Cayo la hija, cayo la madre y detrás todas las demás 3
Una tórrida noche del Amo Marcos en la propia casa de la chinita, con la familia dentro..
Aunque mi chaval no suele meterse por mi dormitorio, para no llamar la atención abrí las ventanas para airear y eliminar en parte el fuerte olor a sexo que impregnaba el cuarto mientras terminaba de apurar la copa que la niñita había consumido hasta la mitad, cosa que me llevo a sonreír al imaginar la escena cuando la chinita llegara junto a su madre en la playa pues, además de tener que justificar su evidente retraso, esta no podría dejar de percibir el fuerte olor al alcohol que arrastraría la niña, que seguro, por su falta de costumbre, iría algo perjudicada porque a estas horas el fuerte licor se le habría subido a la cabeza.
Dado lo avanzado de la tarde decidí quedarme en casa a fisgonear los archivos e historial de visitas web que había copiado en mi portátil.
Tras leer como en las últimas dos horas su amiga Carmen le requería de continuo noticias sobre cómo le había ido con el “tío güeno” y de igual modo le echaba en cara la prolongada ausencia de respuesta, no pude evitar una carcajada cuando el archivo espía que había instalado en el móvil de la chinita me aviso de la más reciente actividad, que consistía en un video que acompañaba con un archivo de audio en wasap dirigido a Carmen, lo que me confirmo la condición de íntima amiga y confidente de mi nueva adquisición. Antes de ponerme el video y audio me picó la curiosidad y le eche un vistazo al perfil de la tal Carmen lo que me llevo a una agradable sorpresa porque la imagen de perfil y algunas fotos más que rescaté de los archivos me mostraron una chica pelirroja y pecosa con cara de guarrilla y, lo que para mí era mejor, unos abundantes pechos que desbordaban el top de su biquini. Escarbando un poco más di con un verdadero premio gordo pues entre las fotos que atesoraba mi nueva adquisición encontré una de su amiga en la que se mostraba con un muy favorecedor bikini verde limos chillón, con la lengua relamiendo sus labios mientras con una mano se apretaba el pecho que había sacado de la copa de su top y con la otra, apartando su braguita, se metía los dedos en el coño que aparecía reluciente con los jugos que lo encharcaban y que habían provocado una notable mancha de humedad en su braguita.
Hecho este primer rastreo y empalmado como un caballo, me dispuse a oír el audio y visionar el vídeo poniéndome los auriculares para evitar que a mis vecinos de terraza llegara algún comentario que pudiera comprometerme. Por muy preparado que estuviera no lo estaba para lo que vino a continuación pues, no acostumbrado a la falta de pudor en las redes de las nuevas generaciones, se me salieron los ojos de las orbitas cuando visionando el video contemple como la chinita no había esperado a ni salir de mi portal cuando ya se había grabado en el ascensor enfocando su aún abierto culo , rebañaba con su mano el semen que chorreaba del mismo y con cara de guarra se relamía los dedos en su boca terminando por mostrar en un primer plano su boca llena de mis fluidos y todo ello mientras decía en el audio “¡Ha sido la hostia tía! ¡Es el Puto Amo! ¡Me ha dado la mejor comida de coño de mi vida y me ha partido el culo con su tranca!¡Creía que me moría tía, me faltaba el aire, tienes que probarlo, es lo mássss! ¡El puto Amo tiene una tranca de animal!”
Si aquello era impactante, termino de rematarlo el audio que de su amiga Carmen entró de inmediato “¡Ostia tía, te ha dejado el culo como un pato! ¡Valiente polla de caballo que gastara el tío! ¡Me muero de ganas de que me monte y me rompa el culo como a ti! ¡Vamos cuéntamelo todo!” A lo que la chinita, que habría salido del ascensor, le respondía por texto que no podía y que ya le contaría después con todo detalle, pero que era mejor de lo que pudiera haber soñado en siglos.
Repuesto de la sorpresa ya no me cupo duda de que la pequeña zorra, de niña buena solo tenía la fachada y que encerraba el putón más grande que me había echado a la cara. Por eso, visto el explícito mensaje a su amiga y las fotos que de esta había encontrado-no me cabía duda que habría más y más sugerentes- me decidieron a en cuanto antes, encargar a mi nueva sumisa que se las apañara para ponerme a tiro a la pelirroja para follármela por todos sus agujeros.
Todas estas novedades la verdad es que me devolvieron las ganas de echarle un nuevo repaso a la chinita y desvirgarle el coño de una vez. Para eso no se me ocurrió otra fórmula más expeditiva que mandarle un audio de wasap en el que le decía que hiciera lo que fuera pero que esa misma noche a la una de la mañana iba a estar en su casa para follármela en la cama de sus padres, ordenándole que su madre y hermanita tenían que estar fuera de juego a esa hora, y antes de las diez debía dejarme un juego de las llaves de su casa bajo mi coche, para lo que le díe kl número de plaza que ocupaba en el garaje. Sabía que era una putada porque exigiría de mi recién estrenada sumisa asumir muchos riesgos en un breve plazo, pero también razone que si tanto era su deseo de servirme en todos mis caprichos esta era la mejor forma de ver si iba en serio o solo estaba atendiendo a los jueguecitos de una niña insatisfecha.
Aun así y antes de cerrar el ordenador me dio tiempo para comprobar que la mayor parte de lo ocurrido en el dormitorio se había grabado, adjuntar en la misma carpeta el video de la mamada de esta mañana y de encargar por internet unos cuantos artículos de sex shop que me serían de utilidad en los próximos días.
Al momento recibí el previsible y lacrimoso mensaje de la chica prometiendo hacer lo que fuera, pero que lo que le pedía era imposible. A esto simplemente replique en mensaje de texto “Has lo que quieras, con la llave o sin ellas voy a estar a la una en la puerta de tu casa. De ti depende que pueda abrirla o tenga que aporrearla e informar a tu madre que vengo a follarme al putón de su hija… a ella, a las dos…o a las tres”, y a continuación apague el móvil.
Alguien pensara que podría haberla amenazado con publicar los videos de sus hazañas sexuales, o mandárselos a sus padres, pero entre una hembra sumisa o aterrada por el chantaje, prefiero la primera pues la relación con una chantajeada raya demasiado los límites y normalmente acaba con una confesión a terceros que acarrea al chantajista nefastas consecuencias, mientras con la sumisa no se hace sino aflorar su verdadera naturaleza, la relación es más larga y sin duda más placentera.
Como preveía que la noche sería larga y quería que me encontrara descansado decidí echarme un sueñecito reparador, cosa que hice en el sofá de casa, no sin antes poner el despertador a las diez de la noche.
La verdad es que no hizo falta la maldita alarma porque mi chaval se encargó de despertarme cuando llego a las nueve y media de vuelta de la playa. Como siempre, entró como un torbellino en la ducha, preguntando a voz en grito que había de cenar y anunciando que a las once había quedado con la pandilla y que volvería a la una. Táctica esta de evitar el enfrentamiento directo con los padres y anunciar una serie de hechos consumados que todos hemos usado en un momento u otro y que en este preciso momento me venía de perlas.
Sobre la cena le dije que ya podía ir haciéndose un bocadillo porque yo ya había cubierto mi cuota de cocinero por ese día y respecto a la hora le advertí que habiéndome llamado un cliente para cerrar un trato y tomar una copa no estaría a esa hora en casa, pero le exigí que mandara una foto de él acostado para confirmar su vuelta, advirtiéndole que lo quería dormido de inmediato.
Tal toma y daca tuvo como efecto que el chaval no protestó y prometió cumplir las reglas. Por mi parte fui al baño a refrescarme y hacer tiempo para llegar a las diez, momento en el que baje al garaje para comprobar si esa noche tendría fiesta o no, porque de no estar no se me pasaba por la cabeza aporrear puerta alguna y si la cosa se quedaba ahí daba por buenos los desahogos del medio día y la tarde.
He de reconocer que mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí de la rueda delantera de mi Mercedes un manojo de llaves con su cartelito identificador de la vivienda de mi recién estrenada chinita. Eufórico por el giro que tomaban los acontecimientos procedí a mirar las entradas de mi móvil y volver a poner el sonido que había eliminado durante mi tardía siesta.
Entrando en el wasap pude leer un par más de lastimeros mensajes con los que la chinita había pretendido ablandarme para, viendo que no le contestaba, concluir con un lacónico “Cumpliré los deseos de mi Amo, su humilde perra no volverá a cuestionar sus órdenes” para añadir más adelante un video, mandado hacía escasamente media hora, en el que la chica se grababa dejando las llaves donde yo las había encontrado.
Aquello me dio un nuevo subidón, poniéndome la polla como una piedra. “Primer obstáculo salvado” pensé “A ver cómo se las arregla ahora para dejar fuera de combate a su madre y hermana”, pero al momento razone que siendo tan tardía su rendición seguro que había pensado en todo y que esta noche tendría ocasión de disfrutar largo y tendido del éxito de mi plan.
De nuevo a las puertas de mi piso me encontré con mi chaval que salía todo perfumado, repeinado con ese tupé que tanto gusta a la chavalería y al que de nuevo recordé los términos de nuestro trato. Descartando que siquiera me hubiera oído solo percibí como perdía su rastro tras la puerta del ascensor.
Ya dentro de casa me prepare un sabroso chuletón, pues sabía que necesitaría reservas para la movida noche que se me prometía, si bien lo acompañe de una solitaria copa de un estupendo rioja pues no quería que un exceso de alcohol me echara abajo mi capacidad amatoria.
Despachada la sabrosa cena, con los cacharro en el lavavajillas, y antes de pasar a darme una tonificante ducha repasé el móvil donde encontré un wasap de mi guarrilla, en el que me adjuntaba una explicita foto suya en el espejo del cuarto de baño, en la que se le veía nítidamente como de espaldas al espejo, inclinada y abriendo al máximo su culito se la veía meterse no menos de cuatro deditos de ambas manos en su recién estrenado ojete mientras con los labios hacia el gesto evidente de lanzarme un besito, foto que acompañaba con el irreverente texto de “Aquí está la esclava del Señor” lo que decía mucho del especial aprovechamiento como aplicada alumna de colegio privado de monjas, y carísimo, que le pagaban sus pretenciosos padres.
Aquello me hizo esbozar una amplia sonrisa y encarar del mejor humor el camino a la ducha. Despojado de toda ropa me ofrecí una ducha que comencé con el agua casi hirviendo para concluir con un aclarado de agua helada, remedio infalible para desentumecer y tonificar mis músculos.
Una vez fuera me aplique con dedicación a rasurarme la barba al máximo, recompensándome con un refrescante masaje de loción para el afeitado que me devolvió el frescor a mi rostro y me envolvió en ese aroma tan de mi gusto.
Totalmente desnudo salí del caldeado baño y me dispuse a elegir la ropa, que fui disponiendo encima de la desecha cama. Para la ocasión elegí una camisa de lino blanca cuello Mao, un pantalón chino de color beige muy claro y como calzado unos zapatos de piel vuelta color teja. Como único complemento elegí un elegante reloj clásico que como única contribución a la modernidad tenía las agujas luminosas en la oscuridad, lo cual como maniático de la puntualidad que soy, era de mi total agrado.
Con una sola ojeada al reloj pude apreciar que las manillas casi marcaban las doce, con lo que recogiendo de nuevo mi móvil le envié a mi gatita el siguiente audio “No admito nada por debajo de lo espectacular. Duchadita de pies a cabeza, quita el cabezal de la ducha y metete en el culito el tubo con agua caliente no menos de tres veces hasta que salga el agua limpia como los chorros del oro. El cuerpo cúbretelo de la mejor loción de tu madre, abstenerse tacto aceitoso, y como único perfume dos gotas detrás de cada oreja y en las axilas del mejor perfume de “mama zorra”. Camiseta o vestido de tirantes que no cubra más allá de los cachetes del culo. NI bragas ni sujetador, sandalias de tacó alto, nada de maquillaje salvo brillo permanente de labios y las uñas de los pies de color suave a juego con el vestido. Nada de pelo alrededor de tu cuello. Sorpréndeme”
No habrían pasado más de dos minutos cuando recibí el siguiente wasap de texto “Amo, permiso para correrme” a lo que divertido contesté con un escueto “No”
A continuación, me dispuse a vestirme calzándome los pantalones, no uso slip, los zapatos y antes de ponerme la camisa me extendí una generosa cantidad de colonia por mi pecho y brazos. Ya vestido me peine con cuidado rematando el resultado con un poco de agua fijador.
Dichos preliminares me llevaron algo más de cuarenta minutos con lo que al ajustarme el reloj a mi muñeca note que faltaban apenas quince minutos para la cita, que no distaba más de cinco desde mi casa. Repasando que llevaba las llaves de mi casa, de la suya, el móvil y un frasco dispensador de una mezcla de vaselina y cocaína con la que suelo untar el clítoris de mis conquistas para asegurarme de llevarlas al séptimo cielo y que vean fuegos artificiales en mis primeras citas, cerré la puerta de mi piso detrás de mí.
Para llegar a casa de mi gatita podía ir por dos caminos, el más seguro, a través del garaje común que compartimos todos los bloques y que me llevaría directamente al ascensor de su bloque, o el más indiscreto, atravesando el amplio bulevar de la urbanización, acceder directamente al portal y abordar allí el ascensor, con el riesgo de encontrar en ese trayecto a alguien que se extrañara de mi presencia allí y me incomodara con sus preguntas.
Decidido a mostrar a mi gatita, pues sospechaba que espiaría mi llegada asomada a la terraza o alguna de las ventanas de su piso que daban al bulevar, el absoluto dominio que mantenía de la situación y las personas implicadas, me decidí por el camino más arriesgado. Opción que resulto más que acertada pues como pude comprobar, una sombra se dibujó en la terraza de su piso desapareciendo rápidamente cuando, al pasar bajo una farola, me descubrió en la noche camino de su casa dispuesto a llevar a fin mi propósito de romperle el coño en la mismísima cama de sus padres. Nada más imaginar el nerviosismo que en aquellos momentos arrastraría mi chinita me hizo esbozar una salvaje sonrisa y ponerme la polla como una piedra.
Llegado sin contratiempos al portal accedí a él con el juego de llaves que me había proporcionado mi joven conquista, para encontrar que en ese preciso instante salía del ascensor uno de tantos vecinos, conocidos tan solo de vista, que si en algún momento pretendió trabar conversación yo despache con un escueto “Buenas noches”
Encerrado al fin en el ascensor pulse el botón correspondiente al ático y el aparato inicio su marcha ascendente. A la apertura del ascensor, el reloj marcaba la una menos un minuto, me encontré el rellano con la luz encendida y al tornar la vista hacia la puerta donde se dirigían mis pasos me sorprendió un espectáculo digno de la noche que me había prometido gozar hasta el extremo.
Debajo del marco de la puerta, la chinita me esperaba con un brazo elevado y descansando en el lateral, mientras el otro dejado caer lánguidamente a lo largo de su costado recogía graciosamente el final de lo que cabría describir como una camiseta larga o un vestido corto de tirantes, todo cubierto de lentejuelas rosas, de modo que al mantener las piernas ligeramente abiertas ofrecía a la vista el comienzo de su sonrosado y, por los flujos que comenzaba a emanar, brillante coñito.
Al verme esbozar una salvaje sonrisa, la gatita pareció relajarse y sonrió al fin al saber que había conseguido su propósito de sorprenderme. Iniciando mi marcha hacia ella me permití recrearme en las uñas de sus deditos pintadas de un suave rosa y en su gracioso recogido de pelo, rematado con lo que parecían dos palillos chinos, que dejaba totalmente al descubierto y accesible su apetecible cuello.
Ya frente a ella y bajando ligeramente la vista pude apreciar como con la caída del vestido, sus pechos, descubiertos en algo menos de la mitad, aparecían ceñidos como por una segunda piel y como aún con su brillo de inseguridad en sus ojos me miraba buscando mi aprobación.
Por toda respuestas la abarque con mis brazos y comencé una lujuriosa comida de boca, momento en la que la sentí como al completo se relajaba echándome sus brazos entorno a mi cuello, respondiendo con avidez a mi morreo mientras por mi parte, subiendo su vestido por su espalda tomaba posesión absoluta de su culo y mientras con una mano llevaba mi dedo corazón a penetrar su coño, con el anular e índice de la otra, con los que brevemente había invadido su boca, donde los chupo voluptuosamente, tomaba el estrecho ojete de su culo, arrancándole los primeros gemidos de la noche.
No obstante la pasión que parecía devorarla pude apreciar como tendía a arrastrarme al interior de la casa para impedir que alguien pudiera vernos, a lo que, para hacerle saber quién mandaba y hasta donde me proponía llevar las cosas me gire en redondo dejándola de espaldas al rellano, que volví a iluminar con un breve toque en el interruptor, de modo que si algún curioso a esas horas atinaba a observar por la mirilla se encontraría con el morboso espectáculo de un maduro metiéndole mano a una atractiva chiquilla a la que comía boca y cuello mientras le metía los dedos por todos sus orificios.
A la primera rigidez de la niña ante el curso de los acontecimientos siguió lo que me pareció un total abandono a mis caprichos, que certifique cuando, para ver hasta donde llegaba, le di la vuelta de modo que quedara ahora de frente al rellano, volví a encender la luz, deje caer un tirante de su vestido, deje al descubierto uno de sus pechos, apreté entre el pulgar y el índice su ya erizado y duro pezón mientras con la otra mano, elevando por frente su vestido le metía tres dedos en su chorreante coño. Como lista que era y sabiendo que estaba siendo puesta a prueba, la niñita, sacando mis dedos de su coño los llevo a su boquita chupándoselos golosa y prolongadamente, momento en que apreciando como se había rendido absolutamente a mis deseos, me giré con ella en los brazos y cerré la puerta detrás mía.
Sin la amenaza de que nadie nos molestara, solté a la chinita, le recoloque el tirante de su vestido y cogiéndola de una mano y llevándomela hacia mí la bese tiernamente mientras le decía “¿Dónde has dejado tus modales de niña pija? ¿Así te han enseñado tus papaítos a atender a los invitados? ¿Por qué no tengo ya una copa en mi mano, gatita?”
Sorprendida, haciendo un mohín de enfado consigo misma al haber sido pillada en falta, respondió mientras fijaba sumisamente sus ojos al suelo “Amo, perdona a esta tonta gatita que no sabe atender a sus obligaciones”
A lo que respondí agriamente “Pues corrige de inmediato tu error o tendré que darte un azote”, dolida por mi evidente enfado que podía romper la magia que creía haber logrado entre nosotros, la chinita dejo aflorar una lágrima que sorbió cuando la tuvo a la altura de sus labios, “¿Qué puedo ofrecer a mi Amo y Señor? Todo en esta casa es tuyo y solo tiene que pedirlo”
“Mucho mejor” respondí mientras levantaba su barbilla con un dedo “Tu papaíto no deja de presumir de un coñac Hesseny Paradis, de a 2000€ la botella, que me apetece probar, así que tráeme una copa de balón y la botella. Ah, y no te olvides de traerme del humificador de puros un Cohiba Behike, de esos dé a 400€ la unidad, pues no hay placer en disfrutar de uno sin el otro”
Conocedora la chinita de lo celosamente que su padre guardaba para si esos tesoros, al extremo de no haberlos catado aún, esperando una ocasión que así lo mereciera y que parecía no llegar nunca, se le subieron los colores, pero solo llego a responder “Oír es obedecer a mi Amo”, reacción que me saco una sonrisa de satisfacción.
Mientras la chiquilla abría el mueble bar, sacaba la intacta botella, escogía la copa, encendía el mechero- como había visto hacer a su padre en las ocasiones en que se servía un brandy- con el que ayudar a alcanzar al licor la temperatura precisa para sacarle todos sus aromas y matices, eche un rápido vistazo a la estancia donde nunca antes había estado.
Era el salón de similares dimensiones al mío, pero en el que la decoración revelaba la mano de un profesional que seguro habría pasado una jugosa minuta a la vista del cómodo sofá chaise longue de piel marfil, la televisión panorámica que cubría casi un tercio de la pared y demás elementos que rellenaban la estancia proclamando el excesivo poder adquisitivo de su propietario.
El salón, a través de una amplia cristalera, daba acceso a una amplia terraza amueblada con sendos sillones relax de orejas del mismo cuero que los del salón junto con una a una bonita mesita auxiliar de cristal y teca, conjunto que quedaba deslucido por la presencia de un tendedero de terraza y la cestilla de pinzas al uso donde aún permanecían tendidos los bikinis que las hembras de la casa habían usado aquella tarde.
Recorriendo el salón, llegué a la puerta de la terraza y encendiendo la luz entré en ella, situándome a la altura de la baranda desde la que podía contemplar la totalidad del bulevar de nuestra urbanización que aparecía en semipenumbra y con una tranquilidad solo rota ocasionalmente por algún grillo. No dejó de sorprenderme el que la luz de la terraza del vecino-cuya familia conocía como integrante de nuestra pandilla playera- apareciera también encendida a esas horas, cuestión que podía responder bien a un olvido, o a que la madre, en ausencia del padre, una morenaza catalana de buen ver replantada en Madrid que presumía de muchos títulos pero a la que no se le conocía haber dado un palo al agua y que exprimía a su maridito para mantener su derrochador ritmo de vida, estuviera disfrutando de un rato de relax después de acostar a los niños.
NI una posibilidad ni otra me preocupaban, porque, aunque tras el silencio que reinaba se escondiera el egoísta disfrute de esa escasa paz que se nos proporciona a los padres de familia cuando los niños por fin duermen, los arquitectos habían diseñado la división entre terrazas de tal modo que a no ser que sacaras todo el cuerpo por fuera de la barandilla o asomaras tu cabeza por encima del murete, de más de dos metros, que las separaba no había modo de entrometerse en la intimidad de tu vecinos. Más pensándolo bien concluí que llegados a este punto de no retorno poco podía importarme lo que oyera o viera cualquier vecino trasnochador o chismoso con lo que en el mismo instante decidí ofrecer a ese anónimo espectador, si lo hubiera, un espectáculo que no pudiera olvidar jamás.
Estando en esas consideraciones llego la chinita y depositando en la mesa una bonita bandeja de plata en la que traía un recargado posavasos del mismo material, la carísima botella, la copa de balón y pie corto de cristal de Murano junto al mechero con el que calentar dicho recipiente, procedí a sentarme en el sillón más cercano a la chiquilla, cuyos muslos y firme culo empecé a acariciar de inmediato sin que alcanzara manifestar más rechazo que una temerosa ojeada a las fachadas de los edificios vecinos, gesto que vine a humillar subiendo mi mano derecha hacia su coño que penetre con tres dedos imprimiéndole un suave mete y saca que logró arrancarle un runruneo gatuno de satisfacción.
Como quiera que la sensual caricia parecía haberla distraído de sus obligaciones le pellizque con fuerza sus labios vaginales con lo que retorno a su tarea, depositando el posavasos al alcance de mi mano, encendió el mechero, escancio generosamente el licor en la copa y depositó esta sobre la llama mientras le iba imprimiendo un lento giro para distribuir homogéneamente el calor en el ambarino licor.
Cuando considero cumplida la primera tarde de su tarea, retiro la copa de su soporte ofreciéndomela con sus dos manitas y una graciosa reverencia mientras clavaba sus ojos en el suelo, a lo que yo sacando mis dedos húmedos de su vagina y antes de cogerla de sus manos repartí sus jugos por el borde de la copa, y retirándosela se la ofrecí a probar, momento en el que llevándosela a la boca y elevándosela un poco le obligue a tomar un considerable trago que de inmediato provoco, por la falta de costumbre, que se le subieran los colores de la cara y una tímida tosecilla.
De seguida me lleve la copa a mi nariz, la agite levemente para terminar de desprender su aroma y voluptuosamente deguste un buen trago que deje reposar en mi boca mientras impregnaba la misma y mi nariz de todos los matices que proporcionaban el licor y los jugos vaginales de la chinita.
“Tienes mucho que aprender, y lo primero será enseñarte a disfrutar de los placeres del cuerpo y de la vida, en lo que espero que te apliques y no me hagas perder el tiempo. Y ahora tráeme el Cohiba para hacer esta experiencia completa”
“Oír es obedecer” retirándose mientras le daba un breve pellizco en su precioso culo.
Al momento volvió trayendo en la bandeja el habano metido en su funda metálica, una caja de fósforos largos de madera, un cortapuros de plata y un pesado cenicero de cristal de roca. Al igual que con la copa me ofreció dichos elementos con una graciosa reverencia, procediendo a coger solo el habano, que saque de su envase, apretándolo ligeramente me lo lleve a todo lo largo bajo la nariz para apreciar su aroma. Satisfecho le recogí el corta puros procediendo a amputar el extremo estrecho del mismo y devolviéndole los artículos, le indiqué que me lo encendiera.
A dicho requerimiento la chiquilla respondió con una subida de rubor a sus mejillas y la tímida confesión de que nunca lo había hecho y temía disgustarme si no lo hacía bien.
El cómodo sillón donde estaba sentado es de esos que permiten bajar uno u otro reposabrazos con lo que bajando el más próximo a la baranda le indique a la chinita que se sentara en mis rodillas mirando al exterior.
Una vez sentada, aproximándola hacía mi le di un morboso chupón en su lindo cuello mientras procedía a bajar los tirantes de su liviano vestido con lo que sus pechos quedaban a la vista de quien, a esas horas de la noche, tuviera la suerte de mirar en dirección a la terraza.
A continuación, metí delicadamente el puro en su boquita advirtiéndole de modo imperativo “Ni se te ocurra morderlo gatita. Rodéalo suavemente con tus labios como si temieras romperlo” y mientras encendí el fósforo aproximando la llama al extremo continúe “Ahora putita comienza a aspirar suavemente manteniendo el humo en tu boca mientras con tu manita derecha ve girándolo lentamente, y ni se te ocurra toser” Sonriendo pude ver como obediente procedía como le indicaba mientras intentaba, con lágrimas en los ojos, contener la tos.
“Ahora zorrita, lentamente, saca el puro de tu boca y sin abrir tus carnosos labios deja escapar lentamente el humo de tu boca” le seguía indicando mientras con mi mano izquierda le apretaba un pezón y con la derecha le estimulaba el clítoris. La escena que podíamos estar brindando a los eventuales noctámbulos era de un morbo inenarrable, de lo que era muestra la dureza y dimensiones de mi aprisionada polla que la zorrita restregaba contra su culito.
Cuando el humo dejo de salir de su boca, sustituí mi mano derecha por la izquierda en la estimulación de su ya chorreante chochito mientras con la mano libre le ofrecía un sorbo del cálido licor que la chica sorbió delicadamente “Eso es putita, retén el coñac en tu boca, ciérrala y con tu lengüita repáratelo por toda tu boca” momento en el que la chiquita adivinando mi deseo me aproximo el habano a la boca, dándole una profunda calada.
Viendo que la chinita había procedido a tragar el rico licor, posé mi boca sobre la suya que me recibió entreabierta y donde trasvasé el humo que retenía en la mía mientras a la vez metía mi lengua hasta su garganta y tres dedos hasta su todavía intacto himen en su chorreante coñito.
Decidido a terminar con los preliminares y con un pellizco en su culito hice que se levantara. Levantándome, la tome de espaldas a mí y mientras le comía morbosamente el cuello, con mis manos jugaba con sus desnudos pechos. Frente al rechazo o inquietud que había tenido al principio de la noche a las puertas de su casa ante idéntica situación, en este momento me mostro su docilidad y entrega llevando sus brazos hacia atrás entorno a mi cuello y restregando su culito contra mí, momento en que liberando uno de sus pechos baje mi mano hacia su chochito penetrándola con tres de mis dedos lo que consiguió arrancarle un sensual gemido de satisfacción.
Recogiendo el puro del cenicero, de nuevo le di una larga calada, depositando de nuevo el habano en su boquita “Prohibido morderlo o que se te caiga” tras lo que doblando su espalda le lleve sus manitas a la baranda de la terraza y con mi pie forcé que entreabriera ligeramente las piernas. Al estar la baranda algo más baja que su cintura la postura ofrecía su culito en pompa y sus pechos apuntaban al suelo, mientras, recogido el vestidito en su cintura, la chinita mantenía su cabecita lo más erguida que podía para evitar que se le cayera el humeante habano.
Recreándome en esta sugerente imagen me dirigí al cestillo de las pinzas de tender de donde recogí dos de las que me encontré de mayores dimensiones. Volviendo al lado de mi putita, que seguía nerviosa mis evoluciones con sus ojos mientras trataba de sacar el humo del habano por las comisuras de sus labios, posé mi mano sobre su duro culito, llevando mi dedo corazón a su chorreante chochito, que estimule durante un breve instante para a continuación, retirándole el habano de la boca e, introduciéndole la boquilla del puro en su coñito lo embadurne abundantemente con los jugos del sexo de la niñita, tras lo que volví a introducirlo en su tierna boquita.
Volviéndome hacia la mesa recogí las dos pinzas, aprisionando con cada una un pezón, lo que provoco en la niña una mueca de dolor mientras desesperadamente intentaba no morder ni soltar el habano y su respiración se entrecortaba, lo que provocaba que el habano pareciera un intermitente y el humo salía de sus entornados labios como de una locomotora, un reclamo más para que los curiosos que fijaran su atención en tales hechos disfrutaran del espectáculo sexual que se les estaba sirviendo.
Situándome detrás de la niña, esta volvía su cabecita todo lo que podía, con la expresión entre miedosa y de expectación ante mi próxima acción, se obligó a abrir aún más los brazos que mantenía agarrados a la barandilla para no quemarlos con el incandescente habano que sostenía entre sus labios, lo que hizo que se aproximara aún más a la baranda y quedara más expuesta a quien en ese momento levantara la vista.
Mientras daba un último trago al coñac, me baje sonoramente la cremallera sacando mi polla que, a estas horas, rígida y dura como un palo, apuntaba desafiante al cielo, lo que, en la niña, que seguía mis evoluciones provoco que se le abrieran los ojos como platos, para a continuación depositarle mi miembro entre los cachetes de su lindo culito.
Dejando la copa en la cercana mesa, e inclinándome sobre la espalda de la chiquilla, deshice el gracioso recogido de pelo que aún mantenía, asiéndole un buen mechón, a modo de rienda de la yegüecita que era y que yo me disponía a domar.
Al incorporarme y mantener tirante su pelo, la obligue a mirar para adelante y torcer su cuello hacia mi todo lo que podía. En ese momento me eche un abundante salivazo en mi mano derecha que diestramente deposite en el ojete de su culo mientras lo esparcía entorno y dentro de él con dos de mis dedos.
La chinita, avisada por ese gesto de por dónde iban mis intenciones se puso tensa, a lo que respondí con un sonoro azote en su culito que resonó como un latigazo en la noche mientras le decía “Relájate niñita pija malcriada y disfruta como la puta que eres”, mientras simultáneamente, apuntando con mi pollón a la entrada del ojete de su lindo culito procedí a metérsela hasta los huevos de un solo golpe.
Aunque pudiera estar avisada de lo que iba a suceder, eso no evito que la chinita llenara sus ojillos de lágrimas que recorrían sus mejillas, mientras hacía desesperados intentos de no soltar ni morder el habano y resoplaba como un toro echando el humo de este entre las comisuras de sus labios y orificios de su naricita.
Sin darle tregua comencé un lento y constante martilleo de su culo, que paulatinamente fue provocando que se relajara y moviera circularmente su culito en su intento de darse y darme el máximo placer , a lo que contribuyo las caricias que con mi mano derecha sometía a su coñito, continuando hasta que, notando mi inminente corrida tire cuanto pude de su cola, aumente frenéticamente mi martilleo mientras le susurraba al oído “NI se te ocurra correrte puta” para terminar descargando todo mi semen en su lindo culo.
Ya relajada, deje aún un momento mi polla en su culo, recogí de su boca el habano y dándole una larga calada disfrute el momento mientras le daba un ligero sorbo a mi copa, Apoyando mis dos manos en su cintura, retire lentamente mi miembro de su culo que apareció ante mis ojos abierto como un túnel, avisándole “Ya puedes ir cerrando tu culito gatita. No quiero que te salga ni una gota de mi leche” a lo que obedientemente cerro de inmediato su ojete, Sabiendo que al faltarle el apoyo de mi polla y ante el esfuerzo realizado podían no sostenerle sus piernas le ayude a retirar sus crispadas manos de la barandilla y a levantarse lentamente mientras la besaba suavemente y la recogía en mis brazos.
“Lo has hecho muy bien putita” le decía mientras le retiraba las pinzas de sus pezones y los sometía a un suave masaje que agradeció con una tierna sonrisa a la vez que susurraba “¿Está contento mi amo con su gatita?”
“Eso lo sabrás cuando acabe esta noche que no ha hecho más que empezar”
Concediéndole un momento de descanso para que recuperara el resuello, volví a colocarle los tirantes de su bonito vestido y le dije “Bueno ahora tenemos que conocer el resto de la casa” petición que la chinita respondió con un gesto de sorpresa e inquietud, si bien de inmediato respondió “Como mi Amo desee”
Puestos en pie y con un gesto le indique que volviera a meter mi polla dentro del pantalón, operación que hizo poniéndose en cuclillas y con la mayor suavidad ayudándose de ambas manos y besando mientras tanto mi miembro y huevos con infinita devoción.
Concluida la tarea y cogiéndola de la mano la metí de nuevo en el salón. Llegados a este punto, y como intentando retrasar el momento que sabía inevitablemente llegaría de desvirgarla en la cama de sus padres e inevitablemente con su madre dormida al lado, me fue enseñando la cocina, en cuyo lavadero tenía encerrado un cachorro de pastor alemán que yo ya conocía, los cuartos de baño y llegamos al cuarto que compartía con su hermanita.
Pulsando el interruptor encendí la luz que me mostro a la rubita niña dormida sobre la cama, destapada y sin más ropa que unas graciosas braguitas de corazoncitos rosas y en su cabeza una diadema también rosa con orejitas de gata que gustan de llevar las admiradoras de no sé qué famosa cantante adolescente. En ese momento le ordene a la chinita “Tráeme un tarro de miel” a lo que salió presurosa del cuarto.
Entre tanto saque de mi bolsillo el dispensador de la crema con cocaína que guardaba para las ocasiones y untándome una generosa gota en mi dedo índice, mientras apartaba la braguita de la niña dejando a la vista su sonrosado coñito. Ayudado con dos de mis dedos abrí ligeramente sus labios vaginales y deposité la crema allá donde debía guardarse su inexplorado clítoris, comenzando de seguida un suave masajeo sobre ese punto y sus labios mayores. Al momento la niña empezó a respirar más agitadamente mientras notaba que su vagina comenzaba a hincharse moderadamente y de su cuevecita surgía un sonrosado clítoris que me dedique a trabajar con insistencia consiguiendo que, sin despertar a la rubita, comenzara a agitarse y gemir quedamente.
En esa operación me encontró la chinita a su vuelta de la cocina desde donde traía uno de esos botes con dispensador que evitaban el derrame de la miel, En sus ojos creí adivinar un brillo de sorpresa e irritación, pero sin atreverse a proferir queja alguna, por lo que me decidí a dar un paso más en su progresivo emputecimiento y sin más explicación le espeté “Cómele el coño”.
Si bien pareció dudar, de inmediato bajo la vista y arrodillándose frente al coñito de su hermana, mientras yo seguía manteniendo apartada la braguita de la niña, deposito su boca sobre los labios vaginales, comenzando un lento chupeteo. La cosa no debió desagradarle porque al poco, colocando cada una de sus manos sobre los muslos de su hermanita para aumentar la exposición del sexo de esta, comenzó a chupar golosa, labios, clítoris, introduciendo cuanto podía su lengua, mientras yo recompensaba su dedicación dejando expuesto su adolescente coño y masturbándolo con mi dedo corazón.
La pequeña para entonces revelaba su inconsciente disfrute con repetidos movimientos a un lado y otro de su cuello y unos inconfundibles gemidos que le llevaron a algo muy parecido a lo que sería su primer orgasmo. Tranquilizada cada vez más la respiración de la rubita, la chinita despego sus carnosos y brillantes labios, llenos de flujos de su hermanita y mirándome, con un brillo de triunfo en sus ojos y una amplia sonrisa en su cara y aún arrodillada me pregunto “¿Está contento mi Amo con su puta gatita?” a lo que secamente respondí “Al final de la noche te lo diré”.
Antes de abandonar la habitación retire de la cabeza de la niña la diadema de orejas de gatita y se la coloque a la chinita que no dejo de expresar su desconcierto, aunque mantuvo un prudente silencio. Elevando su barbilla con mi dedo le dije “Te sienta muy bien, consérvalo puesto hasta que yo te diga lo contrario. Vamos, aún nos falta el último cuarto” Y viendo que salía delante mía le espete con cierta irritación “No hace falta que me guíes, se dónde ir. Recoge la miel, libera al perro y ven detrás mío” Y apagando la luz abandone la estancia llegando a la puerta del dormitorio principal.
Abriendo la puerta que se mantenía entornada encendí la luz, lo que me dio ocasión para recorrer el cuarto, que ostentosamente decorado tenía en su centro una amplia cama de no menos de dos metros de ancho, donde reposaba el cuerpo de la madre cubierto solamente por un ligero camisón de raso.
Abriendo sus amplios armarios encontré donde guardaba sus trajes de baño y apartando un biquini blanco sin forro y otro dorado metalizado que unía las copas y los extremos de sus braguitas por sendos lazos, tiré el resto al suelo por ser horrorosamente sosos.
Llegada de vuelta la chinita, acompañada del perrillo que intentaba subirse a la cama, le pregunte “¿Qué le has dado?” A lo que respondió “MI Amo, ante tus ordenes busque en internet y tras rebuscar en la mesita de mi madre encontré unas pastillas de Valium cinco. Le he machacado dos en la comida de mi madre y una en la de la insoportable niñata”
“Has hecho bien” respondí llevando mi brazo sobre su hombro y posando mi mano sobre su pecho que comencé acariciar, logrando arrancar una amplia sonrisa del rostro de la chiquilla que me miro agradecida.
“Súbele el camisón, échale un buen chorreo de miel sobre el coño, sube al perrillo a la cama y lleva su hocico a la miel”. Acostumbrada como ya estaba a no replicar mis órdenes las cumplió de seguida empezando el animalillo a chupar goloso el manjar que se le ofrecía sobre el coño de su dueña.
“Inclínate sobre la cama” lo hizo al instante y levantando su escaso vestido sobre su culo pude comprobar, pasando mi dedo alrededor de su ojete, que, o bien había limpiado cualquier resto de corrida que saliera de su culo o había cumplido mí orden a rajatabla.
Para comprobarlo y como quiera que, a resultas de los lengüetazos del perrillo, que cada vez llevaba más profundo su lengua en el coño de su ama en busca de lo que restaba de miel, esta gemía y abría ampliamente su boca le ordene “Súbete a la cama, ponte encima de la boca de tu madre y déjale caer la corrida que guardas en tu culo”
Presta a cumplir lo mandado y cuando iba a quitarse las sandalias para no subir con ellas a la cama le di un fuerte azote en el culo a la vez que irritadamente le recrimine “¿Te he dicho acaso que te quitaras las sandalias? Anda y haz lo que te he dicho”
Y sin más reparos procedió a realizar cuanto le había pedido. Con satisfacción animal comprobé como la chinita se ponía en cuclillas sobre la boca de su madre aproximando cuanto podía su culo a la boca de esta mientras se recogía con una mano el vestido y con la otra trata de orientar el rostro de su inconsciente madre lo más derecho posible al chorro que saldría de sus entrañas.
Una vez que lo tuvo enfilado y aprovechando las cada vez más frecuentes y fuertes jadeos de la madre que le hacían abrir la boca dejó caer de golpe la carga que guardaba en su interior desde que la enculara en la terraza de la casa.
“Eres una buena guarrilla, gatita mía. Ven aquí” Y al aproximarse le premie con un fuerte morreo mientras observaba como la dormida madre, con los movimientos de lengua y boca que le provocaba la comida de coño a la que la tenía sometida el cachorro deglutía la mayor parte de mi corrida.
Volviéndola frente a su madre deje que la chinita, con evidentes muestras de satisfacción, contemplara como su madre terminaba dicha tarea, que sin embargo no fue completa porque inevitablemente algunos hilillos salieron por las comisuras de sus labios ante lo que sin inmutarme le ordene “Límpiale la boca” y cuando iba a hacerlo con los tissues de una caja cercana le dije “Con tu lengua” a lo que contrariada pero obediente se dejó caer de rodillas sobre la cama y a gatas ando hasta su madre hasta que, próxima a ella se dejó caer y con su lengua limpio lo que su odiada madre no había podido engullir.
Como Amo generoso que soy no deje de premiar su obediencia chupándome los dedos índices y anular y, metiéndolos en su culo rebañar lo que pudiera quedar de mi corrida en su interior, para sacándolos, ofrecérselos a su boca que me los limpio con esmero.
Llegados a este punto y sin dejar que mi gatita se incorporara le unté una generosa cantidad de mi mezcla milagrosa en su prominente clítoris procediendo a estimularlo largamente. Cuando se hizo evidente sus primeros efectos, con gemidos cada vez más audibles y respiración agitada le ordene “Cómele el coño a tu madre” a la vez que apartaba de un manotazo al goloso cachorro que ante la sorpresa y el dolor se retiró a un rincón.
Sea porque sabía que no serviría para nada negarse o porque a estas alturas de su calentura le apetecía comerse el coño de su madre, el caso es que la chinita se aplicó con dedicación a la tarea, momento en que yo aproveche para desnudarme por completo y agarrando firmemente su culo con mis manos, apunte mi polla a la entrada de su aun virgen coño y de un solo empujón se la metí hasta los huevos.
La sorpresa y el dolor hicieron que la chinita interrumpiera por un momento la profunda comida de coño a que sometía a su cada vez más agitada y convulsa madre, pero al instante y consciente de que al fin había cumplido su deseo de que la hiciera mujer, volvió, con una amplia sonrisa y lágrimas de agradecimiento en sus ojos, a la tarea mientras yo iniciaba un fuerte y profundo mete y saca que prolongue durante unos buenos minutos en que el gusto que le estaba proporcionando hizo que dejara la comida de coño y se dedicara a su propio placer apretándose con saña sus pechos mientras sacaba pronunciadamente su lengua de su boca y sus ojos se ponían en blanco.
No queriendo que se corriera aún le indique “Guarra, ni se te ocurra correrte sin mi permiso” a lo que esta respondió mordiéndose los labios hasta empezar a sangrar levemente. Retirándola un poco de su madre la giré para ponerla frente a mí y en paralelo a su madre, con la cabeza en dirección al cabecero y dejándome caer se la metí hasta el fondo mientras ella hacía más profunda mi penetración atenazándome con sus piernas por mi espalda y agarrándose frenética a los barrotes del cabecero.
Así comencé un duro mete y saca que, al mantenerse la niña agarrada al cabecero, amenazaba con arrancarlo de la pared.
No fueron menos de tres veces en las que la chinita pidió permiso para correrse y tres veces las que me negué, hasta que, comprobando por sus convulsiones, su cada vez más agitada respiración y sus ojos vueltos en blanco corría riesgo de provocarle un sincope, le dije “Córrete”, a la vez que yo descargaba mis, a esas horas casi exhaustos huevos en sus entrañas.
Rendidos y exhaustos caímos en la cama el uno junto al otro, para, cuando repuso su agitada respiración, volverse hacia mí y con lágrimas en los ojos empezar a acariciar y besar todo mi cuerpo, especialmente mí, en ese momento morcillona polla, mientras musitaba “¡Mi Amo es Dios! Es el Amo del mundo, me ha hecho ver las estrellas, creí que me moría de gusto, te amo, te amo y nada ni nadie me separara nunca de ti” para terminar bajándose de la cama y arrodillándose y en posición de sumisión decir alto y claro “Mi cuerpo y mi vida pertenecen al Amo. Ordene y yo obedeceré sin dudar”
Incorporándome y sentándome al borde de la cama, levanté su barbilla y fijando mis ojos en los suyos le dije muy serio “Me has preguntado antes si lo habías hecho bien y ahora te digo que sí. Pero no te envanezcas, tienes aún mucho que aprender y demostrar para que te acepte como mi mascota”
“No defraudare al Amo” respondió con un brillo salvaje en su mirada.
Mirando mi muñeca pude comprobar como llevaba casi cuatro horas en aquella casa y en tan breve plazo había sodomizado a mi gatita, masturbado a su odiosa hermanita, abusado de su madre y desvirgado por fin a mi putita.
Ante lo avanzado de la hora le dije a mi recién estrenada sumisa “Ahora volveré a casa. Arregla el piso hasta que no quede rastro de lo que ha pasado, asegúrate de que el perro destroza los bañadores que he dejado allí en el suelo y luego acuéstate, sin limpiarte lo más mínimo, y duerme solo cubierta por una braguita de algodón rosa de tu hermana y con esa bonita diadema en la cabeza, que ya sabes no debes quitarte ni permitir que nadie te la quite hasta que yo te diga”
“Si mi Amo” fue su única contestación, a lo que añadí “Y ahora ayúdame a vestirme” con lo que solicita me coloco los pantalones, me enfundo los zapatos y me abrocho la camisa mientras olía mi pecho y runruneaba como una gatita feliz
Nos despedimos en la puerta con un intenso beso y sin más preámbulo llegue a mi casa donde me desplome cayendo en un profundo sueño.
Continuara…
Absolutamente morboso y excitante.