Alicia, una perra callejera. I: Si dejas que él te monte te daré toda la comida
Una adolescente desesperada por comida que vive en la calle es empujada a explotar su sexualidad con el perro de un buen samaritano..
Me resulta increíble que el inicio de todo fue mi esposa. Ambos somos una pareja promedio, nos conocimos en la juventud, hace varios años que estamos juntos, digamos que la chispa y la fogosidad la remplazamos por la seguridad de la relación. En fin, un matrimonio aburrido y sin hijos.
Quizás el sin hijos es una afirmación más propia de mi, ella diría que tenemos uno. Su nombre es Titán, aunque ella le dice Titi cariñosamente. Por mi parte, yo le respeto su nombre original porque es más apropiado a la bestia que es. Titán es un perro grande y pesado, dálmata supuestamente puro que adoptamos luego de que nuestra anterior mascota muriera.
La muerte de nuestra anterior mascota, a ojos de mi esposa, fue mi culpa. Lo tuvimos poco tiempo hasta que fue momento de castrarlo, mas por decisión mía que de ella. Como gran amante de los perros que es, estaba en contra de ir contra la naturaleza y someterlo a una operación arriesgada. Dios quiso que esa vez tuviera razón, luego de la operación el perro tuvo una infección y finalizó con poco más de un año su periodo de vida.
Ahora, Titán ya estaba listo para ser castrado. Por más que nunca admití sentirme culpable, con nuestro nuevo perro intente enmendar mis errores. Nada fue problema hasta que las perras de los vecinos comenzaron su celo. No tuve el coraje de proponer la castracion y, luego de una discusión, asumí el compromiso de encontrar una manera de que Titán liberara su energía libidinosa.
Hacíamos muchas actividades, ninguna era suficiente. Mi esposa llegó a exigirme que encontrara alguna perra para que el se la monte, así dejaba de ser un problema en casa. Acepte creyendo que sería fácil, grave error.
Toda persona con alguna perra me rechazaba. Vecinos, conocidos, incluso desconocidos que veía pasear a sus mascotas por parques. El tamaño de Titán era el impedimento, por ser dálmata era alto y además, por los tratos de mi esposa, era más robusto y bien alimentado.
Horas de caminatas por toda la ciudad no era suficientes para que libere su energía o para encontrar alguna voluntaria. La resignación me hizo pensar que nuestra mayor posibilidad era conseguir alguna perra callejera, sin dueño, que la monte sin preguntarle a nadie. Para eso llevaba en mi mochila comida para perro junto al agua y alguna vianda para mi.
Fracasé varias semanas hasta que, regresando ya muy tarde de la caminata, hice un último intento y me aventuré a un callejón donde veía movimiento en bolsas basura en el suelo. Al acercarme rápidamente noté que no era un perro, obviamente era una vagabunda, pero por lo menos le podría preguntar, quien mejor para preguntar sobre perros callejeros que alguien que vive en las calles.
- ¿Hola?
Rápidamente la vagabunda se dio vuelta asustada, únicamente había una luz en el callejón y nos iluminaba a ambos levemente. Con solo verla podría pensar que estaba entrando en la adolescencia, sus facciones y físico era infantil aunque con la estatura propia de alguien en crecimiento que ya puso un pie fuera de la niñez. Vestía con una calza y una remera común y corriente, ambas prendas apretaban su muy esbelto cuerpo. Se notaba sucia y no tenía ningún atributo que a mí me resultara atractivo, demasiado delgada seguro por la falta de comida, un culo que se notaba duro y redondo pero poco prominente, pecho plano y sin caderas.
- No te asustes, solo quiero saber si me puedes ayudar en algo. Soy Cristian, vivo aquí cerca ¿Cuál es tu nombre?
- Si, lo conozco, lo veo aveces. Soy Alicia.
La respuesta fue tímida, como con vergüenza. “Cierto” pensé, esta era una de las niñas que pide dinero en las calles. Mientras yo intentaba ser cuidadoso, Titán se acercó a ella y se ganó sus caricias, lo que ayudó a apaciguar la situación.
- Le agradas a mi amigo Titán. Alicia ¿Cuántos años tienes? ¿Tus padres saben que estás aquí?
- Tengo 13. Si, ellos me dijeron que no había comida para mi hoy, por eso vine aquí.
Recordé en ese momento que tenía un pequeño sandwich en mi mochila, lo saqué y se lo enseñé.
- Necesito que me ayudes ¿Conoces alguna perra sin dueño por aquí cerca? Te daré este sándwich si me ayudas a encontrar una.
- No… no conozco. En este barrio no hay muchos perros callejeros y los que yo conozco son varones.
Las miradas de Titán y de Alicia se clavaron en el sándwich en mi mano. La diferencia es que el estómago de Alicia sonaba tan fuerte que se oía más que los jadeos de mi perro.
- ¿Para qué necesita eso, Señor?
- Necesito que mi perro se desquite… bueno, no te preocupes, no hay problema
Estaba sinceramente dispuesto a darle el sándwich más allá de la respuesta que me había dado, pero Titán saltó hacia el sándwich y, aunque aleje mi mano, el se paró en sus patas traseras. En esa pose, los ojos de Alicia se enfocaron en la verga del perro que comenzaba a sobresalir, como era usual, al excitarse mínimamente por cualquier motivo. Entonces fue que mi idea surgió.
- ¿Aún quieres el sandwich?
- Si, por favor
- Ves eso entre sus patas
- Su verga
- Ya sabes que es! El necesita ayuda para liberar energía, se me ocurrió que puedes ayudarlo con tu mano… y yo te daré el sandwich
La manera en la que respondió me dio mayor noción de que la persona con la que hablaba no era una niña. Con su contextura física pudiera haber dicho “pipi” u otro eufemismo y así aparentar infantilidad, pero seguro ella ya se había expuesto a situaciones y conocía aquello que se les priva a muchos de su edad.
Sin dudar mucho en mi propuesta, Alicia se arrodilló en el suelo y buscó debajo del torso de mi perro. Con su mano derecha tomó la verga y comenzó a masturbar a Titán. Mientras él se enloquecía del gusto ella aprovechó para dirigir su mano libre hacia mi, sugiriendo que le entregue su premio. No dudé, le entregue el pequeño sándwich que se engulló de un solo bocado.
Tuve que inclinar levemente mi torso para observar en detalle como tenía sujeta la verga, intentando luchar con los movimientos pélvicos de Titán. Por más que ya había recibido su premio, ella estaba comprometida en continuar con la masturbación, aunque él dificultaba su tarea.
El perro saltaba, se movía, jadeaba y ladraba levemente. Por su comportamiento era obvio que la estimulación hacia efecto y el instinto lo forzaba a penetrar al aire. La mano de ella no se detenía, al verle el rostro existía algo de preocupación.
- No se queda quieto!
- Es que el quiere otra cosa
- Si ya vi otros perros hacerlo
La frustración la hizo sonar arrogante y eso me provocó ser más osado.
- Y si ya lo sabes ¿porque no lo ayudas a hacerlo?
Ella me ignoró, enfocándose en seguir masturbandolo “¿por qué sigue haciéndolo?” me pregunté. Su rostro estaba enfocado en el pene que continuaba creciendo, con la mano libre intentaba sujetarlo del pelaje y a la vez acariciarlo, mientras combatía con el inmenso cuerpo de Titán. Quizás quería cumplir su parte del trato o alguna atracción le generaba tal acto, pero solo estaba seguro de algo, lo determinante fue la comida.
- Si dejas que te monte, te daré toda la comida que tengo en la mochila.
No lo pensé y al escuchar mis propias palabras me sentí un enfermo y un maldito. No estaba seguro si tenía otro sándwich ademas del que ya le había dado. Mi memoria me hacía creer que si, pero ese día salí tan apurado que solo estaba seguro que tenía comida para perros. Algo en su forma de masturbarlo me provocó la intuición suficiente para hacer esa propuesta.
- ¿Muerde?
- No creo que te quiera morder. Si quieres yo lo sostengo de la correa para que tomes posición.
No me rechazo la oferta y lo creí como una aceptación. Inmediatamente sujete la correa de Titán hasta que se parara en sus piernas traseras. Allí pude ver que Alicia posó una de sus manos sobre su entrepierna, sobándose. Lo siguiente me enloqueció.
Ella, agachando su mirada, comenzó a desvestirse de la cintura hacia abajo y levantando su remera hasta las axilas. Sus piernas delgadas y su vagina lampiña fueron iluminadas por la tenue luz del callejón. Tragué saliva y contuve la respiración mientras ella se daba vuelta, se arrodillaba y apoyaba ambas manos en el suelo, adoptando la posición.
En un abrir y cerrar de ojos frente a mi, sosteniendo a Titán que desesperado intentaba adelantarse, veía el pequeño culo de esta indigente dispuesta a ser penetrada. Aunque la imagen me excitó, no era yo quien quería que la penetrara.
Hice dos pasos hacia adelante y liberé a mi perro sobre ella. La patas delanteras se aferraron a su espalda y el movimiento pélvico violentamente buscaba penetrarla. Doble mis rodillas para ver detalladamente, la verga de mi mascota no se había introducido. Casi que desesperado porque sucediera sin más dilaciones, me moví lateralmente, con mi mano derecha palpe la vagina de Alicia que estaba empapada y se retorció con mi contacto, y con mi mano izquierda tome el miembro de mi mascota. Como si fuera conectar un enchufe, posicioné la verga en la entrada vaginal y el resto del trabajo lo hizo el impulso bestial de mi desesperado amigo.
El grito de Alicia me hizo retroceder. La escena era perversa, la joven adolescente era penetrada por mi dálmata con una fuerza que hizo que ella apoyara sus codos y rostro en el suelo. La fuerza con la que empujaba pudieron haberla hecho caer hacia adelante, pero ella resistía las embestidas. Los sonidos eran entre los jadeos fuertes y repetitivos de Titán y los gemidos entremezclados con gritos que Alicia no podía contener.
Presenciar ello era una mezcla de asombro y excitación que me apabulló hasta que tuve un pensamiento que me distrajo. Cuando todo finalizara y no tuviera comida que darle ¿qué sucedería? No podía dejar que llegara ese momento sin saber que tenía en mi mochila.
Mientras Alicia gemía sin control, a gatas levantando su rostro del suelo que se tapaba por su cabello caído hacia adelante, tuve que aprovechar. Urge en mi mochila, esperando tener más sándwiches, pero solo con el tacto reconocí los granos de comida para perro que llevaba.
Resignado tome un gran puñado de comida para perros, lo examine y otro pensamiento me atravesó. Sin procesar esa idea, la ejecute. La mano cerrada conteniendo los granos de color marrón los dirigí hacia el rostro de Alicia. Justo debajo de su barbilla los deposite, esperando su reacción.
Ambos siguieron con su copulación, perdidos en el goce y el dolor. Hasta que Alicia olió el hedor fuerte frente a ella, corrió su pelo que tapaba sus ojos y lo observó.
- Come
Alcancé a ordenar, esperando forzar la reacción. Inmediatamente ella con su lengua y labios comenzó a succionar cada grano de comida balanceada que era del animal que la penetraba.
Cada embestida que recibía la hacía gemir, su rostro se adelantaba centímetros y ella combatía por comer cada grano en el suelo. Retire la bolsa de mi mochila y la desparramé frente a ella. Verla comer tan desesperada, oír como masticaba el duro alimento, los gemidos humanos y jadeos perrunos, su disfrute en las embestidas y a la vez sus quejidos de dolor me generó la mayor erección que tuve en mi vida.
Tuve que abrir mi cremallera y liberar mi propia verga. Cuando comencé a masturbarme, mi perro se detuvo profundamente insertada en ella. Su torso jadeante se inflaba y desinflaba mientras reposaba sobre la espalda de Alicia. De repente, ella dejó de comer.
- Ay! ay! AY! Que pasa?
Su tono desesperado me hizo creer que algo le sucedía. No supe intervenir, estaba preocupado en mi placer. Aunque tuve que hacerlo cuando Titán comenzó a dar saltos intentando bajarse.
- NO! POR FAVOR NO! DUELE!
- Que pasa?
- QUE NO SALGA! DUELE, SU VERGA ES MÁS GRANDE!
Nuevamente lo sujete de la correa y empuje su torso para que no se separara de ella. Los quejidos de la joven continuaban y algo de preocupación me causó. Creí que sería conveniente tocar su vagina para estimularla. Mi mano palpo los labios vaginales y al contactar su clitoris lo frote vigorosamente hasta que ella estremeció todo su cuerpo y con fuerza se tiró hacia adelante. Tuvo un gran orgasmo.
El impulso siguió de un grito desgarrador, pues forzó la salida de la verga canina de su interior. Cuando la vi pude reconocer el porqué de las repentinas quejas. La verga de Titán se había ensanchado, ahora no solo era larga sino que su base aparentaba un globo que hasta hace segundos estaba dentro de Alicia.
Libere a mi perro y me acerque a ella, quien todavía estaba de espaldas a mi, pero recostada boca abajo. Por un instante sentí la tentación de aprovecharme yo mismo de esta joven. Su vagina chorreaba el semen de mi perro, su espalda estaba rasguñaba por sus garras, y ella tomaba con sus manos la comida dirigiéndola a su boca, masticando sin cerrar sus labios e invadiendo el callejón con el sonido de los granos romperse entre sus dientes. No podía cogerme a la perra de mi mascota.
Entonces me terminé de masturbar sobre ella. Alicia ni se percató, o no le importó, de que mi semen adornará desde su espalda hasta su cabello. Cuando terminó cada grano de comida se sentó en el suelo, se colocó su ropa y con la mirada baja volvió a interactuar conmigo, aunque por mi asombro apenas pude responderle.
- Lo ayude a su perro, señor?
- Si
- Ya me dio toda la comida?
- Si
- Gracias
No se quejó. No se enojó. No me chantajeó. Solamente me dio un tímido agradecimiento, acarició a Titán quien se lamía su miembro y se fue caminando hacia la calle. Yo hice lo propio hasta llegar a casa, bañarme e ir a acostarme con mi esposa.
- Que tarde que llegas ¿cómo fue todo? ¿nada aún?
- Lo logramos, nuestro perro se monto una perra callejera.
Mi esposa explotó de alegría, saltó de la cama para abrazarme y fue hasta el patio para felicitar a Titán por su primer polvo. Al regresar me agradeció con una mamada y yo solo podía pensar en Alicia comiendo su comida para perro mientras era penetrada por uno.
Continuará…
Esa fue la primera vez, como Alicia solía mendigar en el barrio la volví a encontrar. Siempre acepto una donación por dejarse coger por mi perro, lo que sin duda le causaba placer. Entablamos una relación muy cercana. Ella llegó a conocer mi hogar, a mi esposa e incluso a formar parte de nuestra familia. Desde conocerla hasta adoptarla fue un conjunto de sucesos y experiencias que cambiaron su vida, la mía, la de mi esposa y la de mi perro Titán.
Espero su apoyo y comentarios.
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