marcas rojas, en las piernas, en la espalda, en mi culo y en mi estómago. Pero cada vez que me latigaba, me cogía inmediatamente y el dolor hacía más intensos los orgasmos. Lo más difícil era contenerme, con ese cuerpo y esa polla, me corría tan fácilmente que más castigos merecía. Mi entrenador constantemente mencionaba que era yo una puta de pies a cabeza, la más puta que había entrenado.
Pero el octavo día, era libre. Mi entrenador me dio el doble de latigazos la noche anterior y tuve que atender a 8 clientes, mamar unas diez pollas y ser cogida por el mismísimo presidente de la compañía. Pero una vez que fui devuelta a mi búngalo, mi entrenador me dijo que al día siguiente había descanso del entrenamiento. Me dejó una pulsera de plástico morada con el número 8 y una pequeña mochila, me dijo que había un traje de baño adentro, además de bronceador, toalla y uno que otro juguete, que podía ir a la playa si lo deseaba.
Yo estaba tan agotada que dormí unas doce horas. Me levanté como a mediodía, desayuné y me dispuse a vestirme para la ocasión. Abrí la mochila y saqué el bikini. Cuál va siendo mi sorpresa que dicha prenda únicamente levantaba el busto, pero no cubría los pezones! y la tanga se abría por enmedio, además de mostrar absolutamente todo mi culo. Los flip flops tenían el mismo tacón elevado y los juguetes eran objetos que nunca había visto. Me cubrí con la toalla, la cual era demasiado pequeña, tomé un libro y seguí las señales hacia la salida de la playa.
Pasé por un guardia, quien me dio un reglamento a seguir, encontré una sombrilla, me senté en una silla y me dispuse a leer el dichoso "reglamento":
Pulseras moradas:
1)Puta eres en el campo y puta eres en la playa, favor de mantener las piernas abiertas mientras estés sentada.
2)Cualquier pulsera amarilla que vaya pasando, tiene derecho de penetrarte en cualquier orificio, debes estar siempre abierta.
3)Tu libertad para correrte está a consideración de quien porte la pulsera amarilla.
4)Si alguien porta tu mismo número en su pulsera, deberás obedecer todas sus órdenes por espacio de media hora.
5)Cualquier falta podrá ser castigada por el entrenador más cercano (pulsera verde).
En ese momento me entró mucho coraje. Se suponía que era mi día de descanso y estaba ahí teniendo que abrirle las piernas a cuanto cliente dispusiera. Me dirigí al bar y pedí una piña colada (todas las bebidas eran sin alcohol) antes de que la demanda de clientes se incrementara. Estaba sentada en un banco cuando sentí algo en mi trasero. Ésta puta no tiene las piernas abiertas! dijo un cliente, en ese momento me llegó un latigazo a la pierna. Al parecer, este entrenador era mucho más exigente que el mío. "Recibirás latigazos hasta que las abras". Con lágrimas en los ojos y bajando la cabeza, abrí las piernas, aun sentada en el banco. "dóblate hacia adelante, puta desconsiderada". Me resistí, otro latigazo. Dejé mi bebida en la barra y me incliné al frente. Sentí una polla entrando en mi culo y embistiendo como toro salvaje. "no se te vaya a ocurrir correrte zorra", no sé por qué, pero no parecía costarme mucho trabajo. El cliente era muy engreído y me había costado dos latigazos hasta ese entonces. Finalmente sentí sus jugos dentro de mí, el cliente sacó su polla y siguió su camino. Yo levanté la mirada y vi al bartender. Me sentía sucia, no como los días anteriores. Me sirvió otra piña colada y me sonrió. Al haber terminado, decidí nadar un rato, suponiendo que los clientes estarían más bien en tierra firme.
Entré al agua y la frescura me ayudó a reponerme, mas no llevaba ni diez metros cuando vi una cara familiar frente a mí, con una polla inmensa queriendo entrar a una de mis cuevas. Era mi ex jefe!! Tenía frente a mí al presidente del centro de convenciones donde había sido edecán. Me puse roja como tomate y bajé la cabeza. Él se acercó, me tomó del pelo y me obligó a verlo a los ojos. "Hasta que se me hace cogerte por todos lados, mi edecán estrella, tenía semanas queriendo interceptarte y cuando ya había planeado todo para un evento magno, renunciaste. Pero ya veo, siempre fuiste una puta y ahora lo haces de tiempo completo. Me tomó de la cintura y me penetró ahí, con el agua a las rodillas, frente a toda la playa. Yo simplemente me puse en blanco y sentía cómo me sacudía. Cuando acabó me dejó ahí, para que siguiera nadando. Seguí hacia adentro y me puse a flotar y a sentir la tranquilidad del agua. En eso, sentí un par de manos jalando mis piernas hacia abajo y al voltear, vi a mi ex jefe nuevamente.
"así que aquí te llaman Amelia…." mi cara se llenó de terror cuando vi el número 8 en su pulsera……Ahora me vas a mamar bajo el agua, putita mía, serás mi esclava por los próximos 30 minutos. A sumergirte! Tomé aire, no podía aguantar más de 20 segundos bajo el agua, así que tuve que salir varias veces, pero logré darle una buena mamada dentro del agua. La sal se me metía por todos lados, no podía abrir los ojos, sentía varias veces que me iba a ahogar. Pero a los diez minutos, finalmente su polla explotó. "Ven, vamos afuera". Lo seguí y ya que estábamos en la arena, me hizo ponerme de rodillas y volver a mamar, ya que necesitaba otra erección. Una vez que estuvo dura, se dispuso a meterme todo ese falo en el culo, ahí mismo, de rodillas. Tal vez era que había sido mi jefe, o que estaba llena de arena y agua de mar, o que estaba entrando en calor y recordando los días anteriores. El asunto es que me comencé a empapar y empecé a gritar con cada embiste. Mis intestinos se contraían y todo mi cuerpo se estremecía, me corrí prolongadamente, como nunca me había corrido, no dejaba de gritar y de gemir, el mundo desapareció en ese momento, que únicamente estaba yo con una polla bien metida en mi culo y el agua bañándome las rodillas sobre una cama de arena blanca.
"Tendrás que recibir un castigo severo por semejante corrida, mi puta edecán". Qué? se me olvidó que tenía que tener permiso del cliente! No sólo eso, al parecer, todo el recinto nos estaba observando, y vi a varios clientes saboreándose lo que podían obtener en mis encantos. En ese momento hubiera deseado que los treinta minutos con mi ex jefe se extendieran durante todo el día, sólo para no tener que lidiar con el resto de los clientes que se apresuraban a hacer fila para apartarme. Él me ordenó levantarme y regresar a mi silla y mi sombrilla. Una vez ahí, se dispuso a lamerme los senos hasta que su tiempo se terminó. Se retiró, lo vi recostarse bajo una sombrilla no muy alejada y quedarse dormido.
Llegó entonces el entrenador a cargo y me dijo que, dado que tenía mucha demanda clientelar y no me daría abasto en todo el día, mi castigo sería tomar tres clientes al mismo tiempo por las siguientes dos horas. De ahí en adelante, fue tener todos mis agujeros llenos. Salía una polla y entraba la siguiente. Me pusieron de rodillas y tuve que satisfacer a todos aquellos que hacían fila por disfrutar uno de mis agujeros. Es difícil recordar cuántas veces me corrí y con quienes, no veía caras, sólo sentía pijas, unas más grandes que otras, unas más oscuras, unas con más venas, unas circumcidadas. Al mismo tiempo recibía latigazos si jadeaba. Era, pues, no una mujer, sino un conjunto de agujeros de placer. Sentía la brisa sobre mi cintura mientras mis pechos zangoloteaban .
Cuando finalmente hube complacido prácticamente a todos los clientes en la playa, el entrenador dijo que podía retirarme y era libre de regresar en un par de horas. Me recluí en mi búngalo por el resto del día.
Quiero ese trabajo