Con 8 años me enamoré de mi nanni. Parte 2
Relato lésbico entre Sofía (8 años) y su nanni Alexandra (30 años)..
Tras dormir esa primera noche con Alex, me despertó más temprano de lo normal.
– Buenos días, Sofi.
– Hola…
Desperezandome en la cama y con la tenue luz de la mañana fue cuando recordé que estaba casi desnuda y me tapé por inercia.
– No hagas eso… Me gusta verte…
Tras decir eso se acerco a mi cuerpo y empezó a besarme el pecho.
Recuerdo que sobretodo besaba mi pezón derecho, que pese a ser infantil, reaccionaba ante ella.
– Te gusta lo que sientes, ¿a que si?
– Sí…
– Si no se lo dices a nadie, lo puedo seguir haciendo. Será nuestro secreto. Y te puedo hacer otras cosas que te relajen y te gusten para dormir bien. Ya no tuviste más pesadillas, ¿verdad?
– No.
– ¿Quieres que siga haciéndote esto otros días?
– Sí…
– Tienes que ir a la ducha, hay que ir a la escuela. ¿Quieres que te acompañe y te enseño otro juego de relajación?
– No…
– ¿Por qué? Porque estarás desnuda ¿no?
– Sí…
– A ti eso te da mucha vergüenza. Como en los vestuarios de la piscina, ¿verdad?
– Sí…
Sé acercó a mi oído derecho, copo una pierna entre las mías y colocó su mano entre mis muslos.
– Si te gustó lo de anoche fue porque teníamos poca ropa. Como ahora.
¿Te imaginas esto sin ropa?
Me separó los muslos y subió su propia pierna para que mi clitoris infantil rozase su muslo.
Yo peque un salto fruto de la excitación.
– ¿Quieres al menos que lo intentemos?
– Vale…
– Vamos al baño.
Cuando llegamos, se desnudó sin vergüenza y comenzó a llenar la bañera. Se acercó a mí, que solo tenía puestas unas braguitas, se arrodilló y me beso todo el cuerpo de nuevo.
Yo perdía el equilibrio de la oleada de sensaciones y apoyaba parte de mi peso en sus hombros.
– ¿Me dejas quitartelas?
– No sé…
– ¿Confías en mí?
– Sí.
– Voy a quitartelas…
Dejé que lo hiciera y nisiquiera me dio tiempo a tratar de ocultar mi cosita con mis manos. Agarró mis caderas y besó mi pubis con mimo, sin llegar aún a mi rajita.
Me dio la vuelta despacio y tuve que apoyar ambas manos en la pared para no perder el equilibrio.
Besó una de mis nalgas, luego la otra, y separó ambas con los dedos para lamerme el ano.
Me asusté y me giré de golpe, escondiéndole mi culo.
– Ven – me dijo riéndose y tendiendome su mano.
Agarré su mano y puse un primer pie en la bañera.
– Está muy caliente.
– Lo sé. Es que para jugar, tiene que estar así.
No cuestioné nada más y entré. Cuando me iba a sentar, me lo impidió.
– Espera. Quiero que te sientes conmigo.
Se sentó ella y estiró sus piernas en el centro. Haciendo que yo tuviera que separar las mías para dejarle espacio.
Luego agarró mis manos y me hizo caer de rodillas sobre ella tirando de mí. Rodeando sus muslos con los míos.
Agarró mis nalgas y de un solo tirón, me pegó a su cuerpo. Mi pubis chocó con su vientre y un calambre me recorrió el cuerpo.
Ella sonrió abiertamente y me acarició el pelo.
– ¿Estás bien?
– Ahá.
– Primero vamos a lavarte el pelo…
Puso una mano en mis lumbares y la otra en mi pecho. Empujándome hacia atrás hasta que mi pelo tocó el agua, impidiendo con la otra mano que me alejarse de ella y quedando completamente expuesta. Me mordió la piel del pecho de manera suave y me incorporó de nuevo.
Sin decir nada más, puso champú en su mano y lavó mi pelo. Para luego volver a realizar la maniobra de antes y enjuagarlo mientras besaba y lamía mi tripa, pecho y pezones de una manera extraordinaria para una niña de 8 años.
– Ahora tengo que lavarte el cuerpo.
Puso gel en su mano y lavó mis hombros, mis brazos, mis pies, mis piernas, mi espalda… Todo lo hizo con caricias. Erizamdo cada poro de mi piel.
Me miró directamente a los ojos cuando coló ambas manos en mi trasero, separando mis nalgas y acariciando mi ano con los dedos.
Gemí involuntariamente.
– ¿Te gusta?
Asentí por vergüenza a hablar.
Movió su mano a mi pecho y sonrió.
– El corazón te va muy deprisa. ¿Quieres que pare?
– No…
Sonrió ampliamente y colocó su mano plana sobre toda la superficie de mi vulva.
Aún mirándome a los ojos, separó mis labios y paseó muy despacio un dedo entre ellos.
No se dejó ningún hueco sin acariciar.
Pasó tímidamente por mi clitoris y yo abrí los ojos todo lo que pude. Jamás había sentido tanto placer de golpe. Mi cuerpo saltó como si tuviera vida propia. Alex volvió a sonreír y llegó con su dedo a mi vagina. La acarició con movimientos circulares, haciendo presión en ella pero sin querer penetrarme.
– ¿Te gusta?
Asentí de nuevo sin hablar.
– Dímelo.
– Sí.
– ¿Sí qué?
– Que sí me gusta.
– ¿Quieres que sigamos jugando?
– Sí.
Me levantó casi sin esfuerzo colocando nuestras piernas de manera intercalada. Ahora mbs teníamos el muslo de la otra rozando nuestra parte más íntima.
– Confía en mí.
Nos puso de rodillas y me hizo apoyarme en su muslo.
Enseguida sentí una oleada de placer al sentir mi propio peso aprisionando mi clítoris contra su piel desnuda.
Ella gimió y me percaté de que mi muslo golpeaba su zona íntima también.
– Quiero que te muevas. Así. Despacio.
Colocó mis brazos en sus hombros, sus manos en mi cintura. Y comenzó a moverme adelante y atrás.
Enseguida sentí placer en esa acción y empecé a moverme por mi misma.
– Mírame.
Lo hice y me besó en los labios.
– Eres preciosa.
Su beso fue lento. Atrapó mi labio superior entre los suyos, luego el inferior. Después lamió ambos labios de lado a lado y se hizo paso en mi boca buscando mi lengua y respirando contra mí.
Mi cuerpo se movía por sí solo.
Cada vez más deprisa.
El agua estaba tan caliente que abrasaba. Pero daba una sensación de placer en mis partes íntimas que no había experimentado nunca.
Ella empezó a gemir muy bajito y a moverse bajo mi cuerpo.
Eso me excitó, aunque no entendía lo que me pasaba. Y yo también comencé a rozar e contra su muslo con más fuerza y velocidad.
El placer era muchísimo y en cierto momento ella empezó a temblar y miró hacia arriba, curando su espalda y apretándome contra su pecho impidiendo que siguiera moviéndome.
– ¿Que te pasa?
– Tranquila mi amor. Eso era un orgasmo. Cuando juegas a esto mucho, tienes uno.
– ¿Y yo he tenido?
– No cariño, tu eres muy pequeña aún. ¿Pero a que te ha gustado?
– Sí.
– ¿Tus padres te han hablado alguna vez de tus partes privadas?
– Sí.
– ¿Y qué te han dicho?
– Que los niños no pueden tocármelas. Ni las personas que no conozca.
Sonrió y yo no entendí el motivo. Ahora sé que sonrió porque técnicamente, ella no había roto ninguna regla. Ni era una desconocida, ni era un niño.
– A tus padres tampoco les gustaría que juegues a esto conmigo. ¿Lo sabes?
– Sí. Como los besos en la cama.
– Exacto. ¿Te han hablado de eso?
– No. Pero sé que está mal.
– No, mi amor. No está mal. Pero a veces a los niños les dicen que está mal para que no lo hagan. Porque son cosas de mayores. Pero hay niñas como tú, que si que saben jugar y se lo pasan bien. ¿A que sí?
– Sí.
– Pero si se enteran… Quizá se enfadan con las dos y me tengo que ir de aquí.
– No…
– Tranquila. Si no decimos nada, nunca lo sabrán. Así podemos jugar tú y yo solas. Te enseñaré más juegos y nos lo pasaremos muy bien.
¿Qué me dices?
– Que sí.
– Pues venga. Vamos a secarnos y a vestirnos, antes de que se despierte todos.
– Vale. Oye Alex…
– Dime mi amor…
– Te quiero…
– Y yo a ti corazón – agarró mi cara y me besó los labios.
Continuará…
Necesito que continúes,me encantó tu relato y sentí que estaba en el agua con ustedes
Me alegra haber conseguido ese efecto en ti. La tercera parte está muy cercana en el tiempo.
Excelente relato de iniciación de la pequeña nena.
Sigue, ya estamos suspirando por más relatos.
Habrá más partes. Esta historia aún tiene mucho que mostrar. Gracias por leer
Me encantan tus relatos, estoy ansiosa por leer el resto de la historia UwU
bb😏
Cuando sale la parte 3?responde porfa
Maravilloso relato. Esperando la tercera parte!!
Que ricura de relato, ganas de leerte y ver como la nenita disfruta
Esperando el siguiente relato porfavor ya quiero leerlo