Como aprendí a viajar de gratis en autobús, y a usar el internet en el cibercafé del pueblo….
Una mujer algo madura, cuando quiere ir a visitar a sus hijos a la ciudad solo le basta ponerse de acuerdo con alguno de los choferes de los autobuses, cuando no es que se pone de acuerdo con el encargado del cibercafe para que le deje usar las computadoras a cambio de acostarse con él..
Como aprendí a viajar de gratis en autobús, y a usar el internet en el cibercafé del pueblo….
Soy casada, madre de dos hijas y un hijo, que desde hace años no viven con nosotros, cincuentona, blanca, alta, de cabello negro, aunque reconozco que me lo pinto con regularidad para tapar las canas.
Tengo unos siete kilos de más, según me dijo mi ginecólogo, que, sin falsa modestia, entiendo me sientan muy bien, ya que, gracias a mis caderas, como a mis senos, a mis años, aun le llamo la atención a más de un hombre.
Vivo en una finca en un muy apartado pueblo, con mi esposo quien, aunque trabaja como un burro, siempre estamos faltos de dinero.
Razón por la que cuando me encontraba, un poco más joven, en más de una ocasión le fui infiel poniéndole los cuernos, con más de un hombre y hasta me llegué a ir de la casa, con uno de ellos.
Para luego de casi un año después regresé preñada, y mi esposo me aceptó nuevamente, sin que me decirme nada.
Así que cuando le dije que deseaba ver a nuestros hijos y nietos, el muy queriéndose hacer el gracioso, sacó una foto de las navidades pasadas, y mostrándomelas dijo, ya los vistes.
Era su manera de decirme que no podía darme nada de dinero, para que yo hiciera el viaje a donde viven mis hijos.
Ya sabía yo que él no me daría el dinero, así que tomé algo de mis ahorros, mi pequeña maleta y le pedí que me llevara en el camión hasta el pueblo, después de despedirme con un simple adiós, desde la plaza me fui a pie hasta la terminal de los autobuses, sin decirle más nada.
Apenas entré al terminal de autobuses, un grupo de hombres entre ellos algunos mucho más jóvenes que yo, a pesar de mi edad, comenzaron a tirarme uno que otro piropo, algunos tan atrevidos, que me hicieron sentir vergüenza, a los que, desde luego, no les presté mayor atención.
Pero cuando llegué a la ventanilla, mi intención era comprar el pasaje directo, pero la verdad es que calculé mal y no tenía el dinero suficiente.
Así que casi llorando le pedí al despachador que me vendiera un pasaje, le dije que iba a ver a mis hijas e hijo, hasta inventé que mi madre estaba enferma, le dije que para cuando regresara le pagaría el resto, y nada que el condenado no me quiso vender el pasaje.
A todas estas mientras yo estuve tratando de comprar el pasaje de autobús, uno de los tipos que me había dicho los piropos, un hombre como de unos sesenta años, alto, corpulento, con facciones de indio y piel morena.
Se paró al lado de la ventanilla y escuchó todo lo que yo le decía al vendedor, así que se dio cuenta de mi problema.
Ya estaba yo por marcharme a casa, cuando el tipo ese, se me acercó y me dijo en voz baja, como si me conociera. “Señora, si usted quiere yo puedo hacerle el favor de ayudarla.”
Sus palabras hicieron que me detuviera en el acto y me le quedé viéndolo de pies a cabeza, ya estaba por mandarlo al carajo, cuando continuó diciéndome en voz baja, yo soy el chofer del autobús que sale dentro de un par de horas para la ciudad.”
Por su manera de mirarme, además del tono que usó para hablarme y de decirme eso, supe que el tipo quería algo más, que dinero a cambio de ese supuesto favor.
Aunque sin sonreírme tan siquiera, le pregunté, ¿Y cómo me puede ayudar? De inmediato tomándome por el brazo, me dijo. “Caminemos hasta el cafetín y le explico.”
Ya fuera del terminal, el tipo sin pelos en la lengua me dijo. “Mire usted se acuesta conmigo, y yo le aseguro que para mañana a esta hora se encuentra con su familia, sin tener que pagar nada.”
De no ser, que realmente deseaba ver a mis hijas, a mi hijo y a mis nietos, lo hubiera dejado sentado de culo, de la cachetada, que tuve ganas de darle.
Pero como no tenía otra alternativa, me detuve y sin pensarlo mucho le pregunté. “¿Dónde y cuándo?”
Al chofer del autobús, se le abrieron tanto los ojos, que parecía que se le fueran a salir de sus cuencas, de inmediato él me respondió. “En el bus y ahora antes de que me den la orden de salir.”
Yo me le quedé viendo, y antes de dar otro paso, sacó del bolsillo de su camisa, un pase de abordaje, el que, agarrándolo, y después de ver la fecha y destino, lo guardé entre mis senos rápidamente, al tiempo que comenzamos a caminar al garaje de la estación.
Una vez que llegamos al garaje, entramos al autobús, me dijo cerrando con llave el portón que habíamos pasado. “No se preocupe, que nadie entra aquí a menos que sea uno de los choferes, y el único bus es el mío.”
Yo me sentí bien confiada con sus palabras, y después que entramos en el autobús, me señaló mi asiento, justo de tras de él, me dijo. “Bueno quítese toda la ropa.”
Realmente solo pensaba bajarme las pantaletas y subirme la falda del vestido, pero continuó diciéndome. “Tenemos más de una hora antes de que me den la orden de salir, así que no se preocupe. Que lo vamos a pasar muy bien los dos aquí solitos.”
Después de escucharlo decir eso, sin vergüenza alguna, me comencé a desnudar, y mucho antes de que yo terminara de hacerlo, ya él se había quitado toda su ropa, menos las medias y zapatos.
No bien terminé de quitarme el sostén y las pantaletas, que él se me fue encima, comenzó a besarme y acariciar todo mi cuerpo, en medio del pasillo del autobús.
En cosa de segundos vi como su adormilado miembro se fue parando, una de sus manos se clavó sobre mi coño, y con sus dedos continuó agarrándomelo e introduciéndolos, hasta que me agarró mi clítoris.
Eso nada más bastó, para que yo me dejase caer sobre los acojinados asientos, quedándome con mis piernas bien abiertas.
El chofer agarró su verga y la dirigió directamente a mi peludo coño, al tiempo que continuaba besándome, colocando su cuerpo sobre el mío, sentí como me iba entrando toda su verga, y en cosa de pocos segundos yo ya estaba toda húmeda por dentro.
Nada más de pensar que le estaba volviendo a ser infiel a mi marido, me calentó mucho más, y en medio de todo hasta pensé en algún día darle las gracias, por ser así.
Así que comenzamos a movernos, y por un buen rato teniéndolo de frente, mientras que me besaba y acariciaba mis tetas, me dijo. “Ahora dese la vuelta.”
Eso me asustó, porque hacía mucho tiempo, que nadie me daba por el culo, pero el viaje bien valía la pena, así que, sin oponerme para nada, después de que sacó su verga de mi coño, me coloque de espaldas a él ofreciéndole mis nalgas, y separando algo mis piernas.
Cuando volví a sentir su parada y caliente verga, nuevamente dentro de mi coño, a medida que yo movía mis caderas, él no dejaba de meter y sacar su verga, una y otra vez, agarrándome las tetas, y presionándome contra su cuerpo, diciéndome que yo estaba bien buena y rica, que me movía mejor que una de quince.
Hasta que sentí que sus movimientos se hicieron más rápidos y fuertes sus embestidas contra mi cuerpo y mi coño, para finalmente detenerse, para sacar su verga de mi coño, y bañar mis nalgas con su leche.
Una vez que sentí que él había sacado su verga de mi coño, y que se había venido sobre mis nalgas, yo continué dándome dedo hasta que terminé de disfrutar del orgasmo que tenía en puertas.
Apenas él se paró, se comenzó a vestir y entregándome un montón de servilletas, me dijo. ¡Ahora, límpiese, y si quiere haya hay un baño para que se lave, pero no se me pierda, si quiere espéreme en el bus, para que no tenga que hacer fila para entrar!
Yo me limpié las nalgas, y me puse el vestido por encima para luego ir al lavado que me había señalado, donde terminé de asear mi coño y arreglarme, pero sin encontrar mis pantaletas, regresé al bus, y esperé sentada en mi asiento a que saliéramos.
Ya en el trayecto, él en cada una de las paradas que realizó, me trajo café y algo que comer, pero ya en la encrucijada, me bajé con él, y sin que me lo pidiera lo fui llevando tras el autobús, y en medio de la oscuridad, me agaché rápidamente, saqué su verga del pantalón, y sin demorarme mucho me puse a mamárselo.
El chofer nuevamente parecía que sus marrones ojos se le fueran a salir de las cuencas, viendo como yo le estaba mamando su verga, en agradecimiento por los varios favores que me había hecho.
Pero de paso también lo hice para que me recordase con facilidad, a ver si corría con la suerte de volvérmelo encontrar de regreso.
No bien terminé de mamar hasta la última gota de su leche que me puse de pie, y nos dirigimos al restaurante, donde tras tomarnos un café y comernos algo, regresamos al bus, y fue cuando nos pusimos hablar.
Resulta que el chofer, conocía a mi esposo, y que dándose unos palos de ron en un bar de mala muerte que hay en el pueblo, mi marido en una ocasión, que se emborrachó bastante, les dijo a él y a sus amigos que yo me había cansado de ponerles los cuernos.
Cosa que, aunque de cierta manera es cierta, no es para que se la pase diciendo a todo el mundo, el muy cabrón.
Yo le aclaré al chofer, que eso no era del todo cierto, que cuando lo hice fue por necesidad, ya que con lo poco que le pagaban a mi esposo para esa época, apenas y nos daba para comer.
Después de que llegué a ciudad y estuve casi tres meses viviendo en casa de mis hijas e hijo, cuando decidí regresar a casa, mi marido no había día que no llamase, rogándome que regresara.
Así que, aunque mis hijas e hijo me ofrecieron pagar el viaje en avión, yo decidí regresar en bus, con la esperanza de volverme a encontrar con aquel chofer.
Es verdad que no tuve la suerte de encontrarlo, por lo que tuve que esperar casi medio día, a que llegase un chofer que fuera para donde yo iba y que se fijase en mí.
Así fue como conocí a otro chofer un poco más joven, quien tras escuchar como prácticamente le lloraba al vendedor, cortésmente me ofreció un trato, a cambio de llevarme a mi pueblo.
No dudé en aceptarlo y nos fuimos a un cercano motel, donde apenas nos quitamos la ropa, me dijo que me quería dar por el culo.
Ya le había dicho que si, así que no me podía echar para atrás, cuando me recosté sobre la cama y me puse en cuatro patas, ese otro chofer, lo primero que hizo fue pasarme sus dedos embadurnados con su propia saliva, hasta que finalmente me enterró su buen pedazo de carne por mi culo.
Yo después del dolor que sentí, al ser penetrada por el chiquito, comencé a moverme mientras que él sujetaba mis nalgas con sus manotas, apretándome una y otra vez contra su cuerpo.
No sé qué comen o beben esos choferes, que tardan bastante en venirse a diferencia de mi pobre marido que en ocasiones no ha terminado de meterme su verga cuando se ha venido como un mismo pendejo.
Cuando finalmente él se vino dentro de mi culo, los dos quedamos tendidos sobre la cama, hasta que nos llegó la hora de vestirnos.
Y de igual forma que hice con el otro chofer, apenas se me presentó la ocasión ya acercándonos a mi pueblo en la última parada antes de llegar, le di una buena mamada de verga, como dicen, para que no me olvide.
Nada más regresé a la casa, le armé una tremenda pelea a mi esposo, por andar contándole a todo el mundo que yo, y que era una puta, y que ninguno de mis tres hijos es de él, aunque sea verdad, no me gusta que se enterase todo el mundo.
Se preguntarán, como siendo tan pobres, que, para visitar a mis dos hijas y a mi hijo, tuve que acostarme con los choferes de los autobuses en los que viaje, esté usando internet, mientras estuve en ciudad.
Mis hijas me explicaron lo que era, y hasta me ofrecieron regalarme una computadora, pero les dije que no, porque lo más probable es que no tuviera para pagar la conexión.
Pero un día de visita en el pueblo, pasé frente al cibercafé, me dio curiosidad y entré, al principio solamente me comunicaba ocasionalmente con mis hijas, pero me di cuenta de que no podía seguir haciéndolo, ya saben por falta de dinero.
Pero también me di cuenta, de la manera en que el chico que estaba a cargo del cibercafé se me quedaba viendo.
Pero como vi que era bastante tímido, no tan solo conmigo sino con todas las mujeres que usábamos el cibercafé, supe que debía ser yo la que diera el primer paso.
Así que una mañana bien temprano, apenas llegué al pueblo, hora en que el negocio se encontraba vacío, llegué a solicitar los servicios, al principio únicamente abrí mi correo.
Pero buscando alguna excusa para hablar con él, me le acerqué en silencio, y pude ver lo que él tenía en la pantalla de su monitor puesto, era un video porno, bien explicito, el chico estaba tan y tan concentrado en eso, frotándose su cosa por encima del pantalón, que ni cuenta se dio de que yo estaba a su lado después de un buen rato.
Cuando él se dio cuenta de mi presencia, se asustó y trató de salir de la página que estaba viendo.
Pero en su confusión, en lugar de lograr salir, paso a otro video donde un par de negros, con unas vergas bastante grande, mientras uno se lo metía por el culo, a una chica bien blanca y rubia, la que sin vergüenza alguna miraba hacía la cámara.
Al tiempo que se relamía los labios, sosteniendo la verga del otro frente a su boca, en fin era aún mucho más caliente y morboso, que el que él estaba viendo originalmente.
Yo me quedé de lo más tranquila y le dije, en un tono de broma. “Cualquiera diría que eso no le duele, por la cara que ella pone.”
El chico se medio sonrió, y continué diciéndole. “No te parece una exageración lo que están haciendo esos tres, no es que no esté de acuerdo, pero en mi caso prefiero hacer las cosas un poquito más íntimas, sin que nadie más se entere.”
Al tiempo que le fui diciendo esas palabras, coloqué mi mano suavemente, sobre el caliente bulto que el jovencito tenía formado entre sus piernas.
El chico algo asustado, comenzó a ver hacía todos los lados, y cuando se dio cuenta de que éramos los únicos, dentro del local, rápidamente se levantó de su silla, se dirigió a la puerta, la cerró y apagó las luces, para luego dirigirse donde mí, y agarrándome por una mano me llevó a la tras tienda.
Casi de inmediato se me tiró encima, tratándome de besarme y acariciar todo mi cuerpo, le dije. “Espérate, vamos a hacer de todo, pero con calma, para que lo podamos disfrutar los dos.”
El chico se quedó más tranquilo, mientras que yo me comencé a quitar mi vestido, él sin quitarme los ojos de encima, con su boca abierta comenzó a soltar lentamente los botones de su camisa.
Yo rápidamente quite todo, hasta mis pantaletas, quedando totalmente desnuda ante él, quien apenas y se había soltado un par de botones de su camisa.
Por lo que yo con toda mi calma, comencé a soltarle el pantalón, mientras que el joven, se quedó de pie frente a mí, sin mover ni un dedo.
Apenas le bajé los pantalones y sus interiores, al ver su miembro casi totalmente erecto, lo tomé entre mis dedos, y comencé a manipularlo llevándomelo a la boca.
Con toda mi calma, comencé a lamérselo lentamente, pero cuando vi que el chico estaba sumamente excitado, dejé de hacerlo poniéndome de pie, para luego recostarme sobre un camastro que había en la trastienda, con mis piernas completamente abiertas, y tomándolo de la mano lo atraje hacia mí.
Lentamente sentí como su joven, dura, y caliente verga, comenzaba a penetrar mi peludo coño.
Como soy mucho más alta que él, su boca quedó justamente sobre mis grandes tetas, y casi de inmediato su boca se dedicó a chupar mis oscuros pezones, al tiempo que yo comencé a mover mis caderas, de un lado a otro.
El chico no tardó mucho en venirse, quizás por lo excitado que se encontraba, por ser la primera vez que lo hacía de verdad, verdad, como después me confesó.
Yo me quedé con muchas ganas, así que esperé un corto rato, desnuda a su lado tendida sobre el camastro.
Tras lo cual volví a tomar su miembro entre mis dedos y sin demora alguna, me dediqué a mamárselo, y en cosa de segundos, su verga volvió a tomar cuerpo, para nuevamente volver a colocar su verga dentro de mi húmedo y caliente coño.
Así estuvimos hasta que yo disfruté de un orgasmo, y él volvió a venirse dentro de mí.
Después de lo cual, con toda confianza, continué asistiendo al cibercafé, uso regularmente los equipos, y ocasionalmente me acuesto con el joven.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!