Carmen e Ivonne 1: El Regalo
Tras unas semanas posteriores a la ruptura, Carmen me llama con una propuesta de lo más apetecible.
Estimado lector, me gusta iniciar mis relatos aclarando que todo esto no es más que un ejercicio de fantasía en el que exploro los propios límites de mi imaginación.
Deseo de todo corazón que esta historia te resulte entretenida y agradeceré cualquier crítica o aportación que quieras realizar para las siguientes entregas de la saga.
Es viernes por la tarde y lo único que le pido a la vida es terminar mi jornada de trabajo sin algún contratiempo que me impida entregarme al par de días de alcohol y destrucción desenfrenados que tengo planeados. La semana parece haber durado un mes entero. Entre juntas, emergencias e incontables horas frente a la computadora, apenas he tenido tiempo de dormir en los últimos días. Si alguien me hubiera dicho que dedicarme a la informática iba a ser tan demandante, seguro habría sido contador. Con todo, no puedo quejarme. Mi cartera de clientes no ha hecho más que aumentar y tengo tantos proyectos en puerta que me he visto obligado a repartir varios de mis encargos.
Termino de dar los últimos toques a mi presentación para el lunes y doy por terminado mi día laboral antes de recibir la llamada de algún histérico cliente en crisis por el fin de mes. Ya estoy apagando el teléfono cuando el aparato comienza a vibrarme en las manos. Miro con desgana a la pantalla solo por no dejar y me sorprendo un poco al ver el nombre de Carmen parpadeando en ella.
La mujer es tenaz, hay que reconocerlo. Hace casi tres semanas que se emberrinchó porque no le prestaba atención y desde entonces no he tomado las mil llamadas ni he leído los múltiples mensajes que me ha enviado. Es cierto que, de no haber estado hasta el tope de trabajo tal vez le habría hecho caso, pero llamar al teléfono de trabajo ya es demasiado.
-Diga…
La prolongada pausa al otro lado de la línea me indica que no esperaba que le contestara.
-Leo… pensé que no me ibas a contestar…
-Oh, Kar… bueno, ya sabes que siempre contesto en este número, aunque no me imagino para que me llamas… la ultima vez dejaste bastante claro que no íbamos a hablar más.
Una nueva pausa incómoda se hace presente.
-Si… bueno, ya se que la regué la última vez que hablamos, pero no pensé que te enojarías tanto.
-No, la verdad es que no estoy enojado, he andado con mucho trabajo y no he tenido tiempo de nada flaca.
-En serio, discúlpame… no me gusta que estemos mal.
-A ver Kar, vamos a poner las cosas claras porque en algún momento nos perdimos, tú y yo no estamos ni bien ni mal, simplemente no estamos. En su momento me la pasé muy bien contigo, pero este asunto ya se puso muy pesado y no es lo que estoy buscando.
-Ya… pero es que yo creí…
Continuará…
-No me imagino por qué flaca, cuando nos conocimos fui muy claro respecto a lo que estaba buscando y tú estuviste de acuerdo.
-Si, yo se… pero es que… nos la pasábamos muy bien y… yo quiero más…
-Este es justo el tipo de conversaciones que no me interesa tener Kar… perdón que te lo diga así de claro, pero lo único que yo busco es con quien coger.
Vuelve a quedarse callada y por el tono de voz puedo intuir que está llorando.
-¿Y… y no quieres venir a cogerme un rato?
La respuesta me sorprende, esperaba una mentada de madre al menos.
-No creo que sea buena idea flaca, además ya tengo planes.
-No… ¿Para qué vas con otra? Yo… yo estoy dispuesta.
Un tirón en mi entrepierna contradice a la parre racional de mi cerebro. Pero tengo que resistir, es mejor cortar con este asunto de una vez.
-No Kar… gracias por la oferta, pero paso.
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué? A ver Carmen dime por qué habría yo de manejar hasta Tecámac por un poco de sexo cuando puedo salir al bar de la esquina y levantarme a una desconocida, o mejor aún, pagar por la prostituta que más se me antoje.
Espero varios segundos por la respuesta que sé que no llegará. Me pesa un poco ser tan claro, pero la experiencia me ha enseñado que es lo mejor en estos casos.
-Porque yo puedo darte mucho más.
-¿En serio? Mira flaca, no es mal pedo ni quiero hacerte sentir mal, dejemos el asunto hasta aquí y despidámonos como buenos amigos.
-Es en serio… si vienes a vernos hoy te juro que no te vas a arrepentir, aquí te esperamos.
La llamada se corta antes de que pueda contestar. Suelto un suspiro exasperado ante tanta necedad y me olvido del asunto. Termino de recoger mis cosas y salgo de la oficina pensando en dónde podré comenzar el fin de semana. Ya estoy en el coche cuando mi teléfono personal vibra con un mensaje. La imagen en la pantalla me deja boquiabierto. Antes de darme cuenta ya estoy manejando rumbo a casa de Carmen.
Llego a la pequeña unidad con la ultima luz del día. Es un complejo en decadencia con decenas de casas diminutas en distintos estados de deterioro. Me estaciono en el mini espacio frente a una de las ultimas viviendas de la privada y ya estoy bajando cuando mi anfitriona sale a recibirme.
La sudadera y los jeans de toda la vida fueron sustituidos por un vestido corto que parece un par de tallas demasiado pequeño. Carmen luce bastante bien, sus largas piernas se ven interminables y hay un ligero brillo de calentura en sus ojos. El aliento alcohólico explica la torpeza en su andar.
-No sabía si ibas a venir.
-Parece que planeaste una noche divertida y me encanta la diversión.
Me adelanto y la beso sin descanso mientras voy llevándola casi a empujones rumbo a la entrada. Mi mano amasa sus nalgas por debajo del vestido y compruebo que no lleva ropa interior. Ella responde con pasión y consigue liberarse entre risas, su mano comprueba el estado de mi paquete. Se gira y repega su prieto culito contra mi antes de decidirse a avanzar.
En cuanto cruzamos la puerta las caricias pasan a mayores. Introduzco mis manos por debajo del vestido para hacerme con una de sus tetas y con el control de su chorreante coñito. Unos enervantes gemidos escapan de sus labios cuando ataco su cuello con los míos. Murmura algo sobre ir despacio mientras me arrima más el culo. Como podemos nos abrimos camino por el pequeño espacio hasta llegar a la atestada sala. Hay varias botellas de cerveza adornando la mesita de centro.
Nos sentamos en el viejísimo sillón en el que me instalo siempre que vengo a visitarla. Continúo besándola y metiendo mano por donde puedo. Ella está desbocada y no pasan ni cinco minutos cuando ya la tengo de rodillas dedicándome una mamada bastante aceptable.
Es un cambio bastante prometedor. Usualmente en este espacio no había permitido nada más allá de un par de besos inofensivos.
-¿No quieres que subamos al cuarto?
Continúa mamando como si la vida le fuera en ello y, justo cuando creo que no va contestar baja el ritmo y empieza a alternar entre las dos tareas.
-No… de todos modos en un rato ya no va a tener caso estarnos escondiendo.
-¿Y cómo va a estar ese asunto?
-Como tú lo quieras manejar, solo tengo dos condiciones… primero me tienes que cumplir y segundo… no seas muy brusco, ya sabe lo que espero de ella y prometió portarse bien.
Las palabras que atraviesan mi mente como si de rayos se trataran y la mirada de profunda lujuria que me dedica terminan por desbocarme. Me levanto tan rápido como puedo y termino de desnudarme antes de lanzarla contra el sillón y terminar de arrancarle su bonito vestido. Ya no hay tiempo para nada más. La pongo de bruces contra el respaldo y me recreo un poco en la visión de su tembloroso y jadeante cuerpo.
Deslizo mi empalmado miembro contra su chorreante vagina un par de veces y sin darle tiempo a nada la penetro hasta el fondo. Mi pene no es lo que se dice promedio y la leve nota de dolor en el alarido que suelta me recuerda que quizás debería ser más gentil. Hago oídos sordos y me dedico a embestirla como si la vida me fiera en ello. Los gemidos no tardan en convertirse en gritos y bufidos que se alternan con insultos y airadas exigencias de más.
En nuestros encuentros anteriores pude intuir cierta tendencia al masoquismo por parte de Carmen. No imaginaba lo mucho que podía mejorar como amante si explotaba esa faceta. Mientras más rudo soy, su coño se cierra mejor alrededor de mi verga. El instinto me impulsa a palmear sus deliciosas nalgas con más fuerza de la que nunca he utilizado con nadie y descubro con satisfacción que su calentura crece a la par de las marcas en su blanca piel.
No sé cuánto tiempo llevo reventándola, pero si soy consciente de que nunca la había disfrutado tanto. Si mi respiración está acelerada la suya ya va desbocada. Como puedo, sin dejar de machacarla, alcanzo su alborotado cabello y lo utilizo para atraerla hacia mi pecho. Llevo mis dedos hasta su clítoris mientras ella se agarra a mi cabeza para mantener la posición. Sus ojos están casi en blanco. Sus caderas se descontrolan y bailan erráticamente frente a mi. Le doy a probar sus jugos con mis dedos y, espoleado por una inspiración divina, llevo mi brazo libre alrededor de su cuello.
Su cara enrojece aún más mientras corto poco a poco el flujo de sangre en su cuello. Susurro lascivas promesas en su oído mientras aprieto. Aumento el ritmo de la cogida, que se ha hecho más complicada por la succión de su coño. Todo termina en un instante. Su cuerpo parece sufrir un corto circuito y pierde fuerza justo antes de empezar a sacudirse sin ton ni son. Su vagina se cierra como un cepo a mi alrededor y prácticamente me ordeña en su interior. El grito que suelta es de antología, mientras unos poderosos chorros de flujo brotan de su entrepierna.
Cae desmadejada hacia adelante y me arrastra con ella. Pasan unos buenos minutos antes de que pueda incorporarme. Por un instante me preocupa un poco haber ido demasiado lejos, pero al inspeccionarla más a detalle, la encuentro casi dormida y con una expresión de alegría en el rostro que nunca antes le había visto. La imagen es digna de postal y una parte de mi desearía terminar la faena con una buena mamada, pero hoy no, hoy me espera algo mejor y la noche está lejos de terminar.
Acomodo a Carmen en el sillón y la dejo tan cómoda como podría esperarse en el pequeño espacio. Me giro y sin molestarme en vestirme de nuevo me dirijo escaleras arriba. Recorro el estrecho pasillo del segundo piso a paso lento. Mi corazón se acelera mientras mi verga, que aún gotea los restos de semen y flujos de Carmen empieza a recuperar su firmeza.
Una cálida luz amarilla se filtra por el resquicio de la puerta que tengo enfrente. Abro sin muchos aspavientos y entro en el pequeño cuarto. Las paredes rosas y los mil peluches que descansan sobre los muebles solo consiguen aumentar mi excitación. Avanzo hasta el centro del lugar y por fin me encuentro con la imagen que me ha traído hasta aquí.
Ivonne me mira con miedo y sorpresa desde asiento en la orilla de la cama. Sus dulces ojos castaños están abiertos como platos. Después del contacto inicial, el foco de su atención se dirige a mi medio erecta herramienta. Su aspecto es igual al de la foto. El agresivo maquillaje no hace más que resaltar su juventud y supongo que el suave conjunto de lencería que lleva encima será de fabricación casera, no creo que hagan esas prendas para gente de su edad y complexión. Incluso lleva medias con liguero y todo.
Avanzo un paso y ella reacciona. Su cara se pone de mil colores mientras clava la mirada en el piso.
-¿Y mi mamá?
-Se quedó dormida en el sillón nena, estaba muy cansada.
-Escuché ruidos ¿Está bien?
Sonrío como un lobo mientras recorto muy lentamente la distancia que nos separa.
-¿Ruidos? ¿Qué ruidos?
-Bu… bueno… más bien gritos…
Está asustada y preocupada, puedo ver claramente cómo se eriza su piel.
-Ah eso… si está bien, esos fueron gritos y gemidos de placer, no te asustes, tú también los vas a hacer dentro de nada… y te va a encantar nena.
Enmudece al escucharme y sus ojos se abren aún más por el miedo. Intenta vanamente tapar las amplias zonas de su piel desnuda como puede.
-No nena, no te tapes, supongo que tu mamá te habrá dicho algo antes de que yo llegara ¿Qué fue?
Su tiesa expresión se crispa aún más y comienza a llorar mientras arranca a hablar entre sollozos.
-Es que ella estaba muy triste… dijo que tú ya no querías venir a vernos… que nos ibas a dejar solas otra vez… y dijo que es por mi culpa… porque yo soy muy seria… y no soy cariñosa… y porque soy fea y no sirvo para nada… pero dijo que si me portaba bien a lo mejor tú me ibas a perdonar…
-Pues si, no has sido una niña buena Ivonne, y si, estoy dispuesto a perdonarte si te esfuerzas y a no dejar a tu mamá, pero te advierto que si no te comportas y me obedeces en todo lo que te diga, me voy a ir y nuca voy a regresar ¿Entendido?
Asiente en silencio mientras me acerco y acaricio su mejilla con suavidad. Me siento junto a ella en la cama y dedico unos pocos segundos a observarla. Su cuerpo es muy delgado, pero las incipientes curvas se ven realzadas por el conjunto que Carmen le eligió. El toque de maquillaje le da un punto extra de mórbido atractivo.
-Bueno nena, vamos empezando. Levántate y enséñame bien la ropa que te preparó tu mamá.
La empujo suavemente de la cintura para levantarla. Ella rehúye el contacto y se incorpora con prisa. En el acto intenta cubrirse con sus delgados brazos.
-Baja los brazos nena, igual te voy a ver completita en un momento. Ven acércate.
La tomo de la cintura en cuanto la tengo a mi alcance. Nuestras caras están a la misma altura y ella hace lo que puede por no mirarme mientras comienzo a recorrer su cuerpo con mis manos. Su suave piel se eriza al sentir mis dedos recorriéndola. Rodeo su abdomen y le acaricio la espalda. La tela del pequeño sostén que no necesita es casi transparente y me permite ver sus endurecidos y rosados pezones. La atraigo un poco más y su dulce aroma inunda mi nariz mientras mis dedos recorren sus muslos con delicadeza.
Sin dar tregua recorro una y otra vez el delgado cuerpo que tengo ante mi. Poco a poco llego hasta sus caderas, en cada pasada me acerco un poco más a sus nalguitas cuando voy hacia abajo y a sus nacientes tetitas cuando subo. Mis labios rozan su cuello y espalda muy levemente, haciéndola respingar un poco en cada ocasión. Finalmente decido desnudarla y con un rápido movimiento de mis dedos libero el seguro de su sostén. Ella intenta evitar la caída de la prenda y aprieta los brazos sobre el pecho. La atraigo hacia mi hasta posar su espalda contra mi pecho y aparto sus brazos con suavidad.
-Tranquila nena no pasa nada, voltéate… déjame ver tus chichitas.
Está roja de vergüenza, pero aún así obedece. El par de duros botoncitos que corona el pecho apenas abultado apunta directamente hacia mi. Acaricio su mejilla y muy lentamente lanzo mi boca hacia su pezón sin perder de vista su reacción. En el último momento ella se gira para no verme y suelta un gemidito encantador al sentir mi lengua. El sabor es delicioso y el concierto de ruiditos que escapan de ella mientras alterno entre caricias y chupetones me hacen querer continuar así toda la noche.
Cuando ya se está acostumbrando al ataque sobre sus tetas reanudo el magreo de sus nalguitas. Tiene un culito estrecho, pero redondito y muy bien formado. Poco a poco va dejando de intentar alejarse. Me muevo muy lentamente hasta tomar su tanguita sin que se de cuenta y comienzo a deslizarla hacia abajo. En cuanto lo nota su cuerpo vuelve a tensarse y sus dedos aferran el elástico con toda su fuerza.
Esta vez no hacen falta palabras, una sola mirada que dura unos pocos segundos basta para que afloje el agarre y lleve los brazos de vuelta a su pecho. Termino de bajar el pequeño trozo de tela y sonrío con satisfacción cuando ella misma levanta los pies para permitirme quitarla por completo. El apretadito coño surge ante mi, delicado, levemente abultado y con apenas un fino rastro de vello. Casi hipnotizado avanzo uno de mis dedos, solo para comprobar la textura y me encuentro con una grata sorpresa.
-¿Pero qué es esto pequeña? ¿Ya viste? Estás mojadita. ¿Sabes lo que eso significa? Quiere decir que te está gustando mucho que te toque.
Sus ojos se abren mucho mientras observa el húmedo dedo que le pongo casi en el rostro. Intenta retroceder y por primera vez comienza a luchar conmigo. No la detengo, dejo que se aleje un par de pasos.
-¿Entonces no te vas a portar bien Ivonne? Como quieras, vístete y vete a dormir en la cama de tu madre. A ver cómo le explicas mañana que me fui por tu culpa y que nunca más voy a regresar.
Le doy unos momentos para asimilar mis palabras y justo cuando las lagrimas comienzan a brotar de sus ojos, amago con levantarme para salir de la habitación. El efecto es inmediato. La chiquilla se acerca dando trompicones y me empuja de vuelta a la cama.
-No… por favor no te vayas… perdón… ya me voy a portar bien.
-No sé nena… no sabes hacer nada, si me quedo voy a tener que enseñarte un montón de cosas y ni siquiera eres bonita para que valga la pena… mejor me voy y me quito de problemas.
Intento levantarme y ella me empuja con más fuerza. Sus manitas sobre mi pecho son adorables. Entonces ocurre la magia. Sin decir una sola palabra y con cara de angustia, la pequeña toma mi mano derecha y la lleva directamente hasta su entrepierna.
-Por favor enséñame… te prometo que me voy a esforzar.
-Bueno, ya que lo pones así, te puedo dar otra oportunidad. A ver, vamos empezando.
Continúo con el manoseo, pero esta vez sin miramientos. Magreo y palpo con fuerza cada parte de su esbelta figura mientras beso y lamo su suave piel. Mis manos se apoderan de sus nalgas y las aprietan y separan mientras saboreo sus tetitas a placer. La temperatura sube. Poco a poco la pequeña empieza a jadear y da señales de incomodidad, pero no osa protestar en ningún momento. Cuando vuelvo a tocar su chochito lo encuentro bastante más que mojado.
-¿Sabes lo que es el sexo Ivonne?
Asiente tímidamente mientras le doy un buen lametón a su tetita.
-¿Qué es?
-Es… es cuando el pene del hombre entra en la vagina de la mujer.
-Mmm pues si… esa es una clase de sexo, pero no es la única nena.
Me mira desconcertada, es sorprendente que pueda seguir la conversación mientras deslizo mis dedos de arriba abajo por su coñito.
-No entiendo.
-Por eso yo voy a enseñarte, mira tú tienes tres hoyitos. Está este que estoy acariciando ahorita, pero también está tu boquita, y además está este de aquí, que es tu culito. Y los tres sirven para que meta mi pene. Al principio te va a doler un poco, pero con el tiempo y mientras más te coja, más te va a gustar que te lo meta.
La duda aparece en su rostro mientras sus ojos se ven atraídos hacia mi erguida herramienta que parece a punto de explotar. Sin dejarla pensar mucho en el asunto llevo mi pulgar hasta sus labios y, después de recorrerlos varias veces con suavidad, presiono sobre ellos hasta que no le queda más opción que abrirlos y dejarme entrar en su boca.
-Bueno nena, vamos a empezar a practicar, quiero que chupes mi dedo con mucho cuidado. Si así, pero no uses los dientes, usa tu lengua. Has círculos con ella sobre la punta. Más rápido. Ahora sácalo y vuélvelo a meter despacito.
Continúo dándole instrucciones mientras utilizo mi mano libre para estimular su coñito. La humedad que genera es abundante y poco a poco veo como se acelera su respiración. Su rostro está enrojecido y al poco rato le cuesta mantener sus piernas quietas.
-Bueno nena, ya está bien de práctica por el momento. Ahora ponte de rodillas.
Temerosa le obedece y yo me levanto. Tomo mi dura verga con una mano y la sacudo muy cerca de su cara. Ella parece querer retroceder, pero la posición se lo impide. Sus ojos siguen mi herramienta como si se tratara de una serpiente a punto de atacarla. Avanzo un paso y froto mi glande por su bello rostro. Lo paso por sus mejillas, su nariz e incluso su barbilla. Aprieta los labios cuando llego a ellos y queda sobre ellos un leve rastro de liquido pre seminal.
-Abre la boca nena, chupa como si fuera mi dedo.
La mirada que me regala mientras abre sus labios con reticencia casi me hace venirme en el acto. Su boca es pequeña y apenas alcanza a meter la cabeza, pero la sensación es gloriosa. Obediente, empieza a jugar con su traviesa lengua y tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no follarle la boca como desquiciado.
-Uff… muy bien… te estás portando muy bien corazón. Usa tus manos también. Sacúdela de arriba abajo, con cuidado. Si, así está bien… ahora empuja más adentro, hasta donde aguantes.
Apenas avanza un poco y se ve obligada a retroceder entre toses y arcadas. Sus ojos lagrimean y no parece muy a gusto con el sabor. Con todo, volvemos a intentarlo una y otra vez. Hasta que consigo que deje toda mi verga empapada y resbalosa de babas.
-Ahora si nena… ya es hora del plato fuerte. Acuéstate en la cama y abre mucho tus piernas… más, dobla las rodillas, si así. Te ves divina.
Me acuesto sobre ella sin perder de vista sus ojos en ningún momento. Las sentidas lagrimas que derrama me dejan ver que sabe lo que viene. Sus piernas se abren como una flor debajo de mi. Punteo un poco sobre el coñito y todavía está mojado.
-Ahora vas a saber lo que es ser una mujer Ivonne. Esto te va a doler un poquito, pero pronto te va a gustar tanto como a tu mamá. A partir de este momento, tú ya eres mía.
El llanto estalla mientras hago presión sobre la entrada. El calor que desprende su coñito es enloquecedor. Sus labios se abren para recibirme y un bloqueo impide el avance. Ivonne intenta acallar sus sollozos con una mano. Aumento la presión y sus ojos se abren como platos. Todo su cuerpo se tensa. Ya no hay marcha atrás. Retrocedo un poco y de una sola estocada destrozo su himen y le clavo media verga.
EL grito que suelta es más por la sorpresa que por el dolor, pues he sido bastante suave. Su espalda se arquea debajo de mi. Los músculos de su vagina también se aprietan y comienzan casi a succionarme. Le doy unos instantes de calma antes de empezar a bombear muy lentamente. Poco a poco le voy colando más carne en su ya retacado agujero. Sus ojos me miran suplicantes y anegados. La ignoro.
Pierdo la noción del tiempo y el espacio a mi alrededor. Me contengo cuanto puedo, pero aún así se me pasa un poco la mano en cuanto a fuerza. Al final, la pequeña ya solo suelta leves grititos en mi oído, hasta que me dejo ir en su interior con una abundante y demoledora corrida que me sacude todas las ideas. Una de las mejores de mi vida.
Desalojo su interior y me sorprendo de ver que le queda fuerza suficiente para alejarse y hacerse un ovillo lo más lejos que puede de mi. Un rastro de semen y sangre abandona su enrojecido coñito. Quiero más, pero no es el momento, por lo que me levanto para buscar a Carmen y un segundo round en el sillón.
-Hoy te portaste muy bien nena… descansa, mañana va a ser un gran día.
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