Amor familiar (capitulo 7)
Seguimos jugando con mi hermana en la casa de la montaña..
Cuándo abrí los ojos la luz entraba fuerte por las rendijas de la persiana. Noté nítidamente la presencia de mi hermana a mi lado durmiendo tranquila. Papá no estaba. Miré el reloj y vi que casi eran las nueve y media. Tenía la polla cómo un palo, y aprovechando que me daba la espalda, poniéndome un poco de lubricante en la polla la penetré el ano con cuidado. A los pocos segundos Marina estaba gimiendo.
Papá entró en la habitación con ropa de correr y sudando un poco, y miró lo que hacíamos.
—Te me has adelantado, —dijo riendo mientras activaba una de las cámaras de video que estaba encima de la cómoda—. Venia pensando en follarla.
—Tranquilo que termino pronto.
—Sin prisas que no se va a escapar.
Al rato me corrí. Cuándo terminé de saborear el momento, papá, que ya se había quitado la ropa de correr, se subió a la cama. La cogió por la cadera e inmediatamente la penetró desde atrás mientras yo entraba en el baño para una ducha rápida. La folló con fuerza, con energía, sin contemplaciones. Mientras con la mano derecha la sujetaba por la cadera, con algún azote esporádico, con la izquierda la tiraba del pelo forzando su cuello hacia atrás en una curva casi imposible. Su hija gritaba de placer, mucho más cuándo la mano derecha abandonó la cadera y se alojó sobre su clítoris. Cuándo se corrió, la dejó caer sobre la cama y sudoroso y de rodillas estuvo un rato contemplando su posesión más preciada: su hijita.
—¿Bajamos al sótano? —le pregunté—. Tenemos que colgarla por los pies.
—Por mí sí. Me gustaría que después de comer no dedicáramos a cosas más normales cómo que esté toda la tarde chapándonos la polla.
—De acuerdo: así descansamos.
—Pues voy a darme una ducha, —al oírlo Marina se incorporó rápidamente y saltó a los brazos de papá: casi lo derriba. No lo hizo porque papá esta cachas. Ni por asomo es Schwarzenegger, pero marca abdominal. Riendo, salió de la cama con ella en brazos y entraron en el baño. Antes de bajar, coloqué una cámara para gravar sus juegos en la ducha que fueron muy interesantes por lo que ví cuándo, días después, edité los videos.
Cuándo llegaron al sótano ya lo tenía todo preparado. La calefacción estaba alta. La tumbamos en el suelo y la colocamos las tobilleras especiales para colgar: papá una y yo la otra. Las enganchamos a una barra espaciadora y pasamos el gancho por la argolla. Después, la colocamos las muñequeras y empezamos a subirla con el polipasto. Lentamente se fue elevando y Marina colaboró ayudándose con las manos. La coloqué un collar de cuero y la sujete las muñequeras por detrás de la nuca. La posición estiraba su cuerpecito hacia abajo encogiendo y ahuecando su vientre, marcando su caja torácica y abultando su vagina que ahora se mostraba aun más esplendorosa. Sus exiguas tetillas desaparecieron definitivamente en la superficie ondulada de sus costillas. Su maravillosa vagina se presentaba expuesta a la altura de nuestros rostros y los dos acudimos cómo las abejas a las flores. Después de estar unos minutos libando en su chochito, con las pollas en su adorable boca y con Marina gozando cómo una perra, cogimos los flagelos y empezamos un castigo sistemático. Yo por la espalda y papá por delante, en ocasiones centrándose en la vagina. Mi hermana gritaba a pleno pulmón.
Dejé el flagelo y mientras papá seguía trabajando, cogí una pinza y retrayéndola el capuchón del clítoris la coloqué. El maravilloso puntito brillante quedó expuesto y después de chuparme el dedo empecé a estimularlo. Mi hermana arqueó la espalda y alcanzó el orgasmo más fuerte hasta el momento. El primero de muchos porque empezamos a centrarnos en el.
Papá empezó a centrarse con el flagelo en la zona vaginal de Marina que berreaba con los impactos sobre su clítoris. A continuación, dejó el flagelo y la introdujo una bola china en la vagina activándola. Después, la colocó una mordaza de bola en la boca y a los pocos minutos interminables hilillos de babas llegaban hasta el suelo. Papá se arrodilló y estuvo besando con detenimiento el tórax de su hija mientras yo, desde atrás, me saciaba con su zona genital. Mi lengua la recorría incansable desde al clítoris al ano que se expandía y se contraía con los orgasmos.
Empezamos a utilizar todo el arsenal de dildos, consoladores y vibradores de que disponíamos. También los electro estimuladores y cuándo al final de la mañana vimos que Marina casi no reaccionaba, decidimos bajarla y terminar la sesión follándola.
Cuándo llegó al suelo, la ayude sujetándola hasta que quedó tendida, dejándose hacer. La quitamos las tobilleras y las muñequeras y cogiéndola en brazos la llevé a la cama. Con un gesto papá me preguntó si los dos a la vez y afirmé con la cabeza. La puso a cuatro patas y la metió la polla en la boca mientras que yo, situándome detrás la penetré por la vagina. Se notó que mi hermana estaba agotada porque, aunque disfrutó mucho, los orgasmos no fueron tan intensos. Reconozco que me dio pena, porque la quiero tanto que mi deseo es hacerla disfrutar plenamente en todo momento, aunque según me reconoció tiempo después, el solo hecho de ser “usada” por los hombres más importantes de su vida, ya la proporcionaba un placer inmenso.
Finalmente nos corrimos. Yo primero y eso me sirvió para pitorrearme de mi padre.
—Estás mayor, viejo.
—No te equivoques, es que aguanto mucho, —dijo papá riendo mientras su hija le trabajaba la polla. Por fin se corrió, después de que mi hermana le metiera un dedo en el culo para ayudarle. Los dos nos quedamos con los ojos cómo platos: jamás lo había hecho.
—¿Por qué no subís a ducharos mientras preparo algo para comer? —nos propuso papá. Afirmé con la cabeza mientras la payasa de mi hermana se tumbaba bocarriba con los brazos extendidos: su intención era clara.
—Que yo no estoy tan cachas cómo papá, —dije riendo al tiempo que pasaba los brazos por debajo de su cálido cuerpecito—. Espero que no nos rompamos la crisma.
La levanté y subí los dos tramos de escalera hasta el dormitorio y el baño. Entre juegos y carantoñas me duche y la duche a ella. Cuándo bajamos, papá ya lo tenía todo preparado.
—He abierto unas latas y he hecho unos huevos, —nos informó.
—Por mi vale, —dije sentándome en la silla. Marina sin decir nada hizo lo mismo. Cogió un trozo de pan y empezó a mojarlo en el huevo.
—¿Tienes hambre mi amor? —la preguntó papá. Su hija afirmó con la cabeza—. ¿Quieres que te prepare algo más? —y negó con la cabeza, pero señaló el vino. Con una sonrisa papá la sirvió un poco en un vaso.
—¿Qué hacemos esta tarde? —pregunté a papá.
—Yo preferiría tranquilidad, que menuda semana llevamos, —respondió papá.
—Sobre todo estos dos últimos días.
—Podríamos hacer un maratón de series, —y mirando a su hija la preguntó—: ¿qué opinas mi amor?
—¿Voy a poder comeros la polla? —preguntó riendo y ante la afirmación de papá, añadió—: entonces si… si las series son del espacio, —había veces que Marina hablaba que no parecía que tenía quince años, que era mucho más adulta.
—¿Discovery, perdidos en el espacio…? —pregunté.
—Esas dos genial: me encantan.
—Pues entonces voy a darme una ducha rápida, —dijo papá levantándose y empezando a recoger la mesa.
—Deja eso pápa: ya lo hago yo, —dijo mi hermana levantándose también—. Vete a duchar.
—A la orden cariño, —dijo papá cuadrándose y saludándola militarmente. Después se puso a achucharla mientras la morreaba lo que provocó que la polla se le disparara.
—¡joder pápa! —exclamó Marina separándose. Le cogió la polla y tirando de él le llevó hasta la puerta de la cocina riendo—. Anda, tira para arriba.
A los pocos minutos bajó y ya estábamos en el salón. Yo preparando unas copas y mi hermana conectando con las plataformas y buscando algo. Papá cogió su vaso y se sentó junto a su hija pasándola el brazo por los hombros. Yo lo hice al otro lado.
Casi hasta la hora de cenar estuvimos viendo la tele. Solo paramos un par de veces cada uno para echar a mi hermana un par de polvos. Y es que estuvo todo el tiempo jugueteando con nuestras pollas: con las manos, con la boca y con los pies.
A eso de las ocho de la tarde, y mientras en el exterior empezaba a nevar con fuerza otra vez, preparamos algo para cenar y nos sentamos en la mesa de la cocina.
—Mañana deberíamos irnos pronto, —dijo papá mirando hacia la ventana—. Si es que podemos.
—Cuándo nos levantemos y recojamos la casa nos podemos ir, —dije—. Con un poco de suerte podemos comer en casa.
—Antes de irnos también tenemos que ocuparnos de tu hermana, —dijo papá mientras Marina afirmaba con la cabeza.
—De acuerdo. Nos despertamos, nos ocupamos de Marina, recogemos todo, nos volvemos a ocupar de Marina y nos vamos, —mi hermana levantó el pulgar mientras bebía del vaso de vino que papá la había servido.
—La verdad es que tengo ganas de llegar a casa y recobrar la normalidad, —dijo papá pensativo—. Tengo la polla un poco inflamada y escocida.
—Y eso que usamos lubricante: a mi me pasa lo mismo.
—La verdad es que no veo mayor muestra de amor hacia ella que follarla a todas horas, —papá la acarició con la mano y Marina se la cogió y metiéndose uno de los dedos en la boca empezó a chuparlo—. Pero que cabrona eres, —mi hermana soltó una carcajada mientras papá la rodeaba el cuello con el brazo y simulaba que la ahogaba—. Mereces un castigo: por lista.
Se levantó y salió de la cocina con la polla dura por la chupada de dedo de mi hermana. Regresó con unas bolas vibradoras y cogiendo en brazos a su hija la deposito sobre la mesa. La separó las piernas y la introdujo las bolas en la vagina. Después, las activó con el mando que llevaba en la mano y cuándo empezó a gemir, que fue rápido, la cogió en brazos—. Abre la puerta del jardín, —me dijo y levantándome lo hice. Salió al exterior y dejó a mi hermana descalza y desnuda sobre la fría nieve. Después regresó al interior mientras que yo encendía la luz del jardín y me ponía a grabar con el móvil: no había subido las cámaras del sótano, y esta acción de papá me pilló desprevenido.
Desde dentro veíamos cómo la nieve caía sobre ella que rápidamente empezó a temblar. Papá la enseñó el mando y aumento la intensidad de la vibración y Marina se encogió un poco llevándose la mano al chocho. La hizo una señal para que se girara y nos mostrara el trasero y nuevamente se puso de cara a nosotros.
Estuvo más de cinco minutos ahí fuera, hasta que ante nuestro asombro, comprobamos que tenía un ligero orgasmo. Entonces, papá salio al exterior y cogiéndola en brazos otra vez la metió para dentro. En sus brazos, temblaba cómo un pajarillo desvalido mientras la sacaba primeros planos con el móvil.
Le dije a papá que se quedara quieto dónde estaba que iba a bajar a por las cámaras y cuándo regresé seguí filmando con una de ellas. Les seguí mientras que, con ella en brazos, subió por las escaleras y llegaba al dormitorio. La tumbó sobre la cama y con una toalla que había en ella, restos de batallas anteriores, la estuvo secando mientras seguía tiritando de frio.
Después, se tumbó a su lado y atrayéndola la levantó la pierna pasándola por encima de él y la penetró. Me hizo un gesto elocuente para que me tumbara con ellos y después de colocar las cámaras en sus trípodes, así lo hice. Me puse un poco de lubricante y la penetre por el ano. Al poco tiempo, Marina estaba chillando de puro placer y los orgasmos empezaron a encadenarse. Fueron muchos porque tardamos un montón en corrernos. Cuándo terminamos, mi hermana estaba empapada de sudor: había entrado en calor.
Al día siguiente nos levantamos tarde. Tanto que decidimos no desayunar y dedicarnos a los juegos matutinos con mi hermana. A eso de las doce empezamos a recogerlo todo para irnos. Cerramos la casa y nos fuimos a comer a un mesón del pueblo y después, directos a casa: la Semana Santa había finalizado.
Me encanta el relato pero no lo de amarrar a la chica jejeje…
Gracias por tu comentario.