BOTIN DE GUERRA. Parte 13
Orgía con una incorporacion sorpresa.
Las tres chicas continuaban lamiéndose, besándose excitadas, mientras los hombres, sonrientes y sudorosos se echaron tranquilamente en las butacas, encendiendo unos cigarros y viendo el espectáculo de tres hembras hambrientas de sexo disfrutando unas de otras.
Tras un buen rato de caricias y lamidas, Alice se incorporó, dirigiéndose a Connors:
– Papá, señor, puedo estrenar las cosas que le compré hace unos días a Artie, el del economato?
– Artie? Ese caradura que vende ropa interior de nylon a precios astronómicos y que va a terminar la guerra más rico que Rockefeller?
– Bueno, a mi, supongo que por ser tu hija, me hace precios especiales -se rió Alice.
– Ok, ok, sorpréndenos -autorizó Connors -a ver con qué nos sale esta hija mía.
Alice se dirigió a su habitación, dejando a Sigrid y Habiba besándose entrelazadas, introduciéndose mutuamente los dedos en el coño, suspirando de placer. Reapareció al cabo de unos minutos vistiendo un liguero negro, junto con unas medias negras de rejilla. Se había colocado un artilugio de caucho (strapon) negro, doble, una parte introducida en su vagina y otra parte considerable, de unos 6 cm de diámetro y una longitud de unos 25 cm. que oscilaba en el exterior. Se acercó con andares ondulantes a De la Charriére mientras sonreía:
– Señor, me autoriza a que me folle a su puta?
El francés soltó una carcajada.
– Por supuesto que si, si tu señor no tiene inconveniente, verdad, Connors?
– Ninguno. Y si te apetece a ti, tírate a la rubia, que no las has probado y merece la pena. Está desvirgada de ayer y su culo acaba de estrenarlo Ralston.
Alice se aproximó donde Sigrid y Habiba continuaban con sus manoseos, sudorosas y excitadas, lamiéndose y babeándose mutuamente, con sus manos introducidas entre las piernas, mojadas de líquidos y al borde del paroxismo. Sus cabellos y sus caras mantenían ya pocas huellas del esperma con que las habían rociado los tres hombres, pues continuaban lamiéndose con delectación. Arrastró a Habiba por las piernas y, colocándola a gatas sobre el suelo, dejó caer un chorro de saliva sobre el coxis de la argelina, embadurnando su ano y su vulva, mezclándola con la saliva de Sigrid y los flujos que ya chorreaban, producto de su excitación.
– Ven aquí, putita. Te voy a follar y vas a apretar tu culo contra mí. Quiero sentir lo que tengo en mi coño, así que cuando te clave esto, aprieta para sentirlo yo también. Ya he visto que te gusta follar, a ver si te gusta hacerlo con una mujer.
Introdujo el grueso dildo en el coño de Habiba, que dió un grito, acompañado de un respingo, pues la penetración fue violenta y total, llegando hasta el fondo de su vagina. La sensaciòn se trasladó al interior de Alice, que movió las caderas incrementando la doble penetración.
– Ahora muévete, perra, siéntete llena, como me siento yo -le decía al oido excitada. -Yo te lo hundirè en ese chochito y tú aprieta para hundirlo en el mìo, hazlo putita, hazlo, quiero sentir cómo empujas.
Habiba se sentía totalmente llena. Acostumbrada al pene considerable de su señor, el tamaño del nuevo artilugio le hacia sentirse dilatada, totalmente repleta, y Alice la bombeaba intensamente
– ¿Te gusta el tamaño, perra? Igual de grande lo siento yo y estoy en la gloria, pero muévete, puta, muévete… – Alice imprimía movimientos circulares a su pelvis, profundizando más en la vagina de Habiba, que así mismo apretaba su culo hacia Alice, intentando, por una parte, sentirlo más profundamente en su interior y hacerlo así mismo en la americana.
Alice se retiró un poco, dejando libre la vagina de Habiba, así como sus nalgas, que palmeó con todas sus fuerzas.
– Así, así me gusta tu culo, perra, bien colorado. Y qué duro lo tienes, casi me haces daño en las manos.
De la Charriére observaba con satisfacción cómo Alice azotaba e introducía el dildo de nuevo en el coño de su sumisa, Habiba. Con una seña de su mano, hizo acercarse a Sigrid, mientras dejaba libre su polla ya totalmente empalmada.
– Lame, puta nazi, ponla bien dura para poderte follar como una perra, que sé que a las alemanas os gustan las pollas francesas, y ahora vas a disfrutar de una de ellas -y cogiéndola del cabello, le incrustó el pene en la garganta, provocando arcadas en Sigrid. -Zorra, como eches algo al suelo lo vas a chupar de nuevo. Venga, lame mientras veo a esas dos putas follando.
Alice hundía el instrumento profundamente en el coño de la argelina, susurrándola al oído:
– ¿Qué tal, perrita, te gusta que te folle una chica? Aunque creo que a tí te gusta que te follen en general, ¿verdad? Pero a que te gusta sentir unas tetas en tu espalda? -le susurraba penetrándola más profundamente y rozando sus pezones por la espalda de Habiba, excitándolos, y pasando las manos por debajo de la argelina, aferraba sus diminutos pechitos, tironeando de los ya incipientes pezones.
– Te voy a sacar esos pechos como a una mujer. -murmuraba excitada mientras los exprimìa y estiraba los ya marcados botones.
Dio la vuelta a Habiba, colocándose frente a frente, con las rodillas a los lados de las caderas y el dildo incrustado profundamente en ambas partes. De nuevo pinzó los leves pezones de la argelina, estirando lenta pero continuamente, haciendole exhalar gemidos de dolor.
– Así, asíiiiii, gime zorrita, que luego te los voy a mamar hasta que sangres.
De la Charriere había colocado a Sigrid con los antebrazos apoyados en la butaca, quedando su trasero enfrentado directamente con la polla. Restregó el glande contra la vagina mojada, mientras con su mano izquierda acariciaba el ya excitado clitoris.
– Te voy a joder de pie, como se jode a las putas como tú -mumuraba mientras clavaba su polla en el recién estrenado coño de Sigrid, empujando violentamente.
Sigrid no pudo contener un grito de dolor, aguantando la embestida que le propinó el oficial francés, que comenzó a bombearla rápida y violentamente. Entraba y salía rápidamente, sacando la polla casi completamente para luego volver a introducirla en su totalidad. Los sonidos de sus huevos chocando contra el cuerpo de Sigrid se simultaneaban con los gemidos de Habiba cada vez que era penetrada por el dildo de Alice.
De la Charriére sujetaba a Sigrid por las caderas introduciendo su poilla violentamente en el tierno coño, aprovechando sus retiradas para azotarla fuertemente las nalgas enrojecidas. Luego volvía a penetrarla profundamente, manteniéndose un rato en su interior y cogiendo por debajo de su cuerpo los pechitos incipientes de la alemana, apretándolos y estirándolos como si estuviera ordeñándola.
– Mmmm, vas a tener unas bonitas tetas, perra. Si fueras de mi propiedad te tendría reservadas algunas sorpresas. Ya se las comentaré a tu señor. Qué jugoso tienes el coño, puta! ¡Cómo se ve que te encanta que te follen!
En efecto, Sigrid se sentía totalmente excitada, su coño chorreando de fluidos y su clítoris totalmente endurecido. El placer serpenteaba por las paredes de su vagina repleta y se le enroscaba en el vientre. Sentía que deseaba a su Amo Connors. No sabía cómo suplicarle que no terminase el día sin que la azotase de nuevo.
De la Charriére dejó de bombearla, la levantó del sillón sentándose él. De nuevo la sujetó por las caderas colocándola de espaldas a él y de un simple empujòn penetró el ano, ya dilatado y dolorido, de Sigrid. Aún lubricado como ya estaba, de nuevo la alemana notó un dolor lancinante al ser penetrada. Recostada sobre el francés fue sometida a un frenético mete y saca mientras él la masajeaba y acariciaba sus pechos. Notaba el sudor del hombre en su espalda, fruto del esfuerzo que realizaba para mantener la potente erección sin eyacular.
Connors se acercó hacia ella con la polla totalmente erecta. Sigrid intuyò las intenciones de su señor, pues ya había visto la doble penetración realizada a Habiba por parte de Ralston y Connors. Se recostó sobre De la Charriére, que soportaba sin esfuerzo el liviano peso de Sigrid, y ofreció su coño explícitamente a Connors, que agachándose, introdujo indice y corazón, dejando el pulgar sobre el clítoris endurecido. Sigrid comenzó a moverse adelante y atrás, introduciendo más profundamente la polla del francés en su ano, con un rictus de dolor aunque sintiendo una brutal excitación Los dedos de Connors nadaban literalmente en los flujos de Sigrid, que se ofrecía alternando las penetraciones de De la Charriére con la de los dedos, que se deslizaban sin esfuerzo por su interior.
Connors se incorporó y colocó su polla a la entrada de la abultada vulva de Sigrid, rebozándola en los líquidos que manaban del interior, para, de un solo golpe, introducirla en su totalidad. Sigrid soltó un grito de dolor al sentir su cuerpo adolescente taladrado por los dos orificios a la vez. Sentía las dos gruesas pollas en su interior, dilatándola, como si la estuvieran reventando los intestinos. Comenzaron a moverse en su interior simultáneamente. El vacio que sentia en un momento, rápidamente era eliminado con los empujones de ambos hombres.
– ¡Vamos al suelo mejor, Connors! Ahí vamos a joderla bien fuerte, que es lo que merece esta pequeña putita -sugirió De la Charrière.
Se colocó el francés acostado sobre unas mantas, mientras obligaba a Sigrid a sentarse sobre él, momento que aprovechó Connors para introducir su polla, pegajosa en la garganta de la alemana. Cogiéndola del pelo, la obligó a lamerla y ensalivarla, para luego, recostándola sobre el francés y colocándose él de rodillas, introducirle de nuevo la polla en el coño enrojecido. Sigrid gemía al sentirse totalmente empalada. Notaba tensos los músculos del abdomen. Se movía adelante y atrás, al compás de las brutales embestidas de los dos hombres en su interior. El ano le ardía, así como las paredes de la vagina, que se pegaban y abrazaban literalmente la gruesa polla de Connors.
– Cambiemos de posición, Jean Phillippe, que a este paso vas a terminar aplastado. Prefieres seguir con el culo o prefieres el coño? -sugirió Connors.
– Creo que seguiré con su culo. Nadie diría que acaban de abrírselo. Siento como si me abrazara la polla, la muy zorra.
Cambiaron de posición. Connors se recostó y Sigrid se colocó sobre él, cabalgándole, mientras ofrecía su trasero al francés. Se sentía sudorosa y agotada, pero los dos hombres siguieron follándola sin piedad, divirtiéndose con los leves gemidos que salían de los labios de la alemana.
– Jajajaja! Escuchadla, parece un conejito atrapado -se reía De la Charriére- debería estar agradecida de que la estemos convirtiendo en toda una mujercita.
Ralston se acercó a Sigrid y, cogiéndola por los pelos le alzó la cara, embutiendo su polla en la boca.
– ¿Veis? Ya no dice nada. Creo que estaba pidiendo que la llenásemos del todo. Tranquila, zorrita, luego te revisaré el culo y el coño, a ver si hay algún desperfecto, aunque creo que todavía darás mucho juego – se reía el Doc bombeándole la boca.
Sigrid se sentìa agotada. Nunca, ni en los más duros ejercicios en el campamento se había sentido así. Creía estar a punto de desmayarse. Las pollas incansables de Connors y De la Charriere las notaba como barras de hierro en su cuerpo juvenil. Aprovechó un instante en que Ralston le dejo la boca libre para suplicar:
– Por favor, señor, me duele mucho, por favor, déjenme descansar -gimió
Ralston de nuevo embutió su polla en la boca, de Sigrid, que notaba las de Connors y De la Charriere más fuerte todavía.
– Aguanta, puta, que todavía no has empezado a recibir pollas -le susurró Connors -aún te queda mucha noche por delante. Te aseguro que hoy vas a tener las pollas de todos los machos de esta casa para tí. ¿A que hoy tenemos en consideraciòn que acaba de ser estrenada, eh, muchachos?
Los tres hombres se reían de la chanza de Connors, mientras Habiba y Alice continuaban con su follada. Habiba gemía ya, notando como el placer se extendia por su coño chorreante, animando a Alice para que profundizara más todavía.
-¡ Siiii, asíiiii, asi señorita por favor, siga clavándome ! ¡Cómo me gustan sus dedos, déjeme lamerselos, por favor!
Alice retiró los dedos relucientes del coño de la argelina para introducirselos en la boca, que comenzó a lamer sus propios jugos, excitada.
En la sala sólo se oían los gemidos de las dos mujeres al borde del orgasmo, los jadeos de los tres hombres ensartando a Sigrid y los leves gruñidos de ésta, que se movia como una muñeca presa de las acometidas. Suplicó de nuevo:
– Por favor, señor, por favor, se lo suplico, no puedo aguantar más, me duele todo.
De la Charriere se carcajeó:
– La niña no puede aguantar más, pobrecita, su pobre coñito de raza superior está cansado. Anda, Connors, enséñale lo que es ser follada por un verdadero hombre no como esos mariquitas de las SS.
Connors continuaba clavando literalmente la polla en el coño de Sigrid, notando él mismo las embestidas profundas del francés, mientras Ralston la agarraba del pelo y se la hundía hasta la garganta. Las babas de la alemana corrian por la barbilla hasta sus pechos, mientras de la garganta simplemente salía ya un leve gorgoteo, al compás de la introducción de la polla de Ralston. Connors animaba a De la Charriere:
– Así, compañero, jódela bien fuerte! Hasta que entienda quien manda en todas estas putas. No te importe que llore, que también han llorado las francesas con los alemanes. Ahora les toca llorar a ellas. Está recien estrenada, así que vamos a dejarla bien abierta, que todavía tiene que recibir mucha lefa dentro. ¿Què tal esa boca, Doc? ¿Vas a aguantar antes de ahogarla en leche?
– Aún me queda un buena rato de joderla -respondió De la Charriere – pero ya tiene el culo como un guante. Le entra sin ningún problema. A este paso va a tener un culo holgado, jajajajajaja!!!!!!
– Pues os aseguro que antes no sabía ni chuparla, pero ahora lo está haciendo como una verdadera profesional -repuso Ralston mientras metía y sacaba la polla de la garganta de Sigrid.
– Ya veréis como después de esta sesión va a ser un puta perfecta. No sé si quedármela o alquilarla -reía Connors.
Alice seguía clavando el dildo en Habiba, que, con los ojos extraviados, sólo pronunciaba leves gruñidos de excitación. Ya había tenido un leve orgasmo, pero querìa más, por lo que sus dedos se engarfiaban en las caderas de Alice, que, sobre ella, la penetraba profundamente. También ella estaba excitadísima, lo que le llevaba a introducir violentamente el doble dildo en la argelina, recibiendo asímismo una profunda penetración.
Ralston no pudo aguantar más, y potentes chorros de lefa inundaron la garganta de Sigrid, que, imposibilitada de tragarla, notó cómo, atragantándose, le salia por las fosas nasales y rebosaba su boca, llena ya de babas. El Doc, sujetándola del pelo, aun profundizaba, aún más, en su boca, con los últimos chorreones de esperma.
– Jajajajaja, Doc, – se carcajeó De la Charrière – la has alimentado para varios días. Parece una ternerita.
Ralston jadeaba:
– Parece como si llevara toda la vida mamando pollas. Es una verdadera experta, si señor
Connors y el francés continuaban acometiendo el coño y el culo de Sigrid, que ya no gemia. El pelo rubio se le apelmazaba, mezcla de sudor y semen de Ralston. Se sentia agotada, con su interior a punto de explotar. Tuvo un orgasmo simultaneo a una embestida de Connors.
– ¡¡¡¡Señor!!!! ¡¡¡¡Señor!!!! -suplicó Sigrid.
– ¡Se está corriendo la zorra! ¿Veis cómo le gusta que la follemos? -sonrió triunfalmente Connors – Estoy notando como se contrae su coño. Creo que quiere arrancarme la polla la muy puta. Así, así, zorrita, puedes disfrutar, que vamos a llenarte de leche.
– Siii, en efecto, yo también lo noto. -gritó De la Charriere – Te voy a llenar el culo, puta, te lo voy a llenar!!!!
De la Charrriere alzó las piernas de Sigrid por encima de sus hombros, clavando más profundamente su polla en el ano, soltando chorros de esperma en los intestinos de la alemana, mientras resoplaba al compás de la eyaculación. Esperó en el interior lo que a Sigrid se le antojó un largo rato, mientras notaba como la espesa leche corría por su interior, rebosando en el momento que De la Charriere retiró su polla, notando un chasquido, como un leve taponazo. Gruesos goterones de esperma rebosaron los bordes del ano dilatado y enrojecido de Sigrid.
Connors, con la alemana recostada sobre él, casi exánime, continuaba sus acometidas. Acariciaba sus pechitos, pellizcaba sus pezones sensibles. Azotó las nalgas de Sigrid, apretándola aún más contra su pubis y eyaculando ferozmente en su interior mientras notaba como un nuevo orgasmo recorria el cuerpo de la joven.
– ¡¡¡¡Toma, puta, toma tu leche, que te la has ganado!!!! ¡¡¡Cómo me encanta joderla!!! ¡¡Y como disfruta!! ¿¿Habéis visto como se corre la guarrilla???
Connors se incorporó, y Sigrid, casi inconsciente, se desmadejó en el suelo.
– Vosotras!!!, Sacadle todo del culo y del coño, vamos, sorbed!! -ordenó Connors a Habiba y Alice, que se arrastraron hasta Sigrid, y alzando su trasero, comenzaron a succionar tanto el culo como el coño, sorbiendo la lefa depositada, lamiéndola profundamente, compartiéndolo entre ellas con besos profundos mientras se acariciaban mutuamente los clítoris.
La primera en correrse fue Alice, que se abrazó al cuerpecito de la argelina mientras gemía y gruñía profundamente, seguida de Habiba, que lo hizo largamente, en silencio, hasta caer ambas desmadejadas sobre Sigrid.
Los tres hombres, sudorosos y sonrientes, bajaron al salón, dejando solas a las tres chicas. Tranquilamente se sentaron en butacas y sofá y se sirvieron unos tragos de whisky.
– Hay que reconocer que son unas perras excepcionales, ¿no creeis? -sonrió Ralston mientras brindaba.
– Daros cuenta que hasta ayer, Sigrid no habia disfrutado de una polla, que era virgen, y hoy ha tenido tres para ella sola. Y bien que las ha aguantado. Mañana suplicará por repetir -sonreía también Connors.
De la Charriére miró su reloj.
– Bueno, todavía son las 6 de la tarde, aún queda tiempo para que se recuperen.
Las tres mujeres fueron bajando por las escaleras, visiblemente fatigadas. Sigrid, con la cabeza gacha, mostraba a las claras la humillación que sentía al haber sido poseída simultáneamente por los tres hombres con sus 14 años, mientras Habiba y Alice se mostraban dichosas y plenas. Alice fue a sentarse en el suelo, a los pies del oficial francés, mientras las otras dos lo hacian al lado de Connors.
Sigrid se sentia agotada y presa de sentimientos encontrados. No acababa de entender los de Connors. A veces creia intuir algún sentimiento de cariño hacia ella, para a continuaciòn azotarla salvajemente, insultarla con desprecio y más aún, permitir que la azotara Habiba. Connors la había azotado porque estaba enfadado por desobedecer, lógico, pues era su dueño. Pero Habiba la habìa azotado casi más cruelmente que Connors. También con ella tenìa sentimientos contradictorios. Tras azotarla la habia utilizado para su placer, pero tambien le había excitado, lamido, acariciado. Tenia que reconocer que las manitas de Habiba, sus labios, su lengua, le habian proporcionado momentos de extraordinaria excitación y placer, sobre todo cuando le había sorbido, junto con miss Alice, la leche de los hombres del culo y del coño.
Reclinó la cabeza sobre el muslo de Connors, sintiendo los músculos fuertes, entrenados, frotando la mejilla sobre la superficie rugosa del pantalón de campaña. Sin moverse, deslizó la mirada por el salon. Una decoración rústica, sin adornos superfluos. La carabina M-1, colgada del perchero, junto al casco de acero, con tela de camuflaje. Salvo el sofá y un par de butacas, todo era madera oscura. Posiblemente el caserón habría sido saqueado, o llevados sus muebles para otro mando.
Olia a hombre, a macho. Todavía estaba impregnada del sudor y el semen de los tres y se notaba la cara y el cuerpo pegajosos del esperma que habìa recibido, así como los flujos de Habiba y miss Alice, que sus lengüetazos no habian borrado del todo. Sintio algo parecido a orgullo de pertenecer a Connors, de ser poseida simplemente porque él así lo deseaba. Rozó complacida el collar que la adornaba, feliz de estar así, desnuda para su señor.
Los hombres charlaban indiferentes a ellas, salvo tal vez alguna caricia por el pelo. El tema, por supuesto, el fin de la guerra en Europa y el desarrollo de los acontecimientos en el Pacífico.
– Tomar cada isla del Japón va a resultar una sangría brutal. Los japoneses defienden cada milimetro de su tierra, y por lo que he oído, hay que arrancarlos a base de lanzallamas -opinba Connors.
– Bueno, por lo que se comenta, la gente que vuelve a casa queda licenciada y no se integra en las fuerzas del Pacífico. Bastante hemos tenido ya con Europa -apostilló Ralston.
– Si, eso parece. Ya se han ido para casa muchos contingentes, y nuestra partida está prevista para dentro de poco. Ya tengo ganas de ver de nuevo el rancho.
– Un auténtico vaquero -ironizó De la Charriére.
– En Arizona es donde realmente me siento en casa, aunque el primero que llega sólo ve terreno, más terreno, vacas, más vacas y su buen desierto. Mi abuelo amplio muchisimo los límites del rancho. Eran épocas duras, donde cada acre se defendia a tiros. Mi santo padre, que en el infierno esté, lo amplió algo, pero afortunadamente diversificó los riesgos, invirtiendo en acero, petróleo, automóvil. Yo, afortunadamente, he firmado buenos contratos con el Ejército sobre el tema de la carne.
– Vamos, que esta puñetera guerra te ha hecho todavía mas rico, no? -se rio Ralston.
– Y ya he dado instrucciones de meternos en el negocio de la construcción, cemento, y todo eso. Como ha quedado Europa, habrá que reconstruirla, y el cemento va a ser tan necesario como la carne.
– Harry Connors, “sa majesté l’empereur” -repuso De la Charriére riéndose.
Inopinadamente, se oyó el sonido de un automóvil en la puerta del edificio, y poco rato después, unos golpes en la puerta de la casa. Connors se extrañó:
– Curioso, no esperaba a nadie, y salvo para alguna emergencia, había dejado a cargo al capitan Hawkings. Esperemos que no sea ninguna putada de los “werwolfs”.
Se levantó y se dirigiò a la puerta, cogiendo previamente la carabina del perchero.
Abrió la puerta y se quedó, literalmente de piedra, al encontrar en el quicio al Comandante Piotr Igor Abramovitch, su homólogo de la zona sovietica. Vestía un abrigo milutar ruso, sin insignias, y sólo con la gorra de uniforme. Frente a la casa, un jeep, de fabricacion norteamericana, pero con la estrella roja pintada. Un soldado permanecía al volante.
– Comandante Abramovitch, ¡qué sorpresa! ¿Existe algún problema? -le preguntó mientras dejaba apoyada en un rincón la M1.
– Niet, Teniente Coronel Connors, lamento haberme presentado aqui sin ser invitado. Me dijeron en su base que el Doctor Ralston se encontraría aqui, y realmente había venido a buscarle a él.
– Si, en efecto, se encuentra aquí, pero pase, no se quede fuera. ¿Tiene algún problema de salud?
El ruso penetró en el salón, sin traslucir ningun tipo de sorpresa en sus facciones eslavas al observar a las tres chicas desnudas.
– Muchas gracias, Teniente Coronel, espero no haber interrumpido sus múltiples obligaciones -contestó, sin que ningún gesto de su cara denotara sorpresa ni ironía.
– ¡Qué va, qué va! -se rió Ralston -estábamos preparando simplemente el coro para los oficios dominicales.
Connors, aguantando la carcajada, se dirigio a Alice.
– Llévate a las dos y prepara un té para el Comandante. Lo siento, Piotr Igor, no dispongo de vodka, ¿me aceptaría un bourbon con el té? -se dirigio al ruso.
– Muy agradecido, es Vd. muy amable después de esta invasion.
– Mientras todas las invasiones sean como la suya… se encogió de hombros -¿Y qué desea Vd. del Doctor Ralston? Hable, hable, estamos entre camaradas de armas. Le presento al Comandante De la Charriere, de Tiradores Argelinos.
Tras saludarse, todos los hombres tomaron asiento, y Abramovitch tomó la palabra.
-Realmente necesitaba un consejo médico, no para mí, sino para el sargento Kovachenko, bueno, al que Vd. conoce como “Katiusha”. Es un bestia, pero le tengo afecto, pues me salvó la vida en Kursk cuando un Tiger me iba a espachurrar, saltó de su tanque en marcha, me retiró y por centímetros no quedamos los dos formando parte de la tierra de la madrecita Rusia. Y con ese pedazo de corpachón que tiene, aún pudo cogerme en hombros, subirme al tanque, girar la torreta y darle por el culo al tanque alemán. Todo lo que tiene de bruto lo tiene de buen tanquista.
– Y está enfermo, le pasa algo? -preguntó Connors intrigado.
La cara del comandante soviético era un poema. No le salìan las palabras para explicar la grave enfermedad de su subordinado.
– ¿Recuerda, Connors, la manía extraña que tenia “Katiusha”?
– En efecto, se follaba a toda mujer que se encontraba y apuntaba los virgos en su tanque…. Pero… qué pasa, que está desquiciado o así? Debería ver a un psiquiatra, no? Ralston, que opinas tú?
– Bueno, es una manía como otra cualquiera. Yo no soy psiquiatra, pero es probable que tenga relación con el stress de guerra esa manía extraña.
– No, no, si el problema no es ese -interrumpió Abramovitch -el problema es que se quiere suicidar y le tengo permanentemente vigilado. Si fuera otro, que le jodan, pero insisto, le tengo afecto. Recuerda cuantos palitos tenía el tanque?
Connors respondió:
– Creo recordar que iba por 95… pero…. No acabo de ver el problema….
– Yo no me entero de nada -objetó Ralston.
– Consiste en que hace varios días llegó a 150. Es un número redondo con el que estaba obsesionado.
Los tres hombres se echaron a reir. A Ralston casi se le saltaban las lágrimas cuando preguntó:
-¿150 virgos ha pulverizado ese “Katiusha”? ¡Si es una máquina! ¿Y ese es todo su problema?
-No, Doctor, el problema es que ya no se empalma.
-¿Como? ¿Que no tiene erecciones? -pregunto Ralston.
– Exactamente eso. No se le pone dura.
– Y por eso se quiere suicidar? Será agotamiento, cansancio, stress, o qué se yo, pero de ahi a suicidarse… se sorprendìa Ralston, mientras Connors y el francés hacían verdaderos esfuerzos para mantenerse serios.
– No, el problema viene porque se le ha metido una idea en la mollera. Y la idea es que los hombres nacemos con un cierto número de erecciones. Y esas erecciones se van gastando, hasta que ya no queda ninguna… Y como él en esta guerra ha follado a calzón caído…. Pues eso…. Que ya no le quedan más y no se va empalmar en su puta vida.
Los tres oficiales ya no pudieron mantener la compostura…. Las carcajadas surgieron como un torrente. A Ralston se le caían lagrimones de la risa, mientras De la Charriere golpeaba el brazo de su asiento mientras reía. El ruso miraba circunspecto a los tres.
– Dense cuenta que para él es algo muy importante. Es un autentico mujik, que viene de familia muy numerosa y pensaba engendrar muchos hijos para la Madre Patria Soviética.
Los tres incrementaron las carcajadas:
– ¿Más hijos? ¡¡¡¡ Si debe haber repoblado Alemania él solo!!!! -pudo articular Ralston.
En ese momento entraron las tres jóvenes portando bandejas con tazas de té y algunas pastas.
– Señor, nos hemos permitido traer algunos dulces para acompañar el té -informó Alice, inclinandose ante su padre.
– Sirve primero a nuestro invitado, que se sienta como en casa -le indicó a Alice.
Alice se aproximó al comandante ruso, e, inclinándose, le acercó la bandeja, quedando sus pechos a escasos centímetros de su cara. Muy educadamente, el soviético reprimió sus deseos de aferrarlos, asiendo delicadamente la taza de té.
– Si desea algo más, no dude en pedírmelo, señor -sonrió sugerente al ruso.
Sigrid se acercó portando una bandeja con pastas, y, arrodillándose, se las ofreció a Abramovitch, mientras Habiba le escanciaba un vaso de bourbon, depositándolo en la mesita a su lado. Al girarse, descuidadamente rozó con sus nalgas desnudas la mano del soviético. Sigrid permaneció arrodillada frente a Abramovitch, ofreciendo la bandeja, mientras las otras dos se sentaban en el suelo frente a los hombres.
Connors, Ralston y De la Charriere habían conseguido recuperar la seriedad, aunque de vez en cuando se les escapaba una leve sonrisa. El ruso saboreaba el bourbon mientras observaba a las tres jóvenes.
– Observo que mi regalo le ha resultado muy útil, Connors, aunque veo que ha tenido que azotarla -comentó señalando las marcas de los latigazos en el cuerpo de Sigrid.
– He tenido que enseñarla que no tolero la indisciplina, pero estoy seguro que aprenderá rápidamente. Ya verá que aunque el castigo ha sido duro las marcas desaparecerán rápidamente.
– Sí, es la ventaja de los látigos que vds. utilizan, mejor que nuestro tradicional “knut”, que arranca literalmente tiras de piel. Por eso sólo los usamos cuando hay que dar un escarmiento ejemplar, y mientras sólo usamos las fustas y los cinturones de mujik. -afirmó Abramovitch.
– Si pasa la mano verá que la piel permanece intacta. Incluso hasta la excita -contestó Connors.
Abramovitch pasó la mano por la espalda de Sigrid, que dejó la bandeja en el suelo colocando las manos sobre las rodillas. El ruso siguió pasando la mano por el cuerpo de la alemana, llegando a sus pechos, rozando los pezones suavemente, que se irguieron con el roce mientras las mejillas de Sigrid enrojecían.de rubor al notar el bulto que crecía en los pantalones de Abramovitch.
– ¿Crees, Doc, que podríamos ayudar a solucionar los problemas de nuestro apreciado “Katiusha”? Tal vea si se relajase con buena compañía olvidaría los problemas que le atosigan… -sugirió Connors.
– Tal vez debiera el camarada Comandante probar la medicina y decidir si es buena. Y si es buena para él, seguro que lo será para su subordinado, no? -sonrió Ralston.
– Ya ve, camarada comandante, puede elegir las medicinas que quiera, y ya nos dirá si las considera útiles para su sargento. La rubia que tiene delante es algo inexperta, pues la estrenamos entre ayer y hoy, pero pone muy buena voluntad y se pone rápidamente a tono.
Abramovitch se inclinó y pasó sus dedos por la entrepierna de Sigrid, que separó más las rodillas para facilitar el paso de la mano. Soltó un leve quejido cuando los rugosos dedos del comandante se pasearon por la vulva, ya inflamada de las anteriores penetraciones. Notó como entraban los dedos en su interior y cu clítoris comenzaba a endurecerse.
– D’yavoly (¡¡diablos!!) esta jovencita está mojándose y sólo le he rozado con los dedos!!!! ¡¡ Ya estoy deseando probarla!!.
Pasó la mano derecha por la cabeza mientras con la izquierda se desabrochaba la guerrera y el pantalón, dejando que Sigrid liberara un pene grueso y erecto. La mano del comandante apretó la cabeza de Sigrid, haciendo que sus labios se aproximaron al grueso y rojo glande, que ya brillaba con algunas gotas.
Sigrid aproximó aún más los labios y con la punta de la lengua sorbió las leves gotas, rodando luego la lengua alrededor de la gruesa cabeza. Lo hacía sobre todo porque Connors la estaba observando. No es que tuviera miedo a los azotes en caso de no estar a la altura. Quería estar a la altura, quería que su señor se sintiera orgulloso de ella. Apretó los labios, abrazando suavemente la polla de Abramovitch, dejando que fluyese un poco de saliva para luego esparcirla por todo el miembro, introduciéndolo lentamente hasta su totalidad. Levemente fue subiendo y bajando los labios alrededor. Con la mano bajó toda la piel para poder lamer toda la longitud del miembro, para subirla lentamente de nuevo. Con la otra mano acariciaba suavemente los abultados testículos del ruso, que cerrando los ojos, resoplaba relajándose.
En pocos minutos la polla del comandante ruso estaba al máximo de plenitud, abarcando casi totalmente la boca de Sigrid, que continuaba lamiéndola lentamente, humedeciéndola con su saliva y acariciándola con sus manos, que la abarcaban a duras penas. Se la introdujo en su totalidad en la garganta, aguantando un conato de arcada para luego sacarla apretándola con los labios, mientras con la lengua jugueteaba con la gruesa cabeza. Notó un roce a su lado. Era Habiba, que se habia unido. La argelina se colocó entre las piernas del soviético, por lo que Sigrid se encaramó sobre él, notando como Habiba cogía la polla y la dirigía a la entrada del coño. Moviño las caderas hacia adelante y sintió como iba penetrando en ella con cierta dificultad, debido al grosor.
Habiba se inclinó, lamiendo los huevos del ruso, haciendo endurecer más si cabe la polla. Sigrid apretaba soportando el dolor que la nueva penetración le producía en la vagina ya irritada. Su señor la tenia gruesa, al igual que Ralston o el francés, pero ésta era brutal. Siguió apretando, apoyada en los hombros del Comandante, hasta que la sintió totalmente en su interior. Se movió rítmicamente adelante y atrás, notando como Habiba lamía los huevos del ruso y aprovechaba, de vez en cuando, para hacer incursiones con la lengua en su ano, y sus deditos dilatándolo para introducir la lengua en su interior.
Abramovitch la acariciaba el cuerpo, pasando los dedos por las marcas del látigo, para luego juguetear con los pequeños pechos y pezones de la alemana, introduciendo la lengua en su boca, paladeando sus babas, con cierto regusto de semen. Imaginaba que ya la habían follado los otros tres, y por eso olía a puta, y su coño estaba tan abierto y resbaladizo. La lengua de la argelina hacía diabluras en sus huevos. Debía follársela también a ella. Si ésto no resucitaba a “Katiusha”, en efecto, era mejor que se volara los sesos, pensó mientras observaba de reojo a la pelirroja recostada sobre las piernas del francés, con una sonrisa y ojos repletos de lujuria. Tenía unas excelentes tetas. Se imaginaba mordiendo esos pezones y la polla se le ponía aún más dura. ¡Cabrones capitalistas! No podia negar que vivían bien.
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