Amor familiar (capitulo 5)
Por fin inauguran la mazmorra sado..
Por fin llegó el viernes y Marina estaba de los nervios. A las ocho de la mañana ya estaba dando el coñazo. Sentada en la cama entre los dos, nos chupaba la polla alternativamente. Papá se reía, pero a mi no me hacia ni puta la gracia: me cuesta trabajo despertarme. Papá, que lo sabía, la atrajo hacia si y la estuvo morreando. Mi hermana intentó montarle, pero papá lo impidió.
—Venga mi amor, —dijo papá dándola un azote en el trasero—. Vete a duchar mientras preparo el desayuno y tu hermano se despierta. Y no quiero que te toques.
Mi hermana saltó de la cama y poniendo cara de contrariedad cuándo escuchó la última frase entró en el baño después de sacarle la lengua.
Después de desayunar, bajamos al sótano. Con el nuevo muro la situación de la sala de juegos había mejorado ostensiblemente. Todavía olía un poco a obra, pero casi no había rastro de humedad: desde que llegamos el domingo, los nuevos radiadores habían estado permanentemente conectados a toda pastilla y además, papa había puesto un pequeño ventilador en la puerta para ventilar. Ahora era ya el momento de quitarlo y bajar la intensidad de la calefacción.
También habíamos instalado las cámaras con las que grabamos la perdida de la virginidad anal de Marina, aunque una la colocamos en un trípode con ruedas para poder moverla por la estancia. Queríamos estar los dos libres para hacer lo que queramos. Lo único que temíamos era que se nos fuera la mano. Por eso la noche anterior llegamos al acuerdo de no producirla ninguna herida con sangre… salvo excepciones.
La próxima vez que vengamos hay que pintar, —dijo papá mirando el muro nuevo mientras preparaba las muñequeras y tobilleras de Marina.
—¡No jodas! —exclamé contrariado—. ¿Y no lo vamos a poder usar?
—Tranquilo, —respondió riendo—. Lo pinto antes de regresar a casa: no tardo nada.
—Que susto, —dije abrazando a mi hermana por detrás mientras la ponía la mano en el chocho y la besuqueaba el cuello—. Me he hecho adicto a esta preciosidad de quince años.
—A mi me pasa lo mismo, —dijo papá riendo arrodillándose para ponerla las tobilleras. Mientras, mi hermana estaba a lo suyo a punto de llegar a un orgasmo por la acción de mi mano—. ¿Me crees si te digo que no miró a ninguna mujer?
—Claro que sí, a mi me pasa lo mismo, —respondió papá acariciándola los pies—. Estos pies me los tengo que follar… de alguna manera.
—¡Joder papá! Que te haga una paja con ellos.
—No, no, me los quiero follar yo, no que me pajeé: ya experimentaré, —dijo mientras cogía el mando del polipasto y lo accionaba para bajar el gancho. Marina lo miraba fijamente mientras lo bajaba.
—Estoy pensando que antes de esto la podíamos poner en el potro: ya me entiendes, —le dije a papá señalándole con la mirada los látigos que habíamos colgado de la pared.
Papá asintió y cogiéndola de la mano la acercó al potro. La hizo separar las piernas y se agachó para sujetar las tobilleras a las patas del mueble dónde habíamos instalado unos mosquetones. Mientras, la hice inclinarse hasta que quedó con el vientre sobre el. Después, con una cuerda até las muñequeras a las patas porque cómo era tan pequeñita no llegaba hasta abajo, pero lo teníamos previsto.
Cogimos un flagelo de piel cada uno y sin pensarlo empezamos a flagelar a mi hermana alternativamente y sin espaciar el castigo. Primero nos centramos en el trasero para calibrar la intensidad porque queríamos enrojecer su blanca piel, pero no provocarla verdugones. Marina chillaba a pleno pulmón y decidimos ponerla una mordaza de bola que amortiguara un poco sus gritos. Continuamos y fuimos subiendo hacia los riñones y la espalda. Después, me situé detrás de ella y haciendo girar las tiras del flagelo empecé a azotarla la vagina mientras papá seguía trabajando los riñones. Unos minutos después, cambié mi posición con papá, me coloqué junto a su cabeza y quitándola la mordaza de bola la metí la polla en la boca mientras la sujetaba por las coletas. La introduje con profundidad y después de un par de minutos me corrí llenándola la boca de esperma que salía por la comisura de los labios mezclada con babas en hilillos interminables. La situación era tan potente que me había excitado de una manera inaguantable.
—Esto va a ser muy duro papá, —dije riendo mientras mantenía la polla en el interior de la boca de mi hermana—. No me he podido aguantar.
—Tranquilo hijo, —me respondió sonriendo mientras la seguía azotando con el flagelo—. Tú hermana esta aquí para lo que queramos, ¿no? pues móntatelo cómo quieras.
—Me parece que hoy vamos a terminar con la polla inflamada, —dije mientras después de salir de su maravillosa boca la colocaba la mordaza de bola.
—Yo lo doy por seguro, —respondió papá dejando el flagelo y cogiendo un hitachi que después de conectarlo lo aplicó directamente en la vagina de Marina. No dio un salto al sentirlo porque no se podía incorporar, pero automáticamente empezó a gemir preludiando un inminente orgasmo. Papá se lo gestionó separando el vibrador cuándo estaba a punto y se lo volvía a aplicar cuándo se tranquilizaba un poco. Incluso cogió una silla y se sentó para estar más cómodo.
—¿Me sustituyes? —me preguntó unos minutos después—. Quiero que me descargue.
—Sin problemas, pero ya la dejo correrse: se lo ha ganado, —dije mientras me sentaba en la silla. Asintiendo papá se fue hacia delante y la quitó la mordaza que había provocado un charco de babas y semen debajo de ella.
—¡Por favor…! ¡Por favor…! —suplicó mi hermana, pero no pudo seguir porque papá la introdujo la polla hasta el fondo.
La seguí torturando un par de veces más y cuándo ví en la cara de papá que estaba a punto de correrse, con los dedos la retraje el capuchón del clítoris y la puse en vibrador directamente. Desde que empecé a jugar con ella, hacia ya unos meses, me di cuenta rápidamente que eso era automático. Tuvo un orgasmo tremendo que tensó sus músculos y crispó su cuerpecito mientras papá la llenaba la boca de esperma. Su cuerpo se cubrió de sudor y quedó inerte sobre el potro mientras respiraba con profundidad. Deje el Hitachi y cogiendo el flagelo empecé a azotarla el chocho. Reaccionó gritando y seguí hasta que vi que se empezaba a enrojecer más de lo conveniente. La masajeé la vagina con la mano hasta que se tranquilizó mientras papá se salía de la boca.
—Hijo, ha sido muy fuerte, —dijo papá mirando el reloj—. Y solo llevamos una hora.
—No hay prisa. ¿La dejamos descansar mientras preparamos lo siguiente? —papá asintió y empezó a liberarla las manos mientras yo hacia lo mismo con los tobillos. La cogí en brazos y suavemente la deposité bocabajo sobre la cama. Sujeté las muñequeras por la espalda mientras papá unía sus tobillos. A continuación, la atrajo hacia el y la dio agua de un botellín. A pequeños sorbos fue bebiendo mientras papá la besuqueaba.
Mientras tanto, cogí una cuerda de cáñamo de 12 cm. que había comprado y me puse a hacer un nudo corredizo de ahorcado. Papá me miraba con interés sin entender que pretendía—. Tranqui viejo, es algo que sé que a Marina la va a encantar, —al oírme, abrió los ojos y al ver el nudo de la cuerda apretó los muslos con una punzada de placer.
—Cuéntamelo.
—Cuándo intuí los gustos de mi hermana, fisgué entre sus cosas y descubrí, además de su diario secreto, unas fotos, unos selfis. Varias de ellas eran así. ¿Coges la cámara para los primeros planos?
—Pues anda que si tu madre las llega a encontrar…
—Pues te puedes imaginar, cuando las encontré no tenía ni doce años.
Mientras papá preparaba la cámara, la levanté de la cama y la situé de pies bajo el gancho del polipasto. La separé las piernas y la coloqué una barra espaciadora para que no las pudiera cerrar. Después, la coloqué el lazo en el cuello, lo ajusté y pasé la cuerda por el gancho. Lo hice subir casi hasta el techo y ya lo tenía todo preparado. Tiré suavemente del extremo de la cuerda hasta que Marina empezó a separar los talones del suelo. Aunque todo lo estaban grabando las multicámaras, papá se esmeraba en los primeros planos.
Poco a poco su cara se fue congestionando tomando un precioso tono encarnado, o al menos es lo que me parecía. Tirando de la cuerda la hacia subir y bajar, y en ocasiones se sujetaba solo con la punta de los dedos gordos. Su caja torácica se expandía trabajosamente en busca de aire, marcando sus costillas.
Cogí el flagelo y empecé a golpearla en el trasero. En ocasiones, encogía un poco las piernas y se quedaba colgada solo del cuello y eso, claramente la excitaba más. La introduje un huevo vibrador en la vagina y cuándo lo active, empezó a gemir. Vimos claramente cómo su excitación aumentaba y cuándo la llegó el orgasmo, elevó las piernas y se quedó colgada del cuello. No exhaló ningún gemido porque por la presión de la cuerda sobre su cuello no pudo. Siguió con las piernas elevadas y empezamos a alarmarnos, tanto, que solté la cuerda y la sujete por la cintura. La levanté y la llevé a la cama y después de tumbarla la quité la soga del cuello y la liberé los tobillos de la barra espaciadora.
—… —dijo mi hermana con un hilo de voz, pero no entendimos que decía.
—¿Qué dices mi amor? —preguntó papá inclinándose sobre ella después de besarla.
—Folladme por favor, —repitió Marina trabajosamente. Papá me miró y asentí: los dos teníamos la polla a reventar.
—Los dos a la vez, —dije y tirando de mi hermana la coloque bocarriba con la cabeza colgando por el borde de la cama. La metí la polla en la boca y papá la penetró por la vagina después de subirla las piernas. Marina gruñía de placer y yo veía cómo mi polla se abría paso por su garganta expandiéndola. Tuvo un par de orgasmos antes de que nosotros nos corriéramos porque tardamos. Mientras me tranquilizaba, seguí con la polla en su boca mientras papá la besaba los pies.
—Hostia puta Jaime: ha sido muy fuerte, —dijo papá mirando el reloj—. ¡Coño! ¿Has visto la hora que es? —negué con la cabeza—. Casi las dos.
—Se me ha pasado el tiempo volando: ya decía yo que tenía hambre, —me incliné hacia mi hermana y levantándola la cabeza pregunté—: ¿Tienes hambre?
—No… quiero que sigáis, —miré a papá que asintió.
—Mientras comemos algo podemos ponerla en el bastidor que compramos en Alixpres.
—¿Cómo era? —pregunté con una carcajada—. ¿El “K9 bondage Stent…” y no sé que más?
—Sí, algo así. Está en esa caja, —respondió papá riendo señalando una caja que había apoyada de la pared—. Hay que montarla. Súbete a la cocina y prepara unos bocatas mientras lo hago. ¿Te parece?
Asentí, y poniéndome un jersey subí por la escalera. Preparé un par de sándwich para cada uno y con un par de tercios regresé al sótano. Papá ya casi lo tenía montado y estaba instalando la sex machine que llevaba incorporada. Lo había colocado encima de la gran mesa de madera maciza para trabajar mejor.
—Estoy pensando que la podíamos dejar aquí encima, —dijo papá—. Así la tenemos más a la vista mientras comemos.
—Me parece bien, —dije dejando la bandeja—. Voy a traerla.
Me acerqué a la cama dónde Marina miraba interesada el trabajo de papá. La quité las muñequeras y tobilleras, e intenté cogerla en brazos pero se me adelanto y me abrazó cómo un koala y así la acerqué a la mesa. La deposite sobre ella y papá la indicó cómo debía situarse y se arrodilló. Las cámaras fijas ya estaban preparadas para gravar, cómo todo lo demás, hasta el último detalle del evento.
El dispositivo consistía en una barra extensible de acero que iba sobre el suelo. De los laterales partían dos barras que terminaban en grilletes para las muñecas y los tobillos. En la parte delantera, hacia arriba, salía otra barra que terminaba en un aro de acero para el cuello y otra un poco más adelante que permitía instalar un dildo para la boca. A la altura de la cintura, salía, también hacia arriba, otra barra que terminaba en un cinturón metálico y más atrás, en el extremo de la barra inferior, otra barra permitía instalar la sex machine.
Cuándo se arrodilló, la sujetamos los tobillos e inclinándose hacia delante la ajustamos el cinturón. Después, la colocamos el collar y la sujetamos las muñequeras.
—¿Te puedes mover cariño? —la pregunté. Mi hermana negó con la cabeza y entonces procedí a instalar el dildo delantero, de cinco centímetros de grosor, introduciéndoselo en la boca lo suficiente cómo para que no tuviera arcadas, pero no la permitía cerraba lo más mínimo—. Pues así te vas a mover menos.
Mientras tanto, papa terminó de instalar lo de atrás—. Hay que lubricarla en abundancia, —dijo y con el bote de lubricante empezó a hacerlo interiormente. Cogía una porción grande y lo introducía dentro de chocho de su hija ayudándose con los dedos. Después embadurnó el dildo de la maquina y lo introdujo ajustándolo.
—Podemos empezar, —dijo papá y acciono el interruptor. El dildo empezó a entrar y salir cuándo empezó a girar la rueda de la intensidad. La gradúo para que empezara desesperantemente despacio—. ¿lo dejamos así por ahora?
Asentí con la cabeza y nos sentamos a la mesa para comernos los sándwich, uno a cada lado de mi hermana. Con alargar un poco el brazo la teníamos al alcance. Me hizo gracia el comprobar que las tetillas la colgaban un poco: creía que no era posible. La cogí con los dedos un pezón y se lo pellizque. Marina respiraba pesadamente. Se notaba claramente que estaba inmersa en el proceso de alcanzar otro orgasmo.
—¿Te gustaría que tuviera más tetas? —pregunté a papá.
—No. Me gusta cómo está: será amor de padre, —respondió guiñándome un ojo—. ¿Y tú?
—Me da igual. Tetona o no la seguiré queriendo igual.
—Lo que si me gustaría es ponerla un piercing en la lengua.
—Pues por mi vale, pero te recuerdo que solo tiene quince años, bueno en dos meses dieciséis.
—Tienes razón: vamos a esperar.
—Lo que si podríamos hacerla, porque sé que le gustaría, es marcarla de alguna manera, —y ante la cara de extrañeza de papa, añadí—: Lo leí en uno de sus diarios secretos.
—¿Pero marcarla de que manera?
—Para que quede constancia… física de que es de nuestra propiedad, —papa arqueo las cejas en el mismo momento en que Marina empezaba a gruñir con un orgasmo—. Lo podemos hacer de dos maneras. Una con un sello al rojo vivo y otra con un anillo y una chapa por ejemplo en uno de los labios vaginales.
—Ya lo hablaremos, —dijo papá mientras seguíamos comiendo y mi hermana gemía sin descanso—. Además, habrá que preguntarla que opina.
—Ya sabes que hará lo que la digamos. Pásame el mando, —y cuándo lo tuve subí la intensidad de golpe. El dildo empezó a entrar y salir a mucha velocidad y Marina automáticamente se corrió otra vez. Solo profería gruñidos porque con la boca ocupada no podía gemir a gusto. Después bajé nuevamente la intensidad y lo deje cómo estaba—. La gustan los imprevistos.
—Lo de la anilla en el chocho descartado: no quiero nada que me estorbe. Por cierto, he estado pensando que este verano podríamos empezar a exhibirla en público, —dijo de pronto papá levantándose para echar un poco de lubricante en la vagina de su hija.
—Yo también llevo tiempo dando vueltas a ese asunto, pero no sé, me da miedo que nos vean…
—No es problema porque lógicamente no lo haríamos en Madrid, y por supuesto en Barcelona, Valencia dónde mi empresa tiene delegaciones y me conoce mucha gente.
—¿Entonces hablas de viajar?
—Claro. Podemos hacerlo los tres juntos o por separado. Marina no se parece en nada a nosotros. Se puede hacer pasar por tu novia o por la joven amante de un viejo en mi caso.
—Por cierto, ¿estamos seguros de que mama…?
—Tranquilo que es tu hermana, —me interrumpió riendo—. Yo también me mosquee en su momento y cuándo tenía dos añitos la hice una prueba genética sin que tu madre se enterara. No hay ninguna duda de que es mi hija.
—De todas maneras me da igual: para mi siempre será mi hermana. Volviendo al tema de los viajes, me mola la idea de pasearla medio en bolas por la calle, pero claro el dinero…
—De eso no te preocupes, —me interrumpió al tiempo que accionaba la rueda de la intensidad y el dildo empezaba a entrar y salir frenético—. Lo tengo todo previsto: luego lo hablamos.
Automáticamente, mi hermana empezó a gruñir y cómo la vez anterior se corrió. Bajo la intensidad, se levantó y trajo uno de los electroestimuladores. Sacó los electrodos que terminaban en pinzas y colocó uno en cada pezón. Los conectó al aparato y empezó a subir la intensidad. Las tetillas de mi hermana empezaron a contraerse en movimientos automáticos. Marina gruñía y entonces, cogí un vibrador y se lo puse directamente en el clítoris. Su reacción fue tan fuerte que pensé que iba a volcar.
La dejamos unos minutos más hasta que llegó a otro orgasmo y decidimos darla un descanso—. Así hablamos un poco de lo que he pensado sobre vuestro futuro laboral.
La sacamos del dispositivo y en brazos papá la llevó a la cama dónde la tumbó con cuidado amoroso, mientras subí a por dos copas de whisky.
Todavía quedaba toda la tarde por delante.
Qué saga sin duda!
Gracias