comprobando una historia de mi padre, un viejo verde en el bus retirado

Mi padre no era alguien muy agradable, era un padre verde que se excitaba por las jovencitas y le gustaba ir a pasear en los buses, segun por la nostalgia de ir a trabajar, pero descubri en un diario suyo que no… y me dio curiosidad su actividad, asi que intente probar lo mismo que el.
Bueno esta demas decir que mi padre no era alguien muy fiel a mi madre, por lo que se, se divorciaron por las diversas aventuras del mismo, pero esto no es algo que me esperara.

El concepto de arrimones o enxocada es bastante nuevo para mi, aunque por lo que veo hay un mundillo bastante desarrollado en ello, algo que tambien sobra decir, no me tomo por sorpresa despues de lo que lei en el diario de mi padre.

En resumidas cuentas mi padres es un viejo verde… uno de esos hombres que va en el transporte publico manoseando señoras y demas, pero es un viejo verde premium, encontre varias anecdotas en donde no solo manoseaba si no que tambien avanzaba a mas, agarrar nalgas, sacarse la verga y precionarlas contra sus culos, y en unas cuantas incluso cogerselas… sip cogerselas, y la verdad me sorprendio el hecho de que lograra algo asi.

Sea lo que sea mi padre es o era alguien bastante listo, asi que creo sus reglas y limites para dar estos «Arrimones»

La hipótesis era clara: el comportamiento humano, en condiciones de estrés y hacinamiento predecibles, sigue patrones observables condisionado sea por los intintos o por otras cosas como el ego de ser halagadas, una de sus reglas era»Busca a la que no lucha».

En español hay mujeres que buscan esta situacion, arrimones consensuados, es de caballeros no molestar a las demas que no lo desean, y evita muchos lios.

El sujeto fue identificado a los tres minutos de viaje. Mujer, probablemente de 20 años, atuendo casual, con una falda que permitía movilidad, no excesivamente ajustada. Zapatos bajos, prácticos. No portaba audífonos, su mirada no se perdía en el celular. Estaba de pie, agarrada a un poste, pero su cuerpo no estaba rígido. Tenía la postura simple dandole la espalda al pasillo.

Esperé a la siguiente curva cerrada. La física hizo el trabajo inicial: el frenazo brusco lanzó a varios pasajeros hacia adelante. Yo, calculando la inercia, me dejé llevar hacia ella. El primer contacto fue de manos, un roce que podría ser accidental. Ella retiró la suya, pero no con un gesto brusco de disgusto, sino con una lentitud deliberada. Dato curioso: No hay rechazo inmediato

El segundo paso era la estabilización. Me afirmé contra el poste, creando una burbuja mínima alrededor de nosotros con mi cuerpo. Mi padre anoto que «El espacio no se pide, se toma en ese situacion. La aceptación es el primer ‘sí’ mudo, el primer empujon de su trasero para que la toques». Ella no se encogió. No intentó girarse. Ajustó su agarre y respiró hondo. Su nuca estaba expuesta. Vulnerable.

El análisis era frío, clínico: ritmo respiratorio ligeramente acelerado, piel erizada en sus brazos a pesar del calor de la aglomeración. Variables controladas. No era miedo. Era excitación.

Llegó la siguiente curva. Esta vez, el movimiento fue mío. Un balanceo calculado, un deslizamiento de mi cuerpo contra el suyo. La presión fue precisa, deliberada. Mi mano, que sostenía mi mochila a la altura de la cadera, se deslizó unos centímetros. El dorso de mis nudillos rozó la tela de su falda, en la curva de su nalga. Fue un contacto eléctrico, que puso mi corazon a cien por la situacion.

Ella contuvo el aliento. Un segundo. Dos. Luego, exhaló lentamente. Y entonces, hizo lo más significativo: en lugar de apartarse, arqueó levemente la espalda, una concavidad mínima que acortó la distancia entre su cuerpo y el mío, era la Confirmación: Consenso.

Y por mas estupido que suene mi padre tenía razón. No se trata de tomar y ya, sino de ser invitado a tomar. Es un baile de microgestos, un lenguaje de presión y cesión.

Mantuve la posición durante dos paradas más. El contacto era constante y en la locura de la calentura, comence a acariar y agarrar un poco mas, una línea de calor compartido a través de la tela. Ya no era un roce, era una presencia. Una afirmación. Ella bajó la cabeza, una sonrisa casi invisible jugueteó en sus labios que apenas se veia por su reflejo en el cristal. Era poder, pero no el mío. Era el poder de un secreto compartido en medio del gentío, de una verdad que solo nosotros dos conocíamos.

Bajé en mi parada. Nuestras miradas no se encontraron. No era necesario. La metodología de mi padre es sound. Es replicable y creo que… le estoy agarrando la onda a esto, pronto si consigo mas avance es ire publicano mas relatos, me gustaria saber si hay mas tecnicas o formas para hacer esto