BOTIN DE GUERRA. Parte 10
Recuerdos de la ocupación de París y encuentro con amigos..
BOTIN DE GUERRA. Décima parte
Alboreaba cuando Connors se despertó. Se desperezó y echó un vistazo a las dos chicas que dormían abrazadas, en el suelo, sobre unas mantas. Un brazo de Alice descansaba sobre los hombros de Sigrid, mientras su otra mano se sumergía entre las piernas de la alemana. Restos resecos de semen en sus rostros eran las huellas de la noche anterior. Se dirigió a su habitación, duchándose y embutiéndose en el uniforme de campaña. No es que tuviera idea de hacer ejercicios tácticos con sus hombres, pero se encontraba más a gusto, aunque la guerra hubiera terminado en el Oeste.
Desayunó frugalmente una taza de café y unas rebanadas de pan, se ciñó el cinto con la cartuchera y se dispuso a ir al campamento. Al salir vió a las jóvenes que, ya despiertas, habían comenzado de nuevo a jugar entre ellas. Se sorprendía observando cómo Sigrid, en unas pocas semanas, había descubierto y dado rienda suelta a dar y recibir placer. Esperaba hacer de ella una buena sumisa.
Sigrid se encontraba acostada sobre las mantas, con la cabeza de Alice entre sus piernas, que la sometía, alternativamente a una ardiente lamida mientras penetraba profundamente con dos dedos en su recientemente desvirgado coño. Las piernas de la alemana, cruzadas sobre el cuerpo de Alice prevenían un posible abandono de sus quehaceres por parte de su amiga. Observó el cuerpo de su hija. Su cintura estrecha, que daba paso a unas caderas redondeadas y a unas nalgas rotundas y duras le recordaban la figura de un reloj de arena. Notó como comenzaba una erección al verlas retozar entre ellas.
Las manos de Sigrid iban de la cabeza de Alice a sus incipientes pechos, acariciándolos y excitando sus ya duros pezones. Se desabrochó el correaje, tirando en el sofá su arma y dejando libre su polla erecta, se arrodilló, dirigiéndola hacia el ya mojado coño de Alice. De un fuerte empujón la penetró, escuchando un gemido por parte de su hija, que comenzó un movimiento sinuoso con sus nalgas, aumentando aún más la penetración.
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Siii, papá, cómo lo deseaba. Necesitaba tenerte dentro… sigue fuerte, sigueee
El pene de Connors se deslizaba en el interior del coño de Alice, perfectamente lubricado y ardiente, y excitado aún más, si cabe, con los movimientos ondulatorios que ella imprimía a su trasero. Lo sacó totalmente chorreante apuntándolo directamente a su ano. Separó las nalgas de su hija, colocando la punta de la polla sobre él, hundiéndolo hasta la mitad con un seco empujón de sus caderas que provocó un quejido por parte de Alice. Lo retiró un poco, no demasiado, y sujetando las caderas lo introdujo totalmente en el culo de su hija, provocando en ésta un leve gruñido de dolor.
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Mmmm, papá, me estás abriendo, mmmm me duele, por favor, por favor, más suave
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Suave? Ves como tengo que abrirte el culo mas a menudo? Aguanta, perra y aprieta el culo para darme placer. Como tú sabes -le musitó al oìdo, apartándose para propinarle una serie de fuertes azotes en las nalgas.
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Siiii, Señor, azota a tu puta por no darte placer. Abrele el culo a tu zorra, castígala como desees -gemìa excitada
Connors bombeaba fuerte y profundamente el culo de su hija, que se excitaba aún más por las fuertes nalgadas de su padre. Sus glúteos comenzaban ya a enrojecer y ella incrementaba el ritmo de movimiento de sus caderas, intensificando más la penetración. Alice inclinó la cabeza más profundamente entre los muslos de Sigrid, que comenzó así mismo a subir las caderas para apretar su coño contra la lengua que estaba a punto de provocarle el orgasmo. Notaba su clítoris inflamado a punto de estallar, por lo que cogió la cabeza de Alice apretándola fuertemente contra su coño empapado suplicándola:
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Por favor, miss Alice, no pare ahora, por favor, no deje a la pequeña puta, por favor, estoy a punto -gemìa Sigrid
Connors paró en su brutal follada, la sacó y dió la vuelta a su hija, que no tuvo más remedio que abandonar el coño de Sigrid al quedar boca arriba. Le subió las piernas hasta casi la cabeza, exponiendo totalmente su ano enrojecido, y, colocándose sobre ella, la penetró de un sólo golpe en el ya dolorido ano, provocando un nuevo grito de Alice. Sigrid estaba desolada. Alice había abandonado sus lengüetadas cuando estaba al límite del orgasmo. Notaba como si su coñito empapado palpitase. Se colocó de nuevo en cuclillas sobre la cara de Alice y le suplicó con la mirada que la volviera a lamer mientras con los dedos se excitaba furiosamente el clítoris, como había aprendido de su amiga.
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No te corras sin mi permiso, pequeña puta -increpó Connors -primero tiene que correrse mi hija.
Sigrid, con una cara realmente compungida, suplicó a su Amo:
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Por favor, señor, por favor, estoy muy caliente, déjeme disfrutar, por favor, por favor.
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Métete los dedos, pero te ordeno que pares cuando vayas a correrte, perra. Si quieres correrte, tendrás que esforzarte más. Quiero sentir tu lengua en mi culo, puta, lámeme y ya te diré cuando puedes correrte.
La alemana se deslizó hacía las piernas de Connors y comenzó a pasar la lengua por sus muslos, hasta llegar a sus glúteos. Los separó delicadamente y pasó la punta de la lengua por el oscuro ano de su señor. Connors seguía bombeando frenéticamente el culo de su hija, excitado al sentir la lengua de Sigrid en su ano. Alice estaba ya al borde del orgasmo. Se notaba en su cara crispada, mordièndose los labios y acariciándose los pezones. La polla de su padre estaba totalmente incrustada en su culo, y notaba de vez en cuando la lengua de Sigrid que pasaba del culo de Connors a sus huevos y babeaba su ano, facilitando aún más el deslizamiento de la polla en su interior. Al final tuvo que explotar:
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¡Me corro, papá, me corroooo! -gritó mientras su padre sacaba la polla de su culo y enterraba la cabeza entre sus piernas, lamiendo los líquidos que chorreaban del coño de su hija, que se contorsionaba presa de varios orgasmos encadenados.
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¡Métele los dedos a la puta! -ordenó a Alice- ¡Hazla correrse como la puta que es! Méteselos bien hondo.
Alice no se hizo rogar y tumbando a Sigrid, le introdujo el índice y el anular en el coño, mientras con el pulgar masajeaba su inflamado clítoris. Connors se colocó sobre Sigrid, casi sentado sobre su cara, frente a Alice, que continuaba con sus duras acometidas. Su pene enhiesto se bamboleaba sobre la cara de la jovencita, salpicándola con liquido preseminal y restos de los fluidos de Alice. Sigrid comenzó a lamer los peludos huevos del militar, pasando su lengua por el tronco de la polla, bajando hacia los testículos y haciendo incursiones por su perineo para llegar hasta el ano, intentando introducir la punta de la lengua. Connors acariciaba los levemente abultados pechitos de Sigrid, pinzando sus pezones, apretando y estirándolos, excitándose aún más con los leves quejidos de la alemana.
Sigrid movía las caderas, incrementando la penetración de los dedos de Alice en pleno paroxismo.
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Siiiii, por favor, miss Alice, me gustan sus dedos, por favor, más dentro, por favor, ayyy, me gusta mucho sentirla, por favor, no pare, más, más…..
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Calla, perra, y lámeme -ordenaba Connors masturbándose la polla sobre su cara – Te juro que te correrás, pero también voy a ahogarte en leche. Dios, que pezones más ricos tienes -gritaba mientras torturaba los pechitos de Sigrid.
Sigrid continuaba sus lametones sobre los durísimos huevos de Connors, hasta que un primer chorro de lefa espesa cayó sobre su cara.
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¡Abre la boca, perra, ábrela y no pierdas una gota! -ordeno Connors, mientras su polla soltaba de nuevo gruesos chorros sobre los ansiosos labios de Sigrid, sobre sus pechos y su pelo.
El chorro parecía imparable, inundando su cara, coincidiendo con unas brutales convulsiones provocadas por el intenso orgasmo que la alemana comenzaba a sentir, aumentando el mete y saca de los dedos de Alice. Continuó con el orgasmo mientras Alice sacaba los dedos y comenzaba a pasar ansiosa la lengua por el coño y clítoris de Sigrid, sorbiendo los fluidos que manaban, subiendo por su vientre, lamiendo los pechos encharcados de lefa y saboreando los labios de la alemana, para terminar introduciéndose la polla de su padre en la boca para relamer los restos que quedaban de su eyaculación.
Sigrid respiraba agitadamente, con la cabeza de Alice sobre su pecho, sintiendo su respiración entrecortada, mientras intentaba de nuevo acariciar la polla de Connors, que ya se levantaba, tras limpiarse con el largo cabello de su hija.
-Por favor, señor, no se vaya, no deje a su pequeña perra. Quiero más leche suya.
Connors la apartó indiferente;:
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– Aparta, perra. ¿Crees que no tengo otras cosas que hacer que dar gusto a dos putas? Ahora me marcho, luego volveré y probablemente con visitas, así que ya sabéis como tenéis que portaros. Limpiaros y limpiad esta leonera. Y por supuesto, no quiero jueguecitos entre vosotras, ¿entendido?
Connors se dirigiò al campamento militar. Los soldados efectuaban ejercicios y se mantenían en forma, pero estaba claro que su piel no estaba ya en juego y tomaban la cosa, si no con desidia, con tranquilidad. Aburrido del papeleo se dirigió al barracón sanitario, marcado con una cruz roja en la puerta.
Entró sin llamar, como era habitual en él, encontrándose con un oficial francés, con los emblemas de la 3ª Division de Infantería Argelina.
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Perdón, excúseme, es la costumbre que tengo al venir a ver al Doctor Ralston – se excusó, intentando retirarse.
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A sus órdenes, mi teniente coronel, no me recuerda? Soy el comandante De la Charriére, estuvimos juntos tras la toma de París.
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¡Es cierto!, Disculpe mi despiste, pero pensaba que Ralston estaba solo. ¿se encuentra Vd. mal?
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Nooo, simplemente he venido a saludar al Doc, y de paso que revisase a mi doncella. Por favor, pase.
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Connors rodeó el biombo que ocultaba la consulta propiamente dicha y encontró a Ralston, inclinado en la conocida camilla de exploraciones ginecológicas. Una chica de unos 10 años se encontraba en ella, con las piernas abiertas mientras el doctor la reconocía.
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Ah, pasa, pasa, Connors, enseguida termino.
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¿Qué pasa, que ahora te dedicas a ginecólogo? -se burló Connors.
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Bah, estoy revisando a la doncella del comandante. Aunque de doncella tiene más bien poco, o muy poco. ¿Conocias a Jean Phillippe?
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Si. Trabajamos juntos tras la ocupacion de París, en la limpieza e interrogatorio de “collabos” y oficiales SS. Y, si no es indiscreción, de dónde has sacado a esta cría?
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Ya te digo, es la “doncella” del comandante, en revisión rutinaria, jajajaja -se carcajeó Ralston.
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Ah, ahora los franceses os lleváis el parvulario a la guerra?
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Bueno, más o menos como los regalos que algunos aceptan de los soviéticos -apuntó el Doc con sarcasmo.
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Los soldados argelinos y marroquíes tienen un concepto diferente de la guerra. Van a ella con sus familias, y hasta con sus cabras. Esta era no sé si hija o sobrina del sargento Mahidi. Cayó en el cruce del Rhin, y al no tener más familia, nos las repartimos entre los oficiales. Les aseguro que están mejor y más protegidas con nosotros que deambulando con el resto de la tropa.
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Es muy jovencita aún, no? -inquirió Connors.
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Creo que tiene 10 años, pero mira, una vez revisada a fondo, y muy a fondo -se rio Ralston -te aseguro que está en perfectísimas condiciones para todo.
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Las mujeres norteafricanas, a los 15 años lo más probable es que tengan uno o dos hijos, y a los 35 son casi ancianas. Cuando estuve con las tropas del Chad y los Tiradores del Camerún, también observé lo mismo con las mujeres africanas. Así, que mejor disfrutarlas cuando están en todo su esplendor. Observe sus pechos y sus ancas, Connors, son excelentes -contestó De la Charriére.
A una seña del francés, la jovencita bajó ágilmente de la camilla y se colocó frente a él. De la Charrière le separó levemente las piernas, ayudado con unos leves golpecitos con la fusta que portaba:
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Observe los pechos, Connors, y note la dureza de sus pezones -dijo rozándolos con la fusta – Pase la mano y los notará totalmente apetecibles.
El francés se expresaba displicentemente, como si estuviera en una clase de Anatomia, diseccionando un animal. Connors pasó la mano por los levemente abultados pechos de la argelina, y comparándolos con los de Sigrid, en efecto eran muy similares, con la diferencia de que la alemana tendría unos 4 años más que la argelina. Los pezones, simplemente con el roce de la fusta del oficial francés, ya estaban erguidos y duros. La mirada de la argelina era altiva, sin ningún tipo de pudor al ser acariciada por los oficiales. De la Charriére pasó la mano por los abultados labios vaginales de la jovencita, único signo externo de su pubertad, e introdujo un par de dedos en su interior, mostrándolos a continuación a Connors, brillantes de fluidos de la argelina.
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Fíjese como está, simplemente con las manipulaciones de Ralston, pues imagínese al follarlas. Son verdaderos volcanes, verdad, Habiba (querida)?
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Habiba está siempre para obedecer y servirle, sidi ,(señor) -afirmó la chica.
El francés apretó levemente con la fusta la nuca de Habiba, indicándole sin palabras que se encorvara hacia adelante, mostrando sus nalgas firmes y torneadas.
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¿Qué le parece su culo? Duro y excelentemente formado. Es perfecto, y deliciosa la experiencia de poseerlo -dijo a la vez que separaba las nalgas de Habiba, mostrando un ano levemente dilatado -y con su edad, al ser tan elástico, una vez usado, en poco tiempo vuelve a cerrarse, con lo que el placer es permanente.
Los americanos observaron diversas líneas rojizas que cruzaban la espalda de la argelina, así como sus nalgas.
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A veces hay que recordarla su lugar y sus obligaciones. Aunque, como dice el Corán, “Cuando llegues a casa, azota a la mujer. Tú no sabes porqué, pero ella sí lo sabe”. -aclaró el comandante francés, chasqueando los dedos, a lo que Habiba respondió enfundándose la “gandourah”, una túnica suelta hasta los pies y un pañuelo en la cabeza (el yihab), inclinando la cabeza en señal de sumisión.
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¿Y qué te trae por esta zona, Jean-Phillipe? -inquirió Connors.
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Vengo de París. Resolviendo papeleos sobre la posible licencia de los soldados marroquíes y argelinos, que creo que pronto volverán a casa. Además recibí una notificación del “Centro Reformatorio para señoritas” para visitarlo. No imaginarìas ni lo que es ni quien es la Directora. -le tuteó el oficial francés.
De la Charriére se carcajeó con Ralston al ver la cara de sorprendido de Connors.
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Lo dirige, ni más ni menos que Mademoiselle Saint Claire, y es, oficialmente, un centro escolar de “Recuperación Ideológica” para hijas de “collabos” (colaboracionistas) presos y de oficiales SS.
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Pero…. si nosotros conocimos en los interrogatorios a la señorita Saint Claire. Era una clara “dominatrix·”, una “domme”, que decís los franceses. Y antes era “madame” de un burdel donde se atendían “collabos” y nazis sin distinción.
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Bueno, pues “oficialmente” Mademoiselle de Saint Claire era miembro de la Resistencia, que “oficialmente”, repito, utilizaba el burdel para obtener información para los Aliados. Y te puedes imaginar cómo es su «Centro Escolar de Recuperación Ideológica». Sus “internas” son jovencitas entre los 6 y los 18 años, que son internadas, sin padres que las reclamen (están fusilados o encarcelados) para ser ”reformadas” por Mademoiselle Saint Claire -se guaseó De la Charriére. – Y por cierto, estoy, estamos invitados dentro de unos días, ya te avisaré, a un acontecimiento en el Centro, que promete ser muy interesante. Y podríamos celebrar ahí tu ascenso.
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Por mí, perfecto. Y ahora, como veo que no tenéis excesivo trabajo que os agobie, ¿qué os parece si vamos a comer y tomar unas copas? Os invito a mi casa.
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Ya tardabas en poner a nuestra disposiciòn tu excelente bodega. Bueno, la bodega del dueño, que purga sus pecados en un campo de concentraciòn -se rió Ralston.
Salieron los cuatro y montaron en el jeep de Ralston, y tras una rápida incursión en el economato del campo, se dirigieron charlando hacia el caserón donde se alojaba Connors. Dejaron el jeep en la puerta, y entraron precedidos por Connors.
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Bienvenidos a mi humilde morada -se chanceó – Estáis en vuestra casa, y podéis disponer de todo lo que contiene.
Al oir a Connors, Alice y Sigrid salieron al salón, y, desnudas como estaban, se alinearon frente a los recién llegados, colocándose con la mirada baja, las piernas levemente entreabiertas y las manos en la espalda.
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Bienvenido a casa, Señor – dijeron a la vez.
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Estos son mis amigos, Ralston y De la Charrière. Y estas son mis dos zorritas. Una, mi hija, Alice, y la rubia, Sigrid, regalo de los rusos. Están incluidas entre los enseres de la casa, por supuesto.
Ralston se acercó a Sigrid, acariciándola levemente los pechos, que enseguida reaccionaron endurecièndose.
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Hola, pequeña, veo que Connors está haciendo de ti una buena putita. Espero que luego me demuestres tus progresos -sonrió mientras la acariciaba.
Sigrid sintió un escalofrío al notar los dedos de Ralston al acariciarla, y maldijo el endurecimiento de sus pezones. Miró subrepticiamente a Connors, y notó que éste sonreía, lo cual la asustó. Intentando cambiar el tema, sin dejar de mirar al suelo se dirigió a Connors.
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Le apetece que preparemos la comida, señor? Si quieren pueden irse sentando a la mesa.
Ante la afirmación de Connors, las tres mujeres entraron en la cocina. Habiba, tras quitarse la “gandurah” a una orden de su señor, llevó los comestibles que habían comprado en el economato, y comenzaron a preparar diversos platos para comer rápidamente. Mientras Alice salió al salòn, colocando manteles, cubiertos y copas para el vino. Las manos de los hombres pasaban por su cuerpo, principalmente las de De la Charrière.
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Dijiste que es tu hija, Connors? No la conocía. ¿desde cuando es tu perra?
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Realmente es mi esclava. Cuando murió mi mujer ella misma quiso hacerse mi amante y someterse a mí. Sí, socialmente no está bien visto, pero ella es feliz, y yo también. Está perfectamente entrenada. No como Sigrid, que está en proceso de educación.
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Pues ya me encantaría a mí domarla -rio Ralston.
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Bueno, comamos y tiempo habrá despuès para todo -afirmó Connors.
Entraron las tres mujeres en el comedor, dejando las viandas y sirviendo vino en las copas de los hombres. Habiba permanecía al lado de Connors, Sigrid, por orden de éste, al lado de Ralston y Alice se dedicò a servir a De la Charrière. Los hombres bebían, comían y charlaban atendidos por sus improvisadas sirvientas, aprovechando, de vez en cuando, para acariciar sus cuerpos esbeltos.
Cuando decidieron que habian terminado, Connors ordenó a Sigrid que sirviera café y unos whiskys en la mesa al lado del sofá, donde se sentaron los tres, degustando el café y el licor, y encendiendo unos cigarros que habían traido del economato americano.
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Sigrid, ven aqui, pequeña puta -ordenó Connors
Sigrid se aproximó diligente y se arrodillo ante Connors, sentada sobre sus talones y con las manos sobre las rodillas.
-
¿Qué te parece, Doc? Ya me dijiste que te gustarìa domarla. Una parte ya está estrenada, le falta otra parte. Aunque te aseguro que su boca merece la pena. Aprende con rapidez. O prefieres otra?. ¿Que opinas, Jean-Phillippe? Elige tú primero, pues al fin y al cabo eres el invitado.
-
Pues yo, si no tienes inconveniente, preferiría saborear a Alice. Después de una chiquilla, como Habiba, seguro que Alice es una verdadera experta en dar gusto -y extendió la mano hacia Alice, que, obediente, se arrodilló ante el francés.
Este comenzó a abrir el pantalón, dejando libre una polla de muy buenas dimensiones, gruesa y nervuda. Alice, arrodillada como estaba, inclinó la cabeza, acercando su boca a la polla del francés, pasando la lengua despacio por la cabeza, lengüeteando el orificio de la punta. La ensalivó viciosamente para luego proceder a embadurnarla totalmente. Su lengua comenzó a pasar despacio por la cabeza, y luego a lo largo del grueso tronco, humedeciéndola con sus saliva.
Sigrid miraba ensimismada las acciones de su amiga. Veía como lamía la gruesa polla, introduciéndosela lentamente en la boca, mientras las manos del hombre aprisionaban su cabeza, como si fuera a escapar. Nunca había visto a Alice con otro que no fuera Connors, bueno, o el perro Browning. Oyó que Connors la llamaba.
-
Ven, pequeña puta, aqui tienes a Ralston que quiere disfrutar de tí -le indicó con una seña al Doc.
Sigrid notó un escalofrío. Ralston habìa extraído su polla de los pantalones, totalmente erecta.
-
Ven, pequeña, vamos a ver como se te da el chupar biberones -rio Ralston.
Sigrid comenzó a temblar. Nunca imaginó que su idolatrado amo Connors la fuera a ceder a otro hombre. Estaba aprendiendo todo con Connors, estaba segura que lo amaba y que él también la queria, y no entendìa cómo podía traspasarla a otro hombre.
-
Vamos perrita, que Ralston está a tope y desde que te reconociò está deseándote – reía Connors.
-
Por favor, señor, déjeme saborearle a Vd. -y se arrodilló frente a Connors desabrochando su pantalòn – Sabe que puede disfrutar como quiera de su pequeña puta.
-
Mi pequeña puta me pertenece, y lo sabes. Y ahora quiero que alegres al Doc, vamos, perra, abre esa boca y dedícate a él -y la arrastró frente a Ralston que acercaba su gruesa polla a la boca de Sigrid.
-
¡No, por favor, no me haga esto! Sólo he estado con Vd, solo quiero estar con Vd.! ¡Por favor…!
Connors se enfureció:
-
¡Que coño quieres tu! Tú no tienes derecho a querer nada. Yo soy el que quiere, y tù obedeces. Estás para dar placer a quien a mi se me antoje, y Ralston es un invitado mio, y te vas a abrir para él! -exigió Connors.
Sigrid, arrastrada hacia la polla de Ralston, se contorsionaba pataleando y resistiéndose, hasta que, estando frente al Doc, inconscientemente golpeó la nariz de Ralston, que soltó un juramento.
-
¡Me cago en su padre, menuda hostia me ha dado la muy puta!! -gritó, medio en broma medio en serio.
Connors reaccionó, cogiéndola del pelo y asestándola varias bofetadas que hicieron bambolear la cara de la alemana.
-
¡Zorra! ¿Cómo te atreves, puta? Me has insultado y has insultado a mis invitados. ¡Largo de aquì! ¡Fuera! ¡No quiero ver tu asquerosa cara de puta nazi! ¡largo! – Y a empellones y golpes la arrrastró hasta las escaleras que bajaban al sótano. Largo! Y ya hablaremos.
Se acercó a Ralston que reía mientras se enjugaba con un pañuelo un hilo de sangre que le caìa de la nariz.
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