Con los perros de mis amigas y alguien más
Mi primera experiencia de zoofilia y algo más .
Tenía 6 o 7 años cuando esto pasó sin planearlo.
Estaba pasando un fin de semana en casa de una amiga del colegio en las vacaciones de verano. Ella vivía en una casa grande con jardín y tenía una perrita de raza pequeña muy bonita. Como hacía calor, nos pasábamos el día en bañador, en pantaloncillos cortos o directamente en braguitas y una camiseta de tirantes para jugar y correr sin sudar mucho.
La perrita nos seguía a todos lados y también dormía con nosotras muchas veces. Y fue en una de las noches en las que durmió con nosotras cuando todo empezó…
Mi amiga dormía en la litera de arriba y la de abajo la dejaba para las visitas, así que no me podía ver si no se asomaba. La perra se había subido a la cama conmigo y la última vez que la miré antes de quedarme dormida vi que estaba entre mis piernas muy a gusto y relajada, profundamente dormida.
Recuerdo que aún era de noche y la casa estaba en silencio así como mi amiga en su cama sobre mí. Me desperté por una sensación rara entre las piernas y notaba humedad. Despierta del todo levanté un poco la cabeza para ver qué pasaba y descubrí en la penumbra que la perrita se había despertado y me estaba lamiendo el chichi atraída por mi olor o por el flujo. Había aprovechado que yo dormía con las piernas separadas para empujar con su hocico contra mi chichi hasta que logró meterlo por mis braguitas y lamer.
Me sentí muy extraña y sorprendida sin saber qué hacer y rezando para que mi amiga no se despertara y lo viera. Aparté a la perra de mí y cerré las piernas pero ella se relamía ansiosa. Al final la bajé de la cama y me volví a dormir.
De nuevo me desperté con la misma sensación y me encontré en la penumbra tumbada bocarriba y con las piernas separadas. La perrita volvió a subirse a la cama en algún momento y de nuevo había enterrado su hocico húmedo por un lado de mis braguitas para lamerme la raja con ansia.
Su lengua me hacía tener espasmos de placer, sobre todo cuando rozaba mi clítoris minúsculo con la punta de su lengua. La aparté un poco sintiéndome muy rara y sucia, culpable por todo eso pero ella volvió a empujar la tela de mi braguita y me metió el morro por la ingle. Me tapé la boca sin soportar esa lengua ansiosa que me daba mucho placer en mi agujerito de la vagina aún cerrada. Sus lametazos rápidos me humedecían y la punta de su lengua se metía por mi agujero presionando seguramente mi himen.
Era muy novedoso y sabía que estaba muy mal pero me dejé hacer aun así y separé un poco más las piernas sin dejar de taparme la boca con ganas de gimotear de puro placer. Mis braguitas estaban empapadas de baba de perro y de mi propio flujo, lo podía notar mientras ella seguía devorándome ansiosa. Al final me quité las braguitas al ver que le molestaban a la perrita y entonces sí que quise gritar o gemir alto en cuanto ella se dio cuenta del espacio que había ganado para comerme. Me puse la almohada sobre la cara y me dejé hacer, con la piel estremecida y la rajita hinchada de pura excitación infantil.
Me chupó sin cansarse un buen rato. Me comió la entrada, el anito y el clítoris con pasión hasta que exploté contra la almohada teniendo mi primer orgasmo y, como la perra no paraba, cerré las piernas de golpe y me encogí temblando por el orgasmo tan fuerte y novedoso. Al final me puse de nuevo las braguitas y me tapé con la sábana para impedir que la perra volviera a husmear entre mis piernas y me dormí mojada y con todo hinchado del orgasmo.
Desde entonces me sentí muy culpable y sucia pero a la vez deseaba volver a la casa de mi amiga para repetirlo. Me había vuelto una zoofílica sin saberlo y es algo que mantengo a día de hoy por culpa de esa perrita.
Hubo otras ocasiones con esta perra sin que nadie lo supiera pero se murió y mi amiga no volvió a tener más animales. Lo más divertido fue que pude seguir haciéndolo con los perros de otros amiguitos.
Fue en casa de otra amiga (mi papá no me permitía tener amigos chicos y mucho menos dormir en su casa). Esta vivía en una casa a las afueras, casi en el campo que tenía un escondite perfecto entre los muchos árboles de la finca. Lo distinto fue que no tenía una perra sino un macho y de raza grande porque era un perro guardián. Al principio me daba un poco de miedo porque ladraba mucho a los desconocidos pero luego se fue acostumbrando a mí y no dejé de pensar en cómo conseguir lo que quería. Ya tenía como 8 años y mis intenciones zoofílicas eran fuertes. Encima ese perro tenía unos testículos y un pene grandes que me quedaba mirando de vez en cuando.
Pues fue en una tarde también de verano cuando logré hacer algo con este perro guardián, aunque nunca pensé que se podría torcer tanto. La familia de mi amiga era ciertamente adinerada y acomodada, así que varias veces a la semana ella recibía clases de piano con una maestra que iba a su casa. Esa vez que estuve allí tenía clase de una hora y no me dejaron estar delante así que me fui a jugar al jardín con el perro. Me metí entre los árboles y arbustos que había cerca del muro más alejado de la casa e intenté ser sucia con el perro. Me quité los pantalones cortos y me senté con las piernas abiertas delante del perro y traté de llamar su atención de muchas formas. Él iba y venía juguetón pero no se dio cuenta de mis intenciones así que me costó mucho que me captara. Llegué a quitarme las braguitas y acerqué mi vulva a su hocico que le agarraba con la mano. Empezó a olfatearme con curiosidad y me dio algunas chupadas con su lengua enorme y caliente. Me estremecí mucho y dudé en si seguir o no pero al final no pude resistirme.
El perro ya estaba pesado y ansioso conmigo. Intentaba meterme el hocico entre las piernas y lo empujaba haciéndome cosquillas. Al final decidí tumbarme en la hierba bocarriba y abrir las piernas todo lo que pude. Enseguida el perro se puso nervioso por mi olor o lo que fuera y comenzó a lamerme con fuerza toda la rajita de arriba a abajo. La sensación de esa lengua tan grande era demasiado para mí y gemí mucho estremecida, era mucho mejor que la lengua pequeña de la otra perrita sin duda.
Se me abrió el agujerito sellado por el himen, se me hincharon el anito, los labios y el clítoris y yo gemía y me retorcía entre los árboles con ese perro guardián al que se le estaba saliendo el pene de la excitación y me fijé en ello pero no hice nada.
En un momento dado tuve que levantarme porque me hacía pis y me puse de cuclillas de espaldas al perro para orinar. Este se acercó y olió mi pis y hasta lo lamió según caía pero lo que no me esperaba es que intentara montarme. Se subió a mi espalda y me hizo caer hacia delante quedando casi a cuatro patas en una postura extraña. Intenté quitármelo de encima pero el animal me agarraba de las caderas con las patas delanteras y no paraba de culearme como loco. Me asusté al sentir la punta de su pene rozarme la rajita e incluso presionar mi entrada pero sin llegar a acertar de lo excitado que estaba conmigo. Lo peor fue que sí acertó por desgracia a meter un poco la punta a la fuerza en mi anito haciéndome mucho daño. Me quejé en voz alta sintiendo muchísimo escozor por la dilatación forzosa y caí de bruces al suelo sobre mi propio pis que me mojó la tripa y la camiseta, pero al menos el perro se había apartado para lamerse la erección y el nudo enormes.
Me toqué con cuidado el ano y no vi sangre en mis dedos pero me dolía demasiado y mi corazón latía muy fuerte por el susto. Me estaba levantando con la ropa sucia y mojada de pis cuando me encuentro al viejo jardinero mirándonos con una mano moviéndose dentro de sus pantalones. Me sentí fatal y avergonzada por ser descubierta y encima así de sucia, me entraron ganas de llorar segura de que se lo iba a contar a los papás de mi amiga pero en vez de eso se acercó a mí y aquí vino lo peor y lo inesperado.
El viejo aprovechó que estaba medio desnuda para tocarme la rajita pelada mientras se masturbaba ya con el pene fuera de los pantalones. El perro se nos quedó mirando jadeante y con gran inflamación en los genitales que goteaba semen sin parar. Quise gritar y alejarme pero él me retuvo tapándome la boca y siguió tocándome todo. Al final se puso a mi altura y me subió la camiseta para lamerme los pezones y el pecho plano. «Qué cochinas sois las pakistaníes», me dijo antes de tumbarme de nuevo y ponerse sobre mí inmovilizándome con su peso. Sentí la punta de su pene contra mi rajita mojada de babas de perro y la rozó contra ella sin destaparme la boca y sin importarle mis sollozos y mis lágrimas. «Qué ricas las niñas pakis como tú tan morenitas y suaves», volvió a decir entre jadeos. Bajó un poco más y comenzó a lamerme la rajita sin importarle que hubiera babas del perro. Yo me quería morir de miedo y confusión pero no podía hacer nada más que temblar y sollozar. Ahora es verdad que esta experiencia me excita y me masturbo recordándola, pero les juro que sentí terror de verdad en su momento.
«Tan peladito y rosado. Te gusta que te lo coman los chuchos verdad, guarrita? Todas sois unas guarritas» Me decía con la boca contra mi chichi. Al final se levantó y me alzó con él y me puso de rodillas ante él, rozando su punta contra mi mejilla húmeda por las lágrimas. «Te voy a quitar la mano de la boca, como grites te voy a hacer mucho daño, lo entiendes?» me preguntó. Asentí con la cabeza asustada y entonces quitó la mano. Llamó al perro a media voz ya que se había alejado un poco de nosotros y este vino con la erección balanceándose según andaba. Le agarró del collar y lo acercó a nosotros, cogiéndole por detrás el gran pene rojizo por el nudo y me lo pasó por los labios. «Qué tal si tú chupas al perrito ahora? Abre la boca, paki» y me metió un poco más allá de la punta en mi boca a la fuerza y me hizo chuparla mientras él se masturbaba muy cerca de mi cara.
Les juro que el sabor era muy desagradable además del olor. Me dieron arcadas pero el viejo no me dejó casi ni tomar aire. Chupé al perro notando que echaba semen caliente en mi boca que yo iba tragando para no atragantarme. Lloré en silencio por la situación pero no tuve más remedio que dejarme hacer porque el jardinero sujetaba con fuerza mi mandíbula hasta hacerme daño y me movía la cabeza. Al final soltó al perro y cambió su pene por el suyo que metió a la fuerza en mi boca y me la violó con ansia hasta hacerme vomitar y llorar más pero no se detuvo. «Eres una niña chupapollas y muy guarrilla» me decía gruñendo y jadeando del placer de mi boca. Estaba aturdida, asustada e impotente totalmente. Sollocé cuando me pellizcó con fuerza los pezones en desarrollo y entonces se vino en mi boca y casi que en mi garganta también. De pronto sentí una sustancia viscosa y caliente en mi boca que me creó arcadas, pero él me tapó la nariz y la boca y me obligó a tragarme su corrida y aunque me ahogaba no me soltó hasta que no lo tragué.
Me levantó, me vistió deprisa y sin soltarme los pezones me hizo jurar que les diría a los papás de mi amiga y a los míos que me había caído en un charco del jardín y me había manchado entera y me dejó ir toda mancillada y sucia a la casa.
Nunca volví ahí después de aquello. Me hizo sentir muy mal durante mi infancia porque no se lo conté a nadie y me ponía nerviosa que algún día se supiera pero afortunadamente no fue así. Aun así, mi gusto zoofílico no desapareció y lo seguí deseando hasta ahora que aún todavía lo llevo a la práctica.
Este secreto, como les digo, me causó terror y pesadillas en ese momento pero ahora me da mucho morbo y me masturbo mucho al recordarlo porque sé que eso fue la causa de que ahora sea tan promiscua aparte de mi matrimonio a los 14 años y los embarazos.
Como te dije en el otro comentario me encantaron los dos y este me excitó muchísimo. Espero que me envíes correo para platicar. Soy de la Ciudad de México. Saludos.👋🏽
Que pena tu terrible experiencia, y que exitante que ahora puedas recordarlo con gozo
Es extraño a veces tengo pesadillas pero a la vez me excita. Podría ser peor pero me alegra que no me haya afectado demasiado 😉